octubre 24, 2012

CUANDO LOS DIOSES DEJARON LA TIERRA..(1)



La partida de los dioses Anunnaki de la Tierra fue un drama repleto de teofanías, fenómenos, incertidumbres divinas, y dilemas humanos.


Increíblemente, la Partida no es algo conjeturado ni especulativo; está documentada con amplitud. La evidencia nos llega tanto del Cercano Oriente como de las Américas; y algunos de los más directos, y ciertamente los más dramáticos documentos de la partida de los antiguos dioses de la Tierra nos llegan desde Harán.


El testimonio no es una habladuría; consiste de documentos atestiguados, entre ellos por el Profeta Ezequiel. Los informes están incluidos en la Biblia, y fueron inscritos en columnas de piedra—textos que tratan con sucesos milagrosos que conducen a la ascensión al trono del último rey de Babilonia.


Hoy día Harán—sí, aun se encuentra allí, y la he visitado—es una ciudad dormilona en Turquía oriental, apenas a pocas millas de la frontera Siria. Está rodeada por muros desmoronándose de los tiempos Islámicos, sus habitantes habitan chozas de barro en forma de colmenas. El tradicional pozo donde Jacob conoció a Raquel se halla aún ahí entre los prados de ovejas fuera de la ciudad, con el agua más naturalmente pura que uno pueda imaginarse.

Pero en los días antiguos Harán fue un floreciente centro comercial, cultural, religioso y político, tanto que aun el Profeta Ezequiel (27: 24), que vivía en el área con otros exiliados de Jerusalén, la nombró como un reputado centro comercial de ‘ropas azules y trabajos de bordado, de ricos aparejos al pecho hechos con cordones y madera de cedro.’


Fue una ciudad que había sido en tiempos sumerios un centro del culto ‘Ur fuera de Ur’ del ‘dios Luna’ Nannar/Sin. La familia de Abraham terminó residiendo allí porque su padre Terah era un Tirhu, un sacerdote y augur, primero en Nippur, después en Ur, y finalmente en el templo de Nannar/Sin en Harán. Después de la desaparición de Súmer por el Viento Maldito nuclear, Nannar y su esposa, Ningal, hicieron de Harán su hogar y cuartel general.


Aunque Nannar (“Su’en,” o Sin abreviado en acadio) no era el heredero primogénito legal—ese rango perteneció a Ninurta—era el primogénito de Enlil y su esposa Ninlil, un primogénito terrestre. Dioses y hombres adoraron enormemente a Nannar/Sin y su esposa; los himnos en su honor en los tiempos gloriosos de Súmer, y las lamentaciones acerca de la desolación de Súmer en general y de Ur en particular, revelen el gran amor y admiración de la gente por esta pareja divina. Que muchos siglos después Esarhaddon fuera a consultar con un añoso Sin (apoyado en un staff) en relación a la invasión de Egipto, y que la familia real asiria arrancase hasta Harán, sirve para indicar el continuo e importante rol jugado por Nannar/Sin y Harán hasta el final.



Fue en las ruinas del templo de la ciudad de Nannar/Sin, el E.HUL.HUL (‘Casa de la Doble Alegría’), que los arqueólogos descubrieron cuatro columnas de piedra (‘estelas’) que alguna vez estuvieron de pie en el templo, una en cada rincón del principal salón de oraciones. Las inscripciones en las estelas revelan que dos de ellas fueron erigidas por la sumo sacerdotisa del templo, Adda-Guppi, y dos por su hijo Nabuna’id, el último rey de Babilonia.


Con un evidente sentido histórico y como una entrenada oficial del templo, Adda-Guppi aportó en sus inscripciones datos precisos de los asombrosos eventos de los que ella fue testigo. Los datos, vinculados como era costumbre a los años reinantes de reyes conocidos, pudieron ser entonces—y lo fueron—verificados por académicos modernos. Es cierto que nació en 649 a.C. y vivió entre los reinados de varios reyes asirios y babilónicos, alcanzando hasta la madura edad de 104 años.


