Algunos de los elementos básicos en la religión babilónica eran el fuego, las serpientes y el Sol. Ello se ha reproducido de distintas maneras en otras culturas antiguas, como la Egipcia. En lo que respecta a nuestra estrella, durante toda la
historia se ha venerado al Sol por sus aportaciones de calor y luz para posibilitar la vida en la Tierra. Sin embargo, todo parece indicar que la Hermandad de Babilonia y otros grupos afines, con conocimientos avanzados, se centraron en el Sol por otras razones. Conocían la verdadera naturaleza del Sol como un tipo de conciencia multidimensional que ejerce su influencia en el sistema solar mediante frecuencias invisibles. Incluso en esta dimensión física, las emisiones de energía magnética del Sol nos están afectando constantemente. Y creemos que el Sol ha estado en el origen de muchas de las catástrofes globales que han afectado a la Tierra. Pero, ¿qué es realmente el Sol? Dedicamos dos artículos (este es el primero) al estudio de este tema desde distintos puntos de vista. Para ello nos hemos basado en lo explicado por Patrick Geryl en su libro “La profecía de Orión”.
Para empezar, nos centraremos en los aspectos más físicos del Sol, que es una estrella que se encuentra en el centro del Sistema Solar, constituyendo la mayor fuente de energía electromagnética de nuestro sistema planetario. La Tierra y otros cuerpos, tales como planetas, asteroides o cometas, orbitan alrededor del Sol, que representa alrededor del 98,6% de la masa del Sistema Solar. La distancia media del Sol a la Tierra es de aproximadamente 149.600.000 de kilómetros y su luz recorre esta distancia en 8 minutos y 19 segundos. La energía del Sol, en forma de luz solar, sustenta a casi todas las formas de vida en la Tierra a través de la fotosíntesis, y determina el clima de la Tierra y su meteorología. Pero, ¿realmente conocemos el Sol?
Es la estrella del sistema planetario en el que se encuentra la Tierra; por tanto, es el astro con mayor brillo. Su visibilidad en el cielo local determina los ciclos de día y noche en diferentes regiones de diferentes planetas. En la Tierra, la energía radiada por el Sol es aprovechada por los seres fotosintéticos, que constituyen la base de la cadena trófica, siendo así la principal fuente de energía de la vida. También aporta la energía que mantiene en funcionamiento los procesos climáticos. El Sol, junto con todos los cuerpos celestes que orbitan a su alrededor, incluida la Tierra, forman el Sistema Solar. A pesar de ser una estrella mediana es más brillante que el 85% de las estrellas existentes en nuestra galaxia y es la única cuya forma se puede apreciar a simple vista,. La combinación de tamaños y distancias del Sol y la Luna son tales que se ven, aproximadamente, con el mismo tamaño aparente en el cielo. Esto permite una amplia gama de eclipses solares: totales, anulares o parciales.
Se calcula que el Sol se formó hace 4.650 millones de años y se cree que tiene combustible para 5.000 millones más. Después, comenzará a hacerse más y más grande, hasta convertirse en una gigante roja. Finalmente, se hundirá por su propio peso y se convertirá en una enana blanca, que puede tardar un billón de años en enfriarse. Se formó a partir de nubes de gas y polvo que contenían residuos de generaciones anteriores de estrellas. Gracias a la metalicidad de dicho gas, de su disco surgieron los planetas, asteroides y cometas del Sistema Solar. Pero llegará un día en que el Sol agote todo el hidrógeno en la región central al haberlo transformado en helio y la presión será incapaz de sostener las capas superiores y la región central tenderá a contraerse gravitacionalmente, calentando progresivamente las capas adyacentes. El exceso de energía producida hará que las capas exteriores del Sol tiendan a expandirse y enfriarse y el Sol se convertirá en una estrella gigante roja. Entonces el diámetro puede llegar a alcanzar y sobrepasar al de la órbita de la Tierra, con lo cual, cualquier forma de vida se habrá extinguido.
