octubre 26, 2012

LA GUERRA DE LOS DIOSES Y LOS HOMBRES..EL ENFRENTAMIENTO ENTRE HORUS Y SET.(3)



Los expertos suponen que el único motivo de Set fue el de su ansia de poder. Pero, si tenemos en cuenta lo que eran las normas de sucesión de los dioses, podremos comprender el profundo efecto que estas normas tenían en sus asuntos (y, posteriormente, en los de los reyes humanos). Dado que los dioses (y, más tarde, los hombres) podían tener, además de la esposa oficial, una o más concubinas, así como engendrar hijos a través de amoríos ilícitos, la primera regla de la sucesión era ésta: el heredero al trono debía ser el primogénito de la esposa oficial.

Si la esposa oficial no tenía un hijo, el primogénito de cualquiera de las concubinas se convertiría en el heredero. Sin embargo, si en cualquier momento, incluso después del nacimiento del primogénito heredero, el soberano tenía un hijo con su propia hermanastra, este hijo suplantaba al primogénito y se convertía en el heredero legal. 


Esta costumbre fue la causa de muchas rivalidades y conflictos entre los Dioses del Cielo y la Tierra, y nos atrevemos a sugerir que también explicaría los motivos básicos de Set. Y para hacer esta afirmación nos basamos en el tratado De Iside et Osiride (De Isis y Osiris), de Plutarco, un biógrafo e historiador del siglo I d.C, que escribió para los griegos y los romanos de su tiempo acerca de las legendarias historias de los dioses de Oriente Próximo.


Las fuentes egipcias sobre las cuales se basó se tenían en su época por escritos del mismísimo dios Toth, el cual, como Escriba de los Dioses, había hecho las crónicas de sus historias y hazañas en la Tierra.
«La historia de Isis y Osiris, en la que se han conservado las partes más significativas y se han omitido las superfluas, se relata brevemente así», escribió Plutarco en la frase con la que iniciaba su obra, para seguir explicando que Nut (a la cual los griegos comparaban con su diosa Rea) había tenido tres hijos: el primogénito era Osiris, el último Set. También había dado a luz a dos hijas, Isis y Neftis.

Pero no todos estos hijos tenían por padre a Geb: sólo Set y Neftis eran hijos de éste. Osiris y su segundo hermano en realidad tenían por padre a Ra, que llegó hasta su nieta sigilosamente; e Isis tenía por padre a Toth (el dios griego Hermes), que, «estando asimismo enamorado de la misma diosa», le correspondió de varias formas «en recompensa por los favores que había recibido de ella».
Así pues, la situación era ésta: el primogénito era Osiris y, aunque no era hijo de Geb, sus pretensiones a la sucesión eran aún mayores, al tener por padre al mismísimo Ra. Pero el heredero legítimo era Set, por haber nacido del soberano en el poder, Geb, y su hermanastra Nut. Pero, por si esto fuera poco, las cosas se complicaron después con la carrera entablada entre los dos hermanos por asegurarse que su heredero fuera el siguiente sucesor legítimo.

Para ello, Set necesitaba tener un hijo con su hermanastra Isis, mientras que Osiris podía lograrlo teniendo un hijo con Isis o con Neftis (por ser ambas hermanastras de él). Pero Osiris bloqueó deliberadamente las posibilidades de Set para que sus descendientes gobernaran Egipto al tomar a Isis por esposa. Entonces, Set se casó con Neftis, pero dado que ella era hermana y no hermanastra, ninguno de sus descendientes tendría derecho al trono. 


Así se estableció el escenario para el creciente odio de Set contra Osiris, que le había privado tanto del trono como de la sucesión. 

Set encontró la ocasión de vengarse, según Plutarco, con motivo de la visita a Egipto de «cierta reina de Etiopía llamada Aso». Ayudado en la conspiración por sus partidarios, Set celebró un banquete en honor de la reina, al cual fueron invitados todos los dioses. Para sus maquinaciones, Set había hecho construir un magnífico cofre, lo suficientemente grande como para albergar el cuerpo de Osiris:

«Llevó el cofre a la sala del banquete, donde, tras ser enormemente admirado por todos los presentes, Set, como si de una broma se tratara, prometió regalárselo a aquél cuyo cuerpo encajara en él. Y así, uno tras otro, todos se fueron metiendo en el cofre. 