He aquí lo que escribió en su estela en relación al primero de una serie de sucesos increíbles:
Fue en el dieciseisavo año de Nabupolassar,

rey de Babilonia, cuando Sin, señor de los dioses, 
se enojó con su ciudad y su templo 
y subió al cielo; 
y la ciudad y la gente se fueron a la ruina.
El año dieciséis de Nabupolassar fue 610 a.C. —un año memorable, el lector recordará, cuando las fuerzas de Babilonia capturaron Harán de los restos del ejército y la familia real asiria, y cuando un revigorizado Egipto decidió tomar los sitios espaciales. Fue entonces, escribió Adda-Guppi, que un enojado Sin, quitando su protección (y a él mismo) de la ciudad, empacó y ‘¡subió al cielo!’


Lo que siguió en la capturada ciudad está detalladamente descrito: ‘Y la ciudad y su gente fueron a la ruina.’ Mientras otros sobrevivientes huyeron, Adda-Guppi se quedó. ‘A diario, sin cesar, de día y de noche, por meses, por años,’ ella guardó vigilia en el arruinado templo. De luto, abandonó los vestidos de fina lana, se quitó las joyas, no usó ni oro ni plata, renunció a los perfumes y aceite de dulce aroma.’ Como un fantasma errando por el abandonado santuario, ‘me vestía con ropas rotas; iba y venía silenciosa,’ escribió.


Entonces, en el desolado recinto sagrado, encontró un atuendo que alguna vez perteneció a Sin. Para la abatida sacerdotisa, el hallazgo fue un augurio del dios: súbitamente él la había regalado con su propia presencia física. No podía quitar la vista de la vestimenta sagrada, sin atreverse a tocarla ni siquiera para ‘adueñarse de sus costuras.’ Como si el mismo dios estuviera allí para escucharla, se postró y ‘en oración y humildad’ pronunció un voto: ‘Si quieres volver a tu ciudad, toda la gente Cabeza-Negra veneraría tu divinidad.’


‘Gente cabeza-Negra’ era un término que los sumerios empleaban para referirse a si mismos, y el empleo del término por la sumo sacerdotisa 1300 años después que Súmer no estaba más, fue algo lleno de significado: ella le decía al dios que si volvía, sería restaurada su Señoría como en los Días Antiguos, volviendo a ser el señor dios de una restaurada Súmer-Acadia.

Para lograr esto, Adda-Guppi ofreció a su dios un trato: Si retornara y empleara sus poderes para hacer de su hijo Nabuna’id el siguiente rey imperial, reinando sobre los dominios de Babilonia y Asiria, Nabuna’id restauraría el templo de Sin no sólo en Harán sino también en Ur, y ¡proclamaría el culto a Sin como religión estatal en todas las tierras de la gente Cabeza-Negra!


Tocando las bastas de la ropa del dios, oró día tras día; entonces una noche el dios se apareció ante ella en un sueño y aceptó su proposición. El dios Luna, escribió Adda-Guppi, gustó de la idea: ‘Sin, señor de los dioses del Cielo y la Tierra, por mis buenas acciones me miró con una sonrisa; escuchó mis plegarias; aceptó mi voto. Se calmó el enojo en su corazón. Para con Ehulhul, su templo en Harán, la residencia divina en la que regocijaba su corazón, él se reconcilió; y tuvo un cambio de corazón.’

El dios, escribió Adda-Guppi, aceptó el trato:
Sin, señor de los dioses, 

miró favorablemente mis palabras, 
Nabuna’id, mi único hijo, 
fruto de mi vientre, 
al reinado llamó—
el reinado de Súmer y Acadia. 
Todas las tierras desde la frontera de Egipto, 
desde el Mar Superior hasta el Mar Inferior, 
en sus manos confió.
Ambos lados mantuvieron su trato. ‘Yo me vi a mi misma realizada,’ señaló Adda-Guppi en el concluyente segmento de sus inscripciones: Sin ‘honró la palabra con que me habló,’ generando el ascenso de Nabuna’id al trono de Babilonia en 555 a.C.; y Nabuna’id mantuvo el voto de su madre de restaurar el templo Ehulhul en Harán, ‘perfeccionando su estructura.’ Renovó el culto de Sin y Ningal (Nikkal en acadio) —‘todos los ritos olvidados los hizo de nuevo.’