Como toda estrella, el Sol posee una forma esférica, y a causa de su lento movimiento de rotación tiene también un leve achatamiento polar y presenta una estructura en capas esféricas, como una cebolla. Gira más rápido en el ecuador que en los polos y por lo tanto la actividad del campo magnético del Sol es realmente colosal. En la actualidad, la astrofísica dispone de un modelo de estructura solar que explica satisfactoriamente la mayoría de los fenómenos observados. La fotosfera es la zona visible donde se emite luz visible del Sol y se considera como la «superficie» solar que, vista a través de un telescopio, se presenta formada por gránulos brillantes que se proyectan sobre un fondo más oscuro. Puesto que el Sol es gaseoso y su fotosfera es algo transparente, puede ser observada hasta una profundidad de unos cientos de kilómetros antes de volverse completamente opaca. Normalmente se considera que la fotosfera solar tiene unos 100 o 200 km de profundidad.
El signo más evidente de actividad en la fotosfera son las manchas solares. En los tiempos antiguos se consideraba al Sol como un fuego divino y, por consiguiente, perfecto e infalible. Del mismo modo se sabía que la brillante cara del Sol estaba a veces nublada con unas manchas oscuras, pero se imaginaba que era debido a objetos que pasaban en el espacio entre el Sol y la Tierra. Cuando Galileo (1564-1642) construyó el primer telescopio astronómico, dando origen a una nueva etapa en el estudio del Universo, hizo la siguiente afirmación “Repetidas observaciones me han convencido, de que estas manchas son sustancias en la superficie del Sol, en la que se producen continuamente y en la que también se disuelven, unas más pronto y otras más tarde“.
El investigador Maurice Cotterell ha hecho un largo y detallado estudio sobre la actividad de las manchas solares y de las erupciones solares cuando el Sol está proyectando energía magnética enormemente poderosa. Esto ha sido fotografiado como gigantescos bucles de fuego, algunos de 160.000 km de alto. Esta energía viaja a la tierra en el viento solar y puede afectar sistemas de computadoras y causar cortes de energía. De no ser por los cinturones de Van Allen, las zonas de radiación que rodean el planeta y que se conectan con el campo magnético de la Tierra, la energía del Sol literalmente nos freiría. Maurice Cotterell estudió los ciclos de las manchas solares y estableció ciclos breves, largos y grandes de actividad solar. Cuando la investigación de Cotterell ya estaba avanzada, conoció el sistema matemático dejado por el antiguo pueblo maya en América Central. Los mayas afirmaron deber su origen a los “dioses” y hablaban de una isla perdida como de su antiguo hogar. Sus sistemas matemáticos y astronómicos, así como su medición del tiempo, increíblemente exactos, fueron heredados de culturas mucho más antiguas y, en última instancia, supuestamente de seres extraterrestres.
Una mancha solar típica consiste en una región central oscura, llamada “umbra”, rodeada por una “penumbra” más clara. Una sola mancha puede llegar a medir hasta 12 000 km (casi tan grande como el diámetro de la Tierra), pero un grupo de manchas puede alcanzar 120 000 km de extensión e incluso algunas veces más. Las manchas están relativamente inmóviles con respecto a la fotosfera y participan de la rotación solar. La cromosfera es una capa exterior a la fotosfera visualmente mucho más transparente. Su tamaño es de aproximadamente unos 10 000 km y es imposible observarla sin filtros especiales al ser eclipsada por el mayor brillo de la fotosfera. La cromosfera puede observarse sin embargo en un eclipse solar en un tono rojizo característico. Las prominencias solares que se producen allí ascienden ocasionalmente desde la fotosfera alcanzando alturas de hasta 150 000 km, produciendo erupciones solares espectaculares.
La corona solar está formada por las capas más tenues de la atmósfera superior solar. Su temperatura alcanza los millones de grados kelvin, una cifra muy superior a la de la capa que le sigue, la fotosfera, siendo esta inversión térmica uno de los principales enigmas de la ciencia solar reciente. Estas elevadísimas temperaturas son un dato engañoso y consecuencia de la alta velocidad de las pocas partículas que componen la atmósfera solar. Sus grandes velocidades son debidas a la baja densidad del material coronal, a los intensos campos magnéticos emitidos por el Sol y a las ondas de choque que rompen en la superficie solar estimuladas por las células convectivas. Como resultado de su elevada temperatura, desde la corona se emite gran cantidad de energía en forma de rayos X. En realidad, estas temperaturas no son más que un indicador de las altas velocidades que alcanza el material coronal que se acelera en las líneas de campo magnético y en impresionantes eyecciones de material coronal. La corona solar solamente es observable desde el espacio con instrumentos adecuados que anteponen un disco opaco para eclipsar artificialmente al Sol o durante un eclipse solar natural desde la Tierra. El material tenue de la corona es continuamente expulsado por la fuerte radiación solar dando lugar al viento solar. Así pues, se cree que las estructuras observadas en la corona están modeladas en gran medida por el campo magnético solar.
