La Caverna de los Tesoros, la más antigua narración oriental del viaje de los Magos, centra su narración en un punto básico —el «Centro de la Tierra»— cual es el Gólgota, en el que se reúnen las fuerzas de la creación.
Allí radica también el secreto del sepulcro del primer hombre creado, Adán, cuyo cadáver protagonizó un singular viaje a ese centro de la Tierra, cuyo ciclo simbólico quedó cerrado con la posterior crucifixión —precisamente allí— de Jesús.
ORO, INCIENSO Y MIRRA
Según refiere una antigua narración oriental, Adán, después de su caída, habría llevado los tres dones del oro, el incienso y la mirra a la Caverna de los Tesoros, y allí los habría depositado.
Después fueron pasando de generación en generación hasta que, de acuerdo con las instrucciones dadas por Adán a Seth, fueron llevados por los Magos a Belén y ofrecidos al Mesías. Con ello, los Magos reconocieron todo el ministerio de salvación encarnada por Jesús, y precisamente por los presentes que le llevaron: oro para el rey, mirra para el médico e incienso para el sacerdote.
Por ende, Cristo se igualó en todo a Adán.
DIOS LE HABLÓ A ADÁN
Así lo dispuso Dios al hablarle a Adán, después de la caída de éste:
«Y aquel que sobreviva en aquellos días, tomará tu cadáver, lo transportará y lo depositará en el centro de la Tierra, en donde yo se lo señalaré; pues allí tendrá lugar la salvación, tuya y de todos tus hijos.»
Pero antes de que Adán fuera trasladado a este lugar de reposo, y después de haber sido expulsado del paraíso, deberá vivir —y, después de muerto, ser depositado transitoriamente— en la Caverna de los Tesoros:
«Pero ordena a tus hijos y diles que después de tu muerte deberán ungir tu cuerpo con mirra, canela y aceite de mirra, y depositarlo en la caverna, en la cual os dejaré vivir desde hoy y hasta el tiempo en que acontezca vuestra salida de los alrededores del paraíso a la tierra situada en el exterior.»
Y cuando Adán deseó conocer a Eva, tomó de los límites del paraíso oro, mirra e incienso, y los colocó en la caverna, la bendijo y la santificó, de forma que fuera el santuario suyo y de sus hijos, y la llamó la «Caverna de los Tesoros».
EL VIAJE PÓSTUMO DE ADÁN
En la hora de su muerte, Adán le revela a Seth las instrucciones que le diera el supuesto Dios con respecto a lo que había que hacer con su cadáver, siempre con vistas a reunir los orígenes de la especie humana en un solo punto: el centro de la Tierra, el Gólgota:
«Cuando yo haya muerto, deberán depositar mi cuerpo en la caverna de los tesoros. Y aquél que sobreviva de todos vuestros descendientes, deberá, en el día en que se produzca vuestra salida de este país, de las inmediaciones del paraíso, llevarse consigo mi cadáver y deberá transportarlo y depositarlo en el centro de la Tierra. Porque allí me será concedida la salvación a mí y a todos mis descendientes. Y tú mi hijo Seth, sé guía de los hijos de tu pueblo, y guíalos limpios y santos en temor pleno de Dios, y mantened a vuestros descendientes alejados de los descendientes de Caín, el asesino.»
EL CADAVER DE ADÁN VIAJÓ EN EL ARCA DE NOÉ
Tras la primera rebelión de los descendientes de Seth, que descendieron de la montaña sagrada al campamento de los hijos de Caín para disfrutar de los placeres y deleites de las mujeres de la llanura maldita, se sucede ya inmediatamente el gran diluvio.
En este momento, en la montaña quedaban ya solo ocho personas: Noé y sus hijos Sem, Ham y Jafeth, y sus mujeres. Para su salvación recibieron instrucciones concretas de cómo debían construirse una embarcación sólida, en la que además debían albergar «el cadáver de nuestro padre Adán y estos tres objetos de sacrificio: oro, incienso y mirra.»
Con la embarcación salvadora aparecen una vez más —como en tantos otros pasajes de la antigüedad— signos tecnológicos, cuyos detalles no encajan en el mundo del hombre primitivo ni en el mundo espiritual. Leemos así en La Caverna de los Tesoros que el arca estuvo cerrada y sellada, y que el ángel del señor estuvo apostado en su techo como timonel. El arca entonces «voló con las alas del viento por encima de la corriente, de este a oeste, y describió una cruz sobre el agua. Y el arca voló por encima del agua durante 150 días y llegó a un lugar de reposo en el séptimo mes».
