¿Volverán? ¿Cuándo ocurrirá?
Estas preguntas me han sido formuladas infinidad de veces, acerca de los dioses Anunnaki cuya saga ha llenado mis libros. La respuesta a la primera pregunta es SÍ; hay claves que precisan ser atendidas, y las profecías del Retorno necesitan ser cumplidas. La respuesta a la segunda pregunta ha preocupado a la Humanidad desde los sucesos que dividieron las aguas en Jerusalén hace más de dos mil años.
Pero la pregunta no es sólo ‘si’ y ‘cuándo.’ ¿Cuál será la señal del Retorno, y qué traerá? ¿Será acaso algo benevolente, o—como cuando ocurrió el Diluvio—será el Fin? Cuáles profecías se harían realidad: un Tiempo Mesiánico, la Segunda Venida, un Nuevo Comienzo—o quizás un Apocalipsis catastrófico, el Final Definitivo, Armagedón…
Es la última posibilidad la que saca esas profecías del reino de la teología, escatología, o la mera curiosidad, a un asunto de sobrevivencia de la Humanidad; porque Armagedón, un término que ha llegado a denotar una guerra de inimaginable amplitud calamitosa, es un efecto el nombre de un lugar específico en una tierra que ha estado sujeta a las amenazas de la aniquilación nuclear.
En el siglo veintiuno a.C., una guerra de los reyes del este contra los reyes del oeste fue seguida por una calamidad nuclear. Veintiún siglos después, cuando el ‘a.C.’ cambió a ‘d.C.’, los miedos de la Humanidad fueron expresados en unos rollos, escondidos en una cueva cerca del Mar Muerto, que describen una gran y final ‘Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de la Oscuridad.’
De nuevo hoy, en el siglo veintiuno d.C. una amenaza nuclear cuelga sobre el mismo lugar histórico. Es suficiente razón para preguntar: ¿Se repetirá la historia—se repite a historia, de algún misterioso modo, cada veintiún siglos?
Una guerra, una conflagración aniquilante, ha sido representada como parte del escenario del Fin de los Días en Ezequiel (caps. 38-39). Aunque ‘Gog de la tierra de Magog,’ o ‘Gog y Magog,’ están previstos como los principales instigadores en esa guerra final, la lista de los combatientes que serán succionados a las batallas virtualmente abarca todas las naciones notorias; y el foco de conflagración serán ‘los moradores del Ombligo de la Tierra’—de acuerdo a la Biblia la gente de Jerusalén..
¡Es una comprensión escalofriantemente espinuda que la extensa lista de Ezequiel de aquellas naciones (38: 5) que serán enganchadas en la guerra final—Armagedón—comience con PERSIA—el mismo país (hoy día Irán) cuyos líderes buscan armamento nuclear con el cual ‘barrer de la faz de la Tierra’ a la gente que habita donde está Har-Megiddo!
¿Quiénes son esos ‘Gog y Magog,’ y por qué tal profecía de hace dos y medio milenios atrás suena tan semejante a los actuales titulares? ¿Acaso la exactitud de tales detalles proféticos apuntan al Cuándo—a nuestro tiempo, a nuestro siglo?
Armagedón, una guerra final de Gog y Magog, es además un elemento esencial en el escenario del Fin de los Días del libro profético del Nuevo Testamento, las Revelaciones (cuyo completo nombre es El Apocalipsis de San Juan el Divino). Compara a los instigadores de los sucesos apoacalípticos a dos bestias, una de las cuales puede ‘hacer caer fuego del cielo a la tierra, a la vista de los hombres.’
Sólo hay una enigmática llave para su identidad (13: 18)
¡Aquí está la sabiduría!Que el inteligentecalcule la cifra de la Bestia;pues es la cifra de un hombre.Su cifra es 666.
Muchos han intentado descifrar el misterioso número 666, asumiendo que se trata de un mensaje codificado perteneciente al Fin de los Días...
