Después de presenciar la ígnea destrucción de toda vida en la llanura del Jordán, y la invisible mano de la muerte que vaporizó a su madre, ¿qué iban a pensar Lot y sus hijas? Pensaron, según se nos dice en la Biblia, que habían presenciado el fin de la humanidad en la Tierra, que ellos tres eran los únicos supervivientes de la especie humana; y de ahí que, la única forma de preservar a la humanidad, consistiera en cometer incesto y que las hijas concibieran hijos de su propio padre...
«Y la mayor le dijo a la menor: 'Nuestro padre es viejo, y no hay ningún hombre en la Tierra que se una a nosotras a la manera de todos en la Tierra; ven, hagamos que nuestro padre beba vino, y luego yaceremos con él, para que así podamos preservar la simiente de la vida de nuestro padre'».
Y, de este modo, ambas se quedaron embarazadas y tuvieron hijos.
La noche anterior al holocausto debió de ser una noche de insomnio para Abraham, preguntándose si encontrarían suficientes Justos en Sodoma como para que las ciudades fueran perdonadas, preguntándose acerca del destino de Lot y de su familia.
«Y Abraham se levanto temprano y fue al lugar en donde había estado en presencia de Yahveh, y miró en dirección a Sodoma y Gomorra, y la región de la llanura; y vio el humo elevarse de la tierra, como de una fogata».
Abraham estaba presenciando una «Hiroshima» y una «Nagasaki» -la destrucción de una llanura fértil y poblada por medio de bombas atómicas. Era el año 2024 a. C.
¿Dónde se encuentran las ruinas de Sodoma y Gomorra en la actualidad?
Los antiguos geógrafos griegos y romanos decían que el otrora fértil valle de las cinco ciudades se inundó con posterioridad a la catástrofe. Los expertos modernos creen que la «devastación» de la que se habla en la Biblia provocó una brecha en la costa meridional del Mar Muerto, con lo que las aguas sumergieron las regiones bajas del sur.
La porción restante de lo que una vez fue la costa sur se convirtió en un accidente geográfico al que los lugareños llamaron figurativamente el-Lissan («La Lengua»), y el otrora poblado valle de las cinco ciudades se convirtió en la nueva zona sur del Mar Muerto que aún lleva el apodo local de «Mar de Lot».
Mientras tanto, en el norte, el desplazamiento de las aguas hacia el sur hizo que la línea costera retrocediera.
Los antiguos informes han recibido confirmación en tiempos modernos a través de diversas investigaciones, comenzando por una exhaustiva exploración de la zona en los años veinte a cargo de una misión científica patrocinada por el Instituto Bíblico Pontificio del Vaticano (A. Mallon, Voyage d'Exploration au sud-est de la Mer Morte). Importantes arqueólogos, como W. F. Albright y P. Harland, descubrieron que las poblaciones de las montañas de alrededor de la región se abandonaron repentinamente en el siglo XXI a.C, y no se volvieron a poblar hasta varios siglos más tarde.
Y hasta el día de hoy, las aguas de los manantiales de los alrededores del Mar Muerto están contaminadas de radiactividad,
«suficiente para producir esterilidad y otras afecciones, tanto en animales como en personas que las absorban durante unos cuantos años»
(I. M. Blake, «Joshua's Curse and Elisha's Miracle» en The Palestine Exploration Quarterly).
La nube de la muerte, elevándose en los cielos de las ciudades de la llanura, no sólo aterrorizó a Lot y a sus hijas, sino también a Abraham, que no se sintió seguro ni en las montañas de Hebrón, a unos ochenta kilómetros de distancia. En la Biblia se nos dice que levantó su campamento y se trasladó bastante más al oeste, para residir en Guerar.
Por otra parte, ya nunca más se aventuraría a entrar en el Sinaí. Años más tarde, incluso, cuando el hijo de Abraham, Isaac, quiso ir a Egipto debido a una hambruna en Canaán,
«Yahveh se le apareció y le dijo: 'No bajes a Egipto; vive en la tierra que te mostraré'».
El paso a través de la península del Sinaí, por lo que parece, aún no era seguro.