Y después un gran milagro, un suceso no visto por generaciones, sucedió. El hecho es descrito en las dos estelas de Nabuna’id, donde es graficado sosteniendo un inusual báculo y encarando los símbolos celestiales de Nibiru, la Tierra, y la Luna (Fig. 102):
Figura 102
Este es el gran milagro de Sin 

que por dioses y diosas 
no ha ocurrido en la tierra, 
desde días antiguos desconocidos;
que la gente en la Tierra 
ni han visto ni encontrado escrito 
en tablillas desde los días de antaño: 
que Sin, señor de dioses y diosas, 
residiendo en los cielos, 
ha bajado desde los cielos—
a plena vista de Nabuna’id, rey de Babilonia.
Sin, reportan las inscripciones, no volvió solo. De acuerdo a los textos entró al restaurado templo Ehulhul en una procesión ceremonial, en compañía de su esposa Ningal/Nikkal y su asesor, el Mensajero Divino Nusku.


El milagroso retorno de Sin ‘desde los cielos’ suscita muchas preguntas, siendo la primera de ellas ¿Dónde, ‘en los cielos,’ había estado por cinco o seis décadas?

Respuestas a tales preguntas pueden ser dadas al combinar la evidencia antigua con los logros de la ciencia y tecnología modernas. Pero antes de irnos a eso, es importante examinar todos los aspectos de la Partida, porque no fue solo Sin quién ‘se enojó’ y, dejando la Tierra, ‘subió a los cielos.’

Las extraordinarias idas y venidas celestiales descritas por Adda-Guppi y Nabuna’id tuvieron lugar mientras estaban en Harán—un punto significativo porque otro testigo estaba presente en esa área al mismo tiempo; era el Profeta Ezequiel; y él también, tuvo mucho que decir al respecto.


Ezequiel, un sacerdote de Yahweh en Jerusalén, estaba entre la aristocracia y los artesanos exiliados, junto con el rey Jehoiachin, después del primer ataque de Nabucodonosor sobre Jerusalén en 598ª.C. Fuero llevados por la fuerza al norte de Mesopotamia, ubicados en el distrito del rio Khabur, a escasa distancia de su hogar ancestral en Harán. Y fui ahí que ocurrió la famosa visión de Ezequiel de un carro celestial.

Como sacerdote entrenado, además documentó el sitio y la fecha: fue en el quinto día del cuarto mes en el quinto año del exilio—594/593 a.C.—‘cuando estaba entre los exiliados en los bancos del Khabur, que los cielos se abrieron y tuve visiones de Elohim,’ señaló Ezequiel al inicio de sus profecías; y lo que vio, apareciendo en un remolino, luces destellantes y rodeado por un resplandor, fue un carruaje divino que podía bajar y subir e ir hacia los lados, y dentro de él, ‘sobre algo como un trono, el semblante de un hombre’; y escuchó una voz que se dirigía a él como ‘Hijo de Hombre’ anunciándole su tarea profética.


La declaración inicial del Profeta es usualmente transcrita ‘visiones de Dios.’ El término Elohim, que es plural, ha sido traducido ‘Dios’ en singular, incluso cuando la Biblia misma claramente o trata en plural, como en ‘Y Elohim dijo hagamos al Adán a nuestra imagen y nuestra semejanza.’ (Génesis 1: 26).

Como los lectores de mis libros saben, el relato del Adán bíblico es una traducción de los mucho más detallados textos sumerios de la creación, donde hubo un quipo de Anunnaki, liderado por Enki, que empleó ingeniería genética para ‘fabricar’ al Adán. El término Elohim, hemos mostrado una y otra vez, se refería a los Anunnaki; y lo que Ezequiel documentó fue que había encontrado una nave celestial Anunnaki—cerca de Harán.


La nave celestial que fue vista por Ezequiel fue descrita por él, en el capítulo de apertura y a partir de entonces, como el Kavod de Dios (‘Ese el cual es fuerte’) —el mismo término usado en el Éxodo para describir el vehículo divino que había aterrizado en el Monte Sinaí. La descripción de la nave presentada por Ezequiel ha inspirado a generaciones de artistas y eruditos; los dibujos resultantes han cambiado con el tiempo, según nuestra propia tecnología de vehículos voladores ha avanzado.


