julio 14, 2012

Reptilianos ¿serán posibles?


Hace unas semanas la American Chemical Society publicó un estudio que sugiere la posibilidad de que existan formas de vida “dinosauroide” en algún lugar de la galaxia.

En otros mundos en los que, hipotéticamente, la vida se hubiera desarrollado de forma similar a como lo hizo en la Tierra, la era de los dinosaurios podría no haberse truncado repentinamente debido a un acontecimiento externo. Y criaturas como el T. rex o los velociraptores habrían tenido un largo tiempo (decenas de millones de años) para seguir evolucionando.
El hombre “sólo” ha tardado tres millones de años en hacerse inteligente. Con mucho más tiempo a su disposición, ¿Les podría haber ocurrido lo mismo a estos supuestos “dinosaurios extraterrestres”? Si así fuera, ”sería mucho mejor que no nos encontráramos con ellos”, asegura Breslow en su estudio.
Por supuesto, el trabajo de Breslow no habla directamente de “dinosaurios inteligentes”, sino de conceptos mucho más básicos y ligados estrechamente con la química de la vida. (Fuente: ABC)
Por supuesto… Pero que no cunda el pánico. Hay otros que sí han hablado de vida inteligente y nos permiten continuar con la divagación.
En 1982, los científicos Dale Russell y R. Séguin publicaron un artículo en el que detallaban la reconstrucción completa del Stenonychosaurus, (una especie ahora asignada al género Troodon), basada en un esqueleto imcompleto descubierto en Alberta en 1967.
Conjuntamente con el estudio del Troodon, los investigadores se dieron a la tarea de imaginar una posible evolución del animal, de no haberse extinguido. La idea partía de una base muy interesante, ya que el Troodon es uno de los dinosaurios más inteligentes de su época, dado que poseía un cerebro muy grande en comparación con su tamaño corporal.
Dado que estos pequeños dinosaurios eran cazadores ligeros y activos de presas pequeñas como lagartijas y mamíferos primitivos, con una vista estereoscópica y capaces de depredar en horas de poca luz, las características del llamado “dinosauroide” se fijaron tomando las del Troodon y llevándolas a largo plazo. Así, el dinosauroide sería un dinosaurio de gran capacidad intelectual, que compensaría su menor velocidad con la fabricación de herramientas sencillas y el desarrollo de táctitas que le permitirían huir de sus predadores y atacar a sus presas de una forma más eficiente.
(Fuente: wikipedia)
Los científicos imaginaron como punto de partida que el dinosaurio hubiese evolucionado hasta desarrollar un cerebro más grande, lo cual le habría llevado a adoptar la postura erecta y acortar el cuello para soportar mejor el peso. Al erguirse, ya no necesitaría la cola para equilibrarse y la perdería, como nos ocurrió a determinados primates. Para soportar la nueva posición, el tobillo bajaría y el pie se volvería más largo y plano. Todo lo cual, además, le habría permitido al antiguo trodoon comenzar a experimentar con la fabricación de útiles.

Sorprendentemente, hay muchos científicos que afirman que existen pruebas de un grupo estrechamente relacionado con el Troodon que no sólo sobrevivió a la extinción masiva de hace 65 millones de años, sino que, en su evolución, aumentó su capacidad cerebral. Actualmente, se conoce a estas criaturas como aves. En particular, los síntomas de mayor inteligencia se han observado en los loros y los córvidos, algunas de cuyas especies utilizan palos como herramientas y almacenan alimentos cuando las circunstancias ambientales son desfavorables para su búsqueda.

No obstante, el caso extremo del dinosauroide no tiene la misma acogida por parte de la comunidad científica¿Y si esa evolución reptil a la que alude el artículo de la American Chemical Society no sólo fuera posible en alguna galaxia muy, pero que muy lejana, sino que se hubiera desarrollado en nuestro propio planeta?
Algo así debió preguntarse Carl Sagan cuando escribió Los dragones del Edén, libro por el que ganaría el Pulitzer en 1978. En él, Sagan especula acerca de la posibilidad de que algunos dinosaurios no se hubiesen extinguido.

