julio 21, 2012

NAZIS EN EL TIBET...(2)






Varios estudios de posguerra sobre nazismo y ocultismo, tales como el de Trevor Ravenscroft en “La lanza del destino”, de 1973, han afirmado que bajo la influencia de Haushofer y la Sociedad Thule, Alemania envió expediciones anuales a Tibet desde 1926 hasta 1943. Su misión era, primero encontrar y después mantener contacto con los antepasados arios en Agartha y Shamballah, ciudades subterráneas ocultas bajo los Himalayas. Expertos en el tema servían como guardianes de secretos poderes ocultos, especialmente del vril. Las misiones buscaban su ayuda para aprovechar dichos poderes en la creación de la suprema raza aria. De acuerdo con estos relatos, Shamballah rechazó proporcionar ayuda alguna, pero Agartha accedió a ofrecerla. Posteriormente, desde 1929, supuestamente, grupos de tibetanos fueron a Alemania y fundaron logias conocidas como la Sociedad de los Hombres Verdes, en conexión con la Sociedad del Dragón Verde en Japón, con la intermediación de Haushofer, que supuestamente ayudaron a la causa nazi con sus poderes ocultistas. Himmler se sentía atraído por estos grupos de expertos tibetanos y agartianos y se cree que por su influencia fundó el Ahnenerbe en 1935.
Además del hecho de que Himmler no sólo fundó el Ahnenerbe, sino que lo incorporó a las SS en 1937, el relato de Ravenscroft contiene otras afirmaciones dudosas. La principal es el supuesto apoyo de Agartha a la causa nazi. En 1922, el científico polaco Ferdinand Ossendowski, publicó “Bestias, hombres y dioses”, en el que describe sus viajes a través de Mongolia. En él relataba haber oído hablar de la ciudad subterránea de Agartha bajo del desierto de Gobi. Sus poderosos habitantes vendrían a la superficie, en el futuro, a salvar el mundo del desastre. La traducción alemana del libro de Ossendowski, “Tiere, Menschen und Götter”, apareció en 1923 y se hizo muy popular.
“La conexión nazi con Shambala y Tibet”, Alexander Berzin, Mayo de 2003, revisado en diciembre de 2003

Traducido por Luis Javier Jiménez Ordas
Nazis en la Ciudad Prohibida
Más allá de todas las especulaciones o versiones de distintos autores, lo cierto es que en enero de 1939, tras muchas maniobras, una expedición alemana entró en la ciudad de Lhasa con sus gallardetes de las SS al viento. Schäfer intimó con el regente, Reting Rimpoché, pues el nuevo Dalai Lama, un niño recién descubierto, no había llegado aún a la capital: siete años más tarde trabaría amistad en el Potala con otro nazi, el escalador, también SS, Heinrich Harrer. La expedición se dedicó a filmar ceremonias y a medir cráneos. Schäfer regresó convertido en un héroe del III Reich, con una carta del regente para Hitler y un perro de regalo para el führer.
Schäfer recibió de premio la dirección de un instituto científico propio, y empezó a preparar con Himmler otra expedición: al Cáucaso para estudiar a los judíos de la región, los Dag Chufut. Cabe observar que la palabra estudio, en esos tiempos y en ese contexto tenía un significado siniestro.
Bruno Berger, siguió sus investigaciones en Auschwitz seleccionando un centenar de prisioneros por sus "interesantes" características raciales. Los elegidos fueron asesinados con gas, y sus cuerpos, reducidos a esqueletos para la colección de la Ahnenerbe. Ese fue sólo uno de los crímenes de la organización científica de Himmler que los aliados descubrieron al hallar los archivos. Allí estaban documentados también el saqueo de museos y los experimentos seudocientíficos con prisioneros de Dachau.
La expedición al Tíbet de Schäfer no fue la única que patrocinó la Ahnenerbe. Hubo varias, todas consagradas a probar la supremacía aria o a hallar testimonios de supuestos antiguos conocimientos de “la raza dominante”.
No consta en los archivos de la Ahnenerbe que los nazis buscaran el Arca de la Alianza o el Grial. Pero no sería raro, porque trataron de hallar cosas más insólitas. Se conserva una carta en la que Himmler les encarga investigar el paradero del martillo de Thor, el dios del Trueno. El reichführer estaba convencido de que el legendario objeto se basaba en un arma real de los antiguos arios que implicaba un adelantado conocimiento de la electricidad susceptible de ser usado contra los aliados. Adolf Hitler creía firmemente en esta especie de “arma milagrosa” basada fundamentalmente en el uso de ese poder llamado Vril.

“El explorador con esvástica”, Jacinto Antón, 06/08/2006
Adaptación: Marcelo Quiroga


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