Uno de los testimonios más importantes acerca de la existencia de La Atlántida se debe a Heinrich Schliemann (1822-1890), el célebre arqueólogo descubridor de Troya. Un nieto de Heinrich, Paul Schliemann, publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título, "Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización", era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos. Contaba el autor del mismo que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción: "Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él." Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado añadía: "Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Exáminese el contenido. Concierne a La Atlántida. Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del valle Chacuna." El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos. En uno de ellos leyó: "He llegado a la conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización. En las adjuntas compilaciones se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente." "Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich Schliemann en uno de sus escritos- y descubrí en la segunda ciudad el famoso "Tesoro de Príamo", encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño. Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres geroglíficos fenicios, que decía: "Del rey Cronos de La Atlántida". El que esto lea podrá imaginar mi emoción. Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo. Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor que el descubrimiento de cien Troyas. Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente. En 1883, encontré en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubrí piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que yo había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo." "Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en idéntica forma. Conseguí algunos de estos objetos de Tiahuanaco y los sometí a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América. Analicé los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto. El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades. Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos. La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en mis diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida!" "Una inscripción que desenterré cerca de la puerta de Los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra. Toda esta inscripción es muy importante, y la he mantenido en secreto". Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmátcos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: "Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes". "Siguiendo las indicaciones de mi abuelo - resumió Paul Schliemann sus investigaciones- he trabajado durante seis años en Egipto, Africa y América, donde he comprobado la existencia de La Atlántida. He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos..." En este punto del relato las noticias sobre sus descubrimientos se pierden.........
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