agosto 23, 2012

Un mundo perdido....Patrick Geryl


Imagine el mayor dilema de todos los tiempos: tiene conocimientos que podrían salvar al planeta, pero la mayor parte de la gente no le cree. Se trata de la búsqueda de una civilización perdida, que nadie más que usted sabe cómo encontrar. Los científicos y artistas que pertenecían a esta civilización desaparecieron y dejaron un mensaje trascendental acerca de una catástrofe inminente que destruirá toda la Tierra dentro de algunos años.

De eso, usted está totalmente convencido, porque pudo descifrar los códigos decisivos, códigos que contienen datos que ellos no hubieran podido conocer, salvo que tuviesen un elevado conocimiento de astronomía.

¿Y qué si, en efecto, los conocían y usted puede probarlo de manera irrefutable? Aun así, sólo algunos le creen, porque la historia es demasiado inverosímil. Ahí está usted; ¿qué va a hacer? ¿Qué posibilidades tiene de convencer a sus semejantes de que le asiste la razón?


Además, no tiene mucho tiempo porque el desastre fatal ocurrirá dentro de unos pocos años. Este es el dilema al que me enfrento y que me desespera, pues no hay perspectiva de solución posible. Tal vez usted, lector de este libro, pueda contribuir para ayudarme a salir de este círculo, ya sea económicamente o de alguna Otra manera. Entonces, podremos hacer excavaciones para encontrar el legendario Laberinto en Egipto, que alberga todo el conocimiento del desastre por venir.

Todo ser humano de mentalidad abierta está en condiciones de llegar a esta conclusión a partir de mi libro anterior. Una vez que hallemos el Laberinto, podremos tomar precauciones rápidamente para preservar, tal vez en parte, nuestros conocimientos. Sin embargo, ¿puedo hacerlo? ¿Puedo motivar al mundo para que desentierre y descifre la sabiduría oculta en el Laberinto? ¿Tengo la suficiente fuerza para cumplir esta tarea? Creo que sí. Por eso escribí este libro. Deseo inspirar a la mayor cantidad de personas para que dejen al descubierto el mayor edificio que existe; la ola de impacto que esto puede crear no tendrá equivalente en la historia.

Para aquellos que no han leído mi libro anterior, entrego aquí una breve descripción del lugar donde el mayor descubrimiento arqueológico está esperando para salir a la luz. Después de haber leído en el libro de Albert Slosman Le livre de Vawdelá de la vie [El libro de allende la vida] que todo el conocimiento de los egipcios se encuentra oculto en el Laberinto, de inmediato me puse alerta.


Slosman también mencionó que Heródoto, el historiador más conocido de la antigüedad, visitó este edificio hace dos mil quinientos años. Después de cierto trabajo de investigación hallé el informe de Heródoto. La siguiente descripción forma parte de sus Historias:
 


Descripción del Laberinto


Yo estuve allí y es algo que está más allá de toda descripción. Si se hiciera un estudio de los muros de las ciudades y de los edificios públicos de Grecia, verían que todos ellos juntos no requirieron tanto esfuerzo ni tanto dinero como este Laberinto.


¡Y los templos de Éfeso y Samos no son precisamente obras pequeñas! Las pirámides son inmensas, enormes, y cada una de ellas puede equipararse con muchos de nuestros edificios griegos, pero no resisten comparación con el Laberinto.

Tiene una docena de jardines interiores, seis de los cuales están alineados del lado norte, y los otros seis, del lado sur. Están construidos de tal forma que los portales se enfrentan unos a otros. Un muro exterior sin aberturas rodea todo el complejo. El edificio en sí tiene dos pisos y tres mil habitaciones; la mitad de ellas son subterráneas y la otra mitad se encuentra a ras del suelo.


Personalmente, visité y observé estas habitaciones, pero con respecto a las subterráneas debo confiar en la autoridad de los demás, porque los egipcios no me permitieron entrar. Las tumbas de los reyes que originalmente construyeron el Laberinto y las de los cocodrilos sagrados se encuentran allí. Por lo tanto, lo que sé es de oídas. Sin embargo, me mostraron las que se encuentran arriba.

