En este Centro de Control sobre una plataforma elevada, la «noble (elevada) casa» de Enlil, había una misteriosa cámara llamada DIR.GA:
Tan misteriosa como las Aguas distantes,
como el Cénit Celeste.Entre sus... emblemas,los emblemas de las estrellas.El ME lo lleva hasta la perfección.Sus palabras son para el pronunciamiento...Sus palabras son graciosos oráculos.
¿Qué era la DIR.GA? Una fractura en la antigua tablilla nos ha privado de más datos, pero su nombre habla por sí mismo, pues significa «la oscura cámara con forma de corona», un lugar donde se conservaban los mapas de las estrellas, donde se hacían predicciones, donde el me (las comunicaciones de los astronautas) se recibían y se transmitían. La descripción nos recuerda al Control de la Misión en Houston, Texas, monitorizando a los astronautas en sus misiones lunares, amplificando sus comunicaciones, siguiendo sus cursos en el cielo estrellado, dándoles «graciosos oráculos» de guía.
Podríamos recordar aquí el relato del dios Zu, que llegó al santuario de Enlil y se llevó la Tablilla de los Destinos, tras lo cual «se suspendió la emisión de órdenes ... la sagrada cámara interior perdió su brillo ... se extendió la quietud ... el silencio se impuso».
En «La Epopeya de la Creación», los «destinos» de los dioses planetarios eran sus órbitas. Sería razonable suponer que la Tablilla de los Destinos, que resultaba tan vital para las funciones del «Centro de Control de la Misión» de Enlil, controlara también las órbitas y los planes de vuelo de las naves espaciales que mantenían el «enlace» entre el Cielo y la Tierra. Quizás fuera la vital «caja negra» que contenía los programas de ordenador que guiaban a las naves espaciales, y que, sin la cual, el contacto entre los nefilim en la Tierra y su conexión con el Planeta Madre se interrumpía.
La mayoría de los expertos toma el nombre de EN.LIL como «señor del viento», lo cual encaja con la teoría de que los antiguos «personificaban» los elementos de la naturaleza y asignaban a un dios la responsabilidad de los vientos y las tormentas. Sin embargo, algunos expertos han sugerido ya que, en este caso, el término LIL no significa viento tormentoso de la naturaleza, sino el «viento» que sale de la boca -un pronunciamiento, una orden, una comunicación hablada. Una vez más, los arcaicos pictogramas sumerios del término EN -concretamente, tal como se aplicaba en Enlil- y del término LIL arrojan luz sobre el tema, pues lo que vemos es una estructura con una alta torre de antenas que se eleva de ella, así como un artilugio que se parece mucho a las redes de un radar gigante de los que se construyen hoy para capturar y emitir señales -la «vasta red» descrita en los textos. (Fig. 129)
En Bad-Tibira, fundada como centro industrial, Enlil puso al mando a su hijo Nannar/Sin; los textos hablan de él en la lista de las ciudades como de NU.GÍG («el del cielo nocturno»). Ahí, según creemos, nacieron los gemelos Inanna/Ishtar y Utu/Shamash -un acontecimiento señalado por asociar a su padre Nannar con la siguiente constelación zodiacal, Géminis (los Gemelos). Como dios entrenado en cohetería, a Shamash se le asignó la constelación GIR (que significa tanto «cohete» como la «pinza del cangrejo», o Cáncer), seguido por Ishtar y el León (Leo), sobre cuyo lomo se la solía representar.
De la hermana de Enlil y Enki, de «la enfermera» Ninhursag (SUD), tampoco se olvidaron. Enlil puso a su cargo Shuruppak, el centró médico de los nefilim -un acontecimiento marcado por la asignación de su constelación «La Doncella» (Virgo).
Mientras se fundaban estos centros, la finalización de Nippur vino seguida por la construcción del espaciopuerto de los nefilim en la Tierra. Los textos dejan claro que Nippur era el lugar donde las «palabras» -las órdenes- se pronunciaban; allí, cuando «Enlil ordenaba: '¡Hacia el cielo!'... al cual los brillos se elevaban como un cohete celeste». Pero la acción tenía lugar «donde Shamash se eleva», y ese lugar -el «Cabo Kennedy» de los nefilim- era Sippar, la ciudad de la que se encargaba el Jefe de las Águilas, donde los cohetes de varias fases se elevaban dentro de su enclave especial, dentro del «recinto sagrado».
