Theophilius G. Pinches, experto en estudios sobre Asiria, mostró en estas tablillas lo que era un disco circular dividido en tres secciones concéntricas y en doce segmentos, dando como resultado un campo de treinta y seis porciones. Cada una de las treinta y seis porciones contiene un nombre con un pequeño círculo bajo él, indicando que se trata de un cuerpo celeste, y un número. Además cada porción lleva el nombre de un mes, de modo que Pinches los enumeró del I al XII, comenzando con Nissan. Y esto representaba un mapa celeste babilonio, dividido en los tres senderos de Enlil, Anu, y Ea/Enki, mostrando los planetas, estrellas y constelaciones que eran visibles durante los distintos meses del año. Aún continúa el debate acerca de la identidad de los cuerpos celestes y el significado de los números. También sin resolver permanece el asunto de la fecha de este mapa celeste, aunque la mayoría de las opiniones inciden en que el astrolabio perteneció a la era de Nabucodonosor o su sucesor Nabuna’id.
Podemos estar seguros que las observaciones en todas estas tablillas del período tardío de Babilonia no pudieron haber tenido lugar antes del 610 a.C., ni realizadas después del 555 a.C., porque esa fue la fecha en que Nabuna’id se convirtió en el último rey de Babilonia; y su alegato para ser legitimado era que su reinado fue confirmado celestialmente porque ‘el planeta de Marduk, alto en el cielo, me ha llamado por mi nombre’. Mediante esta afirmación, también señalaba que durante una visión nocturna había visto ‘la Gran Estrella y la Luna’. Basado en las fórmulas de Kepler para las órbitas planetarias alrededor del Sol, el completo período de visibilidad de Marduk/Nibiru desde Mesopotamia duraba justo unos pocos años. Por lo tanto, la visibilidad alegada por Nabuna’id coloca el retorno del planeta en los años inmediatamente precedentes a 555 a.C. En este caso, ¿cuándo se produjo realmente el retorno?
Hay otro aspecto a tener en cuenta: la profecía de ‘la oscuridad al mediodía’, en el Día del Señor, o sea, un eclipse solar, se produjo el 556 a.C. Los eclipses solares, aunque menos frecuentes que los lunares, no son tan raros; ocurren cuando la Luna, pasando entre la Tierra y el Sol, oscurece temporalmente al Sol. Sólo una pequeña porción de los eclipses solares son totales. El alcance y duración de la oscuridad total varía debido a las siempre cambiantes órbitas del Sol, la Luna y la Tierra, además de la rotación de la Tierra y su inclinación del eje. Aunque los eclipses solares no son habituales, el legado astronómico de Mesopotamia incluye conocimientos del fenómeno, llamándolo atalu shamshi. Referencias textuales sugieren que no sólo ese fenómeno sino también la participación lunar eran parte del antiguo conocimiento acumulado. . De hecho, un eclipse solar cuyo recorrido pasó sobre Asiria habría ocurrido en 762 a.C.
Fue seguido por otro en 584 a.C., que fue visto en todas las tierras del Mediterráneo, y totalmente sobre Grecia. Pero después, en 556 a.C., hubo un eclipse solar extraordinario ‘en una fecha inesperada.’ Si no fue debido a los predecibles movimientos de la Luna, ¿pudo haber sido causado por el paso del gran planeta Nibiru? Entre las tablillas astronómicas hay una que trata de un eclipse solar, documentando así el fenómeno observado: “En el comienzo el disco solar, no en fecha esperada, se hizo oscuro, y permaneció en el resplandor del Gran Planeta. El día 30 [del mes] fue el eclipse del Sol”. ¿Qué significan las enigmáticas palabras de que el oscurecido Sol “permaneció en el resplandor del Gran Planeta”? Aunque la tablilla no aporta una fecha para tal eclipse, creemos que se señala claramente que el inesperado y extraordinario eclipse solar fue generado por el retorno de Nibiru, el gran planeta radiante. Pero si la causa directa fue el planeta mismo, o los efectos de su ‘resplandor’ (tal vez su atracción gravitacional o sus efectos magnéticos) sobre la Luna, el texto no lo explica.
Es un hecho astronómicamente histórico que un 19 de mayo del 556 a.C. ocurrió un eclipse solar total. Como se muestra en un mapa del Centro de Vuelo Espacial Goddard de NASA, el eclipse fue grande e importante, visto en amplias zonas, y un aspecto único acerca de él fue que ¡la banda de oscuridad total pasó exactamente sobre la zona de Harán! Este último hecho es de tremenda importancia, más aún en aquellos fatídicos años en el mundo antiguo, porque inmediatamente después, en 555 a.C. Nabuna’id fue proclamado rey de Babilonia, no en Babilonia, sino sorprendentemente en Harán. Fue el último rey de Babilonia.
Y después de él, como había profetizado Jeremías, Babilonia siguió el destino de Asiria. Fue en 556 a.C. que ocurrió la profetizada oscuridad al mediodía. Fue justo cuando volvió Nibiru; fue el profetizado DÍA DE SEÑOR. Y cuando ocurrió el retorno del planeta, ni Anu ni los demás dioses esperados se mostraron. De hecho ocurrió lo contrario: los dioses Anunnaki abandonaron la Tierra.
