Ninguno de los documentos alemanes menciona intención alguna de establecer una base durante la expedición de 1938 – 1939, así como tampoco que se haya hecho algún intento de hacerlo en aquel momento o posteriormente (Deutsche Seewarte 1939; Wohlthat 1939; Ritscher 1942, 1946, 1948, 1958; Kraul 1939, 1942; Herrmann 1942; Lüdecke 2004). Es más, las afirmaciones de Szabo (1947), Mattern y Friedrich (1975), Friedrich (1979), Stevens (1997, 2003), Farrell (2005) y Robert (2005c) acerca de que la expedición estableció una base alemana secreta en la Tierra de la Reina Maud parecerían ser puramente especulativas porque difieren entre sí con respecto a la ubicación de la supuesta base, y con respecto al momento y modo de su construcción, porque uno de ellos inventó las pruebas, y porque ninguno es capaz de citar fuentes de literatura original para respaldar sus aseveraciones. Por ejemplo (por orden de fecha):
1. Szabo (1947: 185) conjeturó que el Oasis Schirmacher libre de hielo, ubicado en proximidades de la costa cerca de los 12° de longitud E del lado este de Tierra de la Reina Maud (Fig. 1), hubiera sido un refugio ideal. También asegura que la Expedición Antártica Alemana estableció una base costera inicial, la cual luego usaron los barcos alemanes que participaron en incursiones en el Atlántico Sur, y que allí se almacenaba material llevado por submarinos para la construcción de una base en el interior (Szabo 1947: 161–163).
2. Mattern y Friedrich (1975: 72) sugirieron que la supuesta base alemana estaba emplazada en una amplia área con centro en los 75° S y 40° E (eso es bastante al este de la zona mostrada en el mapa de la Fig. 1).
Su hipótesis requería que la base hubiera sido atacada en 1947 por los aviones estadounidenses de Operación Highjump, y por lo tanto tenía que estar ubicada dentro del área sobrevolada por esas naves para que su versión tuviera coherencia interna. Esa ubicación se contradice con la afirmación de los autores de que la supuesta base estaba en la zona inspeccionada por la Expedición Antártica Alemana, la cual no avanzó más al este que aproximadamente 15° E.
3. Como parte de su intento por demostrar que los alemanes construyeron una base en la zona, Friedrich (1979) falsificó pruebas fotográficas para utilizar como respaldo de la afirmación de que una de las aeronaves alemanas de reconocimiento aterrizó en uno de los lagos del Oasis Schirmacher. La fotografía que aparece en la p. 65 del trabajo de Friedrich con el epígrafe “Hidroavión anclado en una de las lagunas de aguas cálidas” es una copia de una fotografía tomada al borde del hielo marino y expuesta por Herrmann (1942; 164–165) con el epígrafe “Das erste deutsche Flugzeug ist am Rande des Südpolkontinents gelandet”, que significa: “Aterriza el primer avión alemán en el borde del continente del Polo Sur”. Mattern y Friedrich (1975: 189) intentan un enfoque similar empleando una fotografía con el epígrafe “Hidroavión alemán en el oasis sin hielo con lagos de aguas cálidas”. La fotografía muestra el hidroavión amarrado en el borde de una extensión llana de hielo, la cual tiene una altura equivalente a la parte más alta del fuselaje de la aeronave, y hombres de pie sobre dicha plataforma mirando hacia abajo. Dado lo que se sabe tanto sobre la plataforma de hielo costera como sobre el Oasis Schirmacher (ver, por ejemplo, Borman y Fritzsche 1995), queda claro que la imagen muestra la plataforma de hielo llana y gruesa contigua al océano, y no un lago del oasis. De hecho, Schõn (2004: 57) aporta una fotografía casi idéntica, que se sabe muestra el borde de la plataforma de hielo, y otro ejemplo adicional se presenta en la Fig. 5. Los diarios de las aeronaves de la expedición alemana confirman nuestra interpretación (Ritscher 1942: 263–264). Ninguno de los lagos era lo suficientemente grande como para acuatizar. Eso decepcionó a Ritscher, quien sobrevoló el oasis y observó que ofrecía condiciones favorables para levantar una base logística para futuras actividades de investigación antártica (Borman y Fritzsche 1995: prólogo).