Los textos antiguos se refieren tanto a naves voladoras como a vehículos espaciales, y describen a Enlil, Enki, Ninurta, Marduk, Toth, Sin, Shamash, e Ishtar, para nombrar los más prominentes, como dioses que poseían vehículos voladores y podían deambular por los cielos de la Tierra—o involucrarse en batallas aéreas, como entre Horus y Seth o Ninurta y Anzu (para no mencionar a los dioses indoeuropeos).

De todas las variadas descripciones y representaciones pictóricas de las ‘barcas celestiales’ de los dioses, la más apropiada a la visión de Ezequiel de un Torbellino parece ser el ‘carruaje remolino’ graficado en un sitio en Jordania (Fig. 103) del cual el Profeta Elías fue subido al cielo.
Figura 103

Como un helicóptero, tenía que servir como un transbordador espacial hasta donde una nave espacial de gran alcance estuviera estacionada. La misión de Ezequiel fue profetizar y advertir a sus compatriotas exiliados del venidero Día del Juicio por las injusticias y abominaciones de todas las naciones. Luego, un año más tarde, la misma ‘semblanza de hombre’ apareció de nuevo, lo toma y se lo lleva hasta Jerusalén misma, a que profetice allí.

Como se recuerda, la ciudad estaba pasando por un sitio de hambruna, una humillante derrota, un licencioso saqueo, una ocupación babilónica, y el exilio del rey y toda la nobleza.


Al llegar ahí, Ezequiel vio una escena de quiebre total de la ley y la observancia religiosa.


Al preguntar que estaba sucediendo, escuchó a los remanentes reunidos en luto quejándose (8: 12; 9: 9):
Yahveh no nos observa más,

¡Yahveh ha abandonado la Tierra!
Esta fue, sugerimos, la razón por la cual Nabucodonosor se atrevió a atacar Jerusalén de nuevo y destruir el templo de Yahveh.


Era una protesta virtualmente idéntica a la que Adda-Guppi había reportado de Harán: ‘Sin, el señor de los dioses, se enojó con su ciudad y su gente, y subió al cielo; y la ciudad y su gente se arruinaron.’


No se puede tener certeza de cómo o por qué los sucesos ocurrentes en el norte de Mesopotamia despertaron la noción en la distante Judá que también Yahveh, había abandonado la Tierra, pero es evidente que la palabra que Dios y los dioses partieron se había esparcido lejos y con amplitud.

Ciertamente, la tablilla VAT 7847, que fue mencionada anteriormente en conexión con el eclipse solar, señala lo siguiente en una sección profética en relación a calamidades que duraron 200 años:
Crepitantes los dioses, volando, 

de las tierras se irán, 
de los pueblos serán separados.
La gente dejará que las moradas de los dioses se arruinen.
La compasión y la bondad cesarán.
Enlil, en furia, se irá.
Como algunos otros documentos del género ‘Profecías Acadianas’, los académicos consideran este texto, también, una ‘profecía post-suceso’—un texto que usa hechos que han ocurrido como base para predecir otros futuros eventos. Sea como sea, tenemos aquí un documento que expande de forma considerable el éxodo divino: los enojados dioses, liderados por Enlil, volaron lejos de sus tierras, no fue sólo Sin quién estaba molesto y se fue.


Hay además otro documento. Está clasificado por los académicos como perteneciente a ‘fuentes proféticas Neo-asirias,’ aunque sus primeras palabras sugieren autoría de un (¿babilonio?) devoto de Marduk.

Aquí está, completo, lo que dice:
Marduk, el Enlil de los dioses, se enojó. Su mente se puso furiosa.

Diseñó un plan malvado para dispersar la tierra y sus pueblos.
Su enojado corazón estaba torcido en arrasar la tierra y su gente.
Una dolorosa maldición se formó en su boca.
Portentos malvados indicando la rotura de la armonía celestial comenzaron a aparecer en abundancia en el cielo y la Tierra.
Los planetas en los senderos de Enlil, Anu y Ea erraron sus posiciones y repetidamente revelaron augurios anómalos.
Arahtu, el río de la abundancia, se convirtió en un torrente embravecido.
Una feroz oleada de agua, una avalancha violenta como el Diluvio arrasó la ciudad, sus casas y santuarios, tornándolos en ruinas.
Los dioses y diosas tuvieron miedo, abandonaron sus santuarios, volaron lejos como pájaros y subieron al cielo.
Lo que es común a todos estos textos son las afirmaciones que (a) los dioses se enojaron con la gente, (b) los dioses ‘volaron lejos como pájaros,’ y (c) ellos ascendieron al ‘cielo.’ 


