Como una bola de nieve cuesta abajo, el error se originó en la década del 70 de la mano de un escritor, Frank Waters, y desde entonces ha seguido rodando y no ha parado de crecer hasta nuestros días. En su libro “México místico” (1975), Waters (que llegó a recibir una subvención de la Fundación Rockefeller para sus ‘investigaciones’) mezcló sus propias teorías sobre el pasado de México y el de Mesoamérica con otras provenientes de la astrología, profecías milenarias y el continente perdido de la Atlántida. Su libro logró tanto éxito que de inmediato tuvo continuadores, imitadores y hasta rectificadores. Pero ninguno cuestionó la existencia de la profecía misma.
Tal es la confusión y el temor que este anunciado cataclismo genero que el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) de México, uno de los centros de investigación social más prestigiosos del mundo, creyó necesario aclarar las cosas. En un ciclo de conferencias y en el que participaron sus más reconocidos investigadores (astrofísicos, historiadores y epigrafistas) se pusieron los puntos sobre las íes: no hay en torno a la supuesta profecía (¡ni siquiera hay una profecía!) una mala interpretación, sino un deliberado interés de parte de ciertos ‘profetas’ modernos en crear alboroto al anunciar una hecatombe. Así de simple.
El historiador y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Erik Velásquez, toda una autoridad en la cultura maya, explico que lo de Waters es una “mezcolanza de creencias”. “En su libro asegura que los glifos del monumento 6 de Tortuguero, en Tabasco, anuncian el supuesto fin de un Quinto Sol (que es un concepto mexica, no maya) y la llegada de una nueva humanidad o Sexto Sol”, precisa. O sea, el final de una era y el comienzo de otra. Una ‘nueva era’ que, según Velásquez, ha rendido pingües ganancias a quienes se han dedicado a escribir sobre ella.
Quienes también han dicho lo suyo han sido los epigrafistas. Según estos especialistas, los mayas crearon un calendario con base en un período de 400 años, denominados ‘baktunes’; cada era está compuesta de 13 ciclos de 400 años que sumaban 5.125 años y, según su cuenta, la era actual concluía en diciembre del 2012.
Una recreación
Lo que enseña la historia y la arqueología es que desde que se tiene memoria, señala la historiadora Laura Caso Barrera, distintas culturas y pueblos han tomado otras creencias y profecías y las han interpretado según su propia visión. Es lo que sucedió en el siglo XVIII con los descendientes de los mayas quienes, después de la conquista, se dedicaron a escribir estos libros en los que relatan la historia de su civilización. Ahí se encuentra la única profecía sobre el fin del mundo que se conoce de esta cultura y que no es sino una recreación de otra del siglo III a.C., que a su vez retoma otra de origen babilónico, precisa la investigadora mexicana.
El astrofísico Jesús Galindo, también de la UNAM, aclaró que aunque los mayas fueron grandes astrónomos, nadie, ni los mayas ni nosotros con toda nuestra tecnología y ciencia moderna, podríamos predecir el fin del mundo. Pero si, por alguna razón, arqueólogos, historiadores y científicos, además de este cronista, se equivocaran, pues sólo quedaría excusarse y decir que nadie es perfecto (a excepción de los mayas, claro está). Aunque no hubiera nadie a quién decírselo.
Fuente: elcomercio.pe
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