Debido a que el libro fue redactado cuando comenzó la persecución romana a los cristianos, la interpretación aceptada es que el número era un código por el emperador opresor, Nerón, cuyo valor numérico de su nombre en hebreo (NeRON QeSaR) sumado da 666. El hecho que haya ido a la plataforma espacial enBaalbek, posiblemente a inaugurar el templo de Júpiter ahí, en el año 60 d.C. puede-o no—tener cierta orientación con el puzzle del 666.
Que podría haber más que una conexión con Nerón en el 666 queda sugerido por el intrigante hecho que 600, 60, y 6 son los números básicos del sistema sexagesimal sumerio, de modo que el ‘código’ podría remontarse a algunos textos anteriores; había 600 Anunnaki, el rango numérico de Anu era 60, y el rango de Ishkur/Aada era 6. Entonces, si los tres números se multiplican en vez de sumarlos, obtenemos que 666 = 600 x 60 x 6 = 216.000, lo que es 100 veces el familiar 2160 (una era zodiacal) —un resultado que puede ser especulado hasta el infinito.
Después está el puzzle que cuando siete ángeles revelan la secuencia de futuros eventos, no los vincula a Roma; ellos los enlazan con ‘Babilonia’
[la ciudad].
La explicación convencional ha sido que, así como el 666 era un código para el gobernador romano, así también ‘Babilonia’ era una palabra secreta por Roma. Pero cuando fueron escritas Las Revelaciones, Babilonia hacía varios siglos que había desaparecido, y ese libro, hablando de Babilonia, inequívocamente vincula las profecías al ‘gran río Éufrates’ (9: 14), incluso describiendo como el sexto ángel ‘derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y sus aguas se secaron para preparar el camino a los reyes del Oriente’. Se habla de una tierra/ciudad en el Éufrates, no el rio Tíber [Roma].
Ya que las profecías de Las Revelaciones son del futuro, uno debe concluir que ‘Babilonia no es un código—Babilonia significa Babilonia, una futura Babilonia que se verá envuelta en la guerra del ‘Armagedón’ (el versículo 16: 16 explica correctamente como el nombre de ‘un sitio en la lengua hebrea’—Har-Megido, Monte Megiddo, en Israel) —una guerra que envuelve la Tierra Sagrada.
Si tal futura Babilonia es de verdad el Irak de hoy, los versículos proféticos son una vez más escalofriantes, porque al paso que predicen eventos corrientes que llevan a la caída da Babilonia después de una breve pero espantosa guerra, ¡presagian la partición de Babilonia/Iraq en tres partes! (16: 19).
Como el Libro de Daniel, el cual pronostica fases de tribulaciones y escenarios difíciles en los procesos mesiánicos, así Las Revelaciones trató de explicar las enigmáticas profecías del Viejo Testamento al describir (cap. 20) una Primera Era Mesiánica con ‘una Primera Resurrección’ de mil años de duración, seguida por un reinado Satánico de mil años (cuando ‘Gog y Magog’ se involucren en una inmensa guerra), y después un segundo tiempo mesiánico y otra resurrección (y por consiguiente la ‘Segunda Venida’).
Inevitablemente, esas profecías gatillaron un frenesí especulativo a medida que se acercaba el año 2000 d.C.: reflexiones en relación al Milenio como un punto en el tiempo, en la historia de la Humanidad y la Tierra, cuando las profecías se harían realidad.
Asediado con preguntas del milenio mientras el 2000 se acercaba, dije a mis audiencias que nada ocurriría en el 2000, y no sólo porque el verdadero punto del milenio contado desde el nacimiento de Jesús ya había pasado, habiendo nacido Jesús, según todos los cálculos serios en 6 ó 7 a.C.
La razón principal para mi opinión fue que las profecías parecían visualizar no una línea de tiempo lineal—año uno, año dos, año 900, y así—sino una repetición cíclica de sucesos, la creencia fundamental que ‘Las Primeras Cosas serán las Últimas Cosas’—algo que sólo puede ocurrir cuando la historia y el tiempo histórico se mueven en circulo, donde el punto de partida es el punto final, y viceversa.
En este plan cíclico de la historia, es inherente el concepto de Dios como una entidad divina eterna que ha estado presente al Comienzo cuando el Cielo y la Tierra fueron creados y que estará ahí al Fin de los Días, cuando Su reino sea renovado sobre Su monte sagrado.