Estamos bastante informados que la partida fue acompañada por inusuales fenómenos celestes y algunos disturbios terrestres.
Hay aspectos del Día del Señor como lo profetizado por los Profetas bíblicos: La Partida estuvo relacionada al Retorno de Nibiru—los dioses dejaron la Tierra cuando vino Nibiru.



El texto VAT 7847 incluye una intrigante referencia a un período calamitoso de dos siglos. El texto no aclara si esa era una predicción de lo que sigue a la partida de los dioses, o si fue durante tal momento que creció su enojo y decepción para con la Humanidad, conducente a la Partida. Parece que lo último es el caso, porque probablemente no es coincidencia que la era de la profecía bíblica en relación al pecado de las naciones y el juicio que viene el Día del Señor haya comenzado con Amós y Oseas alrededor de 760/750 a.C. — ¡dos siglos antes del Retorno de Nibiru!

Durante dos siglos los Profetas, desde el único legitimado sitio del ‘Puente Cielo-Tierra’—Jerusalén—clamaron por justicia y honestidad entre la gente y paz entre las naciones, en desdén por las ofrendas sin sentido y el culto a ídolos sin vida, denunciaron las conquistas licenciosas y la destrucción sin piedad, y advirtieron a una nación tras otra—Israel incluida—de los inevitables castigos, pero en vano.


Si este fue el caso, entonces lo que había tenido lugar fue un gradual acrecentamiento del enojo divino y la decepción, y la conclusión de los Anunnaki que ‘suficiente es suficiente’—era tiempo de irse. Todo trae a la mente la decisión de los dioses, liderados por el decepcionado Enlil, de guardar el secreto a la Humanidad del venidero Diluvio y la subida de los dioses mismos en sus naves aéreas; ahora, mientras Nibiru estaba de nuevo acercándose, fueron los dioses enlilitas quienes prepararon la Partida.


¿Quiénes se fueron, cómo lo hicieron, y adónde se fueron si Sin pudo volver en unas pocas décadas?

Para las respuestas, enrollemos hacia atrás los hechos, hasta el inicio. Cuando los Anunnaki, liderados por Ea/Enki, vinieron a la Tierra para obtener el oro con el cual proteger su atmósfera planetaria en peligro, planearon extraer el oro de las aguas del Golfo Pérsico. Cuando eso no funcionó, cambiaron las operaciones mineras al sudeste de África y los fundían y refinaban en el E.DIN, la futura Súmer. Su cantidad aumentó a 600 en la Tierra más 300 Igigi que operaban las naves aéreas a una estación en Marte, desde la cual las grandes naves espaciales hacia Nibiru podían ser lanzadas con mayor facilidad.


Enlil, el medio-hermano de Enki y rival por la sucesión, vino y fue puesto como comandante general.

Cuando se amotinaron los Anunnaki por el duro trabajo en las minas, Enki sugirió que un ‘Trabajador Primitivo’ fuera generado; esto fue hecho mediante la mejora genética de un existente homínido. Y entonces los Anunnaki comenzaron a ‘tomar las hijas del Adán como esposas y tuvieron hijos con ellas’ (Génesis 6), con Enki y Marduk rompiendo el tabú. Cuando vino el Diluvio, el enfurecido Enlil dijo ‘dejemos perecer a la humanidad,’ porque ‘la maldad del Hombre era grande en la Tierra.’ Pero Enki, a través de un ‘Noé,’ frustró el plan. La Humanidad sobrevivió, proliferó, y con el tiempo se le concedió la civilización.


El Diluvio que cayó sobre la Tierra inundó las minas en áfrica, pero expuso una veta madre de oro en las montañas de Los Andes en Sudamérica, permitiendo a los Anunnaki obtener más oro con mayor rapidez y facilidad, y sin la necesidad de fundirlo y refinarlo, porque las pepitas de oro puro lavado de las montañas sólo necesitaban ser limpiadas y reunidas. También hizo posible reducir la cantidad de Anunnaki necesarios en la Tierra.