Cuando Shamash maduró para tomar el mando de los Cohetes ígneos y, con el tiempo, convertirse también en el Dios de la Justicia, se le asignaron las constelaciones de Escorpio y de Libra (Balanza).
Completando la lista de las siete primeras Ciudades de los Dioses y su correspondencia con las doce constelaciones del zodiaco estaba Larak, donde Enlil puso al mando a su hijo Ninurta. Las listas de las ciudades le llaman PA.BIL.SAG («gran protector»), que es el mismo nombre que recibía la constelación de Sagitario.
Sería poco realista pensar que las siete primeras Ciudades de los Dioses se fundaron sin ton ni son. Estos «dioses», que eran capaces de viajar por el espacio, situaron los primeros asentamientos de acuerdo con un plan definido, sirviendo a una necesidad vital: poder aterrizar en la Tierra y poder abandonarla para volver a su planeta.
¿Cuál era el plan maestro?
Mientras buscamos una respuesta, nos haremos una pregunta: ¿Cuál es el origen del símbolo astronómico y astrológico de la Tierra, un círculo dividido en dos por una cruz en ángulo recto -el símbolo que utilizamos para identificar un «objetivo»?
Este símbolo se remonta a los orígenes de la astronomía y la astrología en Sumer, y es idéntico al jeroglífico egipcio que significa «lugar»:
¿Es esto una coincidencia, o una evidencia significativa? ¿Aterrizaban los nefilim en la Tierra sobre imponiendo sobre su imagen o mapa algún tipo de «objetivo»?
Los nefilim eran forasteros en la Tierra. Mientras exploraban su superficie desde el espacio, debieron prestar especial atención a las montañas y a las cordilleras. Éstas debían representar cierto riesgo durante los aterrizajes y los despegues, pero también podían servir como puntos de referencia para la navegación. Si, mientras volaban por encima del Océano índico, los nefilim miraban hacia la Tierra entre los ríos que habían elegido para sus primeros esfuerzos colonizadores, verían un punto de referencia incontestable: el Monte Ararat.
Un macizo volcánico extinto, el Ararat domina la meseta de Armenia, donde, en la actualidad, se encuentran las fronteras de Turquía, Irán y Armenia. Se eleva en los lados este y norte hasta los 900 metros de altitud, y en el noroeste hasta los 1.500 metros. El macizo tiene unos cuarenta kilómetros de diámetro, un inmenso torreón que emerge de la superficie de la Tierra.
Otros rasgos lo hacen resaltar no sólo en el horizonte, sino también desde la altura, desde los cielos. En primer lugar, está situado casi a mitad de camino entre dos lagos, el Lago Van y el Lago Sevan. En segundo lugar, dos picos se elevan desde el alto macizo: el Pequeño Ararat (3.900 metros de altitud) y el Gran Ararat (5.100 metros -más de 5 kilómetros de alto). Ninguna otra montaña rivaliza con las solitarias alturas de estos dos picos, que están permanentemente cubiertos de nieve. Son como dos brillantes balizas entre los dos lagos que, a la luz del día, actúan como reflectores gigantes.
Tenemos razones para creer que los nefilim eligieron su lugar de aterrizaje coordinando un meridiano norte-sur con un punto de referencia inequívoco y una conveniente situación fluvial. En el norte de Mesopotamia, los fácilmente identificables picos gemelos del Ararat serían un punto de referencia obvio. Un meridiano trazado a través del centro del doble Ararat cortaría por la mitad el Eufrates. Ése era el objetivo -el lugar seleccionado para el espaciopuerto. (Fig. 130)¿Se podría aterrizar y despegar fácilmente de allí?
La respuesta es Sí. El lugar elegido se encuentra en una llanura; las cordilleras que rodean Mesopotamia se encuentran a una distancia sustancial. Las más altas (al este, al nordeste y al norte) no interferirían con una lanzadera espacial que entrase desde el sudeste.