Está expresado en repetidas afirmaciones desde las primeras en la Biblia hasta los últimos Profetas, como cuando Dios anunció, mediante Isaías (41: 4, 44: 6, 48: 12):
Yo soy, Yo soy el Primero y también soy el Último…Desde el Principio Yo anuncio lo que viene despuésy desde el comienzo lo que aun no ha sucedido
Isaías 48: 12, 46: 10
E igualmente así (dos veces) en el Libro de las Revelaciones del Nuevo Testamento:
Soy el Alfa y el Omega,el Comienzo y el Final, dijo el Señor—lo que es, lo que fue, y lo que será.Apocalipsis 1: 8
Ciertamente, la base de las profecías era la creencia que el Final está anclado en el Comienzo, que el Futuro podía ser predicho porque el Pasado era conocido—si no por el Hombre, entonces por Dios: Soy aquel ‘que desde el Comienzo dice el Final,’ dijo Yahveh (Isaías 46: 10).
El Profeta Zacarías (1: 4, 7: 7, 7: 12) predijo los planes de Dios para el futuro—los Últimos Días—en términos del Pasado, los Primeros Días.
Esta creencia, la cual es reafirmada en los Salmos, en Proverbios, y en el Libro de Job, fue vista como un plan divino universal para toda la Tierra y todas sus naciones.
El Profeta Isaías, visualizando las naciones de la Tierra reunidas para averiguar lo que hay en todo esto, las describe preguntándose unas a otras:
¿Quién entre nosotros puede decir el futuro dejándonos oír las Primeras Cosas?(41: 22).
Que esto fue un principio universal es mostrado en una colección de Profecías Asirias, cuando el dios Nabu dijo al rey asirio Easrhaddon: ‘El futuro será como el pasado.’
Este elemento cíclico de las Profecías bíblicas del Retorno nos lleva a una respuesta actual a la pregunta de CUÁNDO.
El lector recordará que se halló un giro cíclico del tiempo en Mesoamérica, resultante del engranaje, como las ruedas dentadas, de dos calendarios (ver Fig. 67), creando un ‘paquete’ de 52 años, en cuya ocurrencia—luego de una no especificada cantidad de vueltas—Quetzalcoatl (alias Toth/Ningishzidda) prometió volver. Y eso nos introduce a las tan llamadas Profecías Mayas, de acuerdo a las cuales el Fin de los Días será alrededor de 2012 d.C.
El prospecto que la crucial fecha profetizada esté casi al alcance de la mano naturalmente ha sido de mucho interés, y amerita una explicación y un análisis. La bullada fecha surge del hecho que en ese año (dependiendo como se calcule) la unidad de tiempo Baktun completará su treceava vuelta. Dado que un Baktun toma 144.000 días, es una clase de hito.
Es necesario señalar algunos errores, o suposiciones equivocadas en este escenario. La primera es que el Baktun no pertenece a ninguno de los calendarios involucrados con la promesa de los 52 años (el Haab y el Tzolkin) sino a un tercero llamado La Cuenta Larga. Fue introducido por los Olmecas—africanos que habían venido de Mesopotamia cuando Toth fue exiliado de Egipto—y la cuenta de días realmente comienza con ese hecho, de modo que el Dúa Uno de la Cuenta Larga fue en lo que fechamos como Agosto de 3113 a.C.
Los glifos en ese calendario representaban las siguientes secuencias de unidades:
1 kin = 1 día1 Uinal = 1 kin × 20 = 20 días1 Tun = 1 kin × 360 = 360 días1 Ka-tun = 1 tun × 20 = 7.200 días1 Bak-tun = 1 Ka-tun × 20 = 144.000 días1 Pictun = 1 Bak-tun × 20 = 2.880.000 días
Estas unidades, cada una un múltiplo de la previa, continuaban así más allá del Baktun con glifos siempre crecientes.
