octubre 23, 2012

PROFECÍAS EGIPCIAS, DESTINOS HUMANOS..(1)


En los anales del Hombre en la Tierra, el siglo 21 a.C. vio en el antiguo Cercano Oriente uno de los más gloriosos capítulos de la civilización, conocido como el tercer período de Ur (Ur III). Al mismo tiempo la época más difícil y apabullante, ya que fue testigo del fin de Súmer bajo una mortal nube nuclear. Y después de eso, ya nada fue lo mismo.

Esos sucesos memorables, como veremos, fueron también las raíces para las manifestaciones mesiánicas centradas en Jerusalén cuando el ‘a.C.’ se cambia a ‘d.C.’ más o menos 21 siglos después.


Los eventos históricos de tal memorable siglo—como todos los hechos de la historia—tuvieron sus raíces en lo que había ocurrido antes. De ello, el año 2169 a.C. es una fecha importante de recordar. Los anales de Súmer y Acadia de ese tiempo registran una política principal manejada por los dioses enlilitas. En Egipto, la fecha marcó el inicio de cambios político-religiosos significantes, y lo que ocurrió en ambas zonas coincidió con una nueva fase de la campaña de Marduk para alcanzar la supremacía.


Ciertamente fueron las maniobras estratégicas de ajedrez de Marduk y sus desplazamientos geográficos de un lugar a otro lo que controló la agenda de la era del ‘juego de ajedrez divino.’ Sus movidas y movimientos comenzaron con su salida de Egipto, para convertirse (a los ojos egipcios) en Amón (también escrito Amun o Amen), “El Oculto.”

La fecha 2160 es considerada por los egiptólogos la marca del inicio de lo designado como el Primer Período Intermedio—un intervalo caótico entre el final del Viejo Reino y la surgente dinastía en el Reino Medio.


Durante los mil años del Viejo Reino, cuando la capital político-religiosa era Menfis en el Medio Egipto, los egipcios daban culto al panteón de Ptah, le levantaron templos monumentales, a su hijo Ra, y a sus divinos sucesores.


Las famosas inscripciones de los Faraones Menfitas daban gloria a los dioses y promesas de una sobre-vida a los reyes.


Reinando como dioses subrogantes, esos faraones calzaron la doble corona del Egipto Superior (al sur) y el Bajo Egipto (norte), lo que implicó no sólo la unificación administrativa sino además la religiosa de las Dos Tierras, unificación lograda cuando Horus derrotó a Set en su lucha por el legado de Ptah/Ra.


Y entonces, en 2160 a.C. esta unidad religiosa venía derrumbándose por completo.

Durante ese confuso período se vio el quiebre de la Unión, abandono de la capital, ataques desde el sur por príncipes para ganar control, incursiones extranjeras, desacración de los templos, un colapso de la ley y el orden, y sequías, hambrunas, y disturbios por alimento.


Esas condiciones están documentadas en un papiro conocido como las Admoniciones de Ipu-Wer, un extenso texto hieroglífico que consiste de varias secciones en las cuales da cuenta de una cantidad de calamidades y tribulaciones, se culpa a un profano enemigo de fechorías religiosas y males sociales, y se llama a la gente al arrepentimiento y a retomar los antiguos ritos. El papiro concluye con una sección profética que describe la venida de un Redentor, y otra que ensalza los tiempos ideales que siguen.


En su comienzo el texto describe el quiebre de la ley y el orden y de la funcionalidad de la sociedad—una situación en la cual,

“los guardias de puerta se fueron a saquear, los porteadores se niegan a llevar su carga… robo por todas partes… un hombre mira a su hijo como enemigo.” Aunque el Nilo se mantiene fluyendo e irriga la tierra, “nadie la trabaja… el grano ha muerto… los silos se hallan vacíos… el polvo cubre los campos… el desierto avanza… se agosta la tierra… las mujeres están secas, ninguna puede concebir… los muertos son arrojados el río… el río es de sangre.”

Los caminos son inseguros, el comercio ha cesado, las provincias del Alto Egipto ya no pagan impuesto; “hay guerra civil… bárbaros de todas partes han venido a Egipto… todo está en ruinas.”
Algunos egiptólogos creen que al corazón de estos sucesos yace una simple rivalidad por riqueza y poder, un intento (exitoso al final) de los príncipes tebanos del sur para controlar y regir el país entero. Tardíamente, los estudios han asociado el colapso del Viejo Reino con un ‘cambio de clima’ que minó una sociedad fundada en la agricultura, causó escasez de alimentos y disturbios por alimento, desorden social, y el colapso de la autoridad.

