noviembre 01, 2012

ATERRIZAJE EN EL PLANETA TIERRA Zecharia Sitchin (2)


Un dibujo poco común de un sello cilíndrico sugiere que, al pasar Marte, la nave espacial nefilim que llegaba establecía comunicación permanente con el «Control de la Misión» en la Tierra. (Fig. 121).
El objeto central de este antiguo dibujo simula el símbolo del Duodécimo Planeta, el Globo Alado. Sin embargo, parece diferente: es más mecánico, más manufacturado que natural. Sus «alas» parecen paneles solares de los que utilizan las naves espaciales norteamericanas para convertir la energía solar en electricidad. Las dos antenas no se prestan a error.


La nave circular, con su parte superior similar a una corona y sus alas y antenas extendidas, está situada en los cielos, entre Marte (la estrella de seis puntas) y la Tierra y la Luna. En la Tierra, una divinidad extiende su mano, recibiendo a un astronauta que está todavía en los cielos, cerca de Marte. Al astronauta se le muestra portando un casco con visor y una coraza.



La parte inferior de su traje es como la de un «hombre-pez» -quizás, un requisito ante un posible amerizaje de emergencia en el océano. En una mano sostiene un instrumento; con la otra parece responder al saludo de la Tierra.



Y, después, en la navegación, estaba la Tierra, el séptimo planeta. En la lista de los «Siete Dioses Celestes» se le llamaba SHU.GI («buen lugar de descanso de SHU»). También significaba «el país de la conclusión de SHU», de la Parte Suprema del sistema solar -el destino del largo viaje espacial.



Aunque en el Oriente Próximo de la antigüedad el sonido gi se transformaba a veces en el sonido, más familiar, de ki («Tierra», «país o tierra seca»), la pronunciación y la sílaba gi perduró hasta nuestros días en su sentido original, exactamente en el sentido que tenía para los nefilim: geografía, geometría, geología.



En su forma pictográfica más antigua, el signo SHU.GI significaba también shibu («el séptimo»). Y los textos astronómicos decían:

Shar shadi il Enlil ana kakkab SHU.GI ikabbi

«El Señor de las Montañas, el divino Enlil, es idéntico al planeta Shugi».
Al igual que las siete estaciones del viaje de Marduk, los nombres de los planetas también nos hablan de un vuelo espacial. El destino final del viaje era el séptimo planeta, la Tierra.


Nunca sabremos si, dentro de quién sabe cuántos años o siglos, alguien, en otro planeta, encontrará y comprenderá el mensaje que se puso en la placa del Pioneer 10. Del mismo modo, quizás se considere absurdo esperar que encontremos en la Tierra una placa similar, pero al revés, una placa que diera información a los terrestres sobre la localización y el rumbo del Duodécimo Planeta.



Y, sin embargo, tan extraordinaria evidencia existe.



Esta evidencia está en una tablilla de arcilla que se encontró en las ruinas de la Biblioteca Real de Nínive. Como otras muchas tablillas, es, indudablemente, una copia asiria de una tablilla sumeria anterior. A diferencia de las demás, es un disco circular; y, aunque algunos signos cuneiformes que hay en ella se han conservado excelentemente bien, los pocos expertos que se tomaron el trabajo de descifrarla terminaron diciendo de ella que era «el más desconcertante documento mesopotámico».



En 1912, L. W. King, posteriormente conservador de las antigüedades asirías y babilonias del Museo Británico, hizo una meticulosa copia del disco, que está dividido en ocho segmentos. En las partes no deterioradas, aparecen formas geométricas que no se han visto en ningún otro objeto antiguo, diseñadas y dibujadas con considerable precisión.


Entre ellas hay flechas, triángulos, líneas de intersección e, incluso, una elipse -una curva geométrico-matemática que, con anterioridad al descubrimiento, se creía que no conocían en la antigüedad. (Fig. 122)
La inhabitual y desconcertante placa de arcilla se puso por primera vez ante la mirada de la comunidad científica en un informe presentado ante la British Royal Astronomical Society el 9 de Enero de 1880. R. H. M. Bosanquet y A. H. Sayce, en uno de los primeros discursos que se hicieron sobre «La Astronomía Babilonia», se refirieron a ella como un planisferio (la reproducción de una superficie esférica en una mapa plano), y anunciaron que algunos signos cuneiformes de la placa «sugieren medidas... parecen tener algún significado técnico».


