Miguel de San Román y Meza, militar y político peruano, que fue Presidente Constitucional de la República del Perú en 1862, nos dice que: “los templos de Perú se erigían sobre tierras altas en la cumbre de las colinas, rodeados por tres o cuatro terraplenes, uno dentro del otro…. He visto también otras ruinas, especialmente montículos, circundados por dos, tres y cuatro círculos de piedra. En la proximidad de la ciudad de Cayambe, en el sitio donde Ulloa vio y describió un antiguo templo peruano, perfectamente circular y abierto en la cumbre, se enumeran varios cromlechs de este tipo”. El siguiente extracto procede de un artículo en el “Madras Times“, en la India de 1876. En sus notas arqueológicas, J. H. Rivett-Camac nos informa sobre algunos montículos particulares en el área circunvecina de Bangalore: “Cerca del pueblo hay, por lo menos, cien cromlechs visibles. Los rodean círculos de piedra, algunos con tres o cuatro círculos concéntricos. Uno, cuya apariencia resalta de forma particular, consta de cuatro círculos de piedra amplia a su alrededor. Los indígenas lo llaman ‘Pandavara Gudi’ o templos de los Pandas [...] Se supone que éste sea el primer ejemplo que, según la imaginación popular de los oriundos, una estructura de tal género se atribuye a una raza remota si no mítica. A muchas de estas estructuras las rodea un círculo de piedra triple, doble o único”. En el grado 35 de latitud,aun hoy los indígenas de Arizona tienen altares circundados exactamente por estos círculos y su fuente sagrada está rodeada por las mismas murallas simbólicas como las que encontramos en Stonehenge y en otros lugares. Este descubrimiento se debe al Mayor Alfred E. Calhoun, del Ejército estadounidense.
El relato más interesante y completo sobre las antigüedades peruanas, procede del ya mencionado Edwin. R. Heath. Logra presentar una imagen magistral y vívida de la riqueza de estas reliquias. Más de un especulador se ha enriquecido, en pocos días, profanando las “huacas” (sitios de sepultura). Ahora, los sacrílegos cazadores de tesoros dejan saqueados, bajo la luz del sol tropical, los restos de innumerables generaciones de razas desconocidas, que reposaron ahí, tranquilamente, quien sabe por cuantas edades. Vale la pena insertar las conclusiones de Heath, quizá más sorprendentes que sus descubrimientos. He aquí una breve exposición de lo que describió: “En el valle Jeguatepegue en Perú, en el grado 70 y 24′ latitud sur, cuatro millas al norte del puerto de Pacasmayo, se desliza el río Jeguatepegue. En el área limítrofe, tras de la orilla meridional, encuéntrase una plataforma elevada un cuarto de milla cuadrada y cuarenta pies de alta, toda de adobe. Una pared de cincuenta pies la conecta con la otra. Tiene 150 pies de altura, mide 200 pies de ancho en la cumbre y 500 en la base. Es casi un cuadrado. Esta última fue construida en secciones de cámaras, cuya base es diez pies cuadrados, seis pies encima y casi ocho pies de alto. Todos los montículos del mismo tipo, templos para adorar al sol o ciudadelas, tienen, en el lado septentrional, una inclinación que sirve de entrada. Los buscadores de tesoros han abierto medio camino en ésta y se dice que encontraron ornamentos de oro y plata por valor de 150 mil dólares… Este fue el lugar de sepultura para millares de hombres y, además de los esqueletos, se encontraron abundantes adornos de oro, plata, bronce, perlas de coral, etc… En la parte septentrional del río, se extienden las ruinas de una ciudad fortificada, con seis millas de largo y dos de ancho [...] Al seguir el río hasta la montaña, uno tropieza con una profusión de ruinas y huacas“.