Pero como los monumentos mayas nunca alcanzaron más allá de 12 Baktuns, cuyos 1.728.000 días estaban ya más allá de la existencia maya, el 13º Baktun aparece como un verdadero hito. Además, la tradición maya supuestamente sostenía que el presente ‘Sol’ o Era terminaría con el 13º Baktun, así que su cantidad de días (144.000 x 13 = 1.872.000) se divide por 365.25, resulta el paso de 5.125 años; cuando se resta 3113, el resultado es 2012 d.C.
Es tanto una excitante como ominosa predicción. Pero ya desde hace un siglo esa fecha ha sido resistida, por académicos (como Fritz Buck, El Calendario Maya en la Cultura de Tiahuanacu), que señalan que la lista superior indica el multiplicador, y por ende lo divisorio, la perfección matemática del calendario debería ser 360 y no 362.25.
De ese modo, los 1.872.000 días dan 5.200 años—un resultado perfecto, porque representa exactamente 100 'paquetes’ del número mágico de Toth 52. Así calculado, el mágico año del Retorno de Toth sería el 2087 d.C. (5200 – 3113 = 2087).
Uno podría alegar que, espere: la única mosca en la leche es que la Cuenta Larga es un conteo lineal del tiempo, y no la cíclica requerida, así que sus días contados podrían pasar hasta el 14º Baktun y al 15º Baktun y seguir…
Todo eso, sin embargo, no elimina la significancia de un milenio profético. Ya que la fuente del ‘milenio’ como un tiempo escatológico tiene sus orígenes en las escrituras apócrifas judías del siglo 2 a.C., la búsqueda de resultados debería cambiar en esa dirección. De hecho, la referencia a ‘un mil’—un milenio—como definiendo una era tuvo sus raíces atrás, en el Antiguo Testamento.
El Deuteronomio (7: 9) asignó un período de ‘mil generaciones’ a la duración del pacto de Dios con Israel—una afirmación repetida (I Crónicas 16: 15) cuando el Arca de la Alianza fue traída por David a Jerusalén. Los Salmos aplican de manera repetida el número ‘mil’ a Yahveh, sus milagros, e incluso a su carruaje (Salmos 68: 17).
La declaración en el Salmos 90: 4 es directamente relevante al asunto del Fin de los Días y el Retorno—una afirmación atribuida a Moisés mismo—que dice deDios que ‘mil años, en tus ojos, no son más que un día que ha pasado.’ Esta declaración ha dado origen a la especulación (que partió apenas los romanos destruyeron el Templo) que era una manera de descifrar el elusivo Fin de los Días mesiánico: si la Creación, ‘El Comienzo,’ de acuerdo al Génesis, demoró seis días, y un día divino dura mil años, el resultado desde la Creación hasta el Fin es de 6.000 años.
El Fin de los Días, ha sido así calculado, llegará en el Anno Mundi 6.000.
Aplicado el calendario hebreo de Nippur que comenzó en 3760 a.C., esto significa que el Fin de los Días ocurrirá en 2240 d.C. (6000 – 3760 = 2240).
Este tercer cálculo del Fin de los Días puede resultar desalentador o confortante—dependiendo de las expectativas particulares. La belleza de este cálculo es que se halla en perfecta armonía con el sistema sumerio sexagesimal (‘base 60’). Puede incluso en el futuro probar que es correcto, pero no lo creo así: es nuevamente linear—y es una unidad de tiempo cíclica la encerrada en las profecías.
Con ninguna de las predichas fechas ‘modernas’ factible, uno debe buscar atrás en las antiguas ‘fórmulas’—hace lo que fue aconsejado en Isaías, ‘mirar las señales hacia atrás.’ Tenemos dos elecciones cíclicas: el período orbital de Tiempo Divino de Nibiru, y el Tiempo Celestial de la Precesión zodiacal. ¿Cuál es?
Que los Anunnaki vinieron y se fueron durante una ‘ventana de oportunidad’ cuando Nibiru llegó durante el perigeo (lo más cercano al Sol, y por ende lo más cercano a la Tierra y Marte) es tan obvio que algunos lectores míos lo emplean para quitar 3600 de 4000 (como una fecha redonda de la última visita de Anu), de lo que resulta 400 a.C., o restan 3600 de 3760 (cuando comenzó el calendario de Nippur) —como hacían los macabeos—y llegan a 160 a.C. De cualquier manera, a siguiente llegada de Nibiru se halla en el futuro distante.