Los muchos nombres de cuerpos celestes que aparecen en los ocho segmentos de la placa dejan claro su carácter astronómico. Pero Bosanquet y Sayceestaban especialmente intrigados con los siete «puntos» de uno de los segmentos. Decían que quizás representaran las fases de la Luna, si no fuera por el hecho de que los puntos aparecían a lo largo de una línea donde se citaba a «la estrella de estrellas» DIL.GAN y a un cuerpo celeste llamado APIN.



«No cabe duda de que esta enigmática figura es susceptible de una explicación sencilla», decían. Pero sus esfuerzos por dar esa explicación no fueron más allá de la lectura correcta de los valores fonéticos de los signos cuneiformes y la conclusión de que el disco era un planisferio celeste.



Cuando la Royal Astronomical Society publicó un esbozo del planisferio, J. Oppert y P. Jensen avanzaron algo más en la lectura de los nombres de alguna estrella o planeta. En 1891, el Dr. Fritz Hommel, en un artículo publicado en una revista alemana («Die Astronomie der Alten Chaldaer»), llamó la atención sobre el hecho de que cada uno de los ocho segmentos del planisferio formaba un ángulo de 45 grados, por lo que llegó a la conclusión de que en la tablilla se representaba un barrido total del firmamento -los 360 grados de los cielos. Y sugirió también que el punto focal marcaba alguna situación «en los cielos babilonios».



Así quedó el tema hasta que Ernst F. Weidner, en un artículo publicado en 1912 (Babyloniaca: «Zur Babylonischen Astronomie») primero, y después en su principal libro de texto Handbuch der Babylonischen Astronomie (1915), analizó exhaustivamente la tablilla, sólo para concluir que no tenía sentido.



Su desconcierto vino provocado por el hecho de que, mientras las formas geométricas y los nombres de las estrellas o planetas escritos dentro de los distintos segmentos eran legibles o inteligibles (aun cuando su significado y propósito no estuvieran claros), las inscripciones a lo largo de las líneas (que discurren en ángulos de 45 grados entre sí), simplemente, no tenían sentido. Constituían, invariablemente, una serie de sílabas repetidas en la lengua asiría de la tablilla. Iban, por ejemplo, así:

lu bur di lu bur di lu bur di

bat bat bat kash kash kash kash alu alu alu alu
Weidner llegó a la conclusión de que la placa era tanto astronómica como astrológica, utilizada como tablilla mágica para exorcismos, al igual que otros textos donde aparecían sílabas repetidas. Con esto, se perdió cualquier interés posterior en una tablilla única.


Pero las inscripciones de esta tablilla muestran un aspecto totalmente diferente si probamos a leerlas no como signos lingüísticos asirios, sino como palabras silábicas sumerias; pues resulta difícil dudar de que esta tablilla es una copia asiria de un original sumerio anterior. Si observamos uno de los segmentos (al que podríamos dar el número I), sus sílabas sin sentido adquieren, literalmente, pleno significado si utilizamos el valor sumerio de estas palabras silábicas. (Fig. 123)

na na na na a na a na un (a lo largo de la línea descendente)

sha sha sha sha sha sha (a lo largo de la circunferencia)
sham sham bur kur Kur (a lo largo de la línea horizontal)
Lo que se nos revela aquí es un mapa de ruta que marca el camino por el cual el dios Enlil «iba por los planetas», acompañado por algunas instrucciones de funcionamiento. La línea inclinada a 45 grados parece indicar la línea de descenso de la nave espacial desde un punto que está «alto alto alto alto», a través de «nubes de vapor» y una zona inferior en la que no hay vapor, hacia el punto del horizonte, donde los cielos y el suelo se encuentran.