La heliosfera sería la región que se extiende desde el Sol hasta más allá de Plutón y que se encuentra bajo la influencia del viento solar. Es en esta región donde se extienden los efectos de las tormentas geomagnéticas y también donde se extiende el la influencia del campo magnético solar. La heliosfera protege al Sistema Solar de las radiaciones provenientes del medio interestelar. La eyección de masa coronal es una onda hecha de radiación y viento solar que se desprende del Sol en el periodo llamado Actividad Máxima Solar.Esta onda es muy peligrosa, ya que daña los circuitos eléctricos, los transformadores y los sistemas de comunicación. Cuando esto ocurre, se dice que hay una tormenta solar. Cada 11 años, el Sol entra en un ciclo turbulento, o Actividad Máxima Solar, que representa la época más propicia para que nuestro planeta sufra una tormenta solar. Dicho proceso acaba con el cambio de polaridad solar, que no tiene que coincidir necesariamente con el cambio de polaridad terrestre y se sabe que el próximo máximo solar ocurrirá en el año 2012. Una potente tormenta solar es capaz de paralizar por completo la red eléctrica de las grandes ciudades, una situación que podría durar semanas, meses o incluso años. Las tormentas solares pueden causar interferencias en las señales de radio, afectar a los sistemas de navegación aéreos, dañar las señales telefónicas e inutilizar satélites por completo.
Como ejemplo de ello, podemos indicar que el 13 de marzo de 1989, la ciudad de Québec, en Canadá, fue azotada por una fuerte tormenta solar. Seis millones de personas se vieron afectadas por un gran apagón que duró 90 segundos y la red eléctrica de Montreal estuvo paralizada durante más de nueve horas. Los daños que provocó el apagón, junto con las pérdidas originadas por la falta de energía, alcanzaron los cientos de millones de dólares. También, entre los días 1 y 2 de septiembre de 1859, una intensa tormenta solar afectó a la mayor parte del planeta. Las líneas telegráficas de los Estados Unidos y el Reino Unido quedaron inutilizadas y se provocaron varios incendios. Además, una impresionante aurora boreal, fenómeno que normalmente sólo puede observarse en las regiones árticas, pudo verse en lugares tan alejados entre sí como Roma o Hawái.
El campo magnético del sol se forma por la fusión de los átomos de hidrógeno en helio en la parte más interna del núcleo, en donde el helio queda restringido por ser un material más pesado. Ello produce que sus campos magnéticos adquieran aun más densidad y potencia. Las enormes fuerzas de gravedad, impiden a los fotones que escapen de forma libre. De esta manera se genera en su interior un potente campo magnético que influye en la dinámica del plasma en las capas siguientes. Los campos magnéticos encuentran su dinámica por las fuerzas magnetohidrodinámicas en constante interacción con las gravitatorias y rotacionales de la estrella, llegando a la superficie de manera que, los materiales más externos quedan ordenados conforme a líneas de fuerza de Gauss. La ley de Gauss relaciona el flujo eléctrico a través de una superficie cerrada y la carga eléctrica encerrada en esta superficie. Al igual que para el campo eléctrico, existe una ley de Gauss para el magnetismo. Esta ley expresa la inexistencia de cargas magnéticas o, como se conocen habitualmente, monopolos magnéticos. Las distribuciones de fuentes magnéticas son siempre neutras en el sentido de que posee un polo norte y un polo sur, por lo que su flujo a través de cualquier superficie cerrada es nulo. De esta misma forma, también relaciona la divergencia del campo eléctrico con la densidad de carga.
