En vista de la precisión del Código de la Biblia para detallar nuestro pasado, ¿qué exactitud puede tener esa misma matriz en predecir los tiempos futuros? El doctor Rips en sus conversaciones con Drosnin, sugiere que todo el Código de la Biblia tuvo que ser escrito de una sola vez, en lugar de en series de escritos que se fueron haciendo con el paso del tiempo. Esa afirmación sugiere que todas las posibilidades de todos los futuros ya están marcadas. «Lo experimentamos como un holograma; se ve de un modo distinto cuando lo observamos desde otro ángulo, pero, por supuesto, la imagen está pregrabada.» La clave que aplicar a este antiguo código del tiempo para los acontecimientos futuros puede estar en contemplarlo con los ojos de un físico cuántico.
En la física moderna hay un principio que afirma que es imposible saber el «cuándo» y el «dónde» de una misma cosa al mismo tiempo. Si mides dónde está algo, pierdes información sobre la rapidez con la que se mueve. Si mides la rapidez con la que se mueve, no puedes saber con certeza dónde está. Esta clave para el mundo cuántico fue desarrollada por el físico Werner Heisenberg, y se conoce como el principio de incertidumbre (o indeterminación) de Heisenberg.
La demostración de la impredecible conducta de la naturaleza en el mundo cuántico puede que indique que nuestro sentido del tiempo sigue precisamente este tipo de conducta. De ser así, las posibilidades que aparecen en el Código de la Biblia pueden existir sencillamente como tales, como posibilidades. Los acontecimientos, tanto pasados como futuros, son el resultado final de una secuencia de condiciones que puede que hayan empezado días, o incluso cientos de años, antes de que el hecho real tenga lugar. Expuesto como una ecuación actual, si elegimos un curso específico de acontecimientos, entonces podemos esperar ver tal y tal resultado.
Si vemos la herramienta de predicción como una lente que nos muestra mejor las posibilidades, esta aportará un nuevo entendimiento sobre el papel de la profecía en nuestras vidas. El Código de la Biblia, al coincidir sobre nuestro futuro con muchas profecías bíblicas, de los amerindios y demás, nos pone sobre aviso respecto una serie de escenarios apocalípticos. Con inicio en un futuro próximo, sucesos como una tercera guerra mundial que se originará en Oriente Próximo, terremotos catastróficos y la devastación de grandes centros de población, se presentan como posibilidades. La amenaza de una colisión directa con un cometa al final del siglo xx o principios del xxi, parece, ser una de las, preocupaciones, más inmediatas.
En 1992 el astrónomo Viran Marceen del Harbad-Smithsonian Centre for Astrophysics, anunció el regreso del cometa «Tortuga Veloz» (Swift-Turtle), descubierto originalmente en 1858. El día exacto del redescubrimiento del cometa estaba en el Código de la Biblia, junto con su predicho retomo 134 años después. Las palabras concretas «cometa», «Tortuga Veloz» y la fecha del retorno de dicho cometa en el año 2126, están claramente cifradas en el texto. Al principio se pensó que estaba en vías de colisionar con la Tierra en el momento de su retorno; sin embargo, la revisión de los cálculos parece indicar que el cometa pasará a una distancia segura. No obstante, los astrónomos advierten de una serie de «colisiones fallidas cercanas» que nos conducirán hasta la época del regreso de la Tortuga Veloz en el año 2126; la primera de ellas tendría lugar en el año 2006. En el texto hebreo, cruzándose con la fecha del año 2006, se encuentran las palabras: «Su camino colisionó con su morada», acompañadas de la frase en una línea adjunta, «Año en que se predice para el mundo».