De hecho, como sabe ahora el lector, Nibiru vino anteriormente, cerca del 560 a.C. Al considerar esa ‘digresión,’ se debe mantener en la mente que el perfecto SAR (3600) siempre ha sido un período orbital matemático, porque las órbitas celestes—de planetas, cometas, asteroides—difieren de órbita en órbita debido al tirón gravitacional de otros planetas cercanos cuando pasan.
Para emplear el bien conocido cometa Halley como ejemplo, su período dado de 75 años realmente fluctúa entre 74 y 76; en su última reaparición en 1986, fue de 76 años. Extrapolar la diferencia a los 3600 de Nibiru, conduce a un más/menos de 50 años de variación cada vez.
Hay además otra razón para preguntarse por qué Nibiru se ha apartado tanto de su acostumbrado SAR: el inusual acontecimiento del Diluvio alrededor de 10900 a.C. Durante sus 120 SARs antes del Diluvio, Nibiru orbitó sin generar tal catástrofe. Después algo no acostumbrado ocurrió que trajo a Nibiru más cerca de la Tierra: combinado con la disminución de la capa de hielo de la Antártida, ocurrió el Diluvio.
¿Qué fue ese ‘algo no acostumbrado’?
Bien puede a respuesta estar lejos en nuestro sistema solar, en Urano y Neptuno, planetas a los cuales varias de cuyas lunas inexplicablemente los orbitan en dirección ‘opuesta’ (‘retrógrada’) —la forma en que se mueve Nibiru.
Uno de los grandes misterios en nuestro sistema solar es el hecho que el planeta Urano literalmente yace en su costado—su eje norte sur encara al Sol de forma horizontal en vez de ser vertical. ‘Algo’ le dio a Urano un ‘gran golpe’ alguna vez en el pasado, dicen los científicos de la NASA—sin aventurarse a suponer que fue ese ‘algo.’ A menudo me he preguntado si acaso ese ‘algo’ fue también lo que generó esa inmensa y misteriosa cicatriz y un inexplicable ‘surco’ que el Voyager 2 de NASA encontró en Miranda, una luna de Urano en 1986 (Fig. 128)—una luna diferente en muchas formas de los otros satélites de Urano.
¿Pudo una colisión celestial con Nibiru y sus lunas causar todo eso?
Figura 128
En años recientes los astrónomos han establecido que los grandes planetas exteriores no se han mantenido allí donde se formaron, sino que han ido distanciándose hacia fuera, lejos del Sol. Los estudios concluyeron que el cambio ha sido más pronunciado en el caso de Urano y Neptuno (ver esquema, Fig. 129), y eso puede explicar por qué nada sucedió ahí durante muchas pasadas de Nibiru—y de pronto ocurrió algo.
No es inverosímil asumir que durante su órbita ‘diluvial’ Nibiru encontró al errante Urano, y una de las lunas de Nibiru golpeó a Urano, inclinándolo en su costado; incluso pudo ser que el arma del golpe fuese la enigmática luna Miranda—una luna de Nibiru—golpeando a Urano y que terminó por ser capturada en órbita a Urano.
Figura 129
Tal hecho habría afectado la órbita de Nibiru, acortándola hasta cerca de los 3450 años terrestres en vez de 3600, y resultando en un esquema de reaparición postdiluvial alrededor de los 7450, 4000, y 550 a.C. Si eso es lo que sucedió, explicaría la ‘adelantada’ llegada de Nibiru en 556 a.C. —y sugiere que su siguiente llegada será cerca del 2900 d.C. Para quienes asocian los profetizados eventos cataclísmicos con el retorno de Nibiru—‘Planeta X’ para algunos—el tiempo no está a la mano.
Pero cualquier noción que los Anunnaki limitaron sus venidas e idas a una simple y corta ‘ventana’ durante el perigeo del planeta es, sin embargo, incorrecta. Igual pudieron haber venido e irse en otros momentos.