La cuenca del Chotano es una zona estudiada principalmente por Ruth Shady y Daniel Morales. Pacopampa, se encuentra en la margen izquierda del río Chotano, tributario del río Marañón. En Pacopampa se ha identificado entierros funerarios en chullpas cuadrangulares, así como importantes piezas cerámicas. En las excavaciones realizadas por Shady, en el centro ceremonial de San Pedro de Pacopampa y otros establecimientos de la zona, fueron encontrados entierros humanos pertenecientes a las fases Pacopampa-Machaypungo, Pacopampa-Pacopampa y Pacopampa-Chavín. Además halló ofrendas de cerámica, en los entierros de las fases Pacopampa-Pacopampa y Pacopampa-Machaypungo, mencionando que son sencillos. Llega a la conclusión que la edificación de una estructura piramidal imponente, la utilización de cristales de roca, la aplicación de pigmento rojo a los cadáveres, el culto a los muertos, la colocación invertida o fragmentada de la cerámica en las ofrendas, entre otros rasgos aún no bien reconocidos, sugieren la existencia, en los Andes del norte de Perú, de creencias y prácticas rituales, como las referidas para diferentes lugares del mundo. Y menciona, que ellas forman parte de comportamientos tradicionales de larga duración, derivados de un mundo de creencias. Daniel Morales investigó en el sitio de Pacopampa.
Una de las fases corresponde a la adopción del felino en la cerámica, como la representación del contexto de las creencias mágico-religiosa, la cual responde a un proceso avanzado de desarrollo de la producción, fundamentalmente en la agricultura, las representaciones de Pacopampa en este caso tienen una tradición y estilo que puede ser encontrado en la Costa Norte con los nombres de Tolón y Tembladera, en Jequetepeque o Cupisnique, en Chicama, llegando hasta Ocucaje, en Ica. Morales menciona, que el centro ceremonial (Pacopampa), es el eje de un conjunto de sitios distribuidos y jerarquizados por niveles de altitud. Y menciona, que el patrón alargado del centro ceremonial descrito, tiene los siguientes componentes: forma de una pirámide truncada, formada por tres plataformas en forma de terraza en la colina del cerro. Cada plataforma, inferior, media y superior tiene una plaza cuadrangular hundida con escalinatas de acceso, y cada acceso a las plazas tenía un pórtico de columnas que sostenían un dintel con representaciones iconográficas. En el tercer nivel o plataforma superior se dan los mejores acabados arquitectónicos y, adicionalmente, se presenta un atrio de doce columnas de piedra labrada. En otros elementos arquitectónicos, existe una red de canales subterráneos, los que hacen presumir la existencia de galerías subterráneas como en Chavín. Morales llega a la conclusión, que el centro ceremonial de Pacopampa, tiene una conformación dual y tripartita, como base de la estructura social e ideológica de esta sociedad.
En Tolón se yergue otra ciudad en ruinas. Si ascendemos cinco millas a lo largo del río: “encontramos una roca desprendida de granito, cuyos diámetros miden cuatro y seis pies y está salpicada por jeroglíficos. Si proseguimos por 14 millas más, una vertiente de la montaña donde convergen dos desfiladeros, está cubierta, a lo largo de cincuenta pies de altura, con la misma clase de jeroglíficos: pájaros, peces, serpientes, gatos, monos, hombres, el sol, la luna y muchas formas extrañas y ahora ininteligibles. La piedra sobre la cual se esculpieron es arenisca de silicio y muchas líneas tienen un espesor de un octavo de pulgada. En una piedra muy grande, se notan tres agujeros profundos de veinte o treinta pulgadas. El orificio tiene un diámetro de seis pulgadas, mientras el ápice es de dos [...] En Anchi, en el río Rimac, sobre la superficie de una pared perpendicular, a 200 pies sobre el lecho del río, hay dos jeroglíficos que representan una B imperfecta y una D perfecta. En un intersticio debajo de ellos, cerca del río, se descubrieron oro y plata por valor de 25 mil dólares. Cuando los Incas se enteraron del asesinato de su jefe, ¿qué hicieron con el oro que traían para su rescate? Se rumora que lo enterraron [...] ¿Quizá estos signos en Yonan nos digan algo; ya que se encuentra en el camino y cerca de la ciudad Inca?“