A continuación de estas advertencias hay palabras similares que conducen al año 2010. Las palabras «días de horror» cruzan esta fecha con descripciones adicionales de «oscuridad», «tinieblas» y «cometa». Quizá la secuencia más inquietante de las palabras respecto al futuro se encuentre por encima del año 2012. Es aquí, justamente en el mismo año en que finaliza el calendario maya, donde vemos las palabras «Tierra aniquilada». Esta visión de una antigua posibilidad para nuestro futuro ofrece un misterioso ejemplo de un elemento que se halló en todo el Código de la Biblia. Drosnin afirma que en el lugar donde está cifrada la fecha, un segundo pasaje describe un resultado muy distinto. Las palabras simplemente dicen: «Será hecho añicos, apartado, lo haré pedazos, 5772» (el año hebreo para el año 2012).
Al igual que otras profecías, por una parte el código parece estarnos diciendo que el año 2012 termina con la vida en el planeta, al menos tal como la conocemos, mientras que a un mismo tiempo, en otro lugar, la amenaza contra la Tierra es destruida. ¿Cómo pueden darse los dos resultados a un mismo tiempo? De vez en cuando surgen paradojas similares en el Código de la Biblia, concretamente en lo que respecta a los resultados de elecciones, acontecimientos políticos y guerras. Además de recordarnos la oportunidad de dar forma a resultados específicos para el futuro basados en nuestras elecciones del presente, el Código de la Biblia nos recuerda algo aún más significativo.
Muy cerca de los resultados específicos, como asesinatos y las simientes de una guerra mundial, hay dos palabras que se repiten una y otra vez. Junto a muchos de los sucesos más graves, las palabras formulan una sencilla pregunta: «¿Lo cambiaréis?». El Código de la Biblia, al evocar las creencias de los antiguos esenios conservadas para nosotros, también parece sugerir que desempeñamos un papel significativo en el curso de los acontecimientos, incluso de aquellos que ya están en movimiento en forma de posibilidades. ¡Según parece, nuestro papel es tan importante que puede que hasta cambiemos el curso de los hechos! «¿Lo cambiaréis?», parece ser una pregunta directa hecha a aquellos que con seguridad leerían el mensaje del criptógrafo tres mil años después de que fuera escrito.
Es como si los escritores supieran que seria necesario disponer de tecnología altamente sofisticada para comprender su código; como si nos recordaran que ahora, cuando estamos descifrando el mensaje de los criptógrafos, es cuando estamos preparados para participar en el despliegue del tiempo y cambiar las posibilidades más oscuras del futuro. ¿Cómo puede ser que hayan aparecido ahora estos y otros mensajes en un manuscrito que fue cifrado hace más de tres milenios? El Código de la Biblia nos devuelve a las mismas preguntas a que nos han conducido las otras profecías.
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En la física moderna hay un principio que afirma que es imposible saber el «cuándo» y el «dónde» de una misma cosa al mismo tiempo. Si mides dónde está algo, pierdes información sobre la rapidez con la que se mueve. Si mides la rapidez con la que se mueve, no puedes saber con certeza dónde está. Esta clave para el mundo cuántico fue desarrollada por el físico Werner Heisenberg, y se conoce como el principio de incertidumbre (o indeterminación) de Heisenberg.
La demostración de la impredecible conducta de la naturaleza en el mundo cuántico puede que indique que nuestro sentido del tiempo sigue precisamente este tipo de conducta. De ser así, las posibilidades que aparecen en el Código de la Biblia pueden existir sencillamente como tales, como posibilidades. Los acontecimientos, tanto pasados como futuros, son el resultado final de una secuencia de condiciones que puede que hayan empezado días, o incluso cientos de años, antes de que el hecho real tenga lugar. Expuesto como una ecuación actual, si elegimos un curso específico de acontecimientos, entonces podemos esperar ver tal y tal resultado.
Si vemos la herramienta de predicción como una lente que nos muestra mejor las posibilidades, esta aportará un nuevo entendimiento sobre el papel de la profecía en nuestras vidas. El Código de la Biblia, al coincidir sobre nuestro futuro con muchas profecías bíblicas, de los amerindios y demás, nos pone sobre aviso respecto una serie de escenarios apocalípticos. Con inicio en un futuro próximo, sucesos como una tercera guerra mundial que se originará en Oriente Próximo, terremotos catastróficos y la devastación de grandes centros de población, se presentan como posibilidades. La amenaza de una colisión directa con un cometa al final del siglo xx o principios del xxi, parece, ser una de las, preocupaciones, más inmediatas.