4. Landig (1980) ubicó la base cerca de la longitud 12° E en el macizo Wohlthat (Fig. 1) entre las Montañas Conrad en el oeste y el pico Ritscher en el este, tierra adentro desde el Oasis Schirmacher, y al este de las Montañas Mühlig-Hofmann.
5. Buechner y Bernhart (1989: 188) afirman que en 1945 hombres del U-530 visitaron una cueva natural de hielo muy especial que había sido descubierta en las Montañas Mühlig-Hofmann por la expedición de Ritscher de 1938–1939, cuya entrada había sido reforzada con paredes de acero y escaleras por parte de una expedición posterior en 1943. Si bien uno podría suponer que estos autores sabían de lo que hablaban, ya que uno de ellos (Bernhart) sostenía que había prestado servicio en un submarino (U-530) que había trasportado el tesoro a esta cueva en 1945, y que lo había recuperado en 1979, el lector debe tener en cuenta que se contradicen con su afirmación de que Ritscher descubrió las cuevas al escribir que “Partidas costeras de las primeras expediciones de submarinos habían descubierto una o más cuevas naturales de hielo en las Montañas Mühlig-Hofmann” (Buechner and Bernhart 1989: 147).
6. Stevens (1997: 48) sostiene que la base estaba ubicada en los 71° 30 S, 14° 51 O, es decir, cerca de las Montañas Wohlthat y el Oasis Schirmacher, y a unos 240 km de las Montañas Mühlig-Hofmann. Como se puede apreciar en la Fig. 1, este lugar está ubicado en las suaves laderas abiertas del manto de hielo aproximadamente a mitad de camino entre el Oasis Schirmacher y el macizo Wohlthat. Con respecto al momento, Stevens (2003: 246) cita un informe que señala: “durante la guerra se realizaron reiterados viajes en las inmediaciones y en ese momento se estableció allí una base permanente”. Como respaldo, cita novelas alemanas de Landig (1980, 1991) que, indica, describen “esta y otras bases alemanas secretas de la posguerra en la Antártida” (Stevens 2003: 246).
7. Tras consignar que “Se rumoreaba que el puesto de avanzada nazi… había existido entre las Montañas Mühlig-Hofmann”, Robert (2005a, 2005c) continúa y afirma que estaba ubicado dentro de los 320 km del lugar donde los británicos construyeron su propia base secreta de guerra. Entonces ésta debe encontrarse primero. Según Robert (2005a), los británicos le dieron el nombre “Maudheim” a la base. Nos referimos a esta supuesta base británica de guerra como “Maudheim-1” para evitar confundirla con la base de la Expedición NBSA de 1949 – 1952, la cual también se denominó Maudheim (ubicada en la Fig. 1; y ver Giaever 1954; Swithinbank 1999). Robert (2005a) declara que: “La base Maudheim [es decir, “Maudheim-1” como se mencionó anteriormente], cerca de la cadena montañosa Mühlig-Hoffmann en Montañas Mühlig-Hofmann en la Tierra de la Reina Maud… era tan secreta que nunca se le dio un nombre, ni siquiera una coordenada en los mapas oficiales”. No obstante, él confirmó la ubicación durante una comunicación personal con uno de nosotros (emitido el 26 de octubre de 2005) de la siguiente manera: “se supone que las coordenadas de la expedición 1945/46 son las mismas que las de la expedición conjunta británico sueco noruega de 1949/52” (es decir, Maudheim en la Fig. 1).
Así, Robert supone que la supuesta “Maudheim-1” de guerra y la verdadera Maudheim de la Expedición NBSA estaban en el mismo lugar. Eso difícil de creer, ya que la Expedición NBSA encontró por casualidad su sitio en febrero de 1950, y no existen pruebas de que hayan encontrado ningún rastro de ocupación previa en la zona (Giaver 1954; Swithinbank 1999). De todos modos, la supuesta base alemana no puede estar al mismo tiempo en las Montañas Mühlig-Hofmann y dentro de los 320 km de Maudheim, ya que las Montañas Mühlig-Hofmann están por lo menos a 440 km al este de Maudheim entre las longitudes 7,5° E y 0° E (Fig. 1). El lector debe juzgar la fiabilidad del testimonio anecdótico de Robert, cuya fuente es “un relato brindado por un oficial de guerra de los SAS” (Robert 2005a, 2005b).
