El 25 de febrero de 1942, 80 días después del ataque japonés a Pearl Harbor, una escuadrilla de 15 a 20 aparatos desconocidos sobrevoló las costas norteamericanas del Pacífico, entre San Diego y San Francisco, en un área en el que se estaban concentrando contingentes de soldados y material bélico estadounidense para su embarque con destino al frente del extremo Oriente.
Toda el área fue inmediatamente alertada, y de acuerdo con el informe de la 37 Brigada de Artillería Antiaérea, entre las 03:12 y las 04:15 horas fueron efectuadas 1430 rondas de disparos antiaéreos en defensa de Los Angeles y contra lo que se suponía eran aparatos japoneses.
El 'Los Angeles Times' publicó la fotografía de alguno de estos objetos iluminados por los focos antiaéreos.
LOS FALSOS JAPONESES
Pero lo sorprendente fue que a pesar de su poca velocidad —unas 200 millas (unos 360 km) por hora— y de la poca altura —de 2.700 a 5.500 metros— a que volaban los supuestos aparatos enemigos, "no existe evidencia alguna de que ningún proyectil haya dado en el blanco ni de que ningún aparato haya sido derribado" según reza el informe del Cuartel General del Mando de la Defensa de Alaska, referido a dicho incidente.
En su informe al presidente Roosevelt, el general George C. Marshall verifica la autenticidad de la fotografía publicada en el 'Los Angeles Times' y habla por primera vez, en 1942, al referirse a los citados objetos volantes, de "objetos misteriosos".
Misteriosos, volantes, y no identificados. Acaba de nacer, desde este primer sobrevuelo con implicaciones militares de su propio territorio, el misterio de los objetos volantes no identificados como problema de seguridad y de competencia militar para los Estados Unidos. Fecha: 25 de febrero de 1942.
Exactamente diez años después de este misterioso sobrevuelo de la costa californiana, y cuando ya se estaban vislumbrando las implicaciones sicológicas del fenómeno
—"Transmití hoy al Consejo de Seguridad Nacional una propuesta en la que se concluye que los problemas relacionados con objetos volantes no identificados parecen tener implicaciones tanto para la guerra sicológica como para Inteligencia y Operaciones"—,
le escribió en aquella época y en un memorando interior el director de la CIA, Walter B. Smith, al director de su Gabinete de Estrategia Sicológica, el problema de los objetos volantes no identificados preocupaba muy seriamente a los servicios de Inteligencia norteamericanos, como a continuación veremos.
"El problema OVNI excede el nivel de las responsabilidades individuales del departamento de Inteligencia Científica de la CIA, y es de tal importancia que merece la competencia y la acción del Consejo de Seguridad Nacional".
Este párrafo figura en un memorando interior de la CIA dirigido al Director de dicha Agencia y firmado por H. Marshall Chadwell, Director Adjunto del departamento de Inteligencia Científica, con fecha 11 de septiembre de 1952.
La CIA fue creada en 1947, y ya de septiembre de dicho año data el primer informe OVNI que recogen sus archivos, de acuerdo con la documentación que he podido recopilar. Se trata de un informe sobre fenómenos luminosos inusuales observados en Tashkent, en el Uzbekistán (URSS). Desde el mismo año de su creación, la agencia de inteligencia americana viene por lo tanto recopilando información sobre el fenómeno OVNI.
Paralelamente, a lo largo de estos holgados 30 años, las fuentes oficiales le han venido repitiendo a la opinión pública que los OVNI no existen, que son fantasías, que hay que borrarlos de la mente porque es ridículo dar crédito a su existencia. Pero por mucho que se le dijera que era ridículo, la gente seguía viendo OVNIS. Así nació —porque las explicaciones no encajaban con la realidad— el mito del archivo de la CIA, ya que para que se le negara a la gente lo que estaba viendo con sus propios ojos, debía de tratarse de algo que estaba recibiendo un tratamiento extremadamente secreto.
Por lo tanto, nadie mejor que la CIA debía estar al corriente de lo que se estaba cociendo. El fenómeno OVNI llegó a ser así un tema que originaba recelo, acusaciones y controversias constantes durante los últimos treinta años. ¿Qué sabe la CIA acerca de los OVNI? ¿Qué nos dice y qué nos está ocultando?.
