noviembre 13, 2012

TRIÁNGULO DE LAS BERMUDAS....Los observadores: Protectores, invasores, o simples curiosos



SI LOS OVNI U OTROS SISTEMAS ESTÁN SECUESTRANDO aviones, barcos y personas, especialmente en el Triángulo de las Bermudas, y en otras regiones del mundo, un elemento fundamental de cualquier investigación sobre el asunto sería el examen de la posible razón o razones.

Algunos investigadores han sugerido que ciertos seres inteligentes, y con un grado de desarrollo científico años de luz más avanzado que el de los pueblos relativamente primitivos de la Tierra, se habrían dedicado durante siglos a observar nuestros progresos, y finalmente habrán de intervenir, para evitar que destruyamos nuestro planeta. Naturalmente, esto significa presumir en esos seres del espacio exterior o interior una condición altruista que no suele ser la dominante entre pioneros o exploradores.

Por otra parte, podría ocurrir que en las cercanías del Triángulo de las Bermudas, y en algunas otras localidades nodales de las corrientes gravitacionales electromagnéticas, existiera una puerta o ventana hacia otra dimensión en el tiempo o el espacio, a través de la cual estos entes extraterrestres, dotados de un complejo utillaje científico, pudieran penetrar a su antojo.


Sin embargo, cuando dicho conducto es hallado por seres humanos, se convierte en una calle de una sola vía, de la cual sería imposible regresar, dado su nivel de desarrollo científico, o debido a que una fuerza extraña lo impediría. Muchas de las desapariciones, especialmente las relativas a tripulaciones completas de barcos, hacen suponer la existencia de expediciones de secuestro cuya misión sería obtener seres humanos para confinarlos en zoológicos espaciales, para exhibirlos en diferentes eras del desarrollo planetario, o para fines de experimentación.

El doctor Manson Valentine sugiere que podrían existir diversos grupos de visitantes espaciales, a veces hostiles, y que algunos de dichos seres provenientes del espacio, las profundidades oceánicas o incluso alguna otra dimensión, podrían estar relacionados con nosotros; serían nuestros primos de muchos miles de años de antigüedad y lo bastante civilizados como para tener un motivo altruista que los llevase a protegernos a nosotros y a nuestro planeta, o pragmáticamente preocupados acerca de su propio medio ambiente.


Desde este último punto de vista, es evidente que la Tierra y sus pobladores están en creciente peligro de ruina y destrucción. Esto habría podido producirse en diversas ocasiones en los milenios anteriores, pero aunque la Tierra estaba en peligro, no fue convertida en un lugar inhabitable a diferencia de lo que tal vez sucedió con diversos planetas y lunas cercanos.


Entre algunas razas que han desaparecido casi completamente se conservan aún recuerdos de catástrofes casi fatales, y según las tradiciones de otras muy antiguas, no ha habido una sino varias hecatombes globales. Las razas indígenas de América Central han contado hasta ahora tres veces el fin del mundo, y aseguran que habrá de producirse el cuarto en una fecha no muy lejana, en esta ocasión por el fuego.

Los hopi, que entre las tribus indias de los Estados Unidos son quienes conservan el registro más completo y curiosamente detallado de sus andanzas y del cosmos mismo, también hablan de las tres veces que acabó el mundo: una debido a una erupción volcánica y al fuego, otra causada por terremotos y por el desplazamiento ocasional del eje de la Tierra, y una tercera provocada por inundaciones y hundimientos de continentes que a su vez eran la consecuencia de la guerra entre los habitantes del "Tercer Mundo" empeñados en destruir sus ciudades por medio de ataques aéreos.

Entre paréntesis, la referencia al desplazamiento del eje de la Tierra es en sí una muestra del extraordinario conocimiento que había alcanzado una pequeña tribu india, no sólo acerca de la verdadera forma de la Tierra, sino respecto de su rotación.

La teoría según la cual la Tierra perdería temporalmente su velocidad de rotación y luego volvería a ajustaría corresponde a una tesis científica posterior desarrollada por Hugh Auchincloss Brown, quien atribuye dicha perturbación a un exceso de peso causado por la acumulación de hielo en uno de los polos.

