septiembre 29, 2012

Marcahuasi...Supervivientes del Diluvio en los Andes...(3)



A estos se refiere probablemente Montesinos cuando habla de pueblos llegados por la costa del Perú y que penetraron luego buscando tierras en qué fijarse hasta Huanta y la Quinua, del actual departamento de Ayacucho. De aquí se esparcieron a uno y otro lado, hacia Apurimac (Andahuaylas) y hacia Junín Jauja).

Eran, según Montesinos, una raza de gigantes, lo que se acuerda perfectamente con la elevada estatura y corpulencia de los mauritanos (masmudas), descendientes de atlantes.

Como mi intención al escribir este capítulo era únicamente demostrar la posibilidad de que los masmudas mauritanos pudieran haber llegado al Perú, doy aquí por concluida mi investigación.

Dando por admitidas estas premisas, los masmudas han poblado en las cuencas del Rímac y del Apurimac (Apu Rimac o el "Gran Rimac"), territorio que se extiende desde Lima hasta Andahuaylas y comprende en su parte media a Jauja. Allí han vivido diversos pueblos emanados de un mismo origen masmuda o atlante: los yungas en la costa (Lima), los huancas en Jauja y los Chancas en Andahuaylas.

Estos nombres no son, repito, sino diferencias aparentes establecidas por autores modernos. Huancas y chancas eran, en sustancia, un mismo pueblo o, por lo menos, lo fueron en su origen: el pueblo masmuda.

Este pueblo o imperio masmuda tuvo así dos capitales o ciudades principales: Andahuaylas y Jauja. Allí, en Andahuaylas (donde tuve el sueño con que comienza este estudio), vivió probablemente Masma, jefe de los mas mudas y rey huanca, cuyo último descendiente histórico fuera la famosa Catalina Huanca, Catalina Apu Alaya hija de Oto Apu Alaya y que tomó el nombre de Catalina en el bautismo siendo su padrino Francisco Pizarro.

Allí en esos sitios que yo he visitado, deben reposar los restos de ese rey masmuda y alentar aún su espíritu en torno de ellos. Y por eso, a través de los siglos, a través de millares de años, una noche, en la misteriosa intuición de un sueño, ese espíritu me reveló su antiguo secreto.

¡Tal vez llamara del mismo modo a otros muchos antes que a mí y su mudo llamamiento no comprendido quedara hasta hoy sin cumplirse! y es muy extraño, por cierto, que yo haya escrito una vez un artículo literario, publicado en Buenos Aires en la revista «Caras y caretas» en 1913, pero esbozado algunos años antes en Lima, cuando aún no había ni siquiera comenzado este estudio.

Y digo que es esto muy extraño porque ese artículo, que se titula El deber incumplido.

Es la narración de un sueño, según el cual yo debo cumplir una misión misteriosa y que no comprendo, en una mansión abandonada y antigua «que sólo yo conozco», donde, después de levantar una espesa cortina que oculta la entrada (como la pared superpuesta del sueño de Masma) he de atravesar, una tras otra, a través de un dédalo de habitaciones silenciosas y sombrías «tres puertas» (las tres puertas o etapas iniciáticas), marchando siempre adelante, a pesar de las manos invisibles que intentan oponerse a mi paso la hostilidad ambiente de la multitud, de los no iniciados), para llegar, al fin, allá, tras de la última puerta entornada, a una estancia en la cual «yo sé» que existe un ser que me espera, desde tiempos inmemoriales y que me llama desde entonces, agitando sus manos en la sombra como mudo (Masma, Masmuda o Masa-Muda) llamamiento desesperado.

La idea de ese artículo que, como digo, la esbocé en Lima y escribí en Buenos Aires, fue anterior aún, según me parece recordar, a mis viajes por Apurimac y por lo tanto al sueño de Masma y tiene, por lo mismo, el valor de una extraña intuición, de un misterioso presentimiento, surgido en mi espíritu desde Lima; lo cual está de acuerdo, por lo demás, con la noción desarrollada en este capítulo, o sea, que el país de los huancas comprendía tres regiones principales: Rimac, Jauja y Apurimac (Andahuaylas).

En las tres pues, como en las tres etapas iniciáticas del «conocimiento» y como en «las tres puertas entornadas» (las puertas entornadas que se abren sobre la región del misterio) del cuento El deber incumplido debían realizarse las diversas fases del desarrollo, en mi espíritu, de esta evocación de Masma.

Piensa todo escritor, cuando escribe sobre un tema subjetivo, que su trabajo es producto de su propia inspiración.

Pero, ¿sabemos acaso si lo que se llama inspiración es una manifestación de la propia personalidad, o si es más bien, como lo pretende Maeterlinck, una intuición venida de afuera, es decir, una sugestión espiritualista?

Este sería el caso, según dicho autor, de la extraordinaria semejanza, que ha hecho pensar hasta en un plagio, que existe entre las obras de Ridder Haggard, Ella y Pierre Benoit, La Atlántida: las obras de estos escritores se parecerían, no porque uno haya plagiado al otro, sino porque ambos han reflejado una misma idea ambiente de orden espiritualista.

Este sería, también, el caso de Masma
 

Texto de Pedro Astete, notas del autor
1. El río de la Plata no es en realidad un río; es el gran estuario formado por el Uruguay y el Paraná que descargan en él. Igual que la Argentina, no tiene relación directa con el metal que le da nombre. Es solamente el camino de la plata. La ruta antiquísima lleva hacia el norte por el río Paraná y Paraguaya la región del mundo donde, desde tiempos inmemoriales, se ha encontrado ese metal en grandes cantidades: Bolivia.

Del río Paraná que llamamos Paraguay cuando sirve de límite a esa república, la ruta se apartaba, desviándose hacia el oeste y siguiendo el más septentrional y el más caudaloso de sus afluentes, el río Pilcomayo. No solamente nace este río en la región argentífera por excelencia sino sobre él se levanta la ciudad boliviana de La Plata y su primer afluente recoge las aguas de Potosí.

Siguiendo estos ríos, la vida de los expedicionarios y sus animales estaba asegurada. Tampoco podían equivocar su camino. Es muy posible que se descubran en sus riberas antiguas construcciones. Las expediciones debieron ser periódicas.

La expedición de la reina Hatshepsout podía hacerse pública; nadie sabía de dónde venían los árboles de mirra y otros productos raros. Del oro no se hablaba pero servía para mantener buenas relaciones amistosas con los reyezuelos vecinos y para pagar el espionaje necesario y no ser sorprendidos por levantamientos inesperados. La lectura de los antiguos documentos nos da muchos datos sobre el río de oro que, desde las más remotas épocas ha pagado la paz y la guerra de los pueblos. Gran parte venía de América.
 
Débora Goldst


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