octubre 02, 2012

Los textos sagrados de las religiones y los “dioses” que vinieron de las estrellas ...(3)



Se dice que el primer ser humano era superior a los ángeles en algunos aspectos. Y a éstos les molestaba pensar que los seres humanos dominarían todo un planeta y podrían reproducirse a voluntad. Al parecer, los ángeles no pueden reproducirse y, por lo tanto, tenían celos del ser humano. En aquel tiempo Ismael era el príncipe de los ángeles del cielo, ya que poseía doce pares de alas, mientras que los demás ángeles y serafines solo tenían seis pares de alas cada uno (curiosa comparación). Entonces Ismael se rebeló contra su Señor,  reunió a sus ejércitos, descendió con ellos a la Tierra y se puso a buscar una compañera. Dios no podía tolerar un motín como éste y expulsó a Ismael y a su ejército del lugar de la santidad. Según la leyenda judía, el pecado del jardín del Edén no tuvo nada que ver con la célebre manzana, sino con el hecho de que Ismael sedujo a Eva y la dejó embarazada. Después del acto sexual, «ella lo miró a la cara. Y he aquí que él no parecía un ser terrenal, sino un ser celestial». Realmente parece pura fantasía.
A pesar de que los relatos se han ido copiando a lo largo de los milenios, entre los distintos pueblos del mundo puede verse un núcleo común. ¿Qué sucedió realmente en ese lejano pasado? La religión cristiana se basa en la idea de que Jesús vino al mundo para salvar a la humanidad del pecado original. Este pecado se cometió en el jardín del Edén, después que a Eva la sedujese una serpiente o un arcángel expulsado del cielo. Y ello parece fue  la causa del pecado original que lo cambió todo. Pero si el pecado original no hubiese existido, no hubiese habido una necesidad de salvación por parte de Jesús. Como dice la Biblia, Dios envió un diluvio para ahogar a toda la raza humana. Pero se supone que antes había creado al ser humano «con sus propias manos», y, si era un Dios intemporal y eterno se supone que podía prever el futuro, por lo que debía saber por anticipado la catástrofe que iba a acontecer. Las leyendas judías nos dicen que después de la seducción de Eva surgieron dos razas, la de Caín y la de Abel. Y se explica que los descendientes de Caín se comportaban como animales: “Los de la raza de Caín iban descubiertos y desnudos, hombre y mujer como los animales del campo. Salían desnudos a la plaza(…) y los hombres procreaban con sus madres y con sus hijas y con las esposas de sus hermanos a la vista de todos, en la calle. La malicia y la falsedad de los miembros de esta raza se describe en los relatos de Sodoma y Gomorra. Los habitantes de estas ciudades no seguían ley ni moral alguna, y hacían lo que les parecía.
Además de la relatada decadencia moral de Sodoma, los «ángeles caídos» bajaron del cielo en multitud y tomaron «esposas humanas»;  y sus descendientes fueron gigantes: ”De éstos nacieron los gigantes, que eran de grueso talle y que extendían sus manos para robar y saquear y para derramar sangre. Los gigantes tuvieron descendientes y se multiplicaron como las plantas rastreras: nacían seis de cada parto”. En los “Relatos judíos de la Antigüedad” se distinguen diversas razas gigantes: “Existían los Emitas o Espantosos, los Refitas o Gigantescos, los Giborim o Poderosos, los Samsunites o Astutos, los Ávidas o Descarriados y, por último, los Nefilim o Expoliadores”. Una descripción verdaderamente preocupante para los habitantes de aquella época. En los relatos apócrifos del profeta Baruc se habla de un número concreto de gigantes: «Dios envió las aguas del diluvio sobre la Tierra y borró toda la carne, y también a los 4.090.000 gigantes». ¿De dónde obtuvo el profeta Baruc esta cifra?
Con respecto a las ciudades bíblicas destruidas hay un relato realmente espeluznante: “Las gentes de Sodoma y Gomorra pusieron camas en las calles. Al que entraba en sus ciudades lo apresaban y le obligaban a echarse en una cama. Si el extranjero era más pequeño que la cama, tres hombres le tiraban de la cabeza y otros le tiraban de los pies. El hombre gritaba, pero ellos no hacían caso y seguían estirándolo. Pero si el extranjero era mayor que la cama, tres hombres se ponían a cada lado y lo estiraban por los costados hasta que moría entre tormentos. Cuando el extranjero se quejaba por sus tormentos, le gritaban: «Esto es lo que le pasa al que viene a Sodoma.»”.