¿Era accesible el lugar? Es decir, ¿se podían sacar de allí astronautas y materiales sin demasiadas complicaciones?
Una vez más, la respuesta es Sí. El lugar era de fácil acceso por tierra y, a través del Eufrates, también por agua.
Y, lo más importante: ¿Había en las cercanías alguna fuente de energía, de combustible que permitiera disponer de luz y de fuerza? La respuesta es un enfático Sí. La curva del río Eufrates donde se estableció Sippar era una de las fuentes más ricas de la antigüedad en betunes de superficie, productos del petróleo que manaban a través de pozos naturales y que se podían recoger de la superficie sin tener que cavar o perforar.
Podemos imaginarnos a Enlil, rodeado por sus tenientes en el puesto de mando de la nave espacial, trazando la cruz dentro del círculo en un mapa. Quizás preguntara «¿Qué nombre le daremos al lugar?»
«¿Por qué no Sippar?», podría haber respondido alguien.
En los idiomas de Oriente Próximo, este nombre significa «ave». Sippar era el lugar donde las Águilas volvían al nido.
¿Cómo tomarían tierra en Sippar las lanzaderas espaciales?
Podemos visualizar a uno de aquellos navegantes del espacio anotando la mejor ruta. A la izquierda tenían el Eufrates, y la meseta montañosa al oeste de él; a la derecha, el Tigris, y los montes Zagros al este de él. Si la nave tenía que aproximarse a Sippar con un fácil ángulo de 45 grados con respecto al meridiano del Ararat, su rumbo le llevaría sin ningún tipo de complicación entre estas dos peligrosas áreas. Además, llegando a tierra con este ángulo, pasaría, más al sur, por encima de la punta rocosa de Arabia, aunque a gran altitud, y comenzaría a planear en sus maniobras de aproximación sobre las aguas del Golfo Pérsico. Tanto al ir como al venir, la nave se vería libre de todo tipo de obstáculos, tanto en su campo de visión como en sus comunicaciones con el Control de la Misión en Nippur.
El teniente de Enlil podría hacer entonces un rápido esbozo -un triángulo de aguas y montañas a cada lado, apuntando como una flecha hacia Sippar. Una «X» marcaría Nippur, en el centro. (Fig. 131)
Por increíble que parezca, este esbozo no lo hicimos nosotros; este dibujo estaba grabado en un objeto de cerámica desenterrado en Susa, en un estrato datado en los alrededores del 3200 a.C. Nos trae a la mente el planisferio que describía la ruta y el plan de vuelo, que estaba basado en segmentos de 45 grados.
El establecimiento de asentamientos en la Tierra no es algo que los nefilim hicieran a la buena de Dios. Se estudiaron todas las alternativas, se evaluaron todos los recursos, se tuvieron en cuenta todos los riesgos; por otra parte, los mismos planos de cada asentamiento se trazaron con sumo cuidado para que todo se adaptara al patrón final, cuyo objetivo era perfilar el rumbo para la toma de tierra en Sippar.
Nadie ha intentado ver con anterioridad un plan maestro en la dispersión de los asentamientos sumerios. Pero, si echamos un vistazo a las siete primeras ciudades que se fundaron, nos encontraremos con que Bad-Tibira, Shuruppak y Nippur están en una línea que corre, precisamente, en un ángulo de 45 grados con respecto al meridiano de Ararat, ¡y que la línea cruzaba el meridiano exactamente en Sippar! Las otras dos ciudades cuyos emplazamientos conocemos, Eridú y Larsa, se encuentran también en otra línea recta que cruza a la primera línea y al meridiano del Ararat, también en Sippar.
Guiándonos por el antiguo esbozo, que hacía de Nippur el centro de un círculo, y dibujando círculos concéntricos desde Nippur a través de las distintas ciudades, nos encontramos con que otra antigua población sumeria, Lagash, estaba situada exactamente en uno de estos círculos -en una línea equidistante de la línea de los 45 grados, como la línea Eridú-Larsa-Sippar. La posición de Lagash es un reflejo simétrico de la de Larsa.