LA CIA EN EL BANQUILLO
Para despejar estas incógnitas, parte de la comunicación ufo1ógica norteamericana se acogió en los últimos años a la FOIA (Freedom of Information Act = Ley sobre Libertad de Información), para demandar judicialmente a la CIA y a otras agencias de inteligencia y departamentos militares para que sacaran a la luz pública la documentación oficial que sobre el fenómeno OVNI albergan sus archivos. Destacado impulsor de esta iniciativa judicial es el Ground Saucer Watch (GSW), dirigido por William H. Spaulding. Transcribo a continuación íntegra la declaración del portavoz de la CIA ante el tribunal federal ante el que se presentó la demanda.
Dado este paso, me he servido de diversos canales para obtener directamente de las distintas fuentes originales la máxima cantidad posible de copias de documentos que —relacionados siempre con el fenómeno OVNI— alimentan a los archivos oficiales —militares y de inteligencia— americanos. La suma de este material documental puede dividirse en tres grandes grupos primarios:
a) Correspondencia y memorandos procedentes de los archivos de la CIA
b) Informes de avistamientos procedentes de los archivos de la CIA
c) Documentos militares y de inteligencia procedentes de los archivos de otros departamentos oficiales americanos
En cuanto a la evaluación del material obtenido, salta a la vista inmediatamente que una gran cantidad de documentos siguen encerrados en los archivos oficiales. Tanto la CIA como las demás agencias sondeadas, han soltado únicamente una parte de sus archivos. Concretamente la CIA reconoce que ha retenido como clasificados 57 documentos, acogiéndose a las exenciones a que le autoriza la Ley sobre Libertad de Información.
Entre estos 57 documentos pueden perfectamente hallarse aquellos que hacen referencia a los supuestos subterráneos en que, en la base aérea de Wright-Patterson, los americanos tienen supuestamente bajo custodia los restos de algunos OVNI accidentados, así como aquellos otros que se refieren a la hipótesis de que los americanos conservan bajo refrigeración los cuerpos de un número indeterminado de miembros de tripulaciones OVNI, en un emplazamiento secreto de la base aérea de Langley, cerca de Norfolk, en Virginia.
Pero este número suministrado por la CIA de 57 documentos retenidos no puede en modo alguno responder a la verdad. Ya que, a tenor de lo que han entregado, es de 1ógica suponer que han trabajado también, con muchísima mayor razón, con otros incidentes OVNI, de los que sin embargo no hay constancia en estos bloques de documentación dados a publicidad.
Lo que sigue aún encerrado en los archivos de la agencia de inteligencia y en otros departamentos militares y de inteligencia tiene necesariamente que ser muchísimo más que estos 57 documentos que mencionan. Sobre todo se aprecian considerables lagunas, como si hubieran escogido diversos bloques de información de distintas épocas, y repentinamente entre estas épocas aparecen enormes huecos, que en ocasiones pueden suponer varios años seguidos en que no se fecha ni un solo informe sobre OVNI.
Encuentro a faltar muchos informes de incidentes OVNI bien conocidos por todos los ufólogos y que sin embargo no se reflejan en estos archivos, lo que —insisto— carece de toda lógica. Como carece de ella también el que no se mencione una sola línea sobre las circunstancias que acompañaron el derribo en mayo de 1960 del avión-espía americano U-2 sobre territorio soviético. Este caso debería haber aparecido precisamente entre esta documentación porque el piloto del U-2, Francis Gary Powers, trabajaba en aquella época para la Agencia Central de Inteligencia americana y porque su derribo se vio rodeado en el aire de fenómenos no explicados, según él mismo manifestó entonces.
3 MOTIVOS PARA EL SECRETO
De todas formas, estas lagunas y la ausencia de documentos clave las explica el propio Robert E. Owen, consejero y asesor de la Oficina del Consejo General de la CIA, responsable de la revisión de la información del Directorio de Operaciones de la citada agencia, a quien se encargó la revisión de los documentos que debían ser entregados en el marco de la Ley de Libertad de Información. Owen declara claramente que se retienen todos aquellos documentos que,
a) contienen información que debe ser objeto de una protección constante
b) revelan las fuentes y métodos de obtención de información de la CIA
c) revelan datos de la organización, las funciones, los nombres, los cargos oficiales o números del personal empleado
Como es lógico pueden reunir alguna o varias de estas cualidades, cantidades para todos los gustos de documentos archivados por la CIA. Son los documentos que no hemos podido obtener.
Pero aún así, las casi 1.200 hojas de documentación que he podido reunir incluyen informaciones y datos en ocasiones de extraordinario interés para cualquier interesado en el enigma mundial de los OVNI.