8. Con respecto al momento, Robert (2005a) afirma que: “al mes de que habían comenzado las hostilidades en Europa, los alemanes regresaron a Neuschwabenland para finalizar lo que habían empezado; muchos sugirieron que se estaba construyendo una base".
Resulta claro que hay casi tantas opiniones sobre la ubicación de la supuesta base como autores que escriben sobre ella. Del mismo modo, mientras varios autores parecen estar de acuerdo en que dicha construcción pudo haber sido iniciada por Ritscher (a principios de 1939), existen opiniones divergentes en cuanto a cuándo continuó la construcción (por ejemplo, a fines de 1939, a un mes del comienzo de las hostilidades en Europa, “en 1943”, o a lo largo de toda la guerra). Según Buechner y Bernhart (1989: 145), la idea de que los submarinos cubrían el trayecto entre Alemania y Neuschwabenland llevando carga y partidas costeras a la base “no se ha verificado”.
Varios de los autores respaldan sus aseveraciones apelando a una o dos afirmaciones que se le atribuyen al Almirante Dönitz. En la primera cita, Buechner y Bernhart (1989: 154) nos dicen que, en 1943, Dönitz dijo: “La flota alemana de submarinos se enorgullece de haber construido para el Führer, en otra parte del mundo, un Shangri-La sobre la tierra, una fortaleza inexpugnable”. Prácticamente la misma cita aparece en Szabo (1947: 128), Barton (1960), Mattern y Friedrich (1975: 44), Beuchner y Bernhar (1989: 172), Stevens (1997: 2), Robert (2005b) y Farrell (2005); cada autor parece haber copiado a alguno de sus antecesores. En la segunda cita, Robert (2005b) nos dice que: “Dönitz hizo una declaración en 1946, supuestamente mientras lo enjuiciaban en Nuremberg, en la que alardeaba de una ‘fortaleza invulnerable, un oasis paradisíaco en medio de los hielos eterno’”. Farrel (2005) usó esta misma cita, tomándola de Stevens (1997: 2) quien, a su vez, la tomó de Mattern (1974). Ninguno de estos autores cita ninguna fuente original publicada de las citas, de modo que todavía está por verse si Dönitz hizo o no las declaraciones que se le atribuyen. Aun si las hizo, pudo haberse referido tanto al Ártico como a la Antártida.
¿Cuán factible es la idea de que entre sus muchas otras tareas el Schwabenland y su tripulación hayan contado con el tiempo necesario para construir una base ya sea en la costa o 250 km tierra adentro en las Montañas Mühlig-Hofmann? A la Expedición NBSA le llevó 18 días construir su primer refugio en su base Maudheim en febrero de 1950 (Giaever 1954). Utilizaron excavadoras tipo “Wessel” con tractores para mover los equipos. A la partida de Amundsen al polo sur le llevó 14 días construir su refugio en la base Framheim en enero de 1911 (Amundsen 1912). Emplearon trineos, y 80 perros. En cambio, el Schwabenland estuvo alejado de la costa tan sólo un mes. Los diarios del barco y otras publicaciones muestran que pasó la mayoría del tiempo yendo y viniendo, y lanzando y recuperando hidroaviones, y el resto del tiempo recogiendo muestra marinas (Ritscher 1942; Hermann 1942). Hubiera habido muy poco tiempo para que desembarcara los pertrechos y el equipo necesario para construir una base ya sea en la costa o tierra adentro. De hecho, antes de que el primer avión volara tierra adentro, los alemanes ni siquiera sabían que había una cadena montañosa en la que construir una base. La suya fue una travesía de descubrimiento en la que levantaron mapas a medida que avanzaban. Y sin un mapa no es posible planear construir una base.
