Mattern y Friedrich (1975: 98) y Farrell (2005) sugieren, sin ofrecer ninguna prueba de respaldo, que Byrd sobrevoló la base alemana durante la Operación Highjump, y que en represalia cuatro de sus aeronaves fueron derribadas por armas secretas alemanas. Según un mapa de Mattern y Friedrich (1975: 92), los aviones se “perdieron” aproximadamente a los 73° S y 23° E, lo que se encuentra lejos al este de las Montañas Mühlig-Hoffman.“Este sólo hecho –afirma Farrell– hecha una curiosa luz sobre la totalidad del ejercicio Highjump, ya que de algún modo cambió todo el carácter de la expedición de Byrd. En un lapso de 48 horas, el Almirante Byrd había dado orden de cancelar la expedición y alistarse para abandonar la Antártida. La duración de la misión había estado más cerca de las ocho semanas que de los ocho meses. No se comunicó ninguna razón oficial de la retirada repentina” (Farrell 2005). Según Buechner y Bernhart (1989: 231), la afirmación de que muchos de los hombres de Byrd se “perdieron”, y de que por lo menos cuatro de sus aeronaves habían “desaparecido” en circunstancias misteriosas que involucraban extrañas aeronaves “enemigas”, se hizo en mayo de 1948 en un periódico europeo llamado Brisant, que estos autores no pudieron rastrear.Otra de sus fuentes para respaldar la afirmación es una novela de 1980 llamada Genesis de W. A. Harbison (Harbison 1980).
Mattern y Friedrich (1975: 100) y Choron (fecha desconocida) afirman que la base alemana fue defendida por poderosas armas secretas que incluyeron “platos voladores”. Goodrick-Clarke proporciona el contexto:
“Ya en la década de 1950, comenzaron a circular rumores en ciertos círculos alemanes nacionalistas de que los platos voladores de la posguerra eran en realidad superarmas alemanas que se habían desarrollado y probado durante el Tercer Reich. Al momento de la rendición alemana en mayo de 1945, supuestamente esta tecnología se envió por barco para asegurarla en el Ártico, Sudamérica y la Antártida.
La abundancia de avistamientos de ovnis se atribuyó entonces a una presencia nazi oculta en regiones remotas e inaccesibles del mundo. Hacia fines de la década de 1970, los escritores neonazis aseguraban que ‘Las últimas huestes’, una poderosa fuerza militar nazi de ovnis de tecnología de punta, dominaban una vasta extensión de la Antártida.” (Goodrick-Clarke 2002)
Las pruebas documentales (US Navy 1947; Byrd 1947; Sullivan 1957; Rose 1980) muestran que: Byrd confinó su vuelo personal a la región del Mar de Ross y al Polo Sur, a unos 2000 km de la Tierra de la Reina Maud; que no se produjo aterrizaje de fuerzas armadas estadounidenses en ninguna parte cerca de la Tierra de la Reina Maud; y que la única aeronave que se perdió durante Highjump se estrelló a los 71° 22’ S, 99° 20’ O, del otro lado de la Antártida con respecto a la Tierra de la Reina Maud.
A la historia del plato volador se le dio algo de crédito en los círculos de ovnilogía debido a algo que se alega dijo Byrd en un artículo de un periódico. El artículo, firmado por Lee Van Atta, uno de los periodistas estadounidenses que cubrió la Operación Highjump, aparece en la edición del 5 de marzo de 1947 de El Mercurio, de Santigo, Chile (El Mercurio 5 de marzo 1947: 23). Mattern y Friedrich (1975: 99) sostienen que Byrd dijo en ese artículo que “en caso de una nueva guerra, la parte continental de los Estados Unidos serían atacados por objetos voladores que podrían volar de polo a polo a velocidades increíbles”.Otros, como Robert (2005a 2005c), Choron (fecha desconocida) y Farrell (2005 citando a Stevens 1997: 53), repitieron esa afirmación sin examinar la fuente. De hecho, Farrell (2005) incorpora en el Capítulo 14 de su libro una copia del texto en español junto con la traducción incorrecta al inglés.
El texto en español de El Mercurio dice lo siguiente:
“El Almirante Richard E. Byrd advirtió hoy que es imperativo para los Estados Unidos de América el iniciar medidas de defensa contra la posibilidad de una invasión del país de parte de aviones hostiles provenientes de las regiones polares. El Almirante explicó que no quiere asustar a nadie, pero es una verdad amarga que, en el caso de una nueva guerra, los Estados Unidos podrían ser atacados por aviones que pueden volar sobre uno o los dos polos. Esta declaración se hizo como parte de una recapitulación de su propia experiencia polar, en una entrevista exclusiva con International News Service. Refiriéndose a la expedición de reciente finalización, Byrd dijo que el resultado más importante de sus observaciones y descubrimientos es el efecto potencial que tienen con respecto a la seguridad de los Estados Unidos. La velocidad fantástica a la que el mundo se está reduciendo – recordó el Almirante– es una de las lecciones más importantes aprendidas en su reciente exploración antártica. Debo advertir a mis compatriotas que terminó aquel tiempo en el que podíamos refugiarnos en nuestro aislamiento y confiar en la certeza de que las distancias, los océanos, y los polos eran una garantía de seguridad.”
Si se compara este texto con las frases de Mattern y Friedrich (1975) y otros (“objetos volantes que podían volar de un polo al otro a velocidades increíbles”), queda claro que su frase es, por lo menos, una mala traducción del original y, en el peor de los casos, una traducción equivocada a propósito. En este contexto, es necesario apuntar, como se destacó anteriormente en el presente trabajo, que Mattern y Friedrich (1975) falsificaron pruebas del aterrizaje de un hidroavión en el Oasis Schirmacher.
Eso impone la pregunta de ¿cuándo se hizo por primera vez una asociación entre platos voladores y la Operación Highjump? Parecería improbable que haya sido antes del 14 de junio de 1947, cuando comenzó la locura de los platos voladores en los Estados Unidos luego del choque cerca de la ciudad de Roswell, Nuevo México, de lo que algunos creyeron era un plato volador y otros creen eran los instrumentos de un globo sonda (Sturrock 1999; Park 2001). Según Goodrick-Clarke (2002), la primera asociación entre platos voladores posguerra y fugitivos nazis en el hemisferio sur la hizo M. X. Barton (1960, 1968), quien sugirió que los alemanes estaban reuniendo estos discos en fábricas subterráneas situadas en América del Sur, Sudáfrica y posiblemente la Antártida (aunque Barton se centra mayormente en la Patagonia). Sin embargo, el primer enlace realmente claro viene de Mattern y Friedrich en 1975. El lector habrá tomado nota de que los libros de Friedrich (1979) y Mattern y Friedrich (1975) fueron escritos por Ernst Zündel, cuyos segundo y tercer nombres son Christof Friedrich. Con respecto a la historia del plato volador, Goodrick-Clarke (2002) apunta que: “Durante la década de 1970, Wilhelm Landig y Ernst Zündel, ambos editores y autores neonazis, mezclaron estos relatos, insinuaciones y sugerencias y obtuvieron un poderoso y elaborado mito del resurgimiento nazi”.
Los autores llegan a la conclusión de que la idea de que los alemanes se defendieron con platos voladores desde una base secreta en la Tierra de la Reina Maud en el momento de la Operación Highjump es pura fantasía.
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