octubre 23, 2012

LA GUERRA DE LOS DIOSES Y LOS HOMBRES..EL ENFRENTAMIENTO ENTRE HORUS Y SET.(2)



Pero nos encontramos con que Manetón coincidía también con Herodoto en este asunto. Manetón escribió que las dinastías de los faraones vinieron precedidas por otras cuatro dinastías: dos de dioses, una de semidioses y una dinastía de transición.

Dice que, al principio, siete grandes dioses reinaron en Egipto, por un total de 12.300 años:
  • Ptah gobernó 9.000 años
  • Ra gobernó 1.000 años
  • Shu gobernó 700 años
  • Geb gobernó 500 años
  • Osiris gobernó 450 años
  • Set gobernó 350 años
  • Horus gobernó 300 años
Siete dioses gobernaron 12.300 años
La segunda dinastía de dioses, según Manetón, estuvo compuesta por,
  • Doce soberanos divinos, el primero de los cuales fue el dios Toth; éstos gobernaron durante 1.570 años
  • En total, según él, 19 dioses gobernaron durante 13.870 años
  • Después, siguió una dinastía de treinta semidioses, que reinaron durante 3.650 años
  • En total, hubo 49 soberanos divinos y semidivinos en Egipto, que reinaron un total de 17.520 años
Más tarde, durante 350 años, no hubo soberano para todo Egipto; fue una época caótica, durante la cual diez soberanos humanos mantuvieron la realeza enThis. Fue después cuando Mén estableció la primera dinastía humana de faraones, y construyó una nueva capital, consagrada al dios Ptah -el «Vulcano» deHerodoto. 
 

Siglo y medio de descubrimientos arqueológicos y el desciframiento de la escritura jeroglífica han convencido a los expertos de que las dinastías faraónicas tuvieron probablemente su inicio en Egipto hacia el 3100 a.C; y, ciertamente, con un soberano cuyo jeroglífico significa Mén. Él unificó el Alto y el Bajo Egipto, y estableció su capital en una nueva ciudad llamada Men-Nefer («La Belleza de Mén») -Menfis en griego.

Su ascenso al trono de un Egipto unido siguió, cómo no, a un período caótico, tal como afirmaba Manetón. En una inscripción que figura en un objeto conocido como la Piedra de Palermo, se han conservado al menos nueve nombres arcaicos de reyes que llevaron sólo la Corona Roja del Bajo Egipto y que gobernaron antes que Menes. Se han encontrado tumbas y objetos pertenecientes a reyes arcaicos que llevaban nombres como «Escorpión», Ka, Zeser, Narmer y Sma.

El conocido egiptólogo Sir Flinders Petrie afirmó en su The Roy al Tombs of the First Dynasty y en otras obras que estos nombres se corresponden con los dados por Manetón en la lista de los diez soberanos humanos que reinaron en Tanis durante los siglos del caos. Petrie sugería que este grupo, que precedió a la I Dinastía, fuera llamado «Dinastía 0». 

Un importante documento arqueológico que trata de la realeza egipcia, el llamado Papiro de Turín (imagen inferior), comienza con una dinastía de dioses en la que se enumera a Ra, Geb, Osiris, Set y Horus, después Toth, Maat y otros, y asigna a Horus -justo al igual que Manetón- un reinado de 300 años.

Este papiro, que data de la época de Ramsés II, enumera a 38 soberanos semidivinos después de los divinos:
«Diecinueve Jefes del Muro Blanco y diecinueve Venerables del Norte».
Según el Papiro de Turín, entre ellos y Menes hubo una serie de reyes humanos bajo la protección de Horus; ¡y su epíteto fue el de Shamsu-Hor! 

En una conferencia dada ante la Sociedad Real de Literatura de Londres en 1843, el Dr. Samuel Birch, conservador de Antigüedades Egipcias del Museo Británico, anunció que en el papiro y en sus fragmentos había contado un total de 330 nombres, número que «coincide con los 330 reyes mencionados por Herodoto». 

Aunque entre los egiptólogos exista algún desacuerdo acerca de los detalles, todos coinciden en la actualidad en que los descubrimientos arqueológicos sustentan la información proporcionada por los historiadores antiguos de que las dinastías comenzaron con Menes, después de un período caótico de unos diez soberanos que reinaron sobre un Egipto dividido; y que hubo un período previo en el que Egipto estuvo unido bajo soberanos cuyos nombres no pudieron ser otros que Horus, Osiris, etc. Sin embargo, los expertos que ' encuentran difícil de aceptar que estos soberanos pudieran ser «dioses» sugieren que debieron ser seres humanos «deificados». 

