abril 30, 2012

RENNES-LE-CHÂTEAU.....LA TUMBA DE DIOS...(ACTUALIZADO)



Tanto Boudet como Saunière, compartían, muchas aficiones y tenían mucho en común; ambos habían falseado tumbas de sus cementerios; modificaron su paisaje moviendo piedras, desplazando cruces o añadiendo forjados que servían de punto de referencia a quienes supieran interpretarlo adecuadamente. ¿Cuál era entonces la llave y, en todo caso, a dónde o a qué nos conduce?¿Pero por qué en el museo del Louvre adquiere varias copias de cuadros?. A saber, una reproducción anónima del Papa Celestino V (Único Ponticipe que renunció a su cargo en el Vaticano), otra de sus adquisiciones fue del pintor David Teniers "San Antonio y San Jerónimo en el desierto" y sin duda alguna la adquisición mas peculiar de todas es una obra de las mas enigmáticas y conocidas de Nicolas Poussin fechada entre 1638 y 1640… "Les bergers d'Arcadie" (Los pastores de la Arcadia.)Independientemente de su valor artístico, posiblemente sea este cuadro el que tenga una mayor importancia sobre los demás para Saunière. La escena que muestra es la siguiente…En un paraje montañoso hay cuatro personajes, tres pastores y una mujer entorno a una gran sarcófago, mientras uno de los pastores mira hacia la mujer, los otros dos señalan y contemplan una inscripción sobre dicho sarcófago, puede leerse "ET IN ARCADIA EGO" la misma que figuraba sobre la piedra lapidaria de la Marquesa de Houtpoul-Blancheford.Enigmática frase… "ET IN ARCADIA EGO" (Y EN LA ARCADIA YO). Justo la misma frase grabada sobre la tumba de la Marquesa por A. Bigou, ¿Una Clave?, ¿Una señal?…Y ¿que es la Arcadia? Pues un supuesto lugar mitológico clásico narrado por el poeta Virgilio, paraíso de los ancianos, lugar de la inmortalidad, pero…¿Porque una tumba en un lugar donde residen los inmortales?…además este paraje no es un lugar imaginario, la imagen del cuadro concuerda con inquietante exactitud a un lugar muy próximo a Rennes-le-Château, un punto de extraordinaria similitud con el paisaje del cuadro de Poussin…Todo parece coincidir, la ubicación del sarcófago, la forma y el tamaño del mismo, la vegetación y las montañas, solo que a estas montañas podemos ponerle un nombre, estamos hablando de una zona del valle alto de l'Aude (zona sur del Languedoc limitrofe a los Pirineos) justo entre los montes Cardou y Bugarach.Son justo 12 los kilómetros por carretera los que separan Rennes-Le-Château de este punto que campo a través se reducen a tan solo 5 kilómetros. Es un lugar junto a una pequeña aldea muy próxima a Arques, esta aldea se llama Serres. El único documento existente que pueda dar una fecha acerca de la existencia de esta tumba data del año 1709.Para los lugareños esta tumba siempre estuvo ahí, y digo estuvo por que actualmente ya no existe. El lugar sigue ahí, no así el sepulcro que en el día 15 de abril de 1988 fue literalmente dinamitado por el propietario de los terrenos, mas que cansado de los numerosísimos curiosos, turistas e investigadores que acudían al lugar.Lo que si es verdad es que esta tumba era bastante extraña en tan peculiar lugar…¿Seria posible que esta tumba ocultase otra…? Cerca del lugar hay una cantera con grandes bloques de piedra, algo más abajo se encuentra el único Menihr (piedra levantada de origen celta).Curiosamente dicha piedra no es mencionada en el libro del párroco H. Boudet, además en este lugar donde se encuentra el menirh la tierra al ser golpeada por los pies suena a hueco, quizás la explicación es que en ese punto nos encontramos sobre una cueva. A todo esto hay que añadir además que existe una perfecta alineación entre el meridiano de Paris, el menihr, la cueva y la tumba de Arques.Una de las versiones mas extendidas es que la tumba de Jesús de Nazaret estaría en los alrededores de este lugar. Hay cierta leyenda que cuenta que los Templarios fueron los encargados de trasladar su cuerpo desde Tierra Santa hasta esta zona del Languedoc, de esta manera lo pondría fuera del alcance de los musulmanes que poco después reconquistarían "Outremer" la tierra mas allá del mar que era como llamaban los templarios a la Tierra Santa.Como digo esto es una leyenda, aunque hay que reconocer que dicha leyenda está muy arraigada en la región, lo que si es totalmente cierto y real es que curiosamente el castillo de Blancheford se encuentra a menos de dos kilómetros del lugar.Sí nos aferramos a la historia oficial, al parecer Poussin jamás estuvo en esta zona de Francia, entonces habríamos de sopesar y especular con varias posibilidades…¿Pudo Alguien dibujar simplemente el fondo del cuadro y terminar Poussin el resto? ¿O utilizar Poussin otro dibujo facilitado por alguien como referencia a un lugar concreto?.......


