ES JESÚS, YUZ ASAF?Los ahmadies son una secta islámica nacida el siglo XIX en Pakistán, aunque hoy día tiene seguidores en Londres, Berlín o Los Ángeles. Su fundador se llamaba Mirza Ghulam Ahmad y venía de un lugar llamado Qdian. Libros como el de Khwaja Nazir Ahmad, Jesús en el Cielo sobre la Tierra o La verdad sobre la crucifixión se distribuyen ahora gratuitamente en muchas mezquitas y centros islámicos como material evangelístico. Creen como todos los musulmanes, que Jesús es un profeta, pero piensan que vivió y murió en Cachemira. Yuz Asaf es el nombre que dan los ahmadies a Jesús. Lo adoptaría él mismo, después de sobrevivir a la crucifixión y viajar a Cachemira. El significado y origen del nombre no es muy claro. Yuz, algunos piensan que significa Jesús o guía, pero Asaf hace referencia a alguien que se ha curado de la lepra. Algunos lo convierten así en “dirigente de los curados”. Se identifica así con Isa, el nombre que da el Corán a Cristo. Su presencia en Cachemira se basa según Kersten en más de veinte documentos, pero como en todo este tipo de historias, la mayoría están perdidos o son ilegibles, excepto los más recientes, como el libro del siglo XIX del fundador de los ahmadies. Un documento del siglo XVII de Khwaja Hassan Malik, Tarikh-i-Kashmir, tendría una inscripción que dice que Yuz Asaf entró en Cachemira el año 78, pero como suele ocurrir en estos casos, ningún crítico ha logrado todavía consultarlo. La tumba de Cachemira, cerca de Srinagar, tiene eso sí, un monumento en piedra llamado el Trono de Salomón, con cuatro inscripciones. Las dos últimas son las más interesantes, pero fueron dañadas tras la conquista de los Sikhs en 1819. Un historiador musulmán de Cachemira, dicen que las tradujo al persa en 1413, declarando que: En este tiempo Yuz Asaf se proclamó profeta. El año cincuenta cuatro. Este pudiera ser un año del reinado de Godapatta, pero los defensores de esta teoría no se ponen de acuerdo en cuándo sería esta fecha. Según el alemán Kersten, sería el 107, pero según el profesor Hassanin, el 78. La última línea diría: El es Jesús, profeta de los Hijos de Israel.
LA TEORÍA DEL DESFALLECIMIENTO
Otros, como Eduard Meier, creen que la tumba está en un monte a las afueras de la ciudad. Se basa para ello en la información que ha recibido al ser supuestamente contactado por extraterrestres. Meier editó un documento en 1978, que supuestamente descubrió el año 63, llamado el Talmud de Jmmanuel. Asegura haberlo traducido al alemán del arameo en 1974, pero como suele pasar en estos casos, está ahora destruido. En él, Jmmanuel o sea Jesús, cae en un trance profundo en la cruz, por medio de una técnica de meditación que en el hinduismo y budismo llaman samadhi, que es como si uno estuviera fuera del cuerpo. Por lo que aunque sería traspasado por una lanza, José de Arimatea descubre que no está muerto. Lo envuelve en un lienzo y lo lleva a la tumba, donde amigos hindúes le ayudan a revivirlo con sus medicinas e hierbas, saliendo tres días después del sepulcro por una puerta secreta. La base de todas estas teorías es la idea de que la muerte en la cruz se solía producir después de varios días, mientras que Jesús sería bajado, sin haberle roto las piernas, relativamente pronto, el mismo día de su crucifixión. Se suele citar por eso a Josefo y un caso en que tres prisioneros judíos fueron crucificados, sin haber muerto. El historiador romano dice que con el permiso de Tito, fueron atendidos y sobrevivieron. Así que tras tan sólo unas horas en la cruz, para autores como Obermeier, “Jesús estaba en coma”. Para demostrar su supervivencia, tanto él como Karsten, así como su divulgador en España, Faber-Kaiser, tienen que recurrir hasta a la Sabana de Turín, denunciada como fraude por el mismo obispado de Troyes en el siglo XIV, ya que no coincide ni con el relato del Evangelio según Juan.JESÚS MURIÓ EN LA CRUZLas evidencias de la cruz sin embargo están ahí. Jesús no había comido ni dormido nada, antes de su ejecución. Estaba debilitado por la pérdida de sangre que había sufrido tras una terrible flagelación (1 Pedro 2:24). Le habían travesado las manos y los píes. No había manera en que podía haber sobrevivido a la cruz, ya que ni si siquiera pudo llevar el madero hasta el Gólgota (Mateo 27:32). Según la mayoría de los estudios médicos de la crucifixión, el margen de duración de la muerte de tres o cuatro horas a tres o cuatro días, tiene que ver con la intensidad de la flagelación. Es cierto que Pilatos se sorprendió de la rapidez de su muerte (Marcos 15:44), pero unos soldados tan experimentados en crucifixiones como los romanos, no rompieron sus piernas, porque le vieron ya muerto. La sangre y el agua que salieron de su costado es una evidencia positiva de su muerte. Esa era la manera cómo los soldados se aseguraban que había realmente muerto. La lanza probablemente perforó, no sólo uno de sus pulmones, sino también el corazón, asegurando su muerte. Por eso Jesús dice: “Yo soy el que vivo, y estuve muerto” (Apocalipsis 1:18). Y los cristianos “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”, creemos que al que ascendió a los cielos, “la muerte no se enseñorea más de él” (Romanos 6:9).
