noviembre 09, 2010

MONA LISA..EL SECRETO............


En realidad Leonardo da Vinci no pintaba para el cliente inmediato. Pintaba para nosotros, para la posteridad, invitándonos a entrar como complices del enigma en sus escritos inversos en sentido espejo. Y nosotros, desde el ordenador y desde internet, podemos hoy corresponderle participando activamente en sus reflexiones. Así lo hicieron Lillian Swartz y Gerald Holzman en 1987 al someter al análisis del ordenador conjuntamente el cuadro de la Mona Lisa, el dibujo a sanguina del autorretrato del viejo Leonardo y el bosquejo (detectado por rayos X) que se encuentra bajo la pintura actual y que reproduce el cartón que según Vasari corresponde al retrato de Monna Lisa di Antonio Maria Gherardini mujer del adinerado florentino Francesco del Giocondo. Los resultados de la prueba fueron publicados en el Scientific American en junio de 1995 y están hoy al alcance de nuestro ordenador con un programa de tratamiento de imagen –el conocido Photoshop - y un programa de trasformación o Morphing. Basta con invertir la imagen de Leonardo, ajustar el tamaño en ambos cuadros y aplicar la trasferencia para ver el sorprendente efecto. El enigma de la Mona Lisa -clave del retrato mas famoso de todos los tiempos y cuyo abuso de reproducciones ha dividido al público contemporáneo en "giocondófilos" y "giocondoclastas" - da la sensación de quedar desvelado en la pantalla de nuestro ordenador. Dice Ernst Gombrich : "merece la pena que nos olvidemos de lo que sabemos o creemos saber acerca del cuadro y lo contemplemos como si fueramos las primeras personas que pusieran sus ojos en él." Igual que a Vasari, lo que al pronto nos sorprenderá es el grado asombroso en que la Mona Lisa parece vivir. Se diría que realmente nos observa y piensa por sí misma. Late y se difumina como un ser vivo, cambia ante nuestros ojos y nos mira de manera distinta cada vez que volvemos a ella. Leonardo pensó conscientemente cómo conseguir ese efecto y por qué medios. La técnica del sfumato permite fundir sombras dejando cierta vaguedad a los contornos. La distinta profundidad de los paisajes a ambos lados de la figura y las comisuras de labios y ojos hechizaron a los pintores manieristas como siguen hechizando hoy a oleadas de japoneses que visitan el Museo del Louvre. "Parece como si de pronto –dice Gombrich- el pintor hubiera arrojado un espejo sobre ella y la hubiera encerrado allí para siempre". Leonardo podía ser tan obstinado como cualquiera de sus predecesores en la paciente observación de la naturaleza, pero ya no era un mero y fiel servidor de ella. Además de la apariencia visible, observaba también el alma de la persona retratada. El alma de sí mismo, dice hoy nuestro análisis por ordenador. Porque la imagen hallada por rayos X y el cartón que Leonardo tenía al regresar a Florencia (que son coincidentes) no encajan con el rostro de la Mona Lisa pintada. Sin embargo, la Mona Lisa y el autorretrato del viejo Leonardo, son dos imágenes que se funden perfectamente (la eliminación de las arrugas, la barba y la comisura de los labios es intencionada). La frente y arranques del pelo, los pómulos, la nariz, la distancia entre lagrimales y, sobre todo, el arco superciliar (el borde del craneo que corre sobre las cejas y es prominente característico en el 90 por ciento de los varones) delatan que la imagen definitiva de la Mona Lisa debió ser ultimada por Leonardo mirándose al espejo. Hoy es una moda en las charlas vivas por internet (chats) ocultar la identidad camuflándose en el sexo al que no se pertenece. Leonardo pintaba para nosotros porque podemos comprenderle mucho mejor que sus contemporáneos. Y como señala Lillian Schwarz en su estudio, la pasión de Leonardo por los enigmas nos dejó avisos. El entrelazado de cestería de mimbre que adorna a la Mona Lisa en su amplio escote es uno de ellos. En italiano se llama Vinco. Y esta podía ser la clave del misterio de la Mona Lisa. La Madonna da Vinco: el propio Leonardo.

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