No es la primera vez que el hombre se pregunta si su aventura ha sido la única de la Historia. ¿Existieron otras civilizaciones hoy perdidas y casi olvidadas?
Salvo para los fanáticos que creen cuanto se les dice sin cuestionar nada, como para los dogmáticos para quienes los enigmas no existen, la Atlántida es uno de los enigmas más grandes, aún no resuelto. Y lo es en tal magnitud que, si llegara a demostrarse fehacientemente su pasada existencia, sin duda ello haría tambalear hasta sus cimientos todo el edificio de la Historia, tal como la conocemos.
Aún en nuestros días se siguen escribiendo libros y artículos sobre el tema, y se siguen llevando a cabo expediciones oceanográficas en busca del legendario continente perdido.
A fines del siglo XIX, Ignace Donnelly ubicaba al enigmático continente en el Océano Atlántico Norte, y afirmaba que los jefes de esa civilización poseían tales poderes, que quedaron grabados en la historia de la Humanidad como "dioses". Para Donelly, la Atlántida había sido el "Paraíso terrenal" originario del que hablaban todas las tradiciones religiosas.
En la Alemania nazi, el científico Horbiger sostenía que la Atlántida había existido en el período terciario y que, por ejemplo, Tiahuanaco había sido uno de sus puertos. Se había tratado, según él, de una civilización mundial.
Más recientemente, Charles Hapgood afirmó que, así como los últimos 100 años se descubrieron civilizaciones consideradas "míticas" (Troya, Creta), o desconocidas (Súmer, Hatti, Indo), no es descartable que llegue a descubrirse una civilización que existió hace 10.000 años. Hapgood no hacía alusión directa y expresa a la Atlántida, sino que suponía la pasada existencia de una cultura mundial.
El historiador y lingüista norteamericano Charles Berlitz se hizo famoso best-seller por sus trabajos sobre el Triángulo de las Bermudas y su presunta relación con el continente hundido. En uno de sus libros afirma que ya se han escrito 25.000 obras sobre la Atlántida, y de acuerdo con el resultado de una encuesta que dice haber realizado entre 275 "antlantólogos". De ellos, concluye Berlitz, 46 creen que la Atlántida nunca existió; 131 la sitúan en 40 lugares distintos excepto el en Océano Atlántico; 98 piensan que existió en el mismo lugar donde la ubica el filósofo griego Platón.
En 1977, Berlitz afirmó haber divisado, bajo el mar, en la zona de Bimini, formaciones pétreas hexagonales y círculos de piedra, que asimiló a los megalitos de Stonehenge, como así también vestigios de murallas y caminos. Asimismo, anunció que los radares habían captado la presencia, a muchos metros de profundidad, de una pirámide de dimensiones parecidas a la de Kheops.
Según la teoría de este escritor norteamericano, hace 12.000 años el nivel de los mares era 300 metros inferior al actual. La elevación de las aguas se dio, según Berlitz, por un súbito calentamiento de la atmósfera, que provocó el derretimiento de los polos y el consiguiente sumergimiento de grandes extensiones de tierra. También se pregunta si, tal como relata el Mahabharatta, antiguo texto de la India, hubo una guerra atómica en la Antigüedad, ello no pudo haber sido la causa de ese calentamiento atmosférico.
Si quisiéramos enumerar todo lo que se ha dicho sobre la Atlántida, no alcanzaría una enciclopedia entera. El misterio sigue dando que hablar, y no sabes cuanto tiempo más. ¿Estamos cerca del fin del enigma? ¿Qué ocurrirá cuando se resuelva? ¿Se desplomará un mito o se desplomará la ciencia que calificó de mitos a los relatos sobre el continente perdido?
Una información periodística daba cuenta de un hallazgo en un principio presentado en tono sensacionalista, pero cuyos verdaderos alcances aún desconocemos; Andrei Aksenov (vicedirector del Instituto de Oceanografía de la U.R.S.S.), en misión científica del buque soviético "Vitiaz", dijo haber obtenido ocho fotografías submarinas de "vestigios de murallas y grandes escaleras", a 400 kilómetros de la costa portuguesa. Nada más se informó después. Parece haber un punto en que las informaciones se suspenden, y el enigma sigue en pie.