La rotación solar produce que las capas más externas no giren todas a la misma velocidad, por lo que el ordenamiento de estas líneas de fuerza se va descompensando a medida que los materiales distribuidos entre los polos y el ecuador van perdiendo sincronismo en el giro rotacional de la estrella. Por cada ruptura en la integridad del campo magnético, se produce un escape de líneas de fuerza Gauss, produciendo unas típicas manchas negras, en las que un aumento de estas puede tener como consecuencia una erupción solar consecuente por la desintegración local del campo Gauss. Cuando el sol se acerca a su máximo desorden, las tormentas solares son máximas. Estos periodos se dan cada 11 años. El sol no posee un campo electromagnético como el de la Tierra, sino que posee lo que se denomina viento solar, producido por esas inestabilidades rotacionales del Sol. Si no fuera por eso, los campos magnéticos del sol quedarían restringidos a la dinámica del plasma. Por esa misma razón, una reacción de fusión entre dos átomos de hidrógeno en el interior del sol, tarda 11 años en llegar a escapar de las enormes fuerzas gravitatorias y magnéticas.
Tal como ya sabemos, la mayor parte de la energía utilizada por los seres vivos procede del Sol, que las plantas absorben directamente mediante la fotosíntesis. Los herbívoros absorben indirectamente una pequeña cantidad de esta energía comiendo las plantas, y los carnívoros absorben indirectamente una cantidad más pequeña comiéndose a los herbívoros. La mayoría de las fuentes de energía usadas por el hombre derivan indirectamente del Sol. Por ejemplo, los combustibles fósiles preservan la energía solar capturada hace millones de años mediante fotosíntesis, la energía hidroeléctrica usa la energía potencial de agua que se condensó en altura después de haberse evaporado por el calor del Sol, etc. Sin embargo, el uso directo de energía solar para la obtención de energía no está aún muy extendido debido a que los mecanismos actuales no son suficientemente eficaces.
Una mínima cantidad de materia puede convertirse en una enorme manifestación de energía. Esta relación entre la materia y la energía explica la potencia del Sol, que hace posible la vida. En 1905, Einstein había predicho una equivalencia entre la materia y la energía mediante su ecuación E=mc². Una vez que Einstein formuló la relación, los científicos pudieron explicar por qué ha brillado el Sol por miles de millones de años. En el interior del Sol se producen continuas reacciones termonucleares. De este modo, el Sol convierte cada segundo unos 564 millones de toneladas de hidrógeno en 560 millones de toneladas de helio,lo que significa que unos cuatro millones de toneladas de materia se transforman en energía solar, una pequeña parte de la cual llega a la Tierra y sostiene la vida.
Unas de las primeras observaciones astronómicas de la actividad solar fueron las realizadas por Galileo Galilei en el siglo XVII, utilizando vidrios ahumados al principio, y usando el método de proyección después. Galileo observó así las manchas solares y pudo medir la rotación solar así como percibir la variabilidad de éstas. En la actualidad la actividad solar es monitoreada constantemente por observatorios astronómicos terrestres y observatorios espaciales. Entre los objetivos de estas observaciones se encuentra no solo alcanzar una mayor comprensión de la actividad solar sino también la predicción de sucesos de elevada emisión de partículas potencialmente peligrosas para las actividades en el espacio y las telecomunicaciones terrestres.
Maurice Cotterell estaba sorprendido de que los ciclos mayas de la evolución humana se correspondiesen tan notablemente con sus ciclos de las manchas solares y de las emisiones magnéticas. Esto es perfectamente explicable, ya que todo es energía (ver en este blog el artículo “La física moderna, ¿debe algunos de sus conceptos a civilizaciones remotas?”). La vida es la interacción de campos vibratorios magnéticos y si se cambia el magnetismo se modifica la naturaleza del campo de energía. Y si se cambia el campo de energía también se cambia la naturaleza de la vida mental, emocional, espiritual y física, que son energía en diferentes formas. Los otros planetas también afectan el campo magnético de la Tierra cuando giran alrededor del Sol. Esto forma parte de lo que llamamos astrología. Cotterell también cree que somos afectados más poderosamente por estos campos cuando somos concebidos que cuando nacemos. Sus investigaciones le llevaron a creer que la actividad de las manchas solares se correspondía con los ciclos de fertilidad humanos y con el surgimiento y decadencia de grandes civilizaciones e imperios. Los científicos también han descubierto que los humanos tenemos un reloj interno que está sincronizado con el Sol y que su efecto sobre la vida humana es fundamental, más allá de su aportación de calor y luz.