En los cielos cercanos a la línea horizontal, las instrucciones a los astronautas cobran sentido: se les dice «preparen preparen preparen» sus instrumentos para la aproximación final; después, cuando se acercan al suelo, los «cohetes, cohetes» se encienden para detener la nave que, según parece, se elevaría («remontar») antes de alcanzar el punto de aterrizaje, dado que tenía que pasar por encima de terrenos altos o escabrosos («montaña montaña»).



La información que nos proporciona este segmento pertenece, claramente, a un viaje espacial del mismo Enlil. En este primer segmento, se nos da un esbozo geométrico preciso de dos triángulos conectados por una línea que gira en ángulo. La línea representa una ruta, pues la inscripción afirma con claridad que el esbozo muestra cómo «la deidad Enlil iba por los planetas».



El punto de salida es el triángulo de la izquierda, que representa las partes más alejadas del sistema solar; la zona objetivo está a la derecha, donde todos los segmentos convergen hacia el punto de aterrizaje.



El triángulo de la izquierda, que aparece con la base abierta, se parece a un conocido signo de la escritura pictográfica de Oriente Próximo; su significado se puede interpretar como «el dominio del soberano, el país montañoso». El triángulo de la derecha viene identificado por la inscripción shu-ut il Enlil («Camino del dios Enlil»); este término, como ya sabemos, identifica a los cielos septentrionales de la Tierra.



La línea angulada, por tanto, conecta lo que creemos que debió ser el Duodécimo Planeta -«el dominio del soberano, el país montañoso»- con los cielos de la Tierra. La ruta pasa entre dos cuerpos celestes -Dilgan y Apin.



Algunos expertos sostienen que estos eran los nombres de estrellas distantes o partes de constelaciones. Si las actuales naves espaciales, tripuladas y no tripuladas, navegan a través de situaciones «fijas» predeterminadas por brillantes estrellas, no se puede descartar que los nefilim utilizaran una técnica de navegación similar.



Sin embargo, la idea de que estos dos nombres se aplicaran a tales estrellas distantes no parece encajar con el significado de sus nombres: DIL.GAN significa, literalmente, «la primera estación», y APIN, «donde se establece el curso correcto».
Los significados de los nombres indican estaciones en el camino, puntos por los que hay que pasar. Estamos más de acuerdo con autoridades comoThompsonEpping y Strassmaier, que identificaron a Apin con el planeta Marte. Si es así, el significado del esbozo se aclara: la ruta entre el Planeta del Reino y los cielos de la Tierra pasaba entre Júpiter («la primera estación») y Marte («donde se establece el curso correcto»).



Esta terminología, por la cual se relacionaban los nombres descriptivos de los planetas con su papel en el viaje espacial de los nefilim, se adecua a los nombres y epítetos de las listas de los Siete Planetas Shu. Como si se hubiera hecho para confirmar nuestras conclusiones, la inscripción que afirma que ésta era la ruta de Enlil aparece debajo de un fila de siete puntos -los Siete Planetas que hay entre Plutón y la Tierra.



No sorprende, por tanto, que los cuatro cuerpos celestes que restan, los de la «zona de confusión», se muestren por separado, más allá de los cielos septentrionales de la Tierra y de la banda celeste.



En el resto de segmentos no deteriorados de la tablilla, se hace evidente también que nos encontramos ante un mapa del espacio y un manual de vuelo. Siguiendo en la dirección opuesta a las manecillas del reloj, la parte legible del siguiente segmento lleva la inscripción: «tomar tomar tomar lanzar lanzar lanzar lanzar completar completar». En el tercer segmento, donde se ve una parte de la inusual forma elíptica, las inscripciones legibles son «kakkab SIB.ZI.AN.NA ... enviado de AN.NA ... divinidad ISH.TAR», y la intrigante sentencia: «Deidad NI.NI supervisor del descenso».



En el cuarto segmento, que tiene lo que parecen ser indicaciones sobre cómo establecer el destino de uno en función de cierto grupo de estrellas, la línea de descenso se identifica, concretamente, con la línea de horizonte: la palabra cielo se repite once veces bajo la línea.



