Cuando en reiteradas ocasiones, y por motivos de público conocimiento, me vi obligado a visitar Capilla del Monte (en la provincia de Córdoba, Argentina) ante la presunción de
tratarse de una “base” de aterrizaje de OVNIs, inquietudes personales donde el afán investigativo iba de la mano con el vicio de la aventura me llevaron a husmear por localidades cercanas, hablar con sus pobladores y descubrir, en todos los casos, un acervo de supuestas manifestaciones insólitas que, a todas luces, anticipan el nacimiento de un nuevo tipo de folklore, extraño a las ánimas, luces malas y aparecidos de otras épocas y rico en extraterrestres, monstruos y toda una mitología muy aggiornada, muy al siglo XX.
Uno de esos lugares es Ongamira, a cuarenta kilómetros de la localidad previamente citada. Turísticamente famosa por sus cuevas, foco de interés arqueológico por sus deterioradas pictografías, centro comercial tradicional de los antiguos indios Comechingones, los habitantes de la zona me habían manifestado haber sido testigos también del sobrevuelo de presuntas naves extraterrestres por la zona. Y allí comienza esta particular historia. Porque fue en febrero de 1993, cuando investigadores de nuestro Centro de Armonización Integral visitaron esa agreste región que se obtuvo la placa que reproducimos. En momentos de ascender el grupo la prolongada pendiente que lleva a una de las oquedades y donde años atrás se levantara una pequeña capilla con una imagen religiosa, otro de los investigadores, retrasado, decide tomar una fotografía a los dos primeros componentes del grupo que ya la alcanzaban, visibles a la izquierda de la toma con sus camperas originalmente turquesas. Centrando el objetivo en la capilla el fotógrafo, cuyo nombre por propio pedido mantenemos en reserva, tiró esta única toma. Nadie más era visible por el ocular de la cámara fotográfica. De hecho, nadie más aparte de ellos se encontraba en el lugar y ciertamente nada extraño fue visible a ojo desnudo cuando se gatilló la máquina como durante sus desplazamientos por el lugar que insumieron buena parte del día. La sorpresa llegó al revelar el rollo y descubrir esto que ha resistido todo análisis pertinente: la extraña manifestación energética, esa “columna de luz” que parece proyectarse desde la capillita al suelo y, a ambos lados y detrás de los matorrales esos dos seres vestidos de blanco, aparentemente mujeres, que por otra parte parecen a su vez estar observando al fotógrafo.
No es la primera vez, como es sabido en el mundillo ovnilógico, que objetos no identificados y seres extraños son registrados por cámaras fotográficas y fílmicas sin ser simultáneamente visibles al ojo desnudo. Sobre esto, se han esbozado varias hipótesis, entre las que figuran aquella que dice que la aparición y desaparición del fenómeno espontáneo es tan veloz que el ojo humano no llegó a captarlo y sí lo haría la película, supuestamente más sensible. Esto va concatenado con la creciente suposición, entre los investigadores de este fenómeno, de que, independientemente de su eventual origen extraterrestre, estas inteligencias también provendrían –o usarían– “atajos” interdimensionales, algo así como lo que la astrofísica denomina “agujeros de gusano” y que, para explicarlo de manera sencilla, comunican dos puntos distantes del espacio-tiempo sin pasar por los puntos intermedios, cuanto menos en este espacio. Difícil quizás de comprender para nuestra lógica, pero no más que otras paradojas de la física moderna.
Así, Ongamira sería entonces una de las tantas “puertas dimensionales” distribuidas sobre la faz del planeta, por donde se produciría el acceso de estas inteligencias a nuestro plano de existencia.
Estas son las teorías. Pero aquí mostramos un hecho. Una foto con seres que no estaban físicamente presentes en el momento de obtenerse. Con una definición de foco, una perspectiva y un encuadre que no admite explicaciones convencionales y un entorno psicosocial que invalida el fraude. Y en Córdoba, definitivamente, inextricable tierra de misterios.
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