Los “dioses” de la antigüedad sabían esto y por esta razón el Sol era visto con cierto temor. En realidad es el corazón físico y espiritual del sistema solar y llegó a simbolizar al creador, particularmente los aspectos masculinos de la fuerza creativa “Él Que Es La Luz Del Mundo“. Estos conocimientos del Sol son un tema importante en nuestro viaje a través de la Historia. Los antiguos usaban constantemente al Sol y su simbolismo astrológico en sus historias y algunos de los nombres para sus dioses fueron utilizados para simbolizar el Sol y los planetas. Y dilucidar lo que qué es real de lo qué es simbólico es bastante complicado. Asimismo es posible que el término “Dios del Sol” haya sido empleado para simbolizar a los “dioses” extraterrestres, de quienes se decía en los textos antiguos que tenían rostros que brillaban como el Sol (“los que brillan”). Imaginemos el poder que tendría alguien que conociera los ciclos de la energía del Sol y de los otros planetas, así cómo de que manera pueden afectar a la conciencia humana. Podrían manipular la raza humana. Pues bien, se supone que la Hermandad Babilónica poseía estos conocimientos.
Antiguas tradiciones afirman que cuando el Sol pasó por los 16º del signo zodiacal de Leo en el año 9.792 a.C., una luz abrasadora proveniente de nuestra estrella alcanzó la Tierra y el cielo pareció desmoronarse, ya que la Tierra se inclinó sobre su eje. A consecuencia de ello, al sufrir la corteza terrestre un desplazamiento, los continentes cambiaron de posición. Y cuando el Sol volvió a salir por el horizonte era de hecho un nuevo horizonte, ya que la Tierra se había dado la vuelta. Los egipcios lo simbolizaron agregando una cruz de asa, que es el símbolo de la vida eterna. Se supone que el Sol se mantendría en este nuevo horizonte hasta el día del siguiente cataclismo, en un ciclo de continúas destrucciones y renacimientos. En Alaska aún pueden verse los restos de esta gran catástrofe de hace unos doce mil años. Todos los seres vivientes, tanto animales como plantas se congelaron repentinamente, en pocos segundos, produciendo la extinción de todos los grandes animales y marcando el fin de una era.
Pero, ¿qué causó la extinción de tantos millones de animales? La muerte tuvo tan colosales proporciones que todavía impresionan sus rastros. En el valle del Yukón, junto al río del mismo nombre, puede verse un claro registro de esta súbita extinción. También se encuentran evidencias de que hubo alteraciones atmosféricas de una enorme violencia. Por ejemplo, los gigantescos mamuts y los bisontes fueron destrozados y retorcidos como por una mano gigante. Se encuentran restos de animales desgarrados y desparramados por todo el paisaje. Mezclados con las pilas de huesos se encuentran los restos de árboles, también retorcidos, destrozados y apilados. Y todo esto cubierto por una fina capa de estiércol que, al congelarse, se solidificó.
Los antiguos textos coinciden en que una luz incandescente alcanzó la Tierra. Todo parece indicar que desde el interior del Sol se liberaron unas enormes fuerzas electromagnéticas y se produjeron en el Sol gigantescas llamaradas que enviaron una descomunal onda de partículas a la Tierra. Las partículas expulsadas por el Sol produjeron que la atmósfera de la Tierra apareciera como en llamas, afectando dramáticamente al cinturón de Van Allen, que son zonas de la magnetosfera terrestre donde se concentran las partículas cargadas. Debido al continuo flujo electromagnético, el campo magnético de la Tierra se sobrecargó y billones de partículas llegaron a los polos y se generaron gigantescas fuerzas eléctricas. Cuando los polos se llenaron de auroras formadas por las partículas que caían, el campo electromagnético del interior de la Tierra se sobrecargó y estalló, produciendo un impresionante cortocircuito. Al perder su protección magnética, toda la atmósfera del planeta fue bombardeada por las partículas que caían.