«Osiris, que era el último de todos, se tumbó en el cofre; y, en ese momento, los conspiradores se abalanzaron inmediatamente, cerraron el cofre sobre él y lo tachonaron con clavos, derramando luego plomo fundido sobre él».
Más tarde, llevaron el cofre donde estaba cautivo Osiris a la orilla del mar, y en Tanis, donde el Nilo se funde con el Mediterráneo, lo hundieron. 


Vestida de luto y después de cortarse un mechón de su cabello como señal de duelo, Isis partió en busca del cofre. «Por fin, le dieron noticias más concretas sobre el arca, que había sido llevada por las olas del mar hasta la costa de Biblos» (en lo que es ahora el Líbano).


Isis recuperó el cofre donde estaba el cuerpo de Osiris y lo ocultó en j un lugar apartado hasta que diera con la forma de resucitarlo. Pero, de algún modo, Set lo encontró, tomó el cofre y cortó el cuerpo de ' Osiris en catorce pedazos, que dispersó por todo Egipto. 


Una vez más, Isis partió, esta vez en busca de los miembros dispersos de su hermano y marido. Según unas versiones, Isis enterró los pedazos allá donde los encontró, dando inicio al culto de Osiris en aquellos sitios; según otras versiones, Isis juntó las partes que encontró, dando inicio a la costumbre de la momificación. Todos coinciden en que encontró todos los pedazos excepto uno: el falo de Osiris

No obstante, antes de deshacerse finalmente del cuerpo, Isis se las ingenió para extraer de él la «esencia» de Osiris, y se inseminó a sí misma con su simiente, concibiendo así y dando a luz a un hijo de ambos: Horus. Después de nacer, Isis lo ocultó de Set en las ciénagas de papiros del delta del Nilo. 

Se han encontrado muchas leyendas relativas a los acontecimientos que siguieron: las leyendas, copiadas y recopiadas en papiros, conformaron los capítulos de El Libro de los Muertos, o se utilizaron como versículos en Los Textos de la Pirámide. Todas juntas, nos revelan un importante drama en el que hubo maniobras legales, secuestros por cuestiones de estado, el regreso mágico del mundo de los muertos, homosexualidad y, por último, una gran guerra, un drama en el cual el premio era el Trono Divino de los dioses. 

Dado que todos parecían creer que Osiris había perecido sin dejar un heredero, Set pensó que podría conseguir un heredero legítimo forzando a Isis a casarse con él. De modo que la secuestró y la mantuvo retenida hasta que consintiera; pero, con la ayuda del dios Toth, Isis se las compuso para escapar. Una versión, que se encuentra en la llamada Estela Metternich (imagen inferior), escrita como un cuento por la propia Isis, detalla su fuga en la noche y sus aventuras hasta llegar a las ciénagas donde Horus se hallaba escondido.

Pero encontró a éste agonizando, debido a la picadura de un escorpión (Fig. 10). Se puede inferir por el texto que fueron las palabras de su hijo agonizante las que le impulsaron a escapar.

Las gentes que vivían en las ciénagas acudieron al oír sus lamentos, pero no podían hacer nada por ayudarle. Entonces, llegó la ayuda, desde una nave espacial:
Fig. 10 


Entonces, Isis exhaló un grito al cielo y dirigió su súplica al Barco del Millón de Años. 


Y el Disco Celeste siguió allí, y no se movió del lugar en el que estaba. 

Y Toth bajó, e iba provisto de mágicos poderes, y estaba en posesión del gran poder que hace que la palabra se haga realidad. Y dijo: 

«Oh Isis, tú diosa, tú gloriosa, que tienes el conocimiento de la boca; mira, ningún mal caerá sobre el niño Horus, pues del Barco de Ra viene su protección. 

«He venido en este día en el Barco del Disco Celeste, desde el lugar en donde estaba ayer. Cuando llegue la noche, esta Luz extraerá [el veneno] para la curación de Horus... 

