septiembre 14, 2012

Alberto Ruz Lhuillier al descubrir la Tumba de Pakal



En el momento de pasar el umbral tuve la extraña sensación de penetrar en el tiempo, en un tiempo que habría sido detenido mil años antes", exclamó el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier al descubrir la Tumba de Pakal, uno de los hallazgos más notables en la historia de la arqueología precolombina.

A 71 escalones abajo del vestíbulo del Templo de las Inscripciones, el edificio más emblemático de la antigua ciudad maya de Palenque, Ruz Lhuillier localizó, el domingo 15 de junio de 1952, la cripta del gobernante más importante de esa ciudad. Debieron pasar trece siglos para que un ser humano volviera posar su mirada en la tumba del rey Pakal.
La cripta mide 9 metros de largo por 4 de ancho con una bóveda que alcanza los 7 metros. Figuras de personajes, nueve sacerdotes se destacaban en las paredes. Pero impresionantes es el monumental sarcófago con un peso aproximado de 20 toneladas y compuesto por dos secciones. La lápida, hermosamente tallada por su cara superior y los lados, mide 3,80 metros por 2,20 metros y de unos 12 centímetros de alto, pesando unas 5 toneladas. Ella descansaba sobre un bloque monolítico de unos 3 metros de largo por 2,10 de ancho y un espesor de 1,10 metros, cuyos lados también han sido esculpidos. Todo esto estaba sostenido por seis soportes monolíticos, de los cuales 4 están esculpidos y redondeados. 
La Lápida en su lados tiene grabado en conjunto con el sarcófago distintos aspectos de la vida de Pacal. Su ascenso al trono el
29 de julio de 615, con doce años y heredado de su madre Zak Kuk, aunque lo siguió tutorando hasta su mayoría de edad. Muriendo en el año 683. En la superficie existe una cenefa con distintos glifos (nombre dado a los símbolos mayas para diferenciarlos de los jeroglíficos egipcios), y una representación en el centro. Y han sido estas representaciones las que han originado, en complicidad con otros elementos los que han provocado un gran numero de especulaciones alrededor de éste personaje.
En 1972, Erich Von Dänkien, en su libro La Carroza de los Dioses y los Dioses del Espacio, lo considero un astronauta, un paleocontacto. Las pruebas posteriores demostraron que era un maya puro. Más tarde, Maurice M. Cotterell, usando dos características, las esquinas cortadas de lápida, sobre puso los dibujos de la cenefa y el central obteniendo, según él, 208 nuevos mensajes. Una de las esquinas parte de una forma exacta, el símbolo representativo del planeta Venus.

Este mismo autor usando sus propias teorías, las 620 inscripciones en los tableros del Templo superior, Los calendarios mayas y Las Profecías mayas, desarrolló la profecía del final del Quinto Sol (de origen azteca y no maya) el sábado 21 de diciembre del 2012."Entré a la misteriosa cámara con la extraña sensación de ser el primero que pisaba los escalones de la entrada en mil años. Traté de verla con los mismos ojos con que la vieron los sacerdotes de Palenque al dejar la cripta; quería borrar los siglos y escuchar la vibración de las últimas voces humanas: me esforzaba en comprender el mensaje que los antiguos mayas nos habían dejado inviolado. A través del impenetrable velo del tiempo, buscaba el imposible lazo de unión entre sus vidas y las nuestras".

Así fue como describió su hallazgo Alberto Ruz Lhuillier, el científico francés que adoptó la nacionalidad mexicana en 1935 y fue el primer alumno en obtener el grado de arqueólogo que se concedió en la Escuela Nacional de Antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en 1945.

Ruz obtuvo fama mundial por los trabajos que realizó en el Templo de las Inscripciones, donde cumplió el sueño que anima a sus colegas: un gran hallazgo. A partir de entonces, definió su interés por la arqueología maya, encabezó diversos programas interdisciplinarios en las ciudades de Palenque, Chiapas y en Uxmal, Yucatán, entre otras.

Finalmente, al momento de su deceso en 1979, en reconocimiento a su labor y por decreto presidencial, las cenizas de quien nos abrió la puerta de la cripta de Pakal fueron depositadas a unos metros de quien fuera el mayor dignatario de la ciudad prehispánica de Palenque.

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