Como no existen pruebas de que el barco trasportara equipo motorizado o perros, la construcción de una base en las montañas hubiera implicado que la tripulación hiciera lo mismo que Scott y Shackleton y que, una vez que hubieran ubicado las montañas por medio de las fotos aéreas, hubieran caminado hacia ellas surcando un terreno que no figuraba en los mapas, peligroso y repleto de grietas remolcando sus provisiones y equipo. Scott y Shackleton avanzaron aproximadamente 24 km diarios con buen tiempo en sus caminatas por el Polo Sur (Solomon 2001: Fig. 43), y con frecuencia contaban con el beneficio de depósitos de provisiones instalados anteriormente.
Los autores calculan que, en circunstancias óptimas, y sin cargas pesadas, dada su inexperiencia, a la tripulación alemana le hubiera llevado por lo menos 10 días llegar a las montañas y otros 10 de regreso, lo que les habría dejado menos de 10 días para construir una base de montaña. Si también hubieran tenido que trasportar el equipo pesado, el ejercicio les habría llevado mucho más tiempo. Nada de esto parece probable, y menos porque hasta la finalización del reconocimiento aéreo no habría habido mapas para guiarlos. De todos modos, los únicos trineos de la expedición parecen haber sido aquellos que cada aeronave llevaba para casos de accidente (Ritscher 1942). La tripulación hubiera tenido más probabilidades de construir un refugio cerca de la costa, pero en los informes oficiales o extraoficiales de la expedición no hay signos de que hayan llevado materiales para realizar esta tarea.
Nuestro análisis no sólo descarta la posibilidad de que las aeronaves no hayan meramente llevado a cabo sus obligaciones de reconocimiento, sino también de que hayan actuado como trasporte llevando gente y equipos a las montañas. Las aeronaves no eran grandes y, como mucho, podrían haber trasportado una carga de 10 personas. Fotografías de los informes de la expedición, de Lufthansa y de archivos de periódicos alemanes muestran claramente que los hidroaviones de la expedición no estaban equipados para aterrizar en superficies sólidas. Se sabía que un Dornier-Wal había despegado de un témpano de hielo, cuando Amundsen y Ellsworth y sus colegas quedaron varados cerca del Polo Norte entre mayo y junio de 1925 (Amundsen 1927). Pero eso fue en una emergencia, después de que la aeronave de Amundsen había encontrado los canales de navegación cerrados al tratar de acuatizar.
Es extremadamente improbable que el Boreas o el Passat hayan aterrizado en un área de hielos tierra adentro entre las montañas de la que no poseían mapas, y no existen pruebas ni en los informes escritos ni en fotografías de que lo hayan hecho.
Los autores llegan a la conclusión de que el tiempo, la falta de mapas y las condiciones de los hielos (grietas ocultas) hubieran atentado contra cualquier intento de construir una base en las montañas durante el breve tiempo que la expedición estuvo en el área, y que lo máximo que se podría haber logrado hubiera sido la construcción de un refugio costero de algún tipo, de lo cual no hay ninguna prueba en absoluto. Nuestra conclusión es concordante con los documentos alemanes (por ejemplo, Deutsche Seewarte 1939; Ritscher 1942; Hermann 1942; Lüdecke 2004), los cuales dejan en claro que la tarea desarrollada en 1939 fue la de reconocimiento. Asimismo, la afirmación de que los alemanes regresaron en el verano meridional de 1939/40 o más tarde para continuar trabajando en la hipotética base no encuentra respaldo en la literatura histórica o científica alemana.
Dejando de lado la ubicación y el momento, es necesario considerar la escala de la operación.