«He venido desde los cielos para salvarle el niño a su madre».
Liberado de la muerte por el astuto Toth y, según algunos textos, inmunizado para siempre como resultado del tratamiento de éste, Horus creció como Netch-atef, «Vengador de su Padre». Educado y entrenado en las artes marciales por las diosas y los dioses que habían apoyado a Osiris, fue preparado como un Príncipe Divino, y un día apareció ante el Consejo de los Dioses para reclamar el trono de Osiris. 


De los muchos dioses que se sorprendieron con su aparición, ninguno lo estuvo tanto como Set. Todos parecían preguntarse: ¿Será verdad que Osiris es el padre de este joven?


Tal como se describe en un texto conocido como El Papiro N° 1 de Chester BeattySet propuso que las deliberaciones de los dioses se pospusieran con el fin de darle ocasión para discutir el problema pacíficamente con su recién aparecido sobrino, e invitó a Horus diciéndole: «ven, pasemos un día agradable en mi casa».

Horus aceptó, pero lo que Set tenía en mente no era hacer las paces:
Y, al caer la noche, les prepararon el lecho, y ambos yacieron en él. Y, durante la noche, Set hizo que su miembro se pusiera rígido, y se lo puso entre las nalgas a Horus. 


Cuando los dioses se reunieron en el siguiente consejo, Set exigió que el Cargo de Soberano se resolviera a su favor, pues Horus había quedado incapacitado para ello: ¡fuese o no de la simiente de Osiris, la simiente de Set se encontraba ahora en él, autorizándole para sucederle, no para precederle! 

Llegó entonces el turno de Horus para sorprender a los dioses. Cuando Set eyaculó su semen, «tomé la simiente entre mis manos», dijo Horus. A la mañana siguiente, se la mostró a su madre, diciéndole lo que había sucedido. Y, entonces, Isis hizo que Horus erigiera su miembro y derramara su semen en una copa. Luego, la diosa fue al huerto de Set y derramó el semen de Horus en una lechuga que, más tarde, Set ingeriría sin darse cuenta. Así pues, anunció Horus, «¡No sólo es que la simiente de Set no está dentro de mí, es que mi simiente está dentro de él! ¡Es Set el que ha quedado incapacitado para el cargo! 

Desconcertados, los dioses convocaron a Toth para resolver el caso. Éste analizó el semen que Horus le había dado a su madre, y que Isis había conservado en un cuenco; y se comprobó que, efectivamente, era el semen de Set. Después, examinó el cuerpo de Set, y confirmó que contenía el semen de Horus... 

Enfurecido, Set no esperó a que continuaran las deliberaciones. Sólo un combate a muerte podía zanjar el tema ahora, gritó cuando se marchaba.
Por aquel entonces, según Manetón, Set llevaba gobernando 350 años. Si a esto le sumamos el tiempo calculamos que unos trece años- que le llevó a Isis encontrar las trece partes del desmembrado Osiris, tendremos que, «en el año 363», fue cuando Ra se unió a Horus en Nubia, desde donde le acompañaría en la guerra contra «el Enemigo». En Horus, Royal God of EgyptS. B. Mercer resumió las opiniones de los expertos sobre el tema con estas enfáticas palabras:
«La historia del conflicto entre Horus y Set nos habla de un acontecimiento histórico».
Según la inscripción del templo de Edfú, la primera batalla cara a cara entre Horus y Set tuvo lugar en el «Lago de los Dioses», conocido a partir de entonces como «Lago de la Batalla». Horus consiguió golpear a Set con su Lanza Divina y, cuando éste cayó, Horus lo capturó y lo llevó ante Ra.
«Tenía su lanza en el cuello [de Set], y el malvado tenía las piernas encadenadas, y el dios [Horus] le había cerrado la boca con un golpe de mazo».
Ra decidió que Isis y Horus podían hacer con Set y con los otros «conspiradores» capturados lo que se les antojara. 


Pero cuando Horus se puso a cortarles las cabezas a los prisioneros, Isis se compadeció de su hermano Set y lo dejó en libertad. Existen varias versiones de lo que sucedió después, entre las que se encuentra una conocida como el Cuarto Papiro de Sallier; y, según la mayoría, la liberación de Set enfureció tanto a Horus que decapitó a su propia madre, Isis; pero el dios Toth volvió a poner la cabeza cercenada en su sitio y la resucitó. (De este incidente también da cuentaPlutarco.) 