LA TEORÍA DEL DESFALLECIMIENTO
Otros, como Eduard Meier, creen que la tumba está en un monte a las afueras de la ciudad. Se basa para ello en la información que ha recibido al ser supuestamente contactado por extraterrestres. Meier editó un documento en 1978, que supuestamente descubrió el año 63, llamado el Talmud de Jmmanuel. Asegura haberlo traducido al alemán del arameo en 1974, pero como suele pasar en estos casos, está ahora destruido. En él, Jmmanuel o sea Jesús, cae en un trance profundo en la cruz, por medio de una técnica de meditación que en el hinduismo y budismo llaman samadhi, que es como si uno estuviera fuera del cuerpo. Por lo que aunque sería traspasado por una lanza, José de Arimatea descubre que no está muerto. Lo envuelve en un lienzo y lo lleva a la tumba, donde amigos hindúes le ayudan a revivirlo con sus medicinas e hierbas, saliendo tres días después del sepulcro por una puerta secreta. La base de todas estas teorías es la idea de que la muerte en la cruz se solía producir después de varios días, mientras que Jesús sería bajado, sin haberle roto las piernas, relativamente pronto, el mismo día de su crucifixión. Se suele citar por eso a Josefo y un caso en que tres prisioneros judíos fueron crucificados, sin haber muerto. El historiador romano dice que con el permiso de Tito, fueron atendidos y sobrevivieron. Así que tras tan sólo unas horas en la cruz, para autores como Obermeier, “Jesús estaba en coma”. Para demostrar su supervivencia, tanto él como Karsten, así como su divulgador en España, Faber-Kaiser, tienen que recurrir hasta a la Sabana de Turín, denunciada como fraude por el mismo obispado de Troyes en el siglo XIV, ya que no coincide ni con el relato del Evangelio según Juan.JESÚS MURIÓ EN LA CRUZLas evidencias de la cruz sin embargo están ahí. Jesús no había comido ni dormido nada, antes de su ejecución. Estaba debilitado por la pérdida de sangre que había sufrido tras una terrible flagelación (1 Pedro 2:24). Le habían travesado las manos y los píes. No había manera en que podía haber sobrevivido a la cruz, ya que ni si siquiera pudo llevar el madero hasta el Gólgota (Mateo 27:32). Según la mayoría de los estudios médicos de la crucifixión, el margen de duración de la muerte de tres o cuatro horas a tres o cuatro días, tiene que ver con la intensidad de la flagelación. Es cierto que Pilatos se sorprendió de la rapidez de su muerte (Marcos 15:44), pero unos soldados tan experimentados en crucifixiones como los romanos, no rompieron sus piernas, porque le vieron ya muerto. La sangre y el agua que salieron de su costado es una evidencia positiva de su muerte. Esa era la manera cómo los soldados se aseguraban que había realmente muerto. La lanza probablemente perforó, no sólo uno de sus pulmones, sino también el corazón, asegurando su muerte. Por eso Jesús dice: “Yo soy el que vivo, y estuve muerto” (Apocalipsis 1:18). Y los cristianos “sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere”, creemos que al que ascendió a los cielos, “la muerte no se enseñorea más de él” (Romanos 6:9).
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