Dos investigadores ingleses aseguran haber desentrañado un misterio que supondría la última herejía del cristianismo: los restos mortales de Jesús yacen ocultos en la ladera del Monte Cardou bajo toneladas de piedra.Así lo afirman Richard Andrews y Paul Schellenberger en su libro La tumba de Dios, cuya publicación en Gran Bretaña ha merecido todo tipo de comentarios en la Prensa, la mayoría de incredulidad.La fabulosa historia de La tumba de Dios comienza al término de la Primera Cruzada (año 1099) y la recuperación de Jerusalén para la Cristiandad.Año 1118. Hugues de Payns y Geoffroy de Saint-Omer fundan la Orden de los Caballeros Templarios. Su misión, proteger los Santos Lugares y defender a los peregrinos cristianos que visitaban Jerusalén.Año 1314, el último de los grandes maestres de la orden templaria moría en la hoguera. ¿Qué convirtió en herejes a aquellos monjes armados que juraron defender la fe?Andrews y Schellenberger creen haber encontrado la respuesta. Los templarios eran los guardianes de un terrible secreto: los restos mortales de Cristo, ocultos en una galería del monte del Templo de Salomón, en Jerusalén. Cuando, en 1187, la ciudad santa fue recuperada por Saladino, los templarios saquearon el templo llevándose todos los tesoros que encontraron a su paso. En una de la galerías que excavaron en busca de oro y joyas, los monjes soldados hallaron una tumba, la del hijo de Dios hecho hombre. Su descubrimiento, si verdaderamente lo hubo, desmoronaba todo el entramado teológico del Cristianismo. Declarar en la Edad Media que se estaba en posesión del cuerpo inerte de Jesús acarreaba la ejecución inmediata por herejía.A los fieles de la Iglesia de Roma se les exigía que aguardasen el regreso de Jesús el día del Juicio para participar del reino de los Cielos. Pero si Cristo yacía en una tumba, entonces el mensaje de la salvación era falso. Los hombres no podían esperar la resurrección de alguien cuyos restos mortales habían sido encontrados; el Hijo de Dios hecho hombre no era el Salvador.Los templarios, según la fantástica teoría de Andrews y Schellenberger, elaboraron un mapa cuya geometría oculta indicaba el lugar preciso donde habían encontrado los restos de Jesucristo. De regreso a sus propiedades en Languedoc, transportaron con ellos el cuerpo y lo sepultaron en un lugar oculto. Cuando comenzaron a ser perseguidos por el enorme poder que habían acumulado, dejaron una serie de claves secretas para encontrarlo.Cuadros, monumentos y pergaminos confeccionados por otros adeptos a las doctrinas secretas, masones en su mayoría, resguardarían la tumba de las miradas indiscretas.Así fue durante siglos, hasta que, en 1886, el sacerdote François Bérenguer Saunière, destinado en la localidad de Rennes-le Château encontró bajo el altar de la parroquia unos pergaminos guardados en unos tubos de madera. Aquel joven cura acababa de ponerse sobre la pista del secreto templario.A partir de ese momento los acontecimientos se precipitan. El hasta entonces sacerdote pobre que completaba su exigua dieta con la pesca y la caza comienza a recibir millonarias donaciones anónimas. Visita París y adquiere en el Louvre copias de tres cuadros: Les Berguer d'Arcadie de Nicolas Poussin, un San Antonio el Ermitaño de David Terniers y un retrato del papa Celestino V, cuyo autor no se cita.En París, Saunière pone en manos de eruditos las copias de los pergaminos y entra en contacto con los ambientes esotéricos. De vuelta a Rennes, el párroco comienza a levantar sospechas entre los lugareños debido a su alto tren de vida. Rennes-le-Château, en el sudoeste de Francia, es famosa por haber acogido a los visigodos que