octubre 15, 2012

El Pescador...¿ ERA REALMENTE EL ÚLTIMO HOMBRE EN LA TIERRA ?...(1)





El Dios de la Muerte, extendió su manto de destrucción sobre el ejército de los hombres. Durante todo un día y toda una noche, los cuerpos fueron desmembrados y sus entrañas cubrieron el campo de batalla. La sangre de los hombres llegó hasta el río y el río llevó la sangre de los hombres hasta el mar. El mar se tiñó de rojo y la vida se extinguió en sus costas. Al siguiente amanecer, la cólera de Dios se proyectó sobre los que se ocultaron tras las murallas y las murallas cayeron y las vidas de viejos, mujeres y niños quedaron aplastadas por la muerte. Las aves abandonaron la isla continente y los animales y plantas que en él vivían, perecieron abrasados por el fuego del Trono Volador. Cuando la vida desapareció, el Dios Vengador, lanzó su poder para que la tierra convulsionara y gigantescas grietas se abrieron de norte a sur y de este a oeste y el agua del océano entró en ellas y en pocos días, el agua ocupó el lugar de la tierra y el mar se unificó. Cuando la cólera del Dios de la Ira se aplacó, la huella de los hombres que lo habían desafiado, desapareció para siempre.

Cuando tuvo conocimiento de que su nuevo y joven rey se negó a entregar el diezmo que cada cuatro estaciones el Dios Protector exigía a su pueblo, el pescador, se preparó para huir de la cólera de Dios. Durante cientos de generaciones, el Mensajero de Dios llegaba a la tierra de sus antepasados para llevarse a la mitad de las hembras que aquel año habían comenzado a ovular. Siempre fue así y así era complacido el Dios de los hombres. Las hembras que no ascendían, tenían que procrear continuamente para garantizar la continuidad de su pueblo y satisfacer a Dios el pago de la cuota. Nadie supo jamás que fue de aquellas que viajaban con el Mensajero pero, las elegidas, eran consideradas como muy afortunadas por ir a servir a Dios en su reino el cual, se sabía que estaba situado más allá de las estrellas. Desde hacía cientos de años, el desequilibrio en el número de hombres y mujeres era tal que, solo las clases dirigentes, obtenían de los reyes el privilegio de tener hembras en exclusiva para formar sus propias estirpes. El resto de hombres debían esperar a que una mujer les eligiera como sementales y antes del apareo, diera cuenta ello a los sacerdotes que tenía la potestad de autorizar o no el acto. Los que no recibían este honor, consumían su vida sin conocer hembra. Aquel que tomaba por la fuerza a una procreadora y esta lo denunciaba, sufría la amputación de sus órganos reproductivos y posteriormente, era dejado morir desangrado dentro de una jaula y a la vista de todo su pueblo. La realeza y los nobles elegidos por los reyes, estaban exentos de este castigo.

Nadie sabia el nombre de sus progenitores pues al parir, las madres entregaban obligatoriamente el fruto de sus vientres al reino y sólo el rey y la clase noble, poseían cronología de ascendencia que podían transmitir a sus descendientes mientras que, el resto del pueblo, no tenían derecho a ello siendo identificados posteriormente por el oficio para el que eran preparados desde bien pequeños con el único y glorioso objetivo de servir a Dios y al Rey. Desde que el pueblo del pescador tuvo la primera visita del Mensajero, los reyes aceptaron la nueva religión y a cambio de la protección divina que garantizaría su linaje y su incontestable derecho a reinar, prestaron sumisión y el compromiso del pago del diezmo que Dios les exigió. Pasaron cientos de años hasta que el hombre con la corona en la cabeza decidió, llevado por el ímpetu de su juventud y por la fuerza del ejército que había llegado a reunir, esperar la llegada del mensajero y comunicarle que su pueblo no entregaría más a sus hijas y que consideraba roto el trato que sus antepasados tenían suscrito con el todopoderoso.

Las trompetas que anunciaban cada año la llegada del enviado de Dios a la tierra, dejaron de sonar y el Sol, quedó oculto por gruesas nubes que cubrieron las tierras del reino de los hombres. Tan pronto ascendió el Mensajero para llevar a Dios el mensaje, el Rey reunió a sus generales y comenzó una leva para prepara el ejército más grande jamás creado por rey alguno y que se enfrentaría al poder del Dios Guerrero si este, llevado por su ira, decidía vengar el incumplimiento de aquellos que juraron sumisión eterna.

El pescador preparó su barca y se hizo a la mar y buscó el viento que le ayudó a alejarse de su tierra. Nunca se había separado tanto de la isla continente pero había tomado la decisión de ir en busca del lugar por donde cada día, aparecía el Sol. Todo su pueblo sabía el precio que se pagaría por desafiar la cólera de Dios pero, sólo él, tomó la decisión de huir. Todo su pueblo sabía que no existía más tierra que la de sus antepasados pero, sólo él,se atrevió a probar la fortuna y buscar otra tierra más allá del horizonte. Todo su pueblo sabía que en el océano vivían monstruos terribles y que nadie había regresado si los vientos los había alejado en demasía de sus costas y que seguramente, perdidos en la inmensidad, acabaron devorados por las gigantescas criaturas del mar pero, sólo él, se atrevió a adentrarse en la inmensidad. Cinco veces el Sol nació y cinco veces el Sol murió cuando, el pescador en su infinita soledad, escuchó truenos que provenían del lugar del cual había partido. La noche siguiente, pudo contemplar en el horizonte de poniente el resplandor que bajaba de las estrellas y al amanecer, ya no escuchó nada
Con el Sol en su cénit, el pescador pudo contemplar cómo grandes olas se dirigían hacia él. Aterrorizado, se preparó para intentar sobrevivir a la fuerza de la naturaleza y atándose al mástil de su barca, esperó la llegada de las murallas de agua.
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