Lo que antecede se publicó en noviembre de 1878, mientras que en octubre de 1877, Helena Blavatsky, en su obra “Isis sin Velo“, explica una leyenda: En Arica, viniendo de Lima, se yergue una piedra enorme que según la tradición era la tumba de los Incas. Tan pronto como los últimos rayos del sol se ponen y tocan la superficie de la roca, afloran jeroglíficos curiosos inscritos sobre ella. Estos caracteres constituyen una de las indicaciones que muestran como llegar a los inmensos tesoros sepultados en pasillos subterráneos. Los detalles se encuentran en “Isis sin Velo“. Ahora, en varias obras científicas, se constata la prueba tajante que corrobora lo antes dicho. Algunas millas más allá de Yonan, en un cerro de una montaña a 213 metros sobre el río, se elevan las murallas de otra ciudad. A unos 10 Km. más allá, se extienden murallas y terrazas. A 125 Km. de la costa, “si uno se encarama tortuosamente a lo largo de las faldas de la montaña hasta 2.134 metros y después desciende 610 metros“, llega a Coxamolca, la ciudad donde, hasta la fecha, se encuentra la casa en que Pizarro encarceló a Atahualpa, el desafortunado inca. Es la casa que, en 1532, el Inca “prometió llenar de oro hasta la cumbre, a cambio de su libertad“. Así, fiel a su promesa, la llenó de oro por valor de más de 17 millones de dólares. Pero Pizarro, meritorio acólito del cura Hemando de Lugues, lo mató, a pesar de que había dado su palabra de honor de dejarlo libre. A 5 Km. de esta ciudad, se eleva una muralla cuyo material constituyente es desconocido. Si es cemento, es más duro que la piedra misma. En Chepen hay una montaña con una muralla que tiene veinte pies de alto y la cumbre es casi toda artificial. Cincuenta millas al sur de Pacaomayo, entre el puerto de Huanchaco y Truxillo, se hallan las ruinas de Chan-Chan, la capital del reino Chimoa. La calle que se origina en el puerto, extendiéndose hasta la ciudad, atraviesa estas ruinas, que se suceden unas a otras, pudiendo ser observables cuando se entra por un camino empedrado que se eleva más de 1 metro sobre el terreno. Debajo de éste hay un túnel. Aun cuando sean ciudadelas, castillos, palacios o lugares de sepultura llamados “huacas“, todos se designan con el nombre “huaca“. Cuando uno vaga a caballo por estas ruinas durante horas, se forma una idea imprecisa y ningún explorador, allí, puede indicar los que eran palacios y los que no. Los recintos más elevados deben haber requerido una inmensa cantidad de trabajo.
A fin de dar una idea de la riqueza que los españoles encontraron en el país, copiamos los siguientes extractos de Heath, entresacados de los archivos de la municipalidad en la ciudad de Truxillo. Es un duplicado de las cuentas accesibles en el libro de los Quintos de la Tesorería en los años 1577 y 1578 de los tesoros que un sólo hombre encontró en la “Huaca de Toledo“. “Primero. El 22 de julio de 1577, en Truxillo Perú, Don García Gutiérrez de Toledo se presentó a la tesorería real para entregar a la caja real un quinto. Trajo una barra de oro de 19 quilates cuyo peso era 2.400 dólares españoles y cuyo quinto eran 708 dólares en conjunción con el 1.5% para el aquilatador principal. Todo esto fue depositado en la caja real. Segundo. El 12 de diciembre, apareció con 5 barras de oro de 15 y 19 quilates y cuyo peso era 8.918 dólares. Tercero. El 7 de enero de 1578, se presentó con su quinta barra larga y platos de oro, cuyo número era 115. Eran de entre 15 y 20 quilates y pesaban 153.280 dólares. Cuarto. El 8 de marzo, trajo 16 barras de oro de entre 14 y 21 quilates, cuyo peso alcazaba 21.118 dólares. Quinto. El cinco de abril, trajo distintos ornamentos de oro: pequeñas fajas, patrones de maíz y otras cosas de 14 quilates, cuyo peso era 6.272 dólares. Sexto. El 20 de abril, trajo tres pequeñas barras de oro de 20 quilates, cuyo peso correspondía a 4.170 dólares. Séptimo. El 12 de julio, vino con 47 barras de 14 y 21 quilates, cuyo peso era 777.312 dólares. Octavo. El mismo día volvió con otra porción de oro y adornos de maíz y fragmentos de efigies de animales, cuyo peso era 4.704 dólares”.