¿Acaso este segmento no representará una fase del vuelo cercana a la Tierra, cercana al lugar de aterrizaje? Éste podría ser, de hecho, el sentido de la leyenda que aparece sobre la línea horizontal: «colinas colinas colinas colinas cima cima cima cima ciudad ciudad ciudad ciudad». La inscripción que hay en el centro dice: «kakkab MASH.TAB.BA [Géminis] cuyo encuentro está fijado; kakkab SIB.ZI.AN.NA [Júpiter] proporciona el conocimiento».



Si, como parece ser el caso, los segmentos se disponen en una secuencia de aproximación, uno casi puede compartir la excitación de los nefilim cuando se acercaban al espaciopuerto de la Tierra. El siguiente segmento, que identifica de nuevo la línea de descenso como «cielo cielo cielo», dice también:

nuestra luz nuestra luz nuestra luz

cambio cambio cambio cambio
observa el sendero y el alto suelo ...tierra llana...

La línea horizontal tiene, por vez primera, cifras:

cohete cohete cohete ascenso
40 40 40
40 40 20 22 22
planear
La línea superior del siguiente segmento ya no dice «cielo cielo», sino «canal canal 100 100 100 100 100 100 100». Se puede discernir un patrón en este segmento, en gran medida deteriorado. A lo largo de una de las líneas, la inscripción dice: «Ashshur», que puede significar «El que ve» o «ver».


El séptimo segmento está demasiado deteriorado para poder examinarlo; las pocas sílabas discernibles que tiene significan «distante distante ... avistar avistar», y las instrucciones dicen «presionar abajo». El octavo y último segmento, sin embargo, está casi completo. Las líneas direccionales, las flechas y las inscripciones marcan un sendero entre dos planetas. Las indicaciones de «remontar montaña montaña», muestran cuatro grupos con cruces, donde pone dos veces «combustible agua grano» y dos veces «vapor agua grano».



¿Sería en este segmento donde se hablaría de la preparación para el vuelo hacia la Tierra, o trataría del abastecimiento para el vuelo de regreso al Duodécimo Planeta? Quizás se tratase de lo último, pues la línea con la flecha puntiaguda que apunta hacia el lugar de aterrizaje en la Tierra tiene, en su otro extremo, otra «flecha» apuntando en dirección opuesta, y con la leyenda «Regreso».(Fig. 124)

Cuando Ea se las ingenió para que el emisario de Anu «hiciera tomar a Adapa el camino del Cielo» y Anu descubrió el ardid, éste exigió saber:
¿Por qué Ea, a un despreciable humano,

le había revelado el plano de Cielo-Tierra-
y lo distinguió prestándole
un Shem para él?
En el planisferio que acabamos de descifrar vemos, realmente, este mapa de ruta, «un plano de Cielo-Tierra». Con el lenguaje de signos y con palabras, los nefilim nos esbozaron la ruta desde su planeta hasta el nuestro.


Textos que, por lo demás, son inexplicables y que ofrecen datos de distancias celestes, adquieren sentido también si los leemos en términos del viaje espacial desde el Duodécimo Planeta. Uno de tales textos, encontrado en las ruinas de Nippur y que se cree que tiene unos 4.000 años de antigüedad, se conserva ahora en la Colección Hilprecht de la Universidad de Jena, en Alemania. O. Neugebauer (The Exact Sciences in Antiquity) afirmaba que la tablilla era, indudablemente, una copia «de una composición original más antigua»; en ella, se dan proporciones de distancias celestes, comenzando por la distancia que hay entre la Luna y la Tierra, para después cruzar el espacio hasta otros seis planetas.



La segunda parte del texto parece haber proporcionado las fórmulas matemáticas para resolver cualquier problema interplanetario, planteando (según algunas lecturas):

40 4 20 6 40 x 9 es 6 40

13 kasbu 10 ush mul SHU.PA
eli mul GIR sud
40 4 20 6 40 x 7 es 5 11 6 40
10 kasbu 11 ush 61/2 gar 2 u mul GIR tab
eli mul SHU.PA sud
Los expertos nunca se han puesto del todo de acuerdo a la hora de leer las unidades de medida de esta parte del texto (el Dr. J. Oelsner, custodio de laColección Hilprecht de Jena, nos sugirió una nueva lectura). Sin embargo, está claro que las distancias medidas en la segunda parte del texto son de SHU.PA (Plutón).