En numerosas ocasiones, este mensajero, ángel o emisario aparece en situaciones que connotan una tecnología superior al conocimiento humano de la época, pero que se escapa igualmente del ámbito puramente espiritual o de la actuación directamente inspirada por un supuesto dios. El emisario (ángel) volverá a aparecer aquí en todo caso relacionado con el viaje que debe transportar el cadáver del primer hombre, Adán, hasta el ya repetido Centro de la Tierra (por lo demás otro Viaje al centro de la Tierra absolutamente genuino).
EL CENTRO DE LA TIERRA
Cuando Noé, después de haber salido ya del arca y de haber vivido aún 350 años, sintió próxima la hora de su muerte, llamó a su primogénito Sem y le dijo en secreto que cuando él hubiera muerto, entrara en el arca en el cual habían sido salvados y sacara de ella el cadáver de Adán. Ningún hombre debía observarle durante esta acción. Y le ordenó también Noé a Sem que se llevara consigo a Melquisedek y que depositara el cadáver de Adán en el punto central de la Tierra. Y añadió: «Y observa que el ángel del señor os precederá y os mostrará el camino que debéis hacer, y también el lugar en el que debe ser depositado el cadáver de Adán, o sea, el punto central de la Tierra. Y allí se reúnen cuatro cabos; pues cuando Dios creó la Tierra, su fuerza corría delante de ella, y la tierra, procedente de cuatro lados, corría detrás de ella como los vientos y las suaves brisas; y allí se detuvo y descansó su fuerza. Allí se consumará la liberación para Adán y para todos sus hijos. Desde Adán hasta nosotros ha sido transmitida esta historia a través de todas las generaciones. Date cuenta de que esta historia ya no volverá a ser explicada entre ninguno de todos vuestros descendientes; pero tú sube y tómalo y deposítalo secretamente allí en donde Dios te lo mostrará, hasta el día de la salvación.»
Muerto Noé, Sem se dispuso a cumplir las palabras de su padre. Se despidió de los suyos sin revelarles el motivo ni el destino real de su viaje, y marchó con Melquisedek de noche de su pueblo, apareciendo de inmediato el mensajero que se confunde con fenómenos tecnológicos, como ya apunté: «Y el ángel del señor se les apareció y les precedió en su camino: y su camino fue muy fácil porque el ángel del señor les fortificaba, hasta que llegaron al lugar señalado. Y cuando arribaron al Gólgota, que es el punto central de la Tierra, el ángel le mostró a Sem este lugar. Y cuando Sem hubo depositado el cadáver de Adán en la parte superior de este lugar, se separaron cuatro partes, y la tierra se abrió en forma de una cruz; y Sem y Melquisedek depositaron el cadáver de Adán en el interior. Y en cuanto le hubieron depositado allí dentro, se movieron los cuatro lados y encerraron el cadáver de nuestro padre Adán y se cerró la puerta de la tierra externa.»
EL LUGAR DEL CRÁNEO
Una vez depositado el cadáver de Adán bajo las compuertas automáticas, Sem regresó a su lugar de origen, ordenándole a Melquisedek que jamás se moviera del emplazamiento de este «Centro de la Tierra».
En cuanto al Gólgota, pronto fue llamado «lugar del cráneo» porque allí fue depositada la cabeza de todos los hombres (lo que malinterpreta Orígenes en sus Comentarios al Evangelio de San Mateo al afirmar que se le llamaba así por el hecho de estar allí enterrado el cráneo de Adán, lo cual no está del todo desencaminado, pero sí cambia el matiz y reduce la importancia del lugar), y «Gólgota» porque era redondo.
A partir de entonces, todos los acontecimientos importantes se suceden precisamente en este enclave digamos mágico, incluyendo la construcción posterior de Jerusalén.
JESÚS, CRUCIFICADO ENCIMA DE ADÁN
Finalmente, sabido es que el nombre del primer hombre es Adán, y los textos bíblicos hablan de Jesús como el segundo hombre o último Adán. La Caverna de los Tesoros afirma que el Mesías se igualó en todo a Adán, tal y como está escrito. Cuando Sem y Melquisedek depositaron el cadáver de Adán en el punto central de la Tierra, inmediatamente volvió a cerrarse la puerta de la Tierra, de forma que ninguno de los hijos de Adán pudo abrirla. Y cuando encima de ella fue erigida la cruz para Jesús, se abrió la puerta. Y cuando encima de ella el Mesías alcanzó la victoria por la lanza, de su costado fluyeron sangre y agua y penetraron en la boca de Adán y formaron para él el bautismo, y por ellos fue bautizado.
Tal es, esbozado en unas brevísimas pinceladas muy escuetas, el mensaje que intenta transmitirnos el o los autores de los manuscritos conocidos por La Caverna de los Tesoros.
Andreas FABER-KAISER,
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