Las antiguas leyendas religiosas de la India describen nueve crisis mundiales, mientras otras culturas de la Antigüedad varían un tanto en relación con el número, aunque no respecto de la frecuencia regular de las catástrofes planetarias.


En su diálogo CritiasPlatón cita a un sacerdote egipcio que dijo al legista ateniense Solón, de visita en Egipto:

... Ha habido, y volverá a haber muchas destrucciones de la Humanidad, debido a numerosas causas.
Después de explicar a Solón cómo habían conservado los egipcios sus memorias respecto de algunos de estos acontecimientos, gracias a sus archivos, observó:
... y luego, en el período habitual, la corriente del cielo baja cual una pestilencia... y así, tiene uno que empezar todo de nuevo, desde niño... (agregando, como una alusión tajante respecto de la falta de registros griegos:) Ustedes recuerdan sólo un diluvio, y sin embargo, hubo muchos...
La teoría cíclica de la civilización que prevaleció en el mundo antiguo y existe todavía, en cierta medida, en Asia, se halla en marcado contraste con la teoría del progreso lineal de nuestra propia cultura, con su preocupación por el paso y la presión del tiempo y la constante marcha adelante de la civilización y el desarrollo científico. No obstante, en la medida en que nuestros conocimientos se hacen mayores, podríamos descubrir que lo sospechado por observadores de la Antigüedad realmente ocurrió.

Las catástrofes mundiales y las destrucciones de civilizaciones completas podrían haber sido anteriormente el resultado de muy diversas causas, algunas de las cuales podrían hallarse hoy frente a nosotros, aunque nos neguemos resueltamente a contemplarlas. Entre ellas, una de las más destacadas es la del exceso de población, un problema mencionado solamente, entre todos los documentos de la Antigüedad, por el Mahabharata, como si el subcontinente indio hubiese sufrido entonces como ahora de una población excesiva.


La guerra nuclear, a la que se alude en los documentos antiguos y que hoy constituye un dilema fundamental, es, naturalmente, una manera indirecta de resolver el problema, aunque acarrea otro, que es el de que destruye gran parte de la vida del planeta e incluso daña su futura habitabilidad. Si las reacciones atómicas son suficientemente fuertes, provoca además desastres sísmicos e inundaciones debidas al derretimiento de los hielos.

Incluso ahora podrían estar preparándose otras catástrofes, no relacionadas con la actividad atómica, pero ligadas al desarrollo tecnológico y cuyos resultados sólo serán conocidos con el transcurso del tiempo. Por ahora, además de estar empeñados en nuestros experimentos atómicos, en el derroche de la energía nuclear, en la polución ambiental del agua y el aire y en el desequilibrio de la ecología, realizamos de manera muy poco sensata algunos experimentos graduales que podrían tener consecuencias catastróficas.


La observación del Dr. Columbus Islin, ex director de la Woods Hole Oceanographic Institution, es un ejemplo de lo que decimos. Al referirse al aumento de dióxido de carbono en la atmósfera, señaló:

Durante los últimos 100 años, el creciente uso de combustibles fósiles en nuestra civilización industrial mundial ha debido traducirse en la producción de alrededor de 1.700.000 millones de toneladas de dióxido de carbono, que equivale al 70 por ciento de la cantidad que existe actualmente en la atmósfera.

Debido a que dos tercios del aumento de esta sustancia son absorbidos por el mar, puede esperarse una mayor cantidad de dióxido de carbono en la atmósfera de un 20 por ciento. No es fácil predecir el efecto que tendrá ese incremento, pero existen razones para pensar que producirá el aumento de la temperatura de las capas inferiores de la atmósfera en varios grados. De esa manera y más o menos a pesar de nosotros mismos, estamos realizando un gran experimento.
El efecto que produciría el derretimiento de los polos provocado por el hombre, con grandes marejadas e inundaciones de las zonas costeras del mundo entero, hace recordar aquella inundación de la prehistoria, que ahora no nos parece en absoluto legendaria y que cubrió zonas de la superficie terrestre en el Atlántico, el Caribe, el Mediterráneo y otros lugares. Incluso el derramamiento de petróleo por alguno de los cada vez mayores superpetroleros o desde el oleoducto de Alaska podría hacer que el hielo polar se fundiera en grandes cantidades y con impredecibles resultados.

