La palabra «Cábala» aparece asociada en la mente de todo el mundo a la idea de lo misterioso y enigmático en extremo, como si en ella estuviera ence-rrado el más recóndito de los secretos. Pocas palabras hay que sugieran como ésta lo impenetrable, el lenguaje cifrado y esotérico, el arcano de lo que rebasa la comprensión normal.
¿Hasta qué punto resulta justificada tal concepción? Trataremos de comprobarlo en las líneas que siguen.
Kabbalah quiere decir en hebreo «Tradición». Designa la Gnosis judía, que ha sido transmitida oralmente desde tiempo inmemorial a través de una cadena iniciática. Es, por tanto, el cauce doctrinal que recoge las más profundas y elevadas enseñanzas de la religión mosaica, su reensaje secreto. En ella se encierra la sabiduría oculta y suprema del judaismo. En este sentido, la Cábala viene a Ser a la tradición judía lo que el sufismo o Tasawwuf a la tradición islámica, la otra gran rama, junto con el cristianismo, del común tronco abrahámico.
La Cábala se basa en interpretaciones simbólicas y esotéricas de la Biblia, manejando sobre todo, para esta su exégesis esotérica de los textos bíblicos, el simbolismo de las letras, los números y las palabras. El reconocimiento de la fuerza mística, mágica y creadora de la palabra, ya sea oral o escrita, es uno de los rasgos distintivos de la doctrina cabalística. De ahí que la Cábala haya podido ser conceptuada como una «mística del lenguaje». Para la doctrina cabalística, el Universo está formado por letras, que determinan la verdadera naturaleza de las cosas: cada mundo es un alfabeto escrito por la mano de Dios.
El estudio de las letras y la combinación de sus equivalencias aritméticas desempeña un papel capital en la especulación cabalística. Hay que tener en cuenta que las letras del alfabeto hebreo, además de su simbolismo gráfico, tienen unos valores numéricos que los sabios cabalistas saben aprovechar, con inigualable maestría, para desentrañar el más hondo significado de cada término y de cada frase de las Sagradas Escrituras.
Hay quienes han creído ver en la doctrina esotérica cabalista algo así como el fundamento doctrinal de la subversión secreta universal, el elemento inspirador de una supuesta conspiración judeo-masónica; es el caso, por ejemplo, del conocido prelado chileno Monseñor Meurin. Pero no hay nada en la doctrina cabalista que pueda dar pie a semejante hipótesis, ni que induzca a pensar en intenciones ocultas de los maestros esotéricos hebreos. No se ve cómo una doctrina espiritual ortodoxa como la Cábala, cuyo contenido es fundamentalmente de índole metafísica y teológica, pueda servir de base para ninguna acción corrosiva y destructiva. La Cábala no sólo no tiene nada que ver con la subversión ni con el ocultismo, sino que es una de las más excelentes formas de expresión de la Tradición Universal. Semejantes concepciones obedecen tanto a un desconocimiento del mensaje de la Cábala como a una malinterpretación del fenómeno esotérico, y suelen estar motivadas no pocas veces por una visceral hostilidad hacia el pueblo judío, coaligada con la intransigencia de una mentalidad exotérica que pretende emitir juicios sobre el mundo del esoterismo sin estar en absoluto cualificada para ello.
Origen de la doctrina cabalista
La formulación de la doctrina cabalista tal y como hoy la conocemos suele ser atribuida al rabino Simeón ben Yohal, del siglo II. al que se supone autor del Zohar, «El Libro del Esplendor», uno de los textos básicos de la Cábala.
Según refiere una antigua tradición, Simeón ben Yohai, discípulo del rabino Ariba, que había sido condenado a muerte por los romanos ante su rebeldía a acatar la autoridad de Roma y su negativa a revelar algunos de los secretos de la Ley hebrea, redactó el Zohar en el interior de una cueva en la que se refugiara para huir de la persecución romana y evitar así sufrirla suerte de su maestro {no pasará desapercibido el significado de la cueva como símbolo del centro y del corazón, lugar de la iniciación y del renacimiento interior, donde se hallan guardados los ocultos tesoros). El Zohar, en el que Yohai recogió todas las enseñanzas recibidas de los maestros del pasado, permaneció oculto durante siglos, custodiado y estudiado en secreto por una minoría de iniciados en los misterios, la élite espiritual del pueblo judío, hasta que, llegado el momento propicio, salió de nuevo a la luz en la España del siglo XIV para no ocultarse ya jamás.
Es interesante constatar que la Cábala tuvo una de sus más brillantes épocas de florecimiento precisamente en Sefarad, en España. Fue, en efecto, entre la judería española donde vivieron algunos de los más destacados representantes de la enseñanza cabalística de todos los tiempos. Figuras tan destacadas como Moisés de León, Ezra de Gerona o Salomón Ibn Gabirol. Fue precisamente Moisés de León, que vivió en Granada entre 1250 y 1305, quien redescubrió y reelaboró el Zohar, siendo por ello considerado como el autor de dicha obra.
El otro gran centro cabalístico, que adquiere relieve sobre todo a raíz de la expulsión de los judíos de España en 1492, fue la aldea palestina de Safed, en la Alta Galilea, donde en el siglo XVI enseñó el gran maestro Moisés Cordovero, cuya labor sería continuada por su eminente discípulo Isaac Luna, llamado «el León» (Ar). La mística Safed, verdadero faro sapiencial a lo largo de varios siglos, sigue siendo todavía en nuestros días un importante centro espiritual y esotérico para la cultura israelita.
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