septiembre 10, 2012

Eran nuestros “Dioses” extraterrestres? (2)


Artilugios Volantes en la Antigua India
Vimos anteriormente como en su libro sagrado Popol Vuh, los indios quichés de la gran familia maya decían de nuestros creadores que éstos eran unos constructores. Damos ahora un salto en la geografía y nos vamos a la India, en donde podemos leer en la gran epopeya sánscrita del Mahabharata que precisamente Maia, el constructor, el ingeniero y arquitecto de los asuras, diseñó y construyó un “gran habitáculo de metal”, que fue trasladado al cielo. Era solamente uno de muchos habitáculos similares. “Cada una de las divindades Indra,Yama, Yaruna, Kúbera y Brahma, disponía de un de estos aparatos metálicos y voladores”.
El gran sabio de la antigua tradición, Nãrada, explica que la ciudad volante de Indra se hallaba ininterrumpidamente en el espacio. Estaba rodeada de una pared blanca, que producía destellos de luz cuando el vehículo se desplazaba por el firmamento.
Otros aparatos automáticos se desplazaban libremente bajo agua y en las profundidades de los océanos de una forma similar a los modernos submarinos.
El texto sánscrito del Mahabharata se refiere normalmente a los aparatos volantes con el nombre de “vimanas“.
Pero habla también de grandes ciudades – colonias – espaciales, de grandes ciudades submarinas, y de ciudades subterráneas.
Arjuna, una de la divinidades, disponía de un indestructible vehículo volador anfibio, pilotado por su ayudante Matali.
Todas estas construcciones y aparatos voladores, submarinos y subterráneos, están descritos en la epopeya del Mahabharata con gran lujo de detalles, con detalle de sus medidas y descripción de sus características.
También Valmiki, el autor de la otra gran epopeya hindú, el Ramayana, nos habla con absoluta naturalidad de los vehículos que – a voluntad de su piloto – volaban libremente por el aire. También eran metálicos y brillaban en el cielo.
Objetos Volantes Inteligentemente Guiados, en los Textos Biblicos
Leemos en los textos bíblicos cómo el profeta Ezequiel nos narra su encuentro con un vehículo volante, que se le acercó tanto – junto al río Quebar, en la inmediaciones de Babilonia – que incluso vió a uno de sus tripulantes, el cual le habló a él personalmente.
Esta visión que Ezequiel tuvo, y que está descrita con lujo de detalles en los textos bíblicos, fue detenidamente analizada por el ingeniero de la agencia espacial norteamericana – la NASA – Josef Blumrich, quién concluyó que lo que vió el profeta fue efectivamente y sin ningún género de dudas una nave volante. Tanto es así, que dicho ingeniero – director de la Oficina de Construcción de Proyectos de la NASA -, rediseñó el aparato descrito por Ezequiel y patentó algunos de sus elementos.
También en la Biblia, la destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra refleja con precisión los efectos de una explosión atómica, anunciada a Lot por dos emisarios que bajan de las alturas y comen alimentos en casa de su anfitrión.
Finalmente, en muchos pasajes de los textos bíblicos – comenzando por el libro del Exodo – se describen con detalle nubes inteligentemente guiadas. En el caso del libro citado, una de estas nubes – luminosa de noche y en forma de columna de humo de día – guía al pueblo de Israel en su huída de Egipto. Esta nube indica el camino a seguir, proporciona alimento, e incluso desciende hasta el suelo para que sus tripulantes (en este caso el mismo Yahveh) pueda dar órdenes verbales al caudillo de los hijos de Israel, Moisés.
El Ovni de Belen
La estrella de Belén, cuya aparición está tan íntimamente ligada al fenómeno Jesús, es – como se puede repasar en los Evangelios – una “estrella” que se mueve y que, además, tiene la facultad de detenerse. No es extraño que una estrella esté aparentemente “parada” en el firmamento, como parece que lo están todas las que vemos normalmente, ni tampoco que una estrella se mueva, como es el caso de las estrellas fugaces o de los cometas. Lo que sí se sale realmente de lo usual es que haga ambas cosas: moverse y pararse. Y que, además, demuestre ser inteligente: “Salieron, y la estrella que habían visto en Oriente” – podemos leer en los Evangelios – “iba delante de ellos hasta que se detuvo encima de donde se hallaba el niño.”