Aunque la posición de LA.RA.AK («viendo el halo brillante») sigue siendo desconocida, el lugar lógico para ella estaría en el Punto 5, dado que, lógicamente, tuvo que haber allí una Ciudad de los Dioses, para completar la serie de ciudades en la ruta de vuelo central a intervalos de seis beru: Bad-Tibira, Shuruppak, Nippur, Larak, Sippar. (Fig. 132)
Las dos líneas exteriores que flanquean la línea central que atraviesa Nippur, se desvían 6 grados a cada lado de ésta, actuando como bordes sudoeste y nordeste de la ruta de vuelo central. No por casualidad, el nombre de LA.AR.SA significaba «viendo la luz roja», y LA.AG.ASH significaba «viendo el halo en seis». Las ciudades que se encontraban a lo largo de cada línea estaban, de hecho, a seis beru (aproximadamente, sesenta kilómetros) de distancia entre ellas.
Creemos que este era el plan maestro de los nefilim. Después de elegir la mejor situación para su espaciopuerto (Sippar), situaron el resto de asentamientos según un patrón que perfilaba la ruta de vuelo para llegar a él. En el centro, pusieron Nippur, donde estaba situado el «enlace Cielo-Tierra».
El hombre no podrá volver a ver ni las Ciudades de los Dioses originales ni sus ruinas, pues fueron destruidas por el Diluvio que barrería la Tierra tiempo después. Pero podemos saber mucho de ellas gracias a que el deber sagrado de los reyes mesopotámicos era reconstruir una y otra vez los recintos sagrados, exactamente en el mismo lugar y según los planos originales. Los reconstructores subrayaron su escrupulosa observancia de los planos originales en las dedicatorias inscritas, como se puede ver en una de ellas, (descubierta por Layard):
El imperecedero plano del terreno,
aquel al cual, para el futuro,la construcción determinó[he seguido].Es el que llevalos dibujos de los Tiempos de Antañoy las anotaciones del Cielo Superior.
Si, como sugerimos, Lagash era una de las ciudades que sirvieron como baliza de aterrizaje, gran parte de la información que nos proporciona Gudea desde el tercer milenio a.C. tendrá sentido. Gudea escribió que, cuando Ninurta le dio instrucciones para reconstruir el sagrado recinto, otro dios que le acompañaba le dio los planos arquitectónicos (dibujados en una tablilla de arcilla), y una diosa (que había «viajado entre el Cielo y la Tierra» en su «cámara») le mostró un mapa celeste y le dio instrucciones sobre los alineamientos astronómicos de la estructura.
Además del «pájaro negro divino», en el recinto sagrado se instaló también «el ojo terrible» del dios («el gran rayo que somete al mundo a su poder») y el «controlador del mundo» (cuyo sonido podía «reverberar en todas partes»). Por último, cuando se terminó la estructura, se elevó sobre ella el «emblema de Utu», mirando «hacia el lugar elevado de Utu» -hacia el espaciopuerto de Sippar. Todos estos objetos brillantes eran importantes para las operaciones del espaciopuerto, pues el mismo Utu «apareció muy contento» para inspeccionar las instalaciones cuando estuvieron terminadas.
Las representaciones sumerias primitivas suelen mostrar enormes estructuras, construidas en las épocas más primitivas con juncos y madera, que se levantaban en los campos entre el ganado que pastaba. La suposición común de que esas estructuras debían ser establos para el ganado se contradice con los pilares que, invariablemente, se ven sobresaliendo de los tejados de las estructuras.
El propósito de estos pilares, como se puede ver, era el de dar soporte a uno o más pares de «anillos», cuya función se desconoce. Pero, aunque estas estructuras se levantaran en los campos, habría que preguntarse si en realidad se hicieron para alojar ganado. Los pictogramas sumerios (Fig. 133) representan la palabra DUR, o TUR (que significa «morada», «lugar de reunión») dibujando lo que, sin ninguna duda, representa a las mismas estructuras que se muestran en los sellos cilíndricos, pero dejando claro que el principal rasgo de la estructura no era el «cobertizo», sino las antenas.
En la entrada de los templos y dentro del recinto sagrado de los dioses también se ponían pilares con «anillos». Así pues, no era ésta una costumbre exclusiva del campo.