Szabo (1947: 162, 163, 173) conjetura que el refugio habría sido inmenso, y que albergaría a varios cientos si no algunos miles de personas que, si Alemania perdía la guerra, podrían continuar fabricando nuevas armas poderosas para un eventual resurgimiento. Buechner y Bernhart (1989: 156) afirman que “a mediados de 1940, llegaban en submarinos gran cantidad de víveres, vestimenta, combustible y todo otro artículo imaginable necesario para instalar el refugio de Hitler. Incluían materiales de construcción, tractores, armas, aparatos de destilación, maquinarias, equipos de radio, personal, ingenieros y científicos. En los siguientes cuatro años se construyeron refugios y se excavó una montaña”. Stevens (1997: 39) indica que la base era una instalación permanente muy grande, construida en túneles excavados en la roca sólida, abastecida por un submarino y un plato volador. Robert (2005a, 2005b), citando al supuesto último sobreviviente de una incursión de la SAS británicos sobre la base, nos dice que ésta estaba en una “enorme caverna subterránea que” aparentemente “contaba con calefacción geotérmica”. “En la enorme caverna había lagos subterráneos… Los nazis habían instalado una inmensa base en las cavernas y hasta habían construido muelles para submarinos, y supuestamente se individualizó uno”. También: “se había documentado la presencia de hangares para extraños aviones y una abundancia de excavaciones…La energía que estaban utilizando los nazis provenía de la actividad volcánica, la que les daba el calor para el vapor y también colaboraba con la producción de electricidad... nos abrumó la cantidad de personal que se escurría como si fueran hormigas… se estaban levantando... inmensas construcciones... los nazis, aparentemente, hacía mucho tiempo que estaban Antártida”.
¿Tienen alguna credibilidad estos relatos?
Enfoquémonos en el relato de Robert, cuya fuente era un supuesto hombre de los SAS a quien, según afirmó Robert en una comunicación personal con uno de nosotros (emitida el 26 de octubre de 2005), no tiene autorización para nombrar porque él (Robert) trabaja para el Ministerio de Defensa del Reino Unido. Al lector puede resultarle extraño que, si bien Robert (2005a) dice que: “el último sobreviviente me relató lo siguiente”, dijo a uno de nosotros en una comunicación personal referida al tema anterior que “el relato del Oficial de los SAS me lo contó un pariente cercano (ahora fallecido)”.
Quizá su cuento podría parecer un poco más creíble si existiera alguna evidencia geológica de actividad geotérmica en esta parte de la Antártida. Pero no hay ninguna. La idea de que había alguna actividad de este tipo proviene de Herrmann, el geógrafo de la expedición alemana, quien pensó que los lagos sin hielo del Oasis Schirmacher debían de ser calentados geotérmicamente por emanaciones volcánicas del interior de la Tierra. Herrmann (1942: 164) conjeturó que se extendía una falla en la corteza terrestre bajando por la mitad del Atlántico atravesando los volcanes Jan Mayen, las Azores, Ascensión, Tristan da Cunha y Bouvetøya, y supuso que continuaba hacia el sur cruzando la Tierra de la Reina Maud más o menos a través del Oasis Schirmacher y se conectaba con el Monte Erebus del otro lado de la Antártida. En parte tenía razón y se le debe reconocer el crédito por esta perspicacia temprana. Los volcanes del Atlántico central realmente se extienden a lo largo de una fisura en la corteza terrestre entre dos placas tectónicas: la Americana y la Africana. Esta es, por supuesto, la zona central de fallas del Arrecife del Medio Atlántico. Posee volcanes activos y también cuenta con abundantes chimeneas hidrotermales de agua caliente (German y otros 1996). Lamentablemente para la teoría de Herrmann, el Arrecife del Medio Atlántico se detiene en un cruce en el sistema de arrecifes en mitad del océano a una latitud aproximada de 54° S, cerca de la isla de Bouvetøya (ver German y otros 1996: Fig.10.1; Times Atlas 2000: 32–33, plate 122). El sistema de arrecifes en mitad del océano no llega más al sur que los 60° S en esta zona, lo cual significa que sus volcanes y fluidos hidrotermales están todos más de 1200 km al norte de la Tierra de la Reina Maud. Además, si bien existen volcanes en la Antártida, por ejemplo el Monte Erebus en el Mar de Ross y en la Isla Decepción frente a la Península Antártica, no se ha registrado actividad volcánica o geotérmica en la Tierra de la Reina Maud (Tingey 1991). Por lo tanto, aquellos que siguen la teoría geotérmica de Herrmann (por ejemplo, Friedrich 1979; Stevens 1979, 2003; Farrell, 2005) están equivocados.
