

Un fragmento del Libro, capítulo 125 del Imperio Nuevo, del siglo XIII antes de Cristo, dice así: “Traigo en mi corazón la verdad y la justicia, pues he arrancado de él todo mal. No he hecho sufrir a los hombres. No he tratado con los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con abuso. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al necesitado de lo necesario para su subsistencia. No he hecho llorar. No he matado ni mandado matar. No he tratado e aumentar mis propiedades por medios ilícitos, ni de apropiarme de campos de otro. No ha manipulado las pesas de la balanza. No he mentido. No he difamado. No he escuchado tras las puertas. No he cometido jamás adulterio. He sido siempre casto en la soledad. No he cometido con otros hombres pecados contra la naturaleza. No he faltado jamás al respeto debido a los dioses”. Sorprende y asombra comprobar, en este texto del Egipto milenario, la lucidez con que se expresa el conocimiento del bien y del mal, que consiste en que, sin referirse a ninguna ley escrita, el corazón de los egipcios sabía distinguirlos claramente en sus acciones........
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