¿No serían estos objetos antenas conectadas a un equipo emisor? ¿No serían los anillos emisores de radar, situados en los campos para guiar a la lanzadera que llegaba? ¿Y no serían dispositivos de escáner aquellos pilares con algo parecido a un ojo, los «ojos que todo lo ven» de los dioses de los que muchos textos hablaban?
Sabemos que el equipo al que todos estos dispositivos estaban conectados era transportable, pues en algunos sellos sumerios se representan «objetos divinos» con forma de caja que son llevados en embarcaciones o montados en animales de carga que, es de suponer, llevarían esos objetos tierra adentro después de la descarga de los barcos. (Fig. 134)
Estas «cajas negras», por su aspecto, nos traen a la mente el Arca de la Alianza que construyera Moisés siguiendo las instrucciones de Dios. El cofre estaba hecho de madera, revestida de oro por ambos lados -dos superficies conductoras de la electricidad aisladas por la madera que había entre ellas. El kapporeth, también de oro, se colocaba encima del cofre y se sostenía con dos querubines de oro macizo. No está clara la naturaleza del kapporeth (que, según especulan los expertos, significaría «cubierta»), pero este versículo del Éxodo sugiere su propósito: «Me dirigiré a ti desde arriba del Kapporeth, de entre los dos querubines».
La idea de que el Arca de la Alianza fuera, principalmente, una caja de comunicaciones alimentada eléctricamente se fortalece pe las instrucciones dadas en lo relativo a su transporte. Había que llevarla con dos largas varas de madera que debían pasar a través de cuatro anillos de oro. Nadie debía tocar el cofre en sí, y en cierta ocasión en que un israelita lo hizo, cayó muerto al instante -como si hubiera sido fulminado por una descarga eléctrica de alto voltaje.
Es lógico que un equipo tan aparentemente sobrenatural -pues permitía comunicarse con la divinidad aunque la divinidad estuviera en algún otro lugar- se convirtiera en objeto de veneración, en un «símbolo de culto sagrado». Los templos de Lagash, Ur, Mari y de-otros lugares antiguos tenían, entre sus objetos devocionales, unos «ídolos ojo». El ejemplo más sobresaliente se encontraba en el «templo del ojo» de Tell Brak, en el noroeste de Mesopotamia. Este templo del cuarto milenio a.C. recibió este nombre no sólo por los centenares de símbolos del «ojo» que se desenterraron allí, sino, principalmente, porque en el lugar más sagrado del templo sólo había un altar sobre el que se exponía una enorme piedra con un «doble-ojo» simbólico. (Fig. 135)
Muy probablemente, debía ser una simulación del verdadero objeto divino -el «terrible ojo» de Ninurta, o el del Centro del Control de la Misión de Enlil en Nippur, acerca del cual un antiguo escriba dijo: «Su elevado Ojo explora la tierra... Su elevado Rayo busca por la tierra».
La llanura de Mesopotamia necesitaba, según parece, la elevación de plataformas sobre las cuales colocar el equipo relacionado con el espacio. Ni los textos ni las representaciones artísticas dejan duda de que las estructuras iban desde las más primitivas cabañas de campo hasta las posteriores plataformas de varios niveles a las que había que subir por escaleras o rampas que llevaban desde un amplio nivel inferior hasta un estrecho nivel superior, etc. En la cúspide del zigurat se construía la verdadera residencia del dios, rodeada por un amplio patio amurallado donde se albergaban su «pájaro» y sus «armas». En un zigurat que se representó en un sello cilíndrico no sólo se muestra la habitual construcción escalonada, sino también dos «antenas de anillo» con una altura similar a la de tres niveles. (Fig. 136)
Marduk afirmaba que el zigurat y el recinto del templo de Babilonia (el E.SAG.IL) se habían construido siguiendo sus instrucciones, de acuerdo también con «la escritura del Cielo Superior». En una tablilla (conocida como la Tablilla de Smith), analizada por André Parrot (Ziggurats et Tour de Babel), se decía que el zigurat de siete niveles era un cuadrado perfecto, en el que su primer nivel o base tenía lados de 15 gar cada uno. Cada nivel era más pequeño en área y en altura, excepto el último nivel (la residencia del dios), que era de gran altura. Sin embargo, la altura total era otra vez de 15 gar, de modo que no sólo la estructura, al completo, era un cuadrado perfecto, sino también un cubo perfecto.