Y desde luego se deduce de la documentación revisada que los OVNI merecen la atención especial y continuada de los servicios de inteligencia norteamericanos.
CORRESPONDENCIA Y MEMORANDOS DE LA CIA
Repasando el bloque de correspondencia y memorandos de la CIA, se confirma en él por ejemplo que en abril de 1949 y en el polígono de tiro de White Sands, un comandante de la Marina que seguía el vuelo de un misil por el teodolito, vió de repente dos discos que maniobraban a alta velocidad alrededor del cohete de prueba, y que en el lapso de un mes tuvieron lugar tres de estas observaciones en White Sands. En sus maniobras, estos objetos volantes desconocidos alcanzaban velocidades de hasta 18.000 millas/hora (más de ¡28.000 km/h!), una velocidad, en 1949, absolutamente inalcanzable por el hombre. Y sin embargo eran objetos que maniobraban alrededor del misil.
También nos revelan estos documentos cómo, a partir de 1952, el interés de los servicios de inteligencia americanos se centra no en la averiguación del origen y de la identidad del fenómeno OVNI, sino de la influencia de dicha fenomenología en el público, en el ciudadano estadounidense. Les preocupa el que un elevado número de personas crea en la existencia de platillos, ya que ello conlleva un doble riesgo para su seguridad nacional.
Por una parte, el fenómeno OVNI puede ser empleado desde un enfoque de guerra sicológica. Un país enemigo podría aprovecharse de la continuada aparición de los OVNI para hacer ver que éstos son en realidad inigualables armas secretas suyas. De ahí nacería el impuesto silencio sobre la aparición de OVNI en los cielos de los países del este. Por otra parte, se veía un potencial riesgo en la proliferación de grupos civiles de investigación OVNI.
Dado que éstos lograban rápidamente la asociación de gran número de personas extremadamente fieles al grupo, existía el peligro de que una nación enemiga o un grupo terrorista se sirviera de estos grupos de gente en el momento de intentar una acción ofensiva contra los USA. De ahí nació la estrecha vigilancia —absolutamente confirmada en estos documentos— a que fueron sometidos los grupos privados de investigación OVNI y los ufólogos excesivamente incisivos, por parte de los servicios de inteligencia tanto de la CIA como de la USAF.
En cuanto a la alerta y defensa del territorio estadounidense en el caso de un hipotético ataque aéreo enemigo, se planteaba un nuevo riesgo: si proliferaban y se hacían usuales, normales, familiares estos avistamientos, tanto a simple vista como en las pantallas de radar, podría ocurrir que los mismos actuaran a manera de cortina de humo, que no permitiría discernir entre los que son OVNI y lo que son armas enemigas que han irrumpido en el espacio aéreo norteamericano.
Uno de los puntos críticos que afloran en estos documentos es la necesidad —pero al mismo tiempo imposibilidad— de detectar instantáneamente la naturaleza del objeto volante desconocido que irrumpe en el espacio aéreo americano, para determinar si se trata de un sobrevuelo pacífico o de una acción hostil.
Con lo cual casi me atrevería a concluir que nos hallamos ante una indirecta confirmación oficial del carácter extraterrestre de los OVNI. Ya que si se tratase de sobrevuelos de vehículos de otra potencia terrestre, ya habrían sido abatidos por los dispositivos de defensa, en este caso norteamericanos. El que esto no suceda es una evidencia de que el fenómeno es de naturaleza muy distinta. Ahí están, además, en los memorandos dirigidos al director de la CIA por su asistente científico, las siguientes palabras:
"... algo está ocurriendo y debe tener nuestra acción inmediata. Los detalles de algunos de estos incidentes han sido discutidos por nosotros. El avistamiento de objetos inexplicados a grandes altitudes, viajando a altas velocidades en las cercanías de importantes instalaciones defensivas americanas son de tal naturaleza que no pueden ser atribuibles a fenómenos naturales o vehículos aéreos de tipo conocido".
Estábamos aún en 1952. Pocos meses después se reuniría el Panel Robertson, convocado por la CIA para el examen del fenómeno OVNI a cargo de cualificados especialistas. Sus conclusiones fueron que el fenómeno no constituía una amenaza física directa a la seguridad nacional, que no existía ningún indicio de que se tratara de artefactos extranjeros capaces de realizar acciones hostiles, y que no existía tampoco evidencia alguna de que el fenómeno indicara la necesidad de una revisión de los conceptos científicos actuales.
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