No creerían que fueron construidas por manos humanas. Los pasadizos que conectan las habitaciones y los pasillos zigzagueantes de una sala a la otra dejan sin aliento, por su colorida variedad.

Lleno de admiración caminé desde los patios de las habitaciones a las columnatas, de las columnatas otra vez a otras cámaras, y de allí a otros patios. El cielo raso de todos estos lugares está hecho de piedra, al igual que las paredes, que están cubiertas configuras en relieve. Cada patio está rodeado por una hilera de columnas de piedra caliza sin argamasa.


Cerca de la esquina donde termina el Laberinto hay una pirámide de por lo menos setenta y cinco metros de altura, decorada con un relieve de grandes figuras de animales. El Laberinto se encuentra cerca del lago Moeiis. Este lago no recibe el agua de fuentes naturales, sino que está conectado al río Nilo por un canal situado muy próximo a la pirámide.
Figura 2.
Según Heródoto, el lago Moeris es una extensión de agua artificial:
"(...) porque hay dos pirámides ubicadas en el medio, y ambas se elevan noventa metros sobre el nivel del agua,
mientras que sus bases se encuentran a la misma profundidad bajo la superficie.
Hay una figura de piedra encima de ambos edificios, que muestra a un hombre sentado en un trono".


Nuestra búsqueda del Laberinto


Como resultado de esta descripción, empecé a investigar junto con mi amigo y arqueólogo-astrónomo Gino Ratinckx. Al cabo de varias semanas, Gino -que había estudiado el mapa de Egipto muy exhaustivamente- encontró el lugar. Según la antigua tradición, el Nilo forma una proyección de la Vía Láctea en la Tierra.


Esto parecía ser correcto visualmente; entonces, él se planteó lo siguiente: ¿qué pasaría si lo mismo se aplicara a los templos y edificios más importantes?

Bauval había demostrado que las tres pirámides de Giza coincidían con el cinturón del sistema de Orión. De acuerdo con el mismo principio, el templo de Dendera debía estar alineado con la estrella Deneb, y el de Esna, con Altaír. Siguiendo este argumento, el Laberinto debía encontrarse en las Híadas, que forman un laberinto de estrellas en el cielo.

Por lo tanto, el lugar tenía que ser Hawara, donde hay una pirámide que coincide con la estrella Aldebarán, del signo zodiacal de Tauro. De modo que partimos para Egipto equipados con un sistema de posicionamiento global (GPS), utilizado para determinar coordinadas geográficas exactas. Con la ayuda de este sistema pudimos calcular las proyecciones estelares sobre la Tierra. Inicialmente, ¡no parecía que lo necesitáramos para nada!

Para nuestra gran sorpresa, ¡los egipcios habían asociado el templo de Dendera con la estrella Deneb! Este hecho confirmaba nuestra teoría recién descubierta. Lo que nos sorprendió más todavía fue que en 1843 un famoso arqueólogo alemán, Richard Lepsius, había hecho excavaciones en busca del Laberinto en Hawara, basándose en las instrucciones de Heródoto y Estrabón (un geógrafo griego que visitó el Laberinto en el año 25 a.C).


Sin embargo, Lepsius sólo hizo unas excavaciones superficiales y afirmó que el Laberinto se había derrumbado. Desde ese esfuerzo, no se volvieron a tomar más medidas para cavar en busca de este gigantesco edificio. Las averiguaciones realizadas con egiptólogos y las más altas autoridades egipcias acabaron con la misma respuesta: ¡el Laberinto se encuentra en Hawara, pero se derrumbó!

Y no hay planes para futuras excavaciones.

Oír una cosa semejante es, por cierto, terriblemente frustrante, pero también me recordó acerca de un caso similar. Hace algunos años, todos los egiptólogos sabían que el palacio de Cleopatra había desaparecido en el mar durante un movimiento de la corteza terrestre. Todos podían señalar el lugar exacto; no obstante, nadie hizo nada para averiguar la verdad, hasta que un buzo lo descubrió casi por casualidad. Incluso, no estaba muy profundo, sólo unos pocos metros bajo el nivel del mar.