Friedrich (1979: 71), posteriormente copiado por Robert (2005b), supuso que la falla volcánica de Herrmann estaba asociada con una profunda fosa submarina que constituiría una excelente ruta en las profundidades del mar para que los submarinos entraran en la Antártida. Como esta línea volcánica no corre a través de la Tierra de la Reina Maud, tampoco puede hacerlo la fosa. No obstante, es probable que existan canales trazados en el lecho marino debajo de las plataformas de hielo por los glaciares o aguas de deshielo cuando el nivel del mar era más bajo en el pico de la última era de hielo unos 20 0000 años atrás. Dichos canales están bien registrados en los mapas de los mares de Ross y Weddell, pero no tan bien en el resto debido a la dificultad de realizar sondeos debajo de las plataformas de hielo (Anderson 1991, 1999; Bentley 1991). Como se menciona anteriormente, las plataformas de hielo son extensiones del manto de hielo hacia el mar. Son bastante gruesas: La que está debajo de la base Maudheim de la Expedición NBSA tiene alrededor de 200 m de espesor (Giaever 1954; Giaever and Schytt 1963; Swithinbank 1999). Y aumentan de grosor hacia la tierra, mientras que, por debajo, el lecho marino se eleva hacia la costa. Finalmente, el lecho marino que se eleva y la plataforma de hielo que se hunde se encuentran cerca de la costa en la denominada “línea de tierra”. Los canales del lecho marino se llenan de hielo cuando se extienden más allá de la línea de tierra ingresando en el continente, así que no ofrecen rutas para submarinos. De todos modos, los submarinos no pudieron haber penetrado por debajo de las plataformas de hielo para alcanzar la costa sumergida de la Tierra de la Reina Maud porque la línea de tierra normalmente está entre los 300 y 100 m de profundidad, más allá de los 250 m de alcance de profundidad de los submarinos de la Segunda Guerra Mundial. Por otra parte, semejante descenso hubiera sido extremadamente imprudente ya que no se contaba con mapas de la forma del lecho marino ni de la cara inferior de la plataforma de hielo. No sólo no hay forma de que un submarino ingrese, sino que además parece altamente improbable (dado todo lo que sabemos sobre las ubicaciones privilegiadas de los refugios de submarinos a lo largo de las costas europeas) que los alemanes hubieran deseado complicarse a tal punto de llevar sus submarinos hasta lagos ubicados en las montañas a uno 200 km tierra adentro con respecto al mar.
En efecto, existen lagos debajo del manto de hielo, pero no en cuevas. Existen espejos de agua en las depresiones de la roca debajo de enormes acumulaciones de hielo de más de dos kilómetros de espesor. Se forman en el límite entre la roca y el hielo a causa de la combinación del lento calentamiento de la Tierra por debajo y la presión de la masa de hielo por arriba (Hansom y Gordon 1998; Stonehouse 2002; Bell y otros 2006). No existe espacio de aire sobre estos lagos; no se podría vivir allí abajo.
Descartadas las enormes cavernas con lagos subterráneos y fuentes geotérmicas, de todo lo cual no existen pruebas, el relato de Robert del hombre de los SAS parece ser meramente de ficción. En este contexto, parecería que las aseveraciones de Szabo sobre una posible base fueran puro invento, una base endeble sobre la que otros construyeron un castillo de naipes.
Por último, vale la pena reflexionar sobre el hecho de que la Tierra de la Reina Maud ha sido visitada en innumerables oportunidades por más de 1000 científicos, ninguno de los cuales informó haber descubierto ningún indicio de una base alemana de guerra. A la Expedición NBSA de 1949–1952 le siguió el Año Geofísico Internacional de 1957–1958, durante el cual Noruega y Bélgica tuvieron bases en la Tierra de la Reina Maud. Desde entonces, la cantidad de bases en esa zona se cuadruplicó (Fig. 1). Existe un tráfico aéreo considerable y Landsat (Brink 1987) trazó mapas de toda la región. Si bien algunos podrían argüir que a esta altura la supuesta base estaría enterrada en la nieve, se debe recordar que el interior de la Antártida es prácticamente un desierto. Las precipitaciones son más altas cerca de la costa, no en las montañas en donde el viento impide la acumulación y donde se supone que estuvo ubicada la base (ver, por ejemplo, Ohta 1999).
histarmar.com.
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