Pero poca atención ha sido puesta a un principal y quizá el más importante cambio: en los textos, en los himnos, en los nombres honoríficos de templos, ya no fue más Ra sino Amon-Ra, o simplemente Amon, que fue desde entonces venerado; Ra se convirtió en Amon—Ra el Oculto—porque se había ido de Egipto. Fue de verdad un cambio religioso que generó el quiebre político y social, escribió el inidentificado Ipu-Wer; nosotros creemos que el cambio es que Ra se convirtió en Amon.

La agitación comenzó con un colapso de las observancias religiosas y manifestaciones mismas durante la profanación y abandono de los templos, donde,
“el Lugar de los Secretos ha sido dejado vacío, los escritos de augustos secretos han sido diseminados, los hombres comunes los rompen en las calles… la magia está expuesta, está a la vista de quién no la conoce.”
El sagrado símbolo de los dioses usado en la corona de los reyes, el Uraeus (la Serpiente Divina),
“se ha rebelado contra… las fechas religiosas se disturban… los sacerdotes son llevados sin razón.”
Después de llamar a la gente al arrepentimiento, “brindar incienso en los templos… mantener las ofrendas a los dioses,” el papiro llama a los arrepentidos a ser bautizados—para” recordar sumergirse.” Después las palabras del papiro se tornan proféticas: en un pasaje que los egiptólogos llaman ‘verdaderamente mesiánico’, las admoniciones hablan de ‘un tiempo que vendrá’ cuando un Salvador no identificado—un “dios-rey”, aparecerá.
Comenzando con unos pocos seguidores, de él ‘los hombres dirán:
El pone calma en el corazón,
es un pastor de todos los hombres.
aunque su manada sea paqueña,
él pasará sus días cuidándolos…
Luego él acabaría con lo diabólico,
estiraría su fuerte brazo en su contra.”
“La gente estará preguntándose: ¿Dónde está él, ahora? ¿Está acaso durmiendo? ¿Por qué no se ve su poder?” Escribió Ipu-Wer, y respondió, “Contempla, la Gloria del mismo no puede ser vista, (pero) la Autoridad, Percepción y Justicia están con él.”
Tiempos ideales aquellos, cuando Ipu-Wer inició su profecía, precedidos por sus propias punzadas mesiánicas:
“La confusión estará por doquier en la tierra, con tumultuoso ruido un rey matará al otro, los muchos matarán a los pocos.”

La gente preguntará: ¿Acaso el Pastor desea muerte?”

No, responde, “es la tierra que ordena muerte,” pero después de años de lucha, la rectitud y el culto adecuado prevalecerán. Esto, concluye el papiro, fue “lo que dijo Ipu-Wer cuando respondió a la majestad de Señor-Todo.”
No se trata sólo de la descripción de sucesos y las profecías mesiánicas, sino además la elección de redactar en esos antiguos papiros parece sorprendente; hay más por venir.

Los académicos están conscientes de la existencia de otro texto profético/mesiánico que nos llegó del antiguo Egipto, pero creen que fue compuesto realmente después de los hechos y que sólo simula ser profético al fecharse a si mismo en un tiempo anterior.


Para ser específico, mientras el texto pretende relacionar profecías hechas en tiempo de Sneferu, faraón de la Cuarta Dinastía (alrededor de 2600 a.C.), los egiptólogos creen que fue verdaderamente escrito en el tiempo de Amenophis I de la 12ª Dinastía (cerca del 2000 a.C.)—después de los eventos que pretende profetizar. Aun así, las ‘profecías’ sirven para confirmar esos hechos anteriores; y muchos detalles y la misma redacción de las predicciones puede ser descrita como escalofriante.


Las profecías se supone son contadas al Rey Sneferu por un ‘gran sacerdote-vidente’ llamado Nefer-Rohu, un hombre de rango, un escriba con ‘dedos competentes’.


Al pedido del rey a que le mostrara el futuro, Nefer-Rohu “estiró su mano hacia la caja del equipo de escritura, y sacó un rollo de papiros,” y comenzó a escribir lo que había visto, en una manera parecida a Nostradamus:
Contempla, hay algo acerca del cual hablan los hombres,
Es terrorífico…
Lo que será hecho nunca ha sido hecho antes.
La Tierra está totalmente deteriorada.
Los terrenos están dañados, ya no hay remanente.
No hay un amanecer que la gente pueda ver.
Nadie puede vivir con las nubes que tapan.
El viento del sur enfrenta al viento del norte.
Los ríos de Egipto están vacíos…
Ra debe iniciar de nuevo los fundamentos de la Tierra.
Antes que Ra pueda restaurar los ‘Fundamentos de la Tierra’, habrá invasiones, guerras, derramamiento de sangre. Después vendrá una nueva era de paz, tranquilidad, y justicia, y la justicia prevalecerá.