Para arrojar un poco más de luz sobre el tema, podemos comenzar con el lugar que eligió Menes como capital de aquel Egipto reunificado. Hemos descubierto que la ubicación de Menfis no fue una cuestión casual, pues tuvo que ver con determinados acontecimientos relacionados con los dioses. Y la forma en la que se construyó Menfis tampoco carece de significados simbólicos, pues Menes construyó la ciudad sobre un montículo artificial, creado después de desviar el Nilo en esa zona y de otros trabajos de represa y recuperación de terrenos. Y esto lo hizo emulando el modo en que se había creado el mismo Egipto. 

Los egipcios creían que «un dios muy grande que vino en las épocas más antiguas» llegó a la tierra y la encontró bajo el agua y el lodo. Llevó a cabo grandes obras de recuperación de terrenos, haciendo diques y elevando literalmente Egipto hasta sacarlo de debajo de las aguas -explicando así el apodo de Egipto: «La Tierra Elevada». «Este dios de antaño se llamó Ptah -un «Dios del Cielo y la Tierra»-, y se le consideraba un gran ingeniero y maestro de la invención. 

La veracidad de la leyenda de La Tierra Elevada se potencia por sus aspectos tecnológicos. El Nilo es un río tranquilo y navegable hasta Syene (Asuán); más allá de este punto, el recorrido del río hacia el sur es traicionero, y está obstaculizado por varias cataratas. Y parece ser que, en el Egipto prehistórico, el nivel del Nilo estaba regulado por presas, del mismo modo que hoy en día se regula a través de la presa de Asuán.


Las leyendas egipcias sostienen que Ptah estableció su base de operaciones en la isla de Abu, la que recibió el nombre de Elefantina desde tiempos griegos debido a su forma. Esta isla está situada justo por encima de las primeras cataratas del Nilo, en Asuán. Tanto en los textos como en los dibujos (Fig. 8), se representaba a Ptah, cuyo símbolo era la serpiente, controlando las aguas del Nilo desde unas cavernas subterráneas.
Fig.8
«Era el que guardaba las puertas que contenían las inundaciones, el que quitaba los cerrojos en el momento oportuno».
En lenguaje técnico, se nos está informando de que en el lugar más apropiado, desde el punto de vista de la ingeniería, Ptah construyó unas «cavernas gemelas» (dos embalses conectados) cuyas exclusas podían abrirse y cerrare, con cerrojo y sin el, regulando así, artificialmente, el nivel y caudal de las aguas del Nilo. 

Ptah y el resto de dioses recibían el nombre egipcio de Ntr -«Guardián, Vigilante». Según los egipcios, habían llegado a su tierra desde Ta-Ur, la «Tierra Lejana/Extranjera», cuyo nombre Ur significaba «antaño, antiguo», pero que también podría haber sido el nombre de un lugar real, un lugar bien conocido tanto en los escritos bíblicos como mesopotámicos: la antigua ciudad de Ur, en el sur de Mesopotamia.


Y los estrechos del Mar Rojo, que conectaban a Mesopotamia con Egipto, recibían el nombre de Ta-Neter, el «Lugar de los Dioses», el paso por el cual habían llegado a Egipto. El que los primitivos dioses hubiesen llegado de las tierras bíblicas de Sem viene corroborado además por el hecho desconcertante de que los nombres de aquellos dioses de antaño derivaban del «semita» (acadio). Así, Ptah, que no tiene ningún significado en egipcio, quería decir en lenguas semitas «el que elaboraba cosas tallando y abriendo». 

Con el tiempo -después de 9.000 años, según Manetón-, Ra, un hijo de Ptah, se convirtió en soberano de Egipto. Su nombre tampoco tiene significado en egipcio, pero debido a que Ra estaba relacionado con un brillante cuerpo celeste, los expertos asumen que Ra significa «brillante». Nosotros sabemos con una mayor certeza que uno de los apodos de Ra, Tem, tiene la connotación semita de «el Completo, el Puro». 