En 1992 el astrónomo Viran Marceen del Harbad-Smithsonian Centre for Astrophysics, anunció el regreso del cometa «Tortuga Veloz» (Swift-Turtle), descubierto originalmente en 1858. El día exacto del redescubrimiento del cometa estaba en el Código de la Biblia, junto con su predicho retomo 134 años después. Las palabras concretas «cometa», «Tortuga Veloz» y la fecha del retorno de dicho cometa en el año 2126, están claramente cifradas en el texto. Al principio se pensó que estaba en vías de colisionar con la Tierra en el momento de su retorno; sin embargo, la revisión de los cálculos parece indicar que el cometa pasará a una distancia segura. No obstante, los astrónomos advierten de una serie de «colisiones fallidas cercanas» que nos conducirán hasta la época del regreso de la Tortuga Veloz en el año 2126; la primera de ellas tendría lugar en el año 2006. En el texto hebreo, cruzándose con la fecha del año 2006, se encuentran las palabras: «Su camino colisionó con su morada», acompañadas de la frase en una línea adjunta, «Año en que se predice para el mundo».
A continuación de estas advertencias hay palabras similares que conducen al año 2010. Las palabras «días de horror» cruzan esta fecha con descripciones adicionales de «oscuridad», «tinieblas» y «cometa». Quizá la secuencia más inquietante de las palabras respecto al futuro se encuentre por encima del año 2012. Es aquí, justamente en el mismo año en que finaliza el calendario maya, donde vemos las palabras «Tierra aniquilada». Esta visión de una antigua posibilidad para nuestro futuro ofrece un misterioso ejemplo de un elemento que se halló en todo el Código de la Biblia. Drosnin afirma que en el lugar donde está cifrada la fecha, un segundo pasaje describe un resultado muy distinto. Las palabras simplemente dicen: «Será hecho añicos, apartado, lo haré pedazos, 5772» (el año hebreo para el año 2012).
Al igual que otras profecías, por una parte el código parece estarnos diciendo que el año 2012 termina con la vida en el planeta, al menos tal como la conocemos, mientras que a un mismo tiempo, en otro lugar, la amenaza contra la Tierra es destruida. ¿Cómo pueden darse los dos resultados a un mismo tiempo? De vez en cuando surgen paradojas similares en el Código de la Biblia, concretamente en lo que respecta a los resultados de elecciones, acontecimientos políticos y guerras. Además de recordarnos la oportunidad de dar forma a resultados específicos para el futuro basados en nuestras elecciones del presente, el Código de la Biblia nos recuerda algo aún más significativo.
Muy cerca de los resultados específicos, como asesinatos y las simientes de una guerra mundial, hay dos palabras que se repiten una y otra vez. Junto a muchos de los sucesos más graves, las palabras formulan una sencilla pregunta: «¿Lo cambiaréis?». El Código de la Biblia, al evocar las creencias de los antiguos esenios conservadas para nosotros, también parece sugerir que desempeñamos un papel significativo en el curso de los acontecimientos, incluso de aquellos que ya están en movimiento en forma de posibilidades. ¡Según parece, nuestro papel es tan importante que puede que hasta cambiemos el curso de los hechos! «¿Lo cambiaréis?», parece ser una pregunta directa hecha a aquellos que con seguridad leerían el mensaje del criptógrafo tres mil años después de que fuera escrito.
Es como si los escritores supieran que seria necesario disponer de tecnología altamente sofisticada para comprender su código; como si nos recordaran que ahora, cuando estamos descifrando el mensaje de los criptógrafos, es cuando estamos preparados para participar en el despliegue del tiempo y cambiar las posibilidades más oscuras del futuro. ¿Cómo puede ser que hayan aparecido ahora estos y otros mensajes en un manuscrito que fue cifrado hace más de tres milenios? El Código de la Biblia nos devuelve a las mismas preguntas a que nos han conducido las otras profecías.
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