Debemos ver aquellas fuentes en las que se basan los "atlantólogos" para justificar la búsqueda. Y para ello hay que ir atrás en el tiempo.
Carlos A. Benedetto
El desaparecido Jacques Bergier se preguntaba por que no se hallaban rastros de las "civilizaciones perdidas". Y aventuraba una respuesta lógica: ellas pudieron estar ubicadas en zonas hoy cubiertas por hielos, o, por ejemplo, en el Matto Grosso. Y agrega que esas civilizaciones fueron vigiladas o ayudadas por "extraterrestres". Por nuestra parte, podemos dar otra hipótesis no menos lógica: puede que no haya rastros ni siquiera en los lugares inexplorados. Quizás la solución del problema no radique en hallar o no pruebas físicas.
Se han descubierto conocimientos inusuales en textos más o menos antiguos. Los viajes de Gulliver (1720) de Jonathan Swift hablan de las dos lunas de Marte, 150 años antes de su descubrimiento. Dante Alighieri parece descubrir, en la Divina Comedia, la Cruz del Sur, constelación invisible en el hemisferio Norte, hasta entonces el único conocido, según la Historia. En su Hamlet, Shakespeare nos dice que ya sabe que los planetas no tienen luz propia y que la Tierra no es el centro del Universo. Las obras de Julio Verne son una sucesión de asombrosas profecías que se han venido cumpliendo inexorablemente. Pero debemos preguntarnos, ¿se trata de profecías o de recuerdos de una historia olvidada por la Historia? ¿Está la Historia planificada desde sus comienzos y hay seres humanos que ya conocen ese plan y saben por ende que sucederá en el futuro?
¿Qué puede hacer el hombre occidental para entender esos datos "rebeldes"?. O bien un superesfuerzo para reducir tales datos a sus limitados esquemas, o bien abandonar esos esquemas. Tal es el dilema que insinúa sutilmente en la ideología del hombre moderno. En estas dos vertientes, ya lo hemos visto antes, se desarrollan las investigaciones sobre los temas que intentamos analizar.
¿Existieron humanidades anteriores que se extinguieron debido a un superdesarrollo descontrolado? ¿Hay medios para probar esto? ¿Tiene la ciencia occidental los elementos de investigación para llegar a la verdad, o hay que buscar más allá de la ciencia?
Puede decirse que quizás toda esta historia surge en el siglo XX con cierta virulencia como mecanismo psico-sociológico de defensa frente a nuestra propia autodestructividad. Tal vez ese "cuento" de las humanidades extinguidas sea sólo un recurso literario-psicológico para advertirnos sobre los peligros de un desarrollo descontrolado o, peor aún, de un desarrollo material en detrimento del desarrollo espiritual. Es posible que estas hipótesis sean una gran mentira que alguien inventó y difundió, al servicio de ese objeto de despertar al hombre moderno de su letargo. En tal caso, y si esta sospecha fuera acertada, se trataría de una hermosa mentira.
Jung calificaba a los OVNIS de "mito viviente". Podríamos tomarnos la licencia de extender la vigencia de esa expresión a las teorías sobre la existencia de humanidades anteriores a la nuestra. Supongamos que esta cuestión sea solo un mito, un "cuento de hadas". ¿Es correcto desecharlo como "no serio"? ¿Podemos aferrarnos a él para crear o justificar una nueva religión redentorista? ¿O debemos tratar de descubrir, detrás de la supuesta fabulación, al hombre que la ha creado?
La primera pregunta no se podría contestar con un NO. En primer lugar, porque las teorías sobre humanidades anteriores no son ilógicas.
Si son mitos, hay que reconocer que están apoyados en realidades tangibles, pero interpretadas de manera distinta como lo hace la ideología positivista. En un segundo lugar porque una leyenda expresa a un grupo de hombres, y desestimarla es desestimar al hombre.
Carlos A. Benedetto
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