En situaciones normales, el campo magnético de la Tierra funciona para protegernos, dirigiendo las partículas electromagnéticas hacia los polos. Pero al perderse esta protección las partículas penetraron en la Tierra desde todas direcciones generando una intensa radiación, tanto en luminosidad como en radioactividad. Los que todavía viviesen podrían contemplar el cielo como si ardiera con toda intensidad, tal como se dice en textos antiguos: “la luz de las luces se encuentra alrededor del mundo, ahora”. Y esto solo fue el aperitivo del verdadero cataclismo. El núcleo de hierro de la Tierra es magnético y, debido al desplazamiento del núcleo magnético, la Tierra comenzó a inclinarse. Como una directa consecuencia de este volteo, la corteza terrestre se desgajó y quedó flotando y la Tierra se inclinó varios miles de kilómetros en muy poco rato. Cualquier testigo del fenómeno observó como si el cielo se viniese abajo, que es la explicación que se ofrece en los textos antiguos. Luego se produjeron gigantescos seísmos, las capas terrestres se movieron, Se elevaron nuevas montañas, la tierra se agrietó y abrió, se desmoronaron las montañas existentes, los continentes e islas se hundieron en los océanos y los volcanes entraron en erupción por todas partes. ¡Un verdadero infierno! ¡Y los astrónomos se preguntan si este acontecimiento podría volver a ocurrir!
Aquí queremos hacer referencia a uno de los principales investigadores de estos fenómenos. Charles H. Hapgood (1904 – 1983) desarrolló una fundamentada línea de investigación del pasado remoto de las culturas humanas, basándose en métodos empíricos de conocimiento. Los sorprendentes resultados han sido expuestos en trabajos como “El Cambio de la Corteza Terrestre” o “Los Mapas de los Antiguos Reyes Marinos. Evidencia de Civilización avanzada en la Edad del Hielo”. En la primera obra, Hapgood aborda los drásticos cambios que significan para el planeta y sus habitantes los cambios del Eje Terrestre. Éste trabajo de Hapgood fue republicado en 1970 con el título “El sendero del Polo” (The Path of the Pole), determinando que es el movimiento de los polos terrestres la causa del desplazamiento de las masas continentales o deriva continental y su directa relación con los cambios climáticos, la formación de montañas, los altiplanos y los fondos marinos, siendo estos factores, las posibles razones de la extinción natural de algunas especies en el pasado.
El movimiento de los polos se produciría por el movimiento centrífugo y su relación con la masa de la corteza terrestre de acuerdo a la siguiente secuencia: acumulación extrema de masa en uno ó ambos polos, situación que desestabiliza el equilibrio rotacional de la Tierra, generando un deslizamiento de gran parte de la corteza terrestre externa alrededor del centro de la Tierra. Se generan, de esta manera, catastróficos cambios en la superficie, desplazando por ejemplo, al actual continente antártico, que estuvo situado en la zona ecuatorial, a su actual ubicación polar. El movimiento de los polos, según Hapgood, dura aproximadamente 5.000 años, seguido por un período de relativa quietud entre 20.000 a 30.000 años. ”El sendero del Polo” Hapgood explica los dramáticos acontecimientos que se produjeron hace unos 12.000 años: “Un número considerable de antiguas playas que ahora se hallan en grandes elevaciones sobre el nivel del mar —y a veces, tierra adentro, lejos de las actuales costas—, evidencian cambios verticales prácticamente drásticos en las posiciones de las masas de la Tierra”. También el geólogo P. Negris dijo haber encontrado evidencias de antiguas playas en tres montañas de Grecia, a saber, Monte Hymeto, Monte Parnaso y Monte Geraneia, a 1.400, 1.500 y 1.700 pies (1 pié = 0,3048 metros), respectivamente, sobre el nivel del mar. También encontró una playa en el Monte Délos, a 500 pies. Sobre la costa de la Baja California aún pueden hallarse rastros de costas labradas por las olas, en algunos casos a unos mil quinientos pies sobre el nivel del mar.
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