La partida de los dioses Anunnaki de la Tierra fue un verdadero drama para la Humanidad. Y su partida no es simple especulación; está ampliamente documentada. La evidencia nos llega tanto del Próximo Oriente como de América, y algunos de los más directos y dramáticos documentos de la partida de los antiguos dioses de la Tierra nos llegan desde Harán. El testimonio se basa en documentos serios, entre ellos los del profeta Ezequiel. Estos informes están registrados en la Biblia y fueron inscritos en columnas de piedra con textos que tratan de los sucesos milagrosos que conducen a la ascensión al trono del último rey de Babilonia. Hoy día Harán es una ciudad en Turquía oriental, a poca distancia de la frontera Siria. Está rodeada por muros de los tiempos Islámicos, que se están desmoronando, y sus habitantes viven en modestas chozas de barro.
El pozo donde Jacob conoció a Raquel se halla aún ahí, entre los prados de ovejas, fuera de la ciudad, con el agua más pura que uno pueda imaginarse. Pero en los días antiguos Harán fue un floreciente centro comercial, cultural, religioso y político, tanto que aun el profeta Ezequiel, que vivía en el área con otros exiliados de Jerusalén, la nombró como un reputado centro comercial de “ropas azules y trabajos de bordado, de ricos aparejos al pecho hechos con cordones y madera de cedro”. Fue una ciudad que había sido en tiempos sumerios un centro del culto del ‘dios Luna’ Nannar/Sin. La familia de Abraham terminó residiendo allí porque su padre Terah era un Tirhu, un sacerdote y augur, primero en Nippur, después en Ur, y finalmente en el templo de Nannar/Sin en Harán.
Después de la desaparición de Sumer a causa del mortal viento nuclear, Nannar y su esposa, Ningal, convirtieron a Harán en su hogar y cuartel general. Aunque Nannar (Sin en acadio) no era el heredero primogénito legal, ya que este rango pertenecía a Ninurta, era un primogénito terrestre de Enlil y su esposa Ninlil,. Dioses y hombres adoraron a Nannar/Sin y su esposa; los himnos en su honor en los tiempos gloriosos de Sumer, y las lamentaciones acerca de la desolación de Sumer en general y de Ur en particular, revelen el gran amor y admiración de la gente por esta pareja divina. Que muchos siglos después Esarhaddon fuera a consultar a un anciano Sin en relación a la invasión de Egipto, y que la familia real asiria se trasladase a Harán, sirve para indicar el continuo e importante papel jugado por Nannar/Sin y Harán hasta el final.
Fue en las ruinas del templo de la ciudad de Nannar/Sin, el E.HUL.HUL (‘Casa de la Doble Alegría’), que los arqueólogos descubrieron cuatro estelas, que alguna vez estuvieron de pie en el templo, una en cada rincón del principal salón de oraciones. Las inscripciones en las estelas revelan que dos de ellas fueron erigidas por la sumo sacerdotisa del templo,Adda-Guppi, y dos por su hijo Nabuna’id, el último rey de Babilonia. Con un evidente sentido histórico Adda-Guppi aportó en sus inscripciones datos precisos de los asombrosos eventos de los que ella fue testigo. Los datos, vinculados como era costumbre a los años reinantes de reyes conocidos, pudieron ser verificados por expertos. Se sabe que nació en 649 a.C. y vivió durante los reinados de varios reyes asirios y babilónicos, alcanzando la edad de 104 años.
He aquí lo que escribió en una estela en relación al primero de una serie de sucesos increíbles: “Fue en el dieciseisavo año de Nabupolassar, rey de Babilonia, cuando Sin, señor de los dioses, se enojó con su ciudad y su templo y subió al cielo; y la ciudad y la gente se fueron a la ruina”. El año dieciséis de Nabupolassar fue el 610 a.C., cuando las fuerzas de Babilonia capturaron Harán a los sobrevivientes del ejército y la familia real asiria, y cuando un poderosos Egipto decidió tomar lospuertos espaciales. Fue entonces, escribió Adda-Guppi, que un enojado Sin, quitando su protección a la ciudad, “¡subió al cielo!’. Lo que siguió en la ciudad capturada está descrito suficientemente: ‘Y la ciudad y su gente fueron a la ruina’. Mientras otros sobrevivientes huyeron, Adda-Guppi se quedó. ‘A diario, sin cesar, de día y de noche, por meses, por años ella guardó vigilia en el arruinado templo. De luto, abandonó los vestidos de fina lana, se quitó las joyas, no usó ni oro ni plata, renunció a los perfumes y al aceite de dulce aroma’. Como un fantasma errando por el abandonado santuario, ‘me vestía con ropas rotas; iba y venía silenciosa’.
Entonces, en el desolado recinto sagrado, encontró un atuendo que alguna vez perteneció a Sin. Para la abatida sacerdotisa, el hallazgo fue un augurio del dios. Como si el mismo dios estuviera allí para escucharla, se postró y ‘en oración y humildad’ pronunció un voto: ‘Si quieres volver a tu ciudad, toda la gente cabeza-negra veneraría tu divinidad”’. Los “cabeza-negra’ era un término que los sumerios empleaban para referirse a si mismos, y el empleo del término por la sumo sacerdotisa 1300 años después de la desaparición de Sumer fue algo lleno de significado: ella le decía al dios que si volvía, sería restaurada su Señoría como en los Días Antiguos, volviendo a ser el señor dios de una restaurada Sumer-Acadia. Para lograr esto, Adda-Guppi ofreció a su dios un trato: Si retornara y empleara sus poderes para hacer de su hijo Nabuna’id el siguiente rey imperial, reinando sobre los dominios de Babilonia y Asiria, Nabuna’id restauraría el templo de Sin no sólo en Harán sino también en Ur, y proclamaría el culto a Sin como religión estatal en todas las tierras de la gente cabeza-negra.
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