Los “Relatos judíos de la Antigüedad” también se refieren a extraños seres que no encajan con ninguna especie conocida. Había seres que tenían «un solo ojo en el centro de la frente»; otros que tenían «cuerpo de caballo y cabeza de carnero»; otros con «cabeza humana y cuerpo de león»; e incluso «seres con rostro humano y con pezuñas decaballo». Lo más intrigante es  que estos relatos se repiten en diversos lugares. Manetón, escriba y sumo sacerdote de los templos sagrados de Egipto, nos habla de monstruos del mismo tipo. El historiador griego Plutarco lo cita como contemporáneo del primer rey de la dinastía de los Ptolomeos (304-282 a. C). Manetón vivió en Sebenitos, una ciudad del delta del Nilo, y allí escribió una obra en tres volúmenes sobre la historia de Egipto. Había sido testigo directo del fin del reinado de los faraones, que había durado 3.000 años, y escribió su crónica de los dioses y de los reyes como conocedor de los hechos sucedidos.
El texto original de Manetón se ha perdido, pero el historiador Eusebio, obispo de Cesarea  y uno de los primeros cronistas cristianos, decía que Manetón afirmaba que habían sido los dioses los que habían hecho aparecer ciertas criaturas de raza híbrida y monstruos de todo tipo: “Y se dijo que habían producido seres humanos de alas dobles; asimismo, otros con cuatro alas y cuatro rostros; y con un cuerpo y dos cabezas, hombre y mujer, macho y hembra en una misma criatura; aun otros seres humanos tenían patas de cabra y cuernos en la cabeza; otros eran caballos por detrás y hombres por delante; también se dijo que había toros con cabeza de hombre y perros de cuatro cuerpos a los que les salían las colas como colas de pez de la espalda; también caballos con cabeza de perro; (…) y otros monstruos, tales como todas las especies de seres semejantes a los dragones (…) y un gran número de criaturas maravillosas, de formas diversas y diferentes entre sí, cuyas imágenes dispusieron en fila una junto a otra en el templo de Belos y allí las conservaron”. Parece que Manetón tenía razón en lo que se refiere a las imágenes, ya que en muchos museos modernos se exponen esculturas de seres híbridos. Por lo tanto, las leyendas judías y egipcias son algo más que puras fantasías. Y si estos monstruos no existieron, ¿cómo se les ocurrió simultáneamente a los autores de estos textos y de estas esculturas?
En el Génesis se describe en gran detalle la construcción del arca: «La longitud del arca será de 300 codos, su anchura de 50 codos y su altura de 30 codos.». Pero los relatos judíos son aún más precisos: ”Ciento cincuenta cámaras será la longitud de su costado derecho, ciento cincuenta cámaras será también la longitud del izquierdo; treinta y tres cámaras será su anchura al frente, treinta y tres cámaras será también su anchura en la parte trasera. En el centro habrán diez habitaciones para los utensilios de cocina, y cinco almacenes a la izquierda; habrá cañerías para conducir el agua, que se puedan abrir y cerrar. El navío tendrá tres pisos de alto; tal como es el primer nivel, así serán también los niveles segundo y tercero; en el nivel inferior se alojará el ganado y los animales salvajes; en el nivel intermedio se albergarán las aves; el nivel superior es para los hombres y para las criaturas que se arrastran”.
Se supone que después de sellado el interior del navío debía de estar muy oscuro. Pero al parecer no era así, porque «en el navío estaba suspendida una gran perla que relucía sobre todas las criaturas con el poder de su luz». ¡Realmente asombroso! Pero aún hay más: En el Libro de Mormón, quees la «Biblia» de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se explica que este libro fue entregado por un ángel al fundador de la Iglesia Mormona, Joseph Smith (1805-1844). Según los mormones, este libro se conservó durante miles de años en forma de unas planchas de metal ocultas en el interior de una colina. Sólo gracias a dos piedras traductoras que se supone Joseph Smith recibió del ángel Moroni, pudo traducirlo al inglés. Las planchas cuentan la historia de los jareditas, un pueblo que abandonó su antigua patria en la época de la construcción de la torre de Babilonia y que atravesó los mares hasta América del Sur. Sus barcos eran «estancos como un barril, y cuando se cerraron las puertas también ellos quedaron estancos como un barril». Pero el interior de los navíos no estaba oscuro, pues el Señor entregó a los jareditas dieciséis piedras luminosas, dos para cada barco, y esas piedras arrojaron luz brillante durante toda la travesía, que duró 344 días. Aparentemente se trataba de la misma fuente misteriosa de luz que en el arca de Noé.
Según las tradiciones judías, Dios hizo personalmente un dibujo del arca para Noé: «Y el Señor dibujó con el dedo ante Noé y le dijo: “Mira, así y así debe ser el arca”.». Los mormones tienen algo muy parecido. En el primer libro de Nephi se lee: «Debes construir un barco de la manera que te mostraré para que yo pueda conducir a tu pueblo al otro lado de las aguas.». Aquí nos podemos plantear si los mormones copiaron su texto de alguna leyenda judía. También podemos plantearnos si fueron los judíos los que lo copiaron de la epopeya sumeria de Gilgamés o de la epopeya babilónica Enuma Elish. En el Enuma Elish se describe también una variante del relato del diluvio, en la que aparece un patriarca sobreviviente llamado Atra Haris y un dios, Enki, que manda construir un barco estanco sin ninguna abertura. También aparece una fuente de luz y un tipo de brújula.