Se le ha querido dar una explicación astronómica a este fenómeno de la llamada estrella de Belén, aduciendo que se habría tratado de la conjunción – tercera conjunción por aquellas fechas – de los planetas Júpiter y Saturno. En dicha conjunción los citados planetas se juntaron ópticamente en dirección Sur de tal manera que los magos de Oriente, en la ruta que seguían de Jerusalén a Belén, siempre tenían a estos dos planetas que formaban una sola estrella, delante de ellos. La estrella iba efectivamente, como dicen los Evangelios, precediéndoles.
Hasta aquí, todo correcto. Pero si hubieran caminado siempre en la dirección que les indicaba esta conjunción de Júpiter y Saturno – y dado que se trataba de un fenómeno extraatmosférico que por lo tanto, por mucho que avanzasen los magos, siempre habría estado situado por delante de ellos – a donde habrían llegado es a las aguas litorales del mar Rojo.
Pero no: se detienen a 7 km escasos de Jerusalén. ¿Por qué? Porque no iban en pos de la conjunción Júpiter-Saturno, sino de un objeto brillante que finalmente se detuvo a baja altura encima del lugar en el que se hallaba el niño: Jesús. Un objeto volador que se movía inteligentemente dentro de nuestra atmósfera.
Los antiguos habitantes de China se autodenominaban “hijos del cielo”. Y su literatura clásica proporciona una abundante selección de observaciones de objetos volantes desconocidos, con especificación muy concreta del momento histórico en que apareció cada uno de ellos.
Una de las referencias más antiguas que podemos hallar figura en la obra Ciencia Natural, que en el capítulo 10 reza: “Bajo el reinado de Xi Ji” – hace aproximadamente 4.000 años – “fueron vistos dos soles en la ribera del río Feichang, uno de los cuales subía por el este, mientras que el otro bajaba por el Oeste. Ambos producían un ruido como el trueno.»
En época mucho más reciente, el escritor Wang Jia, que vivió bajo la dinastía de los Tshin, relata en su libro Reencuentro una historia acaecida en el siglo 4 antes de JC: “Durante los 30 años del reinado del emperador Yao, una inmensa nave flotaba por encima de las olas del mar del Oeste. Sobre esta nave, una potente luz se encendía de noche y se apagaba de día. Una vez cada 12 años, la nave daba una vuelta por el espacio. Por esto se la denominaba Nave de Luna o Nave de las Estrellas”. En su obra Observaciones del Cielo, otro historiador, que vivió entre los años 960 y 1279 nos da una imagen todavía más clara de esta nave del cielo, afirmando de ella: “Había una gran nave voladora expuesta en el palacio de la Virtud bajo la dinastía de los Tang. Medía más de 50 pies de largo, y resonaba como el hierro y el cobre, resistiendo perfectamente a la corrosión; se elevaba en el cielo para retronar después, y así continuamente.”
Por su parte, el historiador Zhang Zuo, autor de la Historia del Poder y de la Oposición, escribe también que “el 29 de mayo del año 2 bajo el reinado del emperador Kai Yuan, durante la noche, apareció una gran estrella móvil, del tamaño de una cuba, que volaba en el cielo del Norte, acompañada de otras estrellas más pequeñas; esto duró hasta el amanecer”.
Otro texto, el Nuevo Libro de los Tang, reza en su capítulo 22, dedicado a la Astronomía: “El año 2 bajo el reinado del emperador Quian-fu, dos estrellas, una roja y la otra blanca, que medían como dos veces la cabeza de un hombre, se dirigieron una junto a la otra al Sudeste. Una vez paradas en el suelo, aumentaron lentamente de tamaño y lanzaron luces violentas. Al año siguiente, una estrella móvil brilló de día como una gran antorcha. tenía el tamaño de una cabeza. Habiendo llegado del Nordeste, sobrevoló dulcemente la región, para desaparecer finalmente en dirección Noroeste.”
En otro pasaje de este mismo libro podemos leer: “En marzo del año 2, bajo el reinado del emperador Tian Yu, cierta noche una gran estrella surgió de la bóveda del cielo. Era cinco veces más grande que un celemí y volaba en dirección del Noroeste. Descendió hasta treinta metros del suelo. Su parte superior lanzó luces de fuego de color rojo anaranjado. Sus luces llegaban a más de cinco metros. Se desplazaba como una serpiente, rodeada de numerosas estrellas pequeñas que desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Se vió una especie de vapor que subía muy alto hacia el cielo.”
Esta es solamente una brevísima selección de cuanto puede leerse en los textos clásicos chinos acerca de los OVNIs.
Por Andreas Faber Kaiser

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