Los textos antiguos citan numerosas instancias de viajes de ida y regreso de los dioses sin indicación de un vínculo con la proximidad del planeta. Hay además una cantidad de relatos de viajes Tierra-Nibiru por terrestres que omiten cualquier mención de Nibiru visto en los cielos (una visión acentuada, por otra parte, cuando Anu visitó la Tierra cerca del 4000 a.C.).
En una ocasión Adapa, un hijo de Enki con una mujer terrestre, a quién le fue conferida Sabiduría pero no inmortalidad, realizó una corta visita a Nibiru, acompañado por los dioses Dumizi y Ningishzidda. Enoch, emulando al sumerio Enmeduranki, también fue y volvió, dos veces, durante su vida terrestre.
Esto fue posible en al menos dos formas, como se muestra en Fig. 130: una por una nave espacial viniendo desde Nibiru en fase de entrada al sistema solar (desde el punto A), llegando bastante antes del perigeo; la otra en sentido inverso (punto B) durante la fase de salida de Nibiru.
Figura 130
Una corta visita a la Tierra, como la de Anu, podía tener lugar al combinar ‘A’ para venir y ‘B’ para partir; Una corta visita a Nibiru (como la de Adapa) puede ser realizada partiendo de la Tierra para interceptar a Nibiru en ‘A’ y devolverse desde ‘B’ para el retorno.
Un Retorno de los Anunnaki en un momento diferente de la vuelta de Nibiru puede entonces tener lugar, y por eso nos quedamos con el otro tiempo cíclico—el tiempo zodiacal.
Lo he llamado, en Cuando Comenzó el Tiempo (When Time Began), Tiempo Celestial, definido para servir como un puente entre el Tiempo Terrestre (nuestro ciclo orbital planetario) y el Tiempo Divino (el reloj del planeta de los Anunnaki).
Si el esperado Retorno será de los anunakis más que de su planeta, entonces nos lleva a buscar la solución a los enigmas de los dioses y los hombres mediante el reloj que los ha vinculado—el cíclico zodíaco del Tiempo Celestial. Después de todo, fue inventado por los Anunnaki como una forma de reconciliar los dos ciclos; su proporción—3600 por Nibiru, 2160 por las eras zodiacales—era la Proporción Áurea de 10:6. He sugerido que ocasionó el sistema sexagesimal en el que se basaron las matemáticas y la astronomía sumeria (6 x 10 x 6 x 10 y así).
Beroso, como hemos mencionado, estimó que las Eras zodiacales eran puntos de cambio en los asuntos de dioses y hombres y sostenía que periódicamente ocurren catástrofes apocalípticas, ya sea por agua o por fuego, cuya coordinación está determinada por fenómenos celestiales. Como su contraparte Maneto en Egipto, también dividió la prehistoria y la historia en fases divinas, semidivinas, y postdivinas, con un gran total de 2.160.000 años de ‘la duración de este mundo.’
Esto —¡maravilla de maravillas!—es exactamente mil—¡un milenio!—eras zodiacales.
Los académicos que estudian las antiguas tablillas de arcilla que tratan de las matemáticas y la astronomía quedaron asombrados al descubrir que las tablillas usaban el fantástico número de 12960000—sí, 12.960.000—como punto de partida. Concluyeron que esto sólo podía estar relacionado con las eras zodiacales de 2.160, cuyos múltiplos resultan en 12.960 (si 2.160 x 6), o 129.600 (si 2.160 x 60), o 1.296.000 (si se multiplica por 600); y—¡maravilla de maravillas!—el fantástico número con el cual comienza esta antigua lista, 12.960.000, es un múltiplo de 2.160 por 6.000—como en los seis días divinos de la creación.
Que los eventos mayores, cuando los asuntos de los dioses afectaban a los asuntos de los hombres, estaban vinculados a las eras zodiacales ha sido mostrado a través de este volumen de Las Crónicas de la Tierra. Cuando comienza cada Era, algo trascendental ocurre: la Era de Tauro señaló el otorgamiento de la civilización a la Humanidad. La Era de Aries estuvo marcada por el desastre nuclear y finalizó con la Partida.
La Era de Piscis llegó con la destrucción del Templo y el inicio del cristianismo.