Será traída por lo que hemos llegado a llamar un Salvador, un Mesías:
Entonces es que vendrá un soberano—
Amon (“El Desconocido).
Será llamado El Triunfante.
Hijo de Hombre será su nombre para siempre y siempre…
La maldad será erradicada;
Su lugar será tomado por la Justicia;
Se alegran las personas de su época.
Es sorprendente encontrar tales profecías mesiánicas de tiempos apocalípticos y del final de la Maldad que será seguido por la venida—el retorno—de la paz y la justicia, en textos de papiros escritos hace unos 4200 años atrás; produce escalofríos encontrar en ellos terminología que es familiar en el Nuevo Testamento, como un Desconocido, el Triunfante Salvador, el ‘Hijo del Hombre,’

Es como veremos, un vínculo entre los interconectados hechos del milenio. En Súmer, un período de caos, ocupación de tropas extranjeras, profanación de templos y la confusión acerca de cual debería ser la ciudad capital y quién debería ser el rey siguió al final de la Era Sargónica de Ishtar en 2260 a.C.
 

Por un tiempo, el único refugio seguro en la tierra fue el ‘centro de culto de Ninurta’ en Lagash, de donde habían sido removidas las tropas extranjeras de Gutian [dinastía sumeria]. Consciente de las inexorables ambiciones de Marduk, Ninurta decidió reafirmar su derecho al Rango Cincuenta instruyendo al entonces rey de Lagash, Gudea, a levantar para él en el Girsu (recinto sagrado) de la ciudad, un nuevo y diferente templo. Ninurta—aquí llamado NIN.GIRSU, ‘Señor del Girsu’—ya tenía un templo allí, así como un recinto especial para su ‘Divino Pájaro Negro’ o máquina voladora.

Sin embargo la construcción de un nuevo templo requería el permiso especial de Enlil, lo que fue otorgado a su tiempo. Aprendemos de las inscripciones que el nuevo templo debía tener características especiales que lo ligaban a los cielos, al permitir ciertas observaciones celestiales. En ese tiempo Ninurta invitó a Súmer al dios Ningishzidda (‘Toth’ en Egipto), el Divino Arquitecto, y Guardián de los Secretos de las pirámides de Giza.

El hecho que Ningishzidda/Toth fuera hermano de quién Marduk forzó al exilio alrededor del 3100 a.C. no estaba ciertamente olvidado por todos los afectados…

Las asombrosas circunstancias que rodearon el anuncio, la planificación, construcción, y dedicación del E.NINNU (‘Hogar/Templo de Cincuenta’) están contadas con fino detalle en los escritos de Gudea; fueron desenterrados en las ruinas de Lagash (un sitio ahora llamado Tello) y están ampliamente citados en los libros Crónicas de la Tierra.


Lo que emerge de aquel detallado documento (inscrito en dos cilindros de arcilla en una clara escritura cuneiforme sumeria, Fig. 17) es el hecho que desde el anuncio hasta la dedicación, cada paso y cada detalle del nuevo templo fue dictaminado por aspectos celestes.
Figura 17

Esos aspectos celestes especiales tenían que ver con la coordinación en la construcción del templo: Era el momento, según declaran las líneas de apertura, cuando son determinados en el cielo los destinos de la Tierra”:
Al tiempo cuando en el cielo
los destinos de la Tierra fueron fijados,
“Lagash levantará su cabeza hacia el cielo
En concordancia con la Gran Tabla de los Destinos”
Enlil decidió a favor de Ninurta.
Ese momento especial cuando los destinos en la Tierra son determinados en los cielos fue lo que llamamos Tiempo Celeste, el Reloj Zodiacal.

Que tal determinación estaba enlazada al Día del Equinoccio deviene evidente del resto del relato de Gudea, igual que en el texto de Toth egipcio llamado Tehuti, El Equilibrador (del día y la noche) que maneja la cuerda para orientar un nuevo templo. Tales consideraciones celestes vinieron a dominar el proyecto Eninnu de principio a final.

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