En su visita de estado a la Tierra alrededor de 4000 a.C., Anu y Antu estuvieron en la tierra aurífera en las costas del Lago Titicaca.


La visita sirvió como una oportunidad para comenzar a reducir el número de Nibiruanos en Tierra; además aprobó tratados de paz para la rivalidad de los medio-hermanos y sus clanes guerreros. Pero mientras Enki y Enlil aceparon la división territorial, el hijo de Enki Marduk jamás desistió de la disputa por la supremacía que incluía el control de los antiguos sitios espaciales. Fue entonces que los enlilitas comenzaron a preparar instalaciones espaciales alternativas en Sudamérica.

Cuando el puerto espacial post-Diluvio en el Sinaí fue eliminado por las bombas nucleares en 2024 a.C., las instalaciones en Sudamérica fueron las únicas que permanecieron en manos enlilitas.


Y así, cuando los frustrados y molestos líderes Anunnaki decidieron que era tiempo de irse, algunos pudieron usar el Sitio de Aterrizaje; otros, quizá con un último y gran botín de oro, tuvieron que hacer empleo de las instalaciones sudamericanas, cerca del lugar donde Anu y Antu estuvieron durante su visita al área.
Como se mencionó antes, el sitio - ahora llamado PumaPunku - se halla a corta distancia de un reducido Lago Titicaca (compartido por Perú y Bolivia), pero estaba entonces ubicado en la orilla sur del lago, con instalaciones portuarias.


Su principal resto consiste en una fila de cuatro estructuras colapsadas, cada una hecha de un gigantesco monolito vaciado (Fig. 104).
Figura 104

Cada uno de tales monolitos estaba completamente tapizado con placas de oro—sujetas por clavos de oro—un increíble tesoro saqueado por los españoles cuando llegaron en el siglo dieciséis. El cómo tales moradas fueron vaciadas con tanta precisión de la roca y cómo cuatro enormes rocas fueron llevadas hasta el lugar permanece en el misterio.


Hay todavía otro misterio en el sitio. Los hallazgos arqueológicos del lugar incluyen un gran número de inusuales bloques de piedra que fueron cortados con precisión, angulados y formados; algunos de ellos se muestran en Fig. 105.


No es necesario un grado de ingeniería para comprender que esas piedras fueron cortadas, taladradas, y conformadas con una increíble capacidad tecnológica y sofisticado equipamiento; de cierto, es dudoso que tal cosa podría hacerse hoy día.
Figura 105

La confusión aumenta por el misterio del propósito de tales milagros tecnológicos; obviamente, se trata de algo aún sin develar pero altamente sofisticado. Si era para servir como fundición de instrumentos complejos, ¿qué—y de quienes—fueron esos instrumentos?


Claramente, se puede pensar que sólo los Anunnaki poseían tanto la tecnología para hacer aquellos ‘moldes’ y emplearlos en su producción. La principal avanzada de los Anunnaki estaba situada unas pocas millas tierra adentro, en un lugar hoy conocido como Tiwanaku (anteriormente pronunciado Tiahuanacu), perteneciente a Bolivia.



Uno de los primeros exploradores europeos en llegar allí en los tiempos modernos, George Squier, describió el lugar en su libro ‘Perú Ilustrado’ como la ‘Ba’albek del Nuevo Mundo’ (The Baalbec of the New world) - una comparación más válida de lo que él imaginó.


El siguiente explorador importante de Tiwanaku, Arthur Posnansky (Tiwanaco - la Cuna del Hombre Americano / Tihuanacu - The Cradle of American Man), llegó a asombrosas conclusiones en relación a la edad del lugar. Las principales estructuras de superficie en Tiwanaco (hay numerosas subterráneas) incluyen el Akapana, una colina artificial plagada de canales, ductos, y compuertas cuyo propósito se discute en Los Reinos Perdidos.

Favorita del turista es una puerta de piedra conocida como la Puerta del Sol, una estructura prominente que también fue cortada a partir de un monolito, con algo de la precisión exhibida en Puma-Punku. Probablemente sirvió algún propósito astronómico e indudablemente uno de calendario, como indican las imágenes talladas en el arco; estas talladuras son dominadas por una gran imagen del dios Viracocha sosteniendo el arma de rayos que claramente semeja a Adad/Teshub en el Cercano Oriente (Fig. 106).

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