Pero, ¿por qué?
Creemos que la destrucción de las ciudades de la llanura fue sólo una exhibición secundaria: al mismo tiempo, también fue arrasado con armas nucleares el Espaciopuerto de la península del Sinaí, dejando tras de sí una radiación mortal que persistió durante muchos años.
El principal objetivo nuclear estaba en la península del Sinaí; y la víctima real, a la postre, sería el mismo Sumer.
Aunque el fin de Ur no tardó en llegar, su triste destino comenzó a vislumbrarse a partir de la Guerra de los Reyes, acercándose poco a poco, como el repique de un distante tambor -un tambor de ejecución-, cada vez más cerca, creciendo en intensidad de año en año.
El Año del Juicio Final -2024 a.C- fue el sexto año del remado de Ibbi-Sin, el último rey de Ur; pero, para encontrar los motivos de la calamidad, una explicación de su naturaleza y los detalles de su alcance, tendremos que remontarnos en los registros de aquellos fatídicos años hasta la época de la guerra.
Tras fracasar en su misión y humillados por dos veces a manos de Abraham -una en Kadesh-Barnea y la otra cerca de Damasco-, los reyes invasores no tardaron en ser apartados de sus tronos. En Ur, Amar-Sin fue sustituido por su hermano Shu-Sin, que ascendió al trono para encontrarse con que la gran alianza se había hecho añicos, y que los hasta entonces aliados de Ur mordisqueaban ahora el imperio que se desmoronaba.
Aunque Nannar e Inanna también habían resultado desacreditados en la Guerra de los Reyes, Shu-Sin puso en ellos su confianza. Fue Nannar, afirman las más antiguas inscripciones de Shu-Sin, el que «pronunció su nombre» para la realeza; era «el amado de Inanna», y ella misma se lo presentó a Nannar (Fig. 103).
Shu-Sin alardeaba de que «la Sagrada Inanna, la dotada de sorprendentes cualidades, la Primera Hija de Sin», le había dado armas con las cuales «entablar combate con el país enemigo que no sea obediente». Pero todo esto no fue suficiente para impedir la disgregación del imperio sumerio, y Shu-Sin no tardó en recurrir a los grandes dioses en busca de socorro.
A juzgar por los anales -las inscripciones anuales, con propósitos tanto regios como comerciales y sociales, en las cuales cada año del reinado de un monarca se designaba por el principal acontecimiento de aquel año-, Shu-Sin, en el segundo año de su reinado, buscó los favores de Enki construyéndole un barco especial que surcara los mares hasta el Mundo Inferior.
El tercer año del remado fue también de preocupación por buscar el acercamiento a Enki. Pero poco más se sabe de esto, que quizás fuera un subterfugio para pacificar a los seguidores de Marduk y de Nabu; aunque, evidentemente, la intentona fracasó, pues el cuarto y el quinto año presenciaron la construcción de una imponente muralla en la frontera occidental de Mesopotamia, creada específicamente para protegerse de las incursiones de los «Occidentales», los seguidores de Marduk.
A medida que crecía la presión desde el oeste, Shu-Sin recurrió a los grandes dioses de Nippur en busca de perdón y de salvación. Los anales, confirmados por las excavaciones arqueológicas de la Expedición Americana a Nippur, revelan que Shu-Sin emprendió obras masivas de reconstrucción del recinto sagrado de Nippur, a una escala desconocida desde los días de Ur-Nammu. Las obras culminaron con la elevación de una estela en honor de Enlil y Ninlil, «una estela como ningún rey hubiera construido jamás».
Shu-Sin buscaba desesperadamente la aceptación, la confirmación de que era «el rey al cual Enlil, en su corazón, había elegido».
Pero Enlil no estaba allí para darle respuesta; tan solo Ninlil, la esposa de Enlil, que seguía en Nippur, escuchó las súplicas de Shu-Sin. Compasivamente, respondió,
«para prolongar el bienestar de Shu-Sin, para extender el tiempo de su reinado», le dio un «arma que fulmina con el resplandor... cuyo terrorífico destello alcanza el cielo».
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