Un fenómeno similar ocurre con el Laberinto; todos concuerdan en la ubicación del Laberinto, pero ¡no hacen nada para sacarlo a la superficie! ¡Increíble!


Secretos de mundos perdidos


No hay nada tan emocionante como buscar y descifrar viejos enigmas ocultos en la bruma de los tiempos, sacar a la luz secretos escondidos mediante una apasionante serie de descubrimientos. Si bien los tesoros de la civilización que existía antes de la ola gigante todavía están ocultos en Hawara, pude descifrar los códigos de varios mensajes. Aún me sorprendo cuando logro revelar un nuevo código.


Han permanecido durante milenios fuera del alcance del mundo exterior. Gracias al exclusivo sistema de codificación de los egipcios y los mayas, pude descubrir un avanzado patrón en ellos: forman un canal de comunicación de una sola vía con mi pensamiento. Las inscripciones matemáticas y los pictogramas juegan un papel clave en un interminable flujo de descubrimientos; son números mágicos en un remolino de cálculos; son los mensajes de una exótica civilización perdida hace mucho tiempo.

Los antiguos egipcios estaban convencidos de que iban a reencarnar más allá del sistema estelar de Orión. Los astrónomos modernos opinan que es allí donde están naciendo grandes cantidades de nuevos soles. Tal vez, los antiguos egipcios pensaban que el alma de los faraones despertaría nuevamente en Orión, bajo la forma de una estrella; ¿o existe otra evidencia física de su religión basada en las estrellas?


En todo caso, Orión es un participante esencial en el final de los tiempos que ellos predijeron.

Gran parte de sus expresiones deben ser interpretadas literalmente y no en forma metafórica. La teoría del ciclo de las manchas solares, que los egipcios establecieron de manera matemática, puede volver a develarse siempre que descubramos rápidamente cómo lograron realizar sus observaciones y extraigamos de ellas sus cálculos respecto de este fatal fin de los tiempos. Su principio básico debe ser fácil de descifrar, en especial si tomamos en cuenta su civilización sumamente adelantada.

Por medio de una serie de números podemos comunicarnos con sus mentes brillantes. Incluso si no estamos en condiciones de descifrar los jeroglíficos, el mensaje numérico había por sí solo. En el pasado lejano, los sumos sacerdotes tenían conciencia de este problema, conocían el secreto de los códigos que estaban reservados sólo para sus ojos.

Otros no tenían la clave sobre cómo traducirlos. Sin embargo, en caso de que a aquellos les pasara algo, las generaciones posteriores podrían sacar sus propias conclusiones sobre la base de los números. La clave de su conocimiento, por lo tanto, está dañada por los cálculos matemáticos. En mi libro anterior ya mencioné algunos buenos ejemplos de esto.

¡Ahora voy a llegar más lejos todavía!


Pude descifrar el Códice Dresden. Descifrar es como aterrizar en un planeta extraño y buscar a los creadores de las construcciones que quedaron. Afortunadamente, sin embargo, tengo a mi disposición algunas fuentes de conocimiento en común que me ayudarán con mi búsqueda. Por ejemplo, descubrí que compartimos la escala denaria, la misma cronología, y el hecho de que ellos dividían el círculo en 360 grados.

Todo este conocimiento contribuye a una mejor comprensión y desciframiento de sus "combinaciones matemáticas celestes"; y de esto se trata: de descifrar su mensaje cuanto antes, de verificar y anunciar en el mundo entero que sus predicciones eran exactas.

La ciencia actual no logró descubrirlo y sólo puede reconocer que sus cálculos eran correctos... y que significan el fin del mundo.
Figura 3.
En alguna parte del suelo egipcio nos aguarda el mayor de los descubrimientos arqueológicos de todos los tiempos.
Con él podemos recuperar la fecha del próximo corrimiento polar en el año 2012.
¿Lograremos desenterrarlo a tiempo?


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