Tras su fuga, Set se ocultó en un túnel subterráneo y, después de una tregua de seis días, tuvo lugar una serie de batallas aéreas. Horus se elevó en un Nar (un «Pilar ígneo»), que en las representaciones aparece como una nave alargada y cilíndrica, dotada de aletas o alas cortas. En la proa se adivinan como dos «ojos», que cambiaban de color, de azul a rojo y nuevamente a azul; en la parte trasera, parecen verse estelas como de un reactor (Fig. 11); de la parte frontal, el artilugio despedía rayos.

Fig. 11 


(Los textos egipcios, todos escritos por los seguidores de Horus, no dan ninguna descripción del vehículo aéreo de Set.) 


Los textos describen una larga y enconada batalla, y el primero en ser golpeado fue Horus -alcanzado por un rayo de luz del vehículo de Set. El Nar perdió uno de sus «ojos», y Horus prosiguió el combate desde el Disco Alado de Ra. Desde éste vehículo, Horus disparo un «arpón» a Set; en esta ocasión, Set recibió el golpe, y perdió los testículos... 

Dándole vueltas a la naturaleza de esta arma, W. Max Müller escribió en Egyptian Mythology que debía tener «una punta extraña, prácticamente imposible», y en los textos jeroglíficos se le apodaba «el arma de treinta». Como revelan los antiguos dibujos (Fig. 12 a), el «arpón» era en realidad un ingenioso cohete triple: cuando se disparaba el primer proyectil, el más grande, se abría camino para que fueran lanzados los otros dos más pequeños.


El apodo («Arma de Treinta») sugiere la idea de que estos proyectiles fueran lo que en la actualidad llamamos Misiles de Cabezas Múltiples, en los que cada misil contiene diez cabezas capaces de estallar por separado. 


De pura casualidad, pero probablemente debido a que circunstancias similares traen como resultado connotaciones similares, la McDonnell Douglas Corporationde San Luís, Missouri, ha bautizado unos misiles navales dirigidos, recientemente desarrollados, con el nombre de «El Arpón» (Fig. 12 b).

Fig. 12

Los grandes dioses pidieron una tregua y, una vez más, convocaron a los adversarios ante el Consejo de los Dioses. Sabemos algo de los detalles de las deliberaciones gracias a un texto que el faraón Shabako (siglo VIII a.C.) ordenó inscribir en una columna de piedra. En él, el faraón afirma que el texto es una copia hecha a partir de un viejo manuscrito de cuero, «devorado por los gusanos», que se encontró enterrado en el gran templo de Ptah en Menfis.

En un principio, el Consejo redividió Egipto entre Horus y Set a lo largo de las líneas de separación de la época de Osiris, pero Geb tenía serias dudas y desestimó la decisión, pues estaba preocupado por la cuestión de la continuidad: ¿Quién «abriría el cuerpo» para las sucesivas generaciones? Set, al haber perdido los testículos, ya no podía tener descendencia... De modo que Geb, «Señor de la Tierra, dio como patrimonio a Horus» la totalidad de Egipto. A Set se le iba a dar un dominio lejos de Egipto; en lo sucesivo, sería para los egipcios una deidad asiática. 


El Consejo de los Dioses aceptó las recomendaciones de forma unánime. El final de la reunión fue relatado de este modo en el Papiro de Hunefer.

Horus está triunfante en presencia de toda la compañía de los dioses. A él se le ha dado la soberanía del mundo, y el dominio hasta los confines de la Tierra. 


El trono del dios Geb se le ha adjudicado a él, junto con el grado que fue fundado por el dios Shu

Y el papiro prosigue diciendo que esta legitimización:

'Se ha formalizado por decretos [conservados] en la Cámara de Registros; 

Se ha inscrito en una tablilla de metal, de acuerdo con los mandatos 
de mi padre Ptah...


Dioses celestes y dioses terrestres se transfieren a los servicios de tu hijo Horus. Ellos le siguen a la Sala de Decretos. Él será su señor.



por Zecharia Sitchin
.bibliotecapleyades.net

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