¿No debería uno preguntarse si el profético Fin de los Días significa en realidad el Fin de la Era (zodiacal)? ¿Fue el ‘tiempo, tiempos, y medio tiempo’ de Daniel simplemente una terminología referente a las eras zodiacales?
La posibilidad fue considerada, tres siglos atrás, por nada menos que Sir Isaac Newton. Mejor conocido por su formulación de las leyes naturales que gobiernan los movimientos celestes—como los planetas orbitando al Sol—sus intereses además penetraron el pensamiento religioso, y escribió extensos tratados acerca de la Biblia y las profecías bíblicas.
Consideró los movimientos celestiales que formuló como la ‘mecánica de Dios,’ y creía firmemente que los descubrimientos científicos que comenzaron con Galileo y Copérnico y fueron por él continuados tuvieron que ocurrir cuando sucedió. Esto lo llevó a poner especial atención a las 'matemáticas de Daniel.’
En Marzo de 2003 la BBC (British Broadcasting Corporation) sobresaltó a los establishments científicos y religiosos con un programa sobre Newton que reveló la existencia de un documento, escrito a mano por él por delante y atrás, que calculaba el Fin de los Días de acuerdo a las profecías de Daniel.
Newton escribió sus cálculos numéricos en un lado de la hoja, y sus análisis de los cálculos como siete ‘proposiciones’ al otro lado del papel. Un examen cercano del documento—una fotocopia del cual tengo el privilegio de poseer—revela que los números que usó en los cálculos incluyen varias veces el 216 y el 2160—una clave para comprender por mi parte cuál era su línea de pensamiento: estaba pensando en términos de tiempo zodiacal— ¡para él, ese era el Reloj Mesiánico!
Resumió sus conclusiones apuntando un set de tres ‘no antes que’ y ‘no después de’ agendas para las claves proféticas de Daniel:
Entre 2132 y 2370 de acuerdo a una clave dada a Daniel Entre 2090 y 2374 de acuerdo a una segunda clave Entre 2060 y 2370 para el crucial ‘tiempo, tiempos, y medio tiempo’‘Sir Isaac Newton predijo que el mundo terminaría en el año 2060,’ anunció la BBC.
No exactamente quizá—pero como muestra la tabla de las eras zodiacales en capítulos anteriores, no estaba tan alejado de la marca en dos de sus fechas ‘no antes que’: 2060 y 2090.
El apreciado documento original del gran británico está ahora guardado en el Departamento de Manuscritos y Archivos de la Biblioteca Nacional y Universitaria Judía— ¡en Jerusalén!
¿Una coincidencia?
Fue en mi libro de 1990 El Génesis Revisitado (Genesis Revisited) que el ‘Incidente de Phobos’—un hecho silenciado—fue revelado públicamente por vez primera. Se trata de la pérdida, en 1989, de una nave espacial soviética enviada a explorar Marte y su luna posiblemente hueca llamada Phobos. De hecho, no se perdió una nave soviética sino dos.
Llamadas Phobos 1 y Phobos 2 para señalar su propósito—investigar el satélite Phobos—fueron lanzadas en 1988, para llegar a Marte en 1989. Aunque era un proyecto soviético, fue apoyado por la NASA y agencias europeas. Phobos 1 sólo desapareció—nunca fueron dadas explicaciones ni detalles al público.
Phobos 2 llegó a Marte, y comenzó a enviar fotografías tomadas por dos cámaras—una regular y la otra infrarroja.
Figura 131
Sorprendente o alarmantemente, incluyeron imágenes de la sombra de un objeto en forma de cigarro volando en los cielos entre la nave soviética y la superficie marciana (Fig. 131) por ambas cámaras.
Los jefes de la misión soviética describieron el objeto que proyectó la sombra como ‘algo lo cual algunos pueden llamar un plato volador.’ Inmediatamente, la nave fue dirigida para salir de la órbita marciana para acercarse al satélite y, desde una distancia de 50 metros, la bombardeó con rayos láser.