saquearon Roma llevándose todos los objetos de valor. ¿Podía Saunière haber encontrado alguno de esos tesoros en sus frecuentes excursiones por la zona? Esa era la pregunta que se hacían los aldeanos, lejos de saber que lo que en realidad había encontrado su párroco eran dos pergaminos que contenían pasajes de las Sagradas Escrituras y, algo mucho más importante, ocultaban una serie de claves que conducían al lugar donde los templarios habían escondido los restos mortales de Cristo.Pero ese era sólo el primer escalón de una cadena de enmarañados códigos cifrados, inscripciones y mensajes crípticos que reposan entre aquellos cuadros que tan afanosamente buscó el párroco Saunière en París.Con la ayuda de Antoine Gélis y Henri Boudet, presbíteros de las parroquias cercanas de Coustassa y Rennes-les-Bains respectivamente, el abad Saunière se dedicó a desentrañar el misterio de la tumba de Dios. En el cuadro de Nicolas Poussin Les Bergues d'Arcadie II encontraría nuevas respuestas al enigma templario. Poussin, adicto a las sociedades secretas que aseguraban que el hombre podría alcanzar la iluminación por sus propios medios y que, por tanto, la resurrección carecía de importancia, había reproducido en este lienzo de 1647 un paisaje que sólo se encuentra en Languedoc. En el cuadro aparece el lema «Et in Arcadia Ego», que para Andrews y Schellenberger esconde la palabra Arca-die, es decir, tumba de Dios. Uno de los pastores de la pintura señala con su dedo una tumba. El significado completo del lema sería: «Estoy tocando la tumba de Dios, Jesús».Si se analizan los cuadros y los pergaminos, las inscripciones de las tumbas de muchos de los protagonistas de esta historia fantástica y las fortificaciones templarias derramadas por Languedoc, los autores aseguran que se comprueba que forman una serie de ejes geométricos que corresponden al lugar exacto donde los Caballeros de la Orden Templaria ocultaron a los ojos de la Iglesia de Roma los restos del Hijo de Dios. El lugar, la ladera del Monte Cardou bajo toneladas de tierra y junto a la carretera de Rennes-les-Bains. El mismo lugar que dibujó Poussin como paisaje de fondo de Les Bergues d'Arcadie II.De ser cierto que allí se encuentra la tumba de Cristo el hallazgo sería de una importancia formidable y sería necesario que las autoridades francesas permitieran realizar las excavaciones necesarias para descubrir el túnel que los templarios excavaron en Cardou para esconder su tesoro. Pero la pregunta que los dos investigadores se hacen en el epílogo del libro es si la Iglesia Cristiana iba a querer desenterrar unos restos mortales tan venerados y que, de acuerdo a los Evangelios, no existirían: «Y al tercer día resucitó de entre los muertos...».Una pregunta que muy probablemente también se hicieron los abades de Languedoc cien años antes. Si ellos, representantes de la Iglesia Católica Apostólica y Romana habían descubierto que la fe en la que creían y que les había llevado a ordenarse en el sacerdocio se cimentaba sobre una mentira, ¿podían seguir guardando fidelidad al Vaticano?Aquellos párrocos, como los templarios cuatrocientos años antes, se vieron inmersos en un mundo de misterio, esoterismo y maldiciones. Su riqueza, conseguida de forma tan misteriosa a través de las donaciones que recibían de otros adeptos a las sociedades secretas, también les deparó un final casi tan siniestro como el que sobrevino a la Orden Templaria.No en vano, caballeros medievales y párrocos de principios del XIX, habían desafiado a la organización religiosa más poderosa y próspera en la historia «civilizada»: la Iglesia Católica.

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