Los egipcios también creían que Ra había llegado a la Tierra desde el «Planeta de los Millones de Años» en una Barca Celeste, cuya parte superior, de forma cónica, y a la que llamaban Ben-Ben («Ave Piramidal»), fue conservada posteriormente en un santuario especialmente construido en la ciudad sagrada de Anu(la bíblica On, mejor conocida por su nombre griego, Heliópolis).


En tiempos dinásticos, los egipcios peregrinaban a este santuario para ver el Ben-Ben y otras reliquias relacionadas con Ra y los viajes celestes de los dioses. Fue a Ra, como Tem, a quien se consagró la ciudad que en la Biblia se conoce como Pi-Tom -«La Puerta de Tem»-, construida por los israelitas durante su cautiverio en Egipto. 

Los sacerdotes heliopolitanos fueron los primeros en anotar las leyendas de los dioses de Egipto y en dar cuenta de que la primera «compañía» de dioses, encabezada por Ra, constaba de nueve «Guardianes» -Ra y cuatro parejas divinas que le siguieron. La primera pareja divina que gobernó cuando Ra se cansó de estar en Egipto fueron sus propios hijos, el varón, Shu («Sequedad»), y la hembra, Tefnut («Humedad»); su principal tarea, según los relatos egipcios, fue la de ayudar a Ra en el control de los cielos sobre la Tierra. 

Shu y Tefnut sentaron precedente para los faraones mortales de tiempos posteriores, que asumirían la costumbre de que el rey seleccionara a una hermanastra como esposa real. A ellos les siguieron en el trono divino, según nos dice Manetón en ambos casos, sus hijos, otra vez hermano y hermana: Geb («El Que Amontona la Tierra») y Nut («El Firmamento Extendido»). 

El enfoque puramente mitológico de los relatos egipcios acerca de los dioses -el de las gentes primitivas que observaban la Naturaleza y veían «dioses» en sus fenómenos- ha llevado a los expertos a suponer que Geb representaba a la Tierra deificada, y Nut a los Cielos; y que, al decir de Geb y de Nut que eran el Padre y la Madre de los dioses que reinaron después en Egipto, los egipcios creían que los dioses habían nacido de la unión de la Tierra y el Cielo.


Pero si tomamos literalmente las leyendas y los versículos de Los Textos de la Pirámide y El Libro de los Muertos, veremos que Geb y Nut recibían estos nombres debido a las actividades relacionadas con la periódica aparición del ave Bennu, de la cual los griegos obtuvieron la leyenda del Fénix: un águila de plumaje rojo y oro, que moría y volvía a aparecer a intervalos que se prolongaban durante varios milenios.

Era por esa ave, cuyo nombre era el mismo que el del artilugio en el cual Ra aterrizó en la Tierra, que Geb realizaba grandes obras en la tierra y Nut «extendía el firmamento del cielo». Parece ser que estas hazañas las realizaban los dioses en la «Tierra de los Leones»; era allí donde Geb «había abierto la tierra» para el gran objeto esférico que llegaba desde los «cielos extendidos» y aparecía por el horizonte. 

Con posterioridad a los hechos arriba descritos, Geb y Nut entregarían la soberanía de Egipto a sus cuatro hijos: Asar («El Que Todo lo Ve»), al que los griegos llamaron Osiris, y su hermana y esposa Ast, mejor conocida como Isis; y Set y su esposa Neftis (Nebt-Hat, «Dama de la Casa»), hermana de Isis.


Fue de estos dioses, que fueron verdaderamente dioses de Egipto, de los que más trataron los relatos egipcios; pero, al representarlos (Fig. 9), a Set nunca se le mostró sin su disfraz animal: nunca se le veía el rostro, y el significado de su nombre desafía aún a los egiptólogos, aun siendo idéntico al nombre dado en la Biblia al tercer hijo de Adán y Eva.
Fig.9


Con dos hermanos que se casaban con sus propias hermanas, los dioses se enfrentaban a un serio problema de sucesión. La única solución plausible consistió en dividir el reino: a Osiris se le dieron las tierras bajas del norte (el Bajo Egipto), y a Set se le dio la zona montañosa del sur (el Alto Egipto). Sobre cuánto duró este arreglo es algo que sólo se puede adivinar por las crónicas de Manetón; pero lo cierto es que Set no se quedó satisfecho con la división de soberanía, y recurrió a diversas intrigas para obtener el control de la totalidad de Egipto. 

por Zecharia Sitchin
.bibliotecapleyades.net

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