La extinción de gran cantidad de especies de la fauna terrestre podría llegar a ser otra causa de futuros desastres, sobre los cuales no podemos todavía formarnos una opinión. Debemos recordar que, en una catástrofe anterior, Noé, que era un ecólogo antes que se pusiera de moda serlo, recogió en su arca a siete parejas de cada uno de los animales más útiles y también rescató un par de cada una de las otras especies, útiles o inútiles.


Tal vez en caso del hombre y de otros entes de inteligencia similar, el salto desde la barbarie a la civilización y finalmente al conocimiento y capacidad para utilizar la fisión nuclear es un proceso natural que ya ocurrió antes, no sólo en la Tierra, sino también en otros lugares del Universo. Tal vez otros sistemas civilizados, extraterrestres o incluso de este planeta, como lo han sugerido Valentine, Sanderson y otros, aunque invisibles para nosotros, han superado este afán de autodestrucción y están estudiando nuestro mundo por medio de rutas o puertas abiertas como el Triángulo de las Bermudas.

Su finalidad sería aprovecharlo como lección, o bien conservar algunas partes con fines de estudio, o impedir que se autodestruya. Tal vez se proponen orientarlo incluso, del mismo modo en que las naciones más poderosas tratan de guiar a las menos desarrolladas.

Sin embargo, adjudicar cualquier propósito a tales observadores significaría suponer que piensan como nosotros: los animales salvajes no pueden comprender por qué los coleccionistas quieren atraparlos y exhibirlos, en lugar de matarlos y comerlos. Tal vez, como se ha sugerido, los OVNI son simples "exploradores" de nuestro planeta. Si es así, lo han estado observando durante un tiempo excesivamente largo.

Si hubiese algo de cierto en la hipótesis de que seres extraños han estado visitando y observando la Tierra y recogiendo información y muestras para algún propósito ignorado, especialmente en la zona del Triángulo de las Bermudas, sería muy interesante preguntarse qué razones tendrían los OVNI para concentrarse en esa región.


En la Antigüedad remota se produjeron visiones de aeronaves "celestiales" que sugieren que los OVNI habrían aparecido en zonas que se hallaban en su apogeo, como para comprobar cada cierto tiempo dónde se estaban desarrollando los nuevos centros de civilización y si eran potencialmente peligrosos o no.

No tenemos más que señalar la serie de antiguos testimonios relativos a visitas celestiales de dioses o navíos a la Tierra, para distinguir una vaga tendencia a poner énfasis en algunos aspectos que van cambiando con el tiempo. Las primeras visitas narradas en detalle fueron las hechas al antiguo Egipto en la época de Tutmosis III y el viaje espacial emprendido por el sumerio Etana.

Por cierto, disponemos de indicaciones más detalladas acerca de contactos extraterrestres en el Libro de Ezequiel, quien cuenta de visitas de aparentes navíos espaciales, que habrían llegado a la Tierra en cuatro ocasiones dentro de un espacio de diecinueve años. Ezequiel asegura que los vio en dos oportunidades y que, al igual que Etana, pudo viajar en ellos. Existe también un posible indicio en el caso de Elías, que ascendió a los cielos en una "deslumbrante carroza" para no regresar jamás.

En la India hallamos el recuerdo del vuelo de Rama y en América tenemos las alusiones a dioses que llegaron en máquinas desde el cielo para construir Tiahuanaco. Luego, numerosos testimonios provenientes de Grecia, Roma, la Europa del Renacimiento y —ya en nuestra época— de un número creciente de lugares en el mundo entero y en especial en el Triángulo de las Bermudas, dejan planteada la posibilidad de que los observadores estén interesados en el avance de la civilización tecnológica sobre la Tierra.