“El total de estas entregas correspondía a 278.174 dólares de oro u onzas españolas. Si se multiplica por 16, obtenemos 4.450.784 dólares de plata. Si deducimos el quinto, que es el impuesto real de 985.953,75 dólares, constatamos que la porción de Toledo correspondía a 3.464.830,25 dólares”. Aun después de este gran botín, de vez en cuando se encontraban efigies doradas de diferentes animales. Se exhumaron mantos adornados con fragmentos cuadrados de oro y también túnicas de plumas multicolores. Según una tradición, en la huaca de Toledo existían dos tesoros cuyos nombres eran el pez grande y el pequeño. Se ha localizado sólo el segundo. Entre Huacho y Supe, esta última ubicada a 193 Km. al norte de Callao, cerca de un punto llamado Atahuangri, se yerguen dos enormes montículos símilares a la Campana de San Miguel del Valle Huático. A cinco millas de Patavilca (al sur y cerca de Supe), existe una localidad llamada ‘Paramonga‘ o el fuerte. Aquí son visibles las ruinas de una ciudadela muy extensa, cuyas paredes son de arcilla templada y cuyo espesor es de casi 2 metros. El edificio principal se sitúa en una elevación, pero las murallas continuaban hasta sus faldas, análogamente a circunvalaciones comunes y corrientes. La subida se deslizaba alrededor de la colina como un laberinto compuesto por muchos ángulos que, probablemente, servían de obras exteriores de defensa. En estos parajes, se han desenterrado muchos tesoros que los indios prehistóricos deben haber ocultado; ya que no tenemos ninguna prueba de la ocupación Inca de esta parte de Perú.
No muy distante de Ancón, a lo largo de un trayecto de unos 11 Km., a cada lado se ven cráneos, piernas, brazos y esqueletos completos, esparcidos en la arena. En Parmayo, 22 Km. hacia el norte y en la orilla marina, se encuentra otro gran cementerio. El territorio contiene millares de esqueletos que los buscadores de tesoros desenterraron. Se extiende por más de 800 metros, alcanzando la parte anterior de la colina que desde el nivel marino llega a la altura de casi 244 metros. ¿De dónde proceden estos centenares de millares de esqueletos sepultadas en Ancón? El arqueólogo se hace constantemente tales preguntas a las cuales puede sólo encoger sus hombros y repetir, con los indígenas actuales: “¿Quién sabe?“. El 30 de octubre de 1872, el Dr. Hutchinson escribe, en el “Times” del Pacífico Sur: “He llegado a la conclusión que Chancay es una gran ciudad de muertos o ha sido un inmenso osario peruano. En efecto, a donde uno vaya: a la cima de una montaña, en una planicie o en la ribera, se encuentran siempre cráneos y huesos de todas clases“.