El hecho de que el relato del diluvio sea conocido bajo formas diferentes en distintas culturas no demuestra que unos copiaran de otros, sino que podrían ser los relatos del mismo fenómeno por parte de habitantes de distintas regiones y culturas. Los autores de estas leyendas vivían en tierras y culturas diferentes. Y se supone que aquella época no circulaban las noticias entre lugares lejanos y los viajes de un continente a otro todavía no eran habituales. Pero nos llegan relatos y tradiciones que son casi idénticos desde todos los rincones del planeta. Y podemos suponer que ninguna fantasía podría haber actuado por todo el mundo del mismo modo y al mismo tiempo hace miles de años. Todos estos relatos coincidentes deben proceder de sucesos reales prehistóricos.
Los libros sagrados explican que Dios envió el diluvio para castigar a la humanidad. Y parece  evidente que este diluvio fue real. También parece claro que Dios quería salvar de la devastación a algunas personas. Y, según distintas tradiciones entregó las instrucciones para construir un barco, además de realizar planos y dibujos con las dimensiones exactas. Asimismo  facilitó perlas o piedras misteriosas y brillantes, que producían luz, así como brújulas. Después comenzó el Diluvio. Si Dios quisiera quitarse de encima unos ángeles descarriados, unos gigantes o unos seres humanos malvados, se supone que lo podría conseguir sin tantas complicaciones, ya que, como afirma el Corán, «Cuando él quiere algo, le basta con decir: “sea”, y es.».
A un Dios omnipotente no le haría falta un barco, ni planos, ni ninguna luz misteriosa. Todo ese asunto de la construcción del barco demuestra que alguien, que no era realmente un dios, quería que las cosas se hicieran así y que, probablemente, no podía hacerlas de otra manera.  Seguramente no fue este Dios el que provocó el diluvio sino que tenía información de que iba a suceder una catástrofe. Tanto si el diluvio fue un fenómeno natural como si fue resultado de alguna catástrofe cósmica, producida por la colisión con un cometa o un meteorito, no cambia el hecho de que el dios de las tradiciones tenía un conocimiento previo de lo que iba a suceder. De otro modo, no podría haber puesto sobre aviso a sus protegidos ni podría haber dirigido la construcción del arca. Queda clara una cosa: este ser del que hablan las tradiciones no parece que fuese un dios
En algún momento dado, un grupo de extraterrestres descubrió que su experimento de creación del primer Homo sapiens, mediante manipulación genéticahabía tenido éxito y que podían dejar la Tierra en manos de este ser humano nativo, que era más inteligente que todas las demás criaturas.  Para que este ser se multiplicase hacía falta crear una hembra: Eva. Los primeros seres humanos inteligentes parece que no tenían la capacidad de hablar, por lo que sus creadores decidieron someterlos a un programa de formación. La pareja de Homo sapiensfue introducida en un jardín protegido y se les enseñó el habla, tal como nos informa el Génesis: «Y toda la Tierra tenía una sola lengua y una sola habla.». Finalmente Adán pudo dar nombre a todas las cosas.
Al parecer, los extraterrestres también experimentaron con animales de la Tierra. No es tan sorprendente, ya que nosotros también estamos combinando diversas razas de ganado vacuno para producir vacas más productoras de leche; hemos cruzado variedades de cereales para adaptarlos mejor al entorno; y actualmente estamos produciendo vegetales mediante la ingeniería genética. Así es como aparecieron los monstruos y los seres híbridos que no habían existido antes en la Tierra, y que asombraros y aterrorizaron a los seres humanos. Y cuando estas criaturas se extinguieron con el diluvio, quedaron en el recuerdo de las tradiciones populares, alcanzando la categoría de mitos, leyendas y de símbolos de un tiempo remoto en que los dioses habían creado este tipo de seres.
El poeta griego Homero describió a las sirenas, cuyo canto era tan seductor que hacían perder la voluntad y la memoria a los marinos. Aunque Homero no describe con detalle a estas sirenas, la imaginación de otros autores posteriores las representó como mujeres con cola de pez. Y Hesíodo imaginó a la terrorífica Medusa, de cuya cabeza salían serpientes que se retorcían y se agitaban y cuya mirada convertía a las personas en piedra. Naturalmente, Hesíodo no vio nunca a la Medusa. También conocemos las leyendas del caballo volador Pegaso y del ave Fénix que resurge de sus cenizas. Todo esto es aparentemente fruto de la imaginación humana. Pero, normalmente, la imaginación necesita puntos de referencia para arrancar. Aunque nuestra razón lógica se siga resistiendo a la idea de un parque zoológico lleno de monstruos, los antiguos escritores e historiadores describieron a estas criaturas y afirmaron, además, que habían sido creadas por los dioses. Y ello está corroborado por los esculturas, que hace miles de años dejaron para la posteridad imágenes de estos seres híbridos.
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