Antes de nada, conviene recordar que es en ese libro donde nos dejó una de las reflexiones más grandiosas acerca de nuestro insignificante papel como especie en la vasta obra cósmica:
Para expresar la cronología cósmica nada más sugerente que comprimir los quince mil millones de años de vida que se asignan al universo (o, por lo menos, a su conformación actual desde que acaeciera el big bang) al intervalo de un solo año.
[...]
La elaboración de estas tablas y cuadros cronológicos inclina forzosamente a la humildad. Así, resulta desconcertante  que la aparición de la Tierra como producto de la condensación de la materia interestelar no acaezca en este año cósmico hasta primeros de septiembre; que los dinosaurios aparezcan en Nochebuena; que las flores no broten hasta el 28 de diciembre o que el ser humano no haga acto de presencia hasta las 22.30 de la víspera de Año Nuevo. La historia escrita ocupa los últimos diez segundos del 31 de diciembre, y el espacio transcurrido desde el ocaso del Medioevo hasta la época contemporánea es de poco más de un segundo.
Esta reflexión nos debería permitir entrar con mayor receptividad en el mundo de los mitos. Dicho lo cual, continuemos con Sagan y su especulación sobre la supervivencia de alguna especie reptiloide:
¿Es una mera coincidencia que los sonidos onomatopéyicos que el hombre emite para reclamar silencio o llamar la atención tengan extraño parecido con el silbido de los reptiles? ¿Puede pensarse que los dragones llegasen a constituir un gravísimo peligro para nuestros antecesores protohumanos de hace unos cuantos millones de años, y que el terror que suscitaban, junto con las muertes que causaban, impulsaran la evolución del intelecto humano? ¿O debemos considerar, quizá, que la alegoría de la serpiente constituye una referencia a la utilización del componente reptílico agresivo y ritualista de nuestro cerebro en la posterior evolución del neocórtex? Salvo una excepción, el relato del Génesis acerca de la serpiente que tienta al hombre en el jardín del Paraíso es el único caso expuesto en la Biblia en que el ser humano acierta a comprender el lenguaje de los animales. ¿No es posible que el temor a los dragones fuera en realidad temor a una parte de nosotros mismos? Sea como fuere, sin la menor duda en el Paraíso había dragones.
El fósil de dinosaurio más moderno se remonta a unos sesenta millones de años. Los antecesores del hombre (no, sin embargo, el género Homo) vivieron hace unos diez millones de años. ¿Es concebible que criaturas antropoides llegaran a coexistir con el Tyrannosaurus rex?¿Es posible que hubiera dinosaurios que lograran escapar a la muerte a fines del periodo cretáceo? ¿Cabe pensar que los sueños pertinaces y el temor generalizado que sienten los niños hacia los «monstruos» tan pronto son capaces de hablar sean vestigios evolucionistas de respuestas sumamente adaptativas —al estilo de los babuinos— a la amenaza de los dragones y las aves nocturnas?
Después de haber escrito este pasaje descubrí que Darwin había expresado una idea similar. Decía concretamente: «¿No es lícito suponer que los vagos pero no por ello menos reales temores de los niños, que nada tienen que ver con la experiencia, sean resonancias heredadas de peligros reales y toscas supersticiones de la humanidad primitiva? Es bastante congruente con lo que sabemos acerca de la transmisión de rasgos antaño perfectamente desarrollados, que aparezcan en una fase temprana de la vida para luego desaparecer» Como las hendiduras branquiales del embrión humano, añado yo.
Desde luego, uno no puede dejar de pensar en ciertas representaciones que aluden a tal supervivencia, aunque sólo sea en el inconsciente colectivo. Y para ello no hace falta sino observar esas inquietantes esculturas de losvincas o de los ubaid que tienen entre cinco y siete mil años de antigüedad.

Por otro lado, las reflexiones de Sagan no podían pasar desapercibidas para alguien a quien aún no he citado pero que resulta inevitable al hablar de estos temas: David Icke. Efectivamente, en su libro El mayor secreto leemos:
El astrónomo, Carl Sagan, sabía de lejos más de lo que alguna vez hizo público y de hecho dedicó gran parte de su carrera a guiar a las personas lejos de la verdad. Pero su conocimiento de la situación verdadera se manifestó ocasionalmente, como cuando dijo que: “…. no hace ningún bien en absoluto ignorar el componente reptil de la naturaleza humana, particularmente nuestro comportamiento ritualístico y jerárquico. Al contrario, el modelo puede ayudarnos a comprender todo sobre los seres humanos.” Añade en su libro, Los Dragones de Edén, que incluso el lado negativo del comportamiento humano es expresado en los términos de reptil, como en asesino a sangre fría. Sagan (el nombre al revés se refiere a los dioses reptiles de India Oriental, los Nagas) claramente sabía mucho, pero decidió no revelar abiertamente qué sabía.

amanecer2012.com

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