En el valle Huatica, con una gran extensión de ruinas, hay 17 montículos llamados “huacas“. Se parecen más a ciudadelas o castillos que a lugares de sepultura. La ciudad está rodeada por una muralla triple. Generalmente tienen un espesor de casi tres metros y una altura de unos 6 metros. En la vertiente oriental, se yergue el enorme montículo llamado Huaca de Pando y las grandes ruinas de la ciudadela que los oriundos llaman Huaca de la Campana. La Huaca de la Campana y la Huaca de Pando consisten en una serie de montículos. La extensión de territorio que cubren es incalculable y forman una aglomeración colosal. El montículo “Campana” mide 34 metros. Hacia la dirección de Callao, existe una meseta cuadrada (254 metros de largo y 88 metros de ancho), en cuya cumbre se notan ocho gradaciones de declive, cada cual es casi dos metros más baja que la siguiente. El total en longitud y amplitud mide casi 254 metros, según los cálculos de J.B. Steere, profesor de Historia Natural de Michigan. La meseta cuadrada, anteriormente mencionada, consta de una base con dos divisiones, cada una de las cuales mide un cuadrado perfecto de 44 metros. En su intersección forman un cuadrado de 88 metros. Además de esto, hay otro cuadrado de 44 metros. Nuevamente, en la cumbre, vuelve la misma simetría de medida. Casi todas las ruinas en este valle tienen la misma característica, que es un enigma para el investigador. ¿Es un accidente o un diseño?
El montículo es un cono de pirámide y se calcula que contiene una masa de 117.436 metros cúbicos de material. La “Ciudadela” es una estructura enorme que mide 24 metros de alto y 137 metros de largo. En la cumbre se nota el esbozo de cuatro cuadrados muy amplios llenos de tierra. ¿Quién trasladó esta tierra aquí? ¿Con qué objetivo se llenó? El trabajo de llenas todo este espacio con tierra, debe haber sido equiparable a la construcción del edificio mismo. Siguiendo un camino de unos 3 Km. hacia el sur, encontramos otra estructura similar, más espaciosa y con un número mayor de apartamentos. Se extiende por casi 155 metros, es de 154 metros de ancho y mide 30 metros de altura. Todas estas ruinas están circunscritas por altas murallas de tabique, algunos de los cuales tienen un espesor, una extensión y una anchura de casi 2 metros. La “Huaca de la Campana” contiene casi 572.666 metros cúbicos de material, mientras la de “San Miguel“, 726.446 metros cúbicos. Estos dos edificios con sus terrazas, parapetos, baluartes y un gran número de cuartos y cuadrados, ¡ahora están llenos de tierra! Cerca de “Miraflores” se encuentra Ocheran, el montículo más grande en el valle Huatica. Se eleva hasta 29 metros y la cumbre mide 50 metros, totalizando 391 metros en longitud. Una muralla doble la circunda, cuya longitud es 746 metros y cuya amplitud es 640 metros, circunscribiendo 107 metros. Entre Ocharas y el océano, se extienden unos 15 o 20 grupos de ruinas como las que acabamos de mencionar.
El templo inca del Sol, análogamente al de Cholula en las planicies mexicanas, es una especie de amplia pirámide con terrazas de tierra. Su altura es de unos 90 metros y forma una silueta semilunar que se extiende por casi un kilómetro. Su cumbre mide casi 4 hectáreas. Muchas de las paredes están teñidas de rojo, color que ha mantenido su vivacidad y brillantez a pesar de los siglos pasados desde que se aplicó. En el valle Canete, frente a las Islas Chincha Guano, hay muchas ruinas descritas por Ephraim George Squier (1821 – 1888), periodista, diplomático y arqueólogo aficionado estadounidense, que publicó varios libros sobre América Central. En la colina llamada la “Colina de Oro“, se encontraron alfileres de cobre y de plata como los que las damas usan para asegurar sus mantones. Además hallaron, junto con copas de plata, pinzas para el pelo de las pestañas y de las cejas. El señor Heath explica que la costa de Perú se extiende de Tumbey al río Loa, una distancia de 1985 Km. Esta amplia faja de territorio está recorrida por millares de ruinas, además de las mencionadas. En casi toda colina y cima montañosa se encuentran algunas reliquias pasadas y en cada precipicio, de la costa hasta la meseta central, se observan ruinas de murallas, ciudades, ciudadelas, lugares de sepulturas y muchos kilómetros de terrazas y acueductos.
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