Sólo los nefilim, atravesando órbitas planetarias, podrían haber elaborado estas fórmulas, pues sólo ellos necesitaban estos datos.



Tomando en consideración que tanto su propio planeta como su objetivo, la Tierra, se encontraban en movimiento constante, los nefilim tenían que apuntar su nave no adonde la Tierra estaba en el momento del lanzamiento, sino adonde estaría en el momento de la llegada. Se puede suponer, sin riesgo de error, que los nefilim elaboraban sus trayectorias de forma muy similar a como los científicos actuales planifican las misiones a la Luna y a otros planetas.



Probablemente, la nave espacial de los nefilim se lanzaría en la dirección de la propia órbita del Duodécimo Planeta, pero bastante antes de su llegada a las cercanías de la Tierra. Basándonos en esto, y en una miríada de factores más, hemos elaborado, junto con Amnon Sitchin, doctor en aeronáutica e ingeniería, dos trayectorias alternativas para la nave espacial.


La primera de ellas supondría el lanzamiento de la nave desde el Duodécimo Planeta antes de que alcanzara su apogeo (el punto más lejano de su órbita). Ciertamente, con pocas necesidades energéticas, la nave no tendría que cambiar tanto su curso como aminorar la velocidad. Mientras que el Duodécimo Planeta (un vehículo espacial, también, aun cuando fuera enorme) continuaba en su vasta órbita elíptica, la nave espacial seguiría un rumbo elíptico mucho más corto, y alcanzaría la Tierra bastante antes que el Duodécimo Planeta. Esta alternativa puede haber tenido para los nefilim tanto ventajas como inconvenientes.


El período total de 3.600 años terrestres, que se aplicaba al ejercicio de cargos y otras actividades de los nefilim en la Tierra, sugiere que, probablemente, prefirieran la segunda opción, la de un viaje corto y la estancia en los cielos de la Tierra coincidiendo con la llegada del Duodécimo Planeta mismo. Esto hubiera supuesto el lanzamiento de la nave espacial (C) cuando el Duodécimo Planeta se encontrara, más o menos, a mitad de camino de regreso desde su apogeo. Con la creciente velocidad del planeta, la nave espacial precisaría de potentes motores para adelantar a su planeta madre y alcanzar la Tierra (D) unos cuantos años antes que el Duodécimo Planeta. (Fig. 125)

Basándonos en complejos datos técnicos, así como en las pistas encontradas en los textos mesopotámicos, parece que los nefilim adoptaron para sus misiones a la Tierra el mismo enfoque que utilizó la NASA para sus misiones a la Luna: cuando la nave principal se acercaba al planeta de destino (la Tierra), se situaba en órbita alrededor de él sin llegar a aterrizar. Y era una nave más pequeña la que se liberaba desde la nave nodriza y realizaba el verdadero aterrizaje.


Por difíciles y precisos que tuvieran que ser los aterrizajes, los despegues desde la Tierra deben haber sido aún más complicados. La nave de aterrizaje tendría que reunirse con la nave madre, que, a su vez, tendría que encender entonces sus motores y acelerar hasta velocidades altísimas para poder dar alcance al Duodécimo Planeta, que estaría atravesando entonces su perigeo entre Marte y Júpiter en su punto de máxima velocidad orbital. El Dr. Sitchin ha calculado que debían de haber tres puntos en la órbita de la nave espacial sobre la Tierra que les concederían la propulsión suficiente para alcanzar al Duodécimo Planeta. Estas tres alternativas les ofrecerían a los nefilim la posibilidad de alcanzar su planeta en el plazo de 1.1 a 1.6 años terrestres.



Precisarían de un territorio adecuado, de la buena dirección desde la Tierra y de una perfecta coordinación con el planeta madre para tener éxito en las llegadas, los aterrizajes, los despegues y las partidas desde nuestro planeta.
Como veremos, los nefilim cumplían con todos estos requisitos.

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