La última imagen que Phobos 2 envió mostró un misil viniendo hacia ella desde el satélite (Fig. 132). Inmediatamente después de eso, Phobos entró en un ‘trompo’ y detuvo sus transmisiones—destruida por el misterioso cohete.
Figura 132
El ‘incidente Phobos’ permanece, oficialmente, como ‘accidente inexplicado.’
De hecho, inmediatamente después de eso, entró en acción una comisión secreta en la cual están representadas todas las naciones ‘espaciales.’ La comisión y el documento que formuló ameritan más atención de la que recibió, porque tiene la llave para comprender lo que las naciones líderes realmente saben deNibiru y los Anunnaki.
Los hechos geopolíticos que derivaron en la formación del grupo secreto comenzaron en 1983, con el descubrimiento de un planeta ‘tamaño Neptuno’ por el IRAS (Infra-Red Astronomical Satellite) de la NASA—que escaneó los límites del sistema solar no de manera visual sino mediante detectar la emisión de calor de los cuerpos celestes.
La búsqueda de un décimo planeta era uno de sus objetivos señalados, y ciertamente encontró uno—determinando que se trataba de un planeta porque, una vez ves detectado y luego seis meses más tarde, estaba moviéndose claramente en dirección nuestra.
La noticia de su descubrimiento se convirtió en titulares, pero fue rápidamente desmentida en los días siguientes como un ‘mal entendido.’ (Fig. 133).
Figura 133
De hecho, fue tan impactante que condujo a un cambio radical y súbito en las relaciones entre los EE.UU. y Rusia, una reunión y un acuerdo para la cooperación espacial entre Reagan y Gorbachov, y declaraciones públicas del presidente en las Naciones Unidas y otros foros que incluyeron las siguientes palabras (apuntando con el dedo hacia el cielo mientras las decía):
Sólo piensen cuán fácil puede ser su trabajo y el mío en estas reuniones si de pronto hubiera una amenaza a este mundo desde otras especies de otro planeta en el universo… Ocasionalmente pienso con cuánta rapidez desaparecerían nuestras diferencias si tuviéramos que encarar una amenaza alienígena de fuera de este mundo.
El Comité de Trabajo formado a partir de esas preocupaciones llevó a cabo varias reuniones y tranquilas consultas—hasta el incidente de Phobos en Marzo de 1989.
Trabajando febrilmente, en Abril del mismo año se aprobó un acuerdo, un conjunto de delineamientos conocido como la Declaración de Principios Respecto a las Actividades Tendientes a la Detección de Inteligencia Extraterrestre, a través del cual se acordaron los procedimientos a seguir después de recibir ‘una señal u otra evidencia de inteligencia extraterrestre.’
La ‘señal,’ reveló el grupo, ‘puede no ser simplemente una que indique su origen inteligente sino que podría ser un mensaje factual que necesite ser decodificado.’
Los procedimientos de acuerdo incluyeron la promesa de demorar la revelación el contacto por al menos veinticuatro horas antes de efectuar una respuesta.
Esto sería completamente ridículo si el mensaje proviniera de un planeta a años luz de distancia… ¡No, las preparaciones fueron por un encuentro cercano!
Para mi, todos estos eventos desde 1983, más toda la evidencia desde Marte bosquejada en capítulos anteriores, y el misil disparado del satélite Phobos, indican que los Anunnaki aun mantienen una presencia—probablemente robótica—en Marte, su antigua Estación de Viaje. Esto podría indicar una premeditación, un plan para disponer de una instalación lista para una futura re-visita.
Todo junto, sugiere un intento de un Retorno.
Para mi, el sello cilíndrico Tierra-Marte (ver Fig. 113) es tanto una descripción del Pasado como una predicción del Futuro porque contiene una fecha—una fecha indicada por el signo de dos peces—la Era de Piscis.
¿Acaso nos dice: Lo que ha ocurrido en una previa Era de Piscis volverá a repetirse en la Era de Piscis? Si las profecías se harán realidad, si las Primeras Cosas serán las Últimas Cosas, si el Pasado es el Futuro—la respuesta tiene que ser Sí.
Aun estamos en la Era de Piscis.
El Retorno, dicen los signos, ocurrirá antes de final de la Era presente.
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