Estarían preocupados particularmente de los viajes aéreos, la penetración del espacio y la guerra moderna. Durante la II Guerra Mundial y en la de Corea, llegaron a ser comunes los casos de "cazas fantasmas" (luces u objetos no identificados que acompañaban a los bombarderos o los aviones de caza durante el vuelo).

En la actualidad hay informes acerca de la concentración de OVNI en las cercanías de las zonas donde se realizan los viajes espaciales, tal vez porque ellos representan un adelanto de grandes posibilidades tecnológicas o porque significan una amenaza al sistema solar o a una parte del Universo.

No obstante, las teorías de Ivan Sanderson sugieren que la amenaza cada vez mayor al medio ambiente oceánico podría haber causado preocupación en algunos modos de vida altamente desarrolladas que existirían dentro de los mares.
Según parece, existen varias confirmaciones sorprendentes (aparte de las enumeradas en el capítulo 6) sobre la actividad submarina de los OVNI, que habrían sido observadas y detectadas por algunas unidades navales de los Estados Unidos.


Como ya es usual, estos incidentes han sido en lo posible "retirados de la publicidad", con excepción de los informes iniciales. Uno de los más llamativos es el de la persecución de un objeto submarino que se desplazaba a más de 150 nudos (120 kph), primero por un destructor y luego por un sumergible, durante un ejercicio de la Marina de Estados Unidos. El hecho ocurrió en 1963, al sudeste de Puerto Rico, en el extremo sur del Triángulo de las Bermudas.

Puesto que la maniobra consistía precisamente en practicar persecuciones, se supuso que el objeto formaba parte de la práctica. Otros trece barcos de la Marina advirtieron el rápido movimiento del objeto y registraron el hecho en sus bitácoras. La persecución duró cuatro días, y en ocasiones el objeto descendió a profundidades de 7.000 metros, manteniendo su increíble velocidad. Nunca se supo lo que era, aunque la mayor parte de los informes coincidieron en que parecía estar movido por un solo motor.

En el pasado fueron muy frecuentes los testimonios acerca de OVNI que salían del mar, se hundían en él u operaban dentro de las aguas, pero nunca se les detectó y siguió tan de cerca como durante las maniobra de 1963 que acabamos de describir.


Suponiendo que existe bajo el mar alguna antigua rama de la Humanidad u otra forma de vida "civilizada", tales seres, que disponen de un espacio vital muchísimo mayor que el que tienen los modos de vida civilizada como la nuestra en la superficie terrestre, no se preocuparon de nuestros actos durante los milenios pasados. Sin embargo, al advertir que nuestras posibilidades tecnológicas han llegado a representar un peligro para ellos y para su medio ambiente, su política del laissez-faire habría cambiado y los fenómenos del Triángulo de las Bermudas podrían constituir un examen tentativo, o una acción exploratoria anterior a algo más definitivo.


Ivan Sanderson ha estudiado algunos informes sobre los cuales no suelen darse explicaciones ni mucha información, relacionados con unas gigantescas cúpulas submarinas transparentes que han sido vistas frente a la costa de España por buceadores en busca de esponjas, y también desde la superficie, cuando la transparencia de las aguas era favorable, en la plataforma continental norteamericana.


Piensa que, si no son instalaciones secretas de defensa, podrían formar parte de una red submarina construida por entes que viven bajo el mar, para fines posiblemente relacionados con sus afanes de neutralizar la creciente polución y envenenamiento de las aguas del océano. Llevando todavía más lejos este razonamiento, sería posible, dado que la Tierra es básicamente un enorme dínamo, "conectarla" por medio de redes electromagnéticas instaladas dentro de los mares y, llegado el caso, activar los impulsos adecuados para cambiar su rotación.

