Se dice que el nombre sánscrito “Shambhala” significa “lugar de la paz, de la tranquilidad”, denominación apropiada para la labor de sembrar la semilla de la luz en la Tierra. Nos encontramos frente a la ciudad matriz del mundo subterráneo de Agharta, un lugar que aún hoy en día es recordado por los Lamas y sabios de Oriente.
Los Maestros de origen celeste que fundaron Shambhala para polarizar la pugna de fuerzas en el mundo, han extendido su radio de acción no sólo en el desierto de Gobi o los Himalayas, sino también en América del Sur, donde se halla un verdadero laberinto de túneles que conduce a fantásticas ciudades intraterrenas.
Aunque suene increíble, aquellos seres de luz constituyen la denominada Hermandad Blanca o Gobierno Interno Positivo del planeta.
La Hermandad Blanca, a lo largo de la historia, ha venido inspirando a diversos hombres y mujeres de todas las latitudes del mundo, quienes lograron escuchar el “llamado” para encender su propia antorcha interior.
¿Con qué propósito?
Cual faro luminoso que guía las embarcaciones, el llamado de los Maestros estimula al caminante a descubrir su real “sentido” y “misión”, que aunque yace silente en algún lugar de nuestro interior, es sensible a esa activación si estamos prestos no sólo a escucharla, sino a asumirla, por cuanto requiere un compromiso para con la humanidad.
En América del Sur, se encuentran diversos Retiros Interiores de aquellos Maestros antiguos. Los tres centros principales, cual triángulo de poder que opera hace miles de años, los presentamos brevemente aquí:
Paititi - El Centro Supremo
Paititi es considerado en la actualidad por diversos investigadores como el enigma arqueológico de Sudamérica; sin embargo, no ha sido hallado y para algunos historiadores la misteriosa ciudad perdida sigue siendo tan sólo una leyenda.
Se dice que en las selvas de Madre de Dios, en la zona sur oriental del Perú, existe una ciudad de piedra, con estatuas de oro erigidas en amplios jardines.
Lo interesante de Paititi es que las “leyendas” señalan que hasta hoy en día el Imperio amazónico se encuentra en plena actividad, y por si esto fuera poco, se afirma además que es el lugar donde mora el último Inca, esperando el momento de retornar al “mundo de afuera” para restituir el orden que se quebró en el pasado desde el arribo de Pizarro y los conquistadores españoles.
El mayor de los misterios
La leyenda del Paititi ha perdurado en la mente de muchos hombres. Ya en el siglo XVII corría como reguero de pólvora la noticia de una ciudad fantástica, misteriosa, y que albergaba grandes tesoros que supuestamente pertenecieron a los incas. Algunos libros, inspirándose en crónicas antiguas o en relatos de nativos indígenas, abordaron el tema logrando con ello generar un mayor interés .
Lamentablemente, todo esto acrecentó la ambición de algunos exploradores que de inmediato se lanzaron a organizar ambiciosas expediciones. En la mayoría de los casos, lo único que se halló fue un desenlace fatal al profanar las sagradas selvas del Antisuyo incaico.
Quizá lo que más ha contribuido al conocimiento de la presunta existencia del Paititi son los petroglifos de Pusharo. Estos extraños grabados habrían sido descubiertos en 1921 por el misionero dominico Vicente de Cenitagoya , hallándolos en una gigantesca roca que se acomoda a orillas del río Sinkibenia, considerado sagrado por los machiguengas.
Más tarde, los petroglifos fueron observados por numerosos exploradores. Ya en 1970, el sacerdote y antropólogo A. Torrealba fotografió y estudió los grabados. Muchos investigadores coinciden en que los petroglifos no fueron hechos por los incas, entonces ¿quién los hizo?
Pusharo no es la única evidencia de una obra humana en las selvas del Manú, también se han encontrado numerosas ruinas y caminos parcialmente pavimentados. Las pirámides de Paratoari son una prueba fehaciente de estas obras.
Diversos estudios demuestran que estas grandes moles no serían producto de la naturaleza, sino la obra de una civilización desconocida.
La imagen de la polémica
Gracias a la tecnología moderna se ha podido fotografiar la cordillera del Pantiacolla, que generalmente se halla cubierta por sospechosas “nubes”. La fotografía fue tomada en diciembre de 1975 por el satélite norteamericano Landsat 2, que formaba parte de un ambicioso proyecto de la NASA.
El enigma se inició cuando el Landsat 2 logró unas espectaculares fotografías en el sureste peruano donde se apreciaban con nitidez unos diez “puntos” agrupados en pares; es decir, dos filas de cinco. Por si esto fuera poco, posteriores análisis identificaron a cada punto como “una pirámide trunca de proporciones enormes”.
Como era de esperarse, el descubrimiento generó las más encontradas opiniones, y el más profundo cuestionamiento: ¿Qué es esto? De seguro ello fue lo que se dijo a sí mismo el explorador japonés Yoshiharu Sekino, quien partió en busca de las “pirámides del Pantiacolla” (como se les bautizó posteriormente) sin llegar a dar con ellas debido a la tupida jungla.
Como un dato adicional, es bien sabido que el tamaño calculado a cada uno de los “puntos” equivale a las dimensiones de la Gran Pirámide de Egipto (!). Al margen de ese misterio, los propios nativos de la zona, los machiguengas, sostienen la existencia de otras pirámides en la meseta del Pantiacolla. Según el testimonio de ellos, son doce construcciones, y seres “vestidos de blanco” viven en ellas...
Curiosamente, en esta extraña meseta se han reportado numerosas expediciones desaparecidas, perturbaciones electromagnéticas en los instrumentos, “apariciones” de inusitadas luces, ruidos extraordinarios que parecían surgir del suelo, y para añadirle el ingrediente final, los relatos de los machiguengas, quienes afirman, con total naturalidad, que “al otro lado” (con esto se refieren al Pongo de Mainiqui) existe una civilización muy antigua que “lo sabe todo”.
¿La Hermandad Blanca o Los Maestros del Paititi?
Ellos serían los “Paco Pacuris” o “Guardianes Primeros” que mencionaba la creencia andina; antiguos Maestros que fundaron en el actual Parque Nacional del Manu una ciudad intraterrestre, anterior al Imperio Inca. Aquellos guardianes custodian los Anales de sus milenarias culturas desaparecidas, así como el sagrado Disco Solar, que otrora se hallaba en el templo inca del Koricancha, pero que fue salvado de la codicia de los conquistadores.
Paititi o Qoañachoai (como le denominan los hombres del reino Q´ero) está en plena activad. Sus Maestros vigilantes.
Sólo un puro de corazón podrá penetrar sus santuarios intraterrenos y desvelar el misterio.
.bibliotecapleyades.net
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