Los antiguos egipcios crearon un mundo de fuerzas sobrenaturales tan vívido y poderoso que la preparación para la muerte, momento en el que se fundirían con las divinidades para compartir con ellas una existencia espiritual en la Duat, o Más Allá, constituía para ellos una preocupación constante.El Libro de los Muertos, del cual su nombre original es Peri Em Heru “Libro para salir al día”, data de la época de Imperio Nuevo pero sus raíces se encuentran en los “Textos de las Pirámides” del Reino Antiguo. Se trata de los sortilegios y ritos funerarios egipcios más antiguos que existen hasta el momento y tradicionalmente se considera a Dyedefhor, famoso sabio y adivino, como su autor.La declamación de estos textos, permitía al alma protegerse de los malos espíritus que intentaban impedirle su progresión y pasar las pruebas establecidas por 42 jueces en la antesala de Osiris, dios de los muertos. En estos textos se indica que la felicidad en el más allá de la muerte, dependía de la vida que hubiera llevado el difunto en este mundoEstas redacciones fueron creadas para ayudar a los difuntos en el paso hacia el otro lado y salir airosos del juicio de Osiris. El libro además contiene pasajes que auxilian a los muertos a reconocer los dioses que serían benefactores para su transición, para que puedan encontrar el rumbo en el camino de las 12 Regiones de la Duat, (el inframundo de la mitología egipcia ) y poder llegar al fin al Aaru.Para los egipcios en el corazón se centraba la vida por ello 4 hechizos en el libro se especializan en la protección de este órgano, el sortilegio 23 “Apertura de la Boca” pretende ayudar a recobrar los sentidos del difunto para su vida después de la muerte .En la actualidad se han descubierto 192 capítulos