abril 30, 2013

MÁQUINAS GIGANTES EN EL ANTIGUO EGIPTO




Christopher Dunn
Milenios después de que fuesen erigidas, las pirámides de Egipto continúan generando multitud de polémicas. Una de ellas, sin duda, atañe a su propia razón de ser. Porque, ¿cómo se construyeron? Todo apunta a que pudo utilizarse cierta tecnología demasiado «moderna» para su tiempo.
Durante los últimos años, al debatir la cuestión con otros ingenieros, hemos coincidido en que las obras del antiguo Egipto son tan desmesuradas que parecen exceder incluso las capacidades modernas. No en vano, pese a toda la tecnología y las herramientas de que disponemos, ¿por qué nos quedamos boquiabiertos ante los logros de aquellos hombres del pasado? ¿Dónde hallar las respuestas a nuestras preguntas sobre cómo se realizaron estos verdaderos prodigios en piedra?
De lo que no hay duda es de que aquella cultura, tan anterior a la nuestra, dispuso de la genialidad y la visión necesarias como para diseñar y construir edificios irrepetibles, tan descomunales en sus proporciones como delicados en sus detalles. Pero probablemente no se limitaron a concebir únicamente el producto final que hoy nos asombra. ¿Acaso no tiene sentido aceptar la idea de que las propias herramientas que utilizaron para erigirlos eran igualmente extraordinarias, reflejo de las maravillas arquitectónicas que propiciaron?
Y, sin embargo, no existen herramientas en los registros arqueológicos que nos asombren del mismo modo que cuando contemplamos los milagros que produjo esta civilización. Ni se ha encontrado maquinaria alguna que explique los elaborados y precisos diseños de la meseta de Giza o de los templos del Alto Egipto. Tampoco se han descubierto instrumentos de precisión que nos hagan adivinar cómo se tallaron superficies extremadamente planas a lo largo de cientos de metros cuadrados, acabadas con una exactitud óptica.
En las vitrinas de los museos, nos han mostrado escuadras de madera sumamente toscas y de dudosa eficacia, a la espera de que creamos lo que nos cuenta la investigación académica, por mucho que vaya en contra de décadas de experiencia y formación. No parece importarles, pues nos repiten con insistencia que éstas y no otras fueron las herramientas que usaron los antiguos egipcios en sus obras. Pero cualquier artesano con habilidad suficiente, disponiendo únicamente de esas rudimentarias herramientas, sería incapaz de recrear el más humilde de esos diseños arquitectónicos. Obviamente, esto supone un enorme obstáculo a la hora de comprender nuestro pasado.

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