El gar empleado en estas medidas era el equivalente a 12 cortos codos -aproximadamente 6 metros. Dos expertos, H. G. Wood y L. C. Stecchini, han demostrado que la base sexagesimal sumeria, el número 60, determinaba la totalidad de las principales medidas de los zigurats mesopotámicos. Así, cada lado medía 3 por 60 codos en su base, y el total era de 60 gar. Fig. 137
Pero, ¿qué factor determinaba la altura de cada nivel?
Stecchini descubrió que, si se multiplicaba la altura del primer nivel (5.5 gar) por codos dobles, el resultado era de 33, es decir, la latitud aproximada de Babilonia (32.5 grados Norte). Calculando del mismo modo, el segundo nivel elevaba el ángulo de observación a los 51 grados, y cada uno de los cuatro niveles siguientes lo elevaba otros 6 grados más. El séptimo nivel se levantaba, así, sobre la cima de una plataforma elevada a 75 grados por encima del horizonte de la latitud geográfica de Babilonia. Este último nivel añadía 15 grados más, permitiéndole al observador un ángulo de 90 grados. Stecchini llegó a la conclusión de que cada nivel actuaba como la plataforma de un observatorio astronómico, con una elevación predeterminada en función del arco del cielo.
Claro está que pudieron haber más consideraciones «ocultas» en estas medidas. Aunque la elevación de 33 grados no era demasiado precisa para Babilonia, sí que lo era para Sippar. ¿Había alguna relación entre los 6 grados de elevación de cada uno de los cuatro niveles y los 6 beru de las distancias entre las Ciudades de los Dioses? ¿Había alguna relación entre los siete niveles y la situación de los siete primeros asentamientos, o con la posición de la Tierra como el séptimo planeta?
G. Martiny (Astronomisches zur babylonischen Tumi) demostró que estas características de los zigurats los adecuaban para las observaciones celestes, y que el nivel más alto del zigurat de Esagila estaba orientado hacia el planeta Shupa (que nosotros hemos identificado con Plutón) y la constelación de Aries. (Fig. 138)
Pero, ¿solamente se construyeron zigurats para observar las estrellas y los planetas, o también estaban pensados para servir a las naves espaciales de los nefilim? Todos los zigurats estaban orientados de modo que sus esquinas apuntaban exactamente al norte, al sur, al este y al oeste. Así pues, sus lados corrían precisamente en ángulos de 45 grados con respecto a las cuatro direcciones cardinales. Esto significa que una lanzadera espacial que llegara para tomar tierra podría seguir ciertos lados de los zigurats a lo largo, exactamente, de la ruta de vuelo -¡y alcanzar Sippar sin dificultad!
El nombre acadio/babilonio de estas estructuras, zukiratu, significaba «tubo del espíritu divino». Los sumerios les llamaban ESH; este término significaba «supremo» o «lo más alto» -algo que, de hecho, sí que eran estas estructuras. También podía significar una entidad numérica relacionada con el aspecto «mensurable» de los zigurats. Y también significaba «una fuente de calor» («fuego» en acadio y hebreo).
Ni siquiera los expertos que han tratado el tema sin nuestra interpretación «espacial» pueden evitar la conclusión de que los zigurats tenían algún propósito más que el de hacer un edificio de muchos pisos como morada para un dios. Samuel N. Kramer resumió el consenso académico así:
«El zigurat, la torre escalonada, que se convirtió en el sello distintivo de la arquitectura sagrada de Mesopotamia... pretendía servir de enlace, tanto en un sentido real como simbólico, entre los dioses en el cielo y los mortales en la tierra».
Sin embargo, nosotros hemos demostrado que la verdadera función de estas estructuras era conectar a los dioses en el Cielo con los dioses -no los mortales- en la Tierra.
bibliotecapleyades.net/sitchin
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