Esta "conexión" de la Tierra hace recordar tanto las antiguas tradiciones como las teorías comparativamente recientes que aluden a grandes fuentes de energía en la Atlántida, esos grandes complejos de láser cristalinos que yacerían en el fondo del Mar de los Sargazos y que aún estarían funcionando intermitentemente, causando perturbaciones electromagnéticas que son a su vez responsables de las averías o desintegración de naves aéreas y marítimas.


Es natural que especulemos acerca de las razones de las visitas de seres extraterrestres y que tratemos de explicar sus propósitos dentro de nuestro propio marco de referencia. Siguiendo este razonamiento, resulta normal suponer que los visitantes han venido a protegernos de nosotros mismos, aunque otros observadores menos confiados presumen que los visitantes no están interesados en protegernos sino en llevarse muestras. Esta suposición parece más lógica si se tiene en cuenta el gran número de aviones, lanchas y barcos que han desaparecido con sus tripulaciones dentro del Triángulo de las Bermudas.


John Harder, investigador de OVNI y profesor de ingeniería de Berkeley, expuso recientemente (octubre de 1973) la teoría desusada y muy poco halagadora de que la Tierra podría ser una especie de,

"zoo cósmico, aislado del resto del Universo, y cuyos guardianes suelen hacer de vez en cuando una revisión, llevándose un ejemplar de sus habitantes".
Sin embargo, otra teoría sostiene que los visitantes no están interesados en la Humanidad y sólo tienen en mente sus propios fines, que todavía no podemos imaginar, y que las aparentes víctimas (ya que aún no sabemos si alguien ha muerto en las desapariciones) han sido causadas inadvertidamente al ser proyectadas dentro del campo de ionización.

Esta teoría ha dado lugar a que, durante mucho tiempo, los periodistas de diarios y revistas publiquen titulares como éste:

"La perdida Atlántida goza de buena salud y secuestra barcos y aviones".
Resulta concebible que un rayo láser destruya o atomice un avión, pero la idea de que grandes generadores de energía o complejos láser gigantescos puedan funcionar todavía, después de miles de años de haber permanecido sumergidos en el mar, parece absolutamente ridícula, ya que dichos aparatos, según la concepción que de ellos tenemos, deberían ser mantenidos y manejados por alguien.

Sin embargo, los láser son un descubrimiento relativamente reciente en nuestro planeta y es probable que alcancen un grado de perfeccionamiento mucho mayor en el futuro. Los rayos ultravioletas (aún no desarrollados) tendrán una potencia considerablemente mayor que los rayos X láser, y lo mismo ocurrirá con los propios láser, cuando operen sobre la base de energía solar acumulada o, tal vez, como ocurriría con la Atlántida, de energía del interior de la Tierra.


En cualquier caso, una etapa de la civilización tecnológica que se haya desarrollado en la Antigüedad no tendría por qué haberse generado de la misma manera o siguiendo el mismo orden que la nuestra, ni habría estado sujeta a las mismas restricciones que en la actualidad, y de manera temporal, están todavía limitando nuestra tecnología en desarrollo.

Al considerar los centenares de desapariciones del Triángulo de las Bermudas se advierte que el único rasgo que tienen en común es el hecho de que los aviones y barcos han desaparecido por completo, o que los barcos han sido hallados sin pasajeros ni tripulaciones.


Algunos de estos casos misteriosos se han producido aisladamente y podrían explicarse por las circunstancias extraordinarias en que han ocurrido, o por la coincidencia de fallas humanas y trastornos meteorológicos, pero en cambio, tantos otros incidentes del Triángulo de las Bermudas se han producido en medio de aguas transparentes, cerca de puertos, playas o bases de aterrizaje, que resultan incomprensibles, de acuerdo con nuestros conocimientos actuales.

La historia del Triángulo de las Bermudas abarca acontecimientos que ya están sumidos en la bruma de las leyendas antiguas y modernas; inexplicables aberraciones causadas por fuerzas naturales intermitentes, en apariencia, y teorías del campo de la física que podrían revolucionar nuestras concepciones anteriores. El Triángulo de las Bermudas nos hace pensar en tierras perdidas o sumergidas, en civilizaciones olvidadas y en seres que han visitado la Tierra durante siglos, viniendo del espacio interior o exterior, y cuyo origen y propósitos son desconocidos.


En lugar de elaborar teorías para explicar lo que actualmente no tiene explicación, resulta quizá más sencillo decir que el Triángulo de las Bermudas existe sólo en la imaginación de los místicos, fanáticos, supersticiosos y sensacionalistas. Uno de los muchos comentaristas que piensan que esta zona no es más que el resultado de la coincidencia de una serie de desapariciones explicables si se las toma caso por caso, ha escrito:

"Los que creen en el Triángulo de las Bermudas creen también en las serpientes marinas...".
Esto no quiere decir que el Triángulo no existe porque las serpientes marinas tampoco existen, ni significa que si alguna vez se llegara a identificar uno de esos monstruos de manera definitiva, las demás leyendas oceánicas se harían automáticamente más verosímiles.

En general, la gente suele ser reacia a enfrentarse a misterios que no pueden ser explicados de manera satisfactoria o que no encuentran una justificación teórica en términos que le resulten comprensibles. Resulta mucho más reconfortante sentirse capaces de reconocer lo que tenemos frente a nosotros, dentro del radio del mundo físico, que enfrentar una amenaza desconocida.


Si el fenómeno no puede ser explicado, la mejor respuesta consiste en ignorarlo, lo cual es una actitud mucho más tranquilizadora y, en cierto modo, más inocente también. Sin embargo, la época de la inocencia científica ya pasó, lo mismo que la sensación de seguridad que nos proporcionaba. Se acabaron definitivamente el 16 de julio de 1945, en Alamogordo, Nuevo México, cuando la teoría atómica demostró en forma concluyente que ya no era una teoría.

Vivimos en un mundo en que las líneas de la ciencia y la paraciencia comienzan a converger; un mundo que alguna vez fue mágico y en que los sueños de los magos han sido aceptados por la ciencia y han pasado a ser aceptables para la nomenclatura científica.


Ahora los biólogos pueden producir la vida; los biólogos expertos en hibernación podrán muy pronto preservar indefinidamente la vida humana, mediante la congelación de cuerpos vivos; se ha demostrado la posibilidad de transmitir a películas las imágenes pensadas; la psicokinesis (o telekinesis), que consiste en mover objetos mediante la fuerza de la voluntad, no es ya un tema propio de la levitación, sino el objeto de seria investigación científica; las dos potencias espaciales están realizando experimentos con telepatía, desde y hacia el espacio exterior.

La transmutación de la materia, sueño de los alquimistas, ya no es algo imposible, y los únicos impedimentos para transformar cantidades de plomo en oro consisten en que resultaría demasiado costoso (!).

Hablando ya en términos cósmicos, el firmamento de las verdades científicas ha sufrido tales grietas, que muchos de los que prefieren apoyarse sobre tierra firme y familiar se sienten aturdidos y desorientados.


La posibilidad de la existencia de la antimateria, la curvatura del espacio y el tiempo, los nuevos conceptos sobre gravedad y magnetismo, la presumible existencia de planetas oscuros en nuestro propio sistema solar, soles que estallan, las novas y las pequeñas partículas de materia más pesadas que un planeta completo, los quasar y los agujeros negros del espacio, un Universo interminable, que se hace mayor cuanto más se extiende nuestra visión telescópica, llevándonos a millones de galaxias no descubiertas.

Estos son los misterios del conocimiento que nos guardan, mientras avanzamos a un paso tan acelerado que ningún "misterio" debería sorprendernos por el solo hecho de que no nos parece lógico.

El Triángulo de las Bermudas, una zona situada dentro del territorio familiar de nuestro planeta, aunque relacionado quizá con fuerzas que aún (y tal vez no por mucho tiempo) desconocemos, podría ser uno de esos misterios. Como especie, nos estamos acercando a la madurez. No podemos abandonar la búsqueda de nuevos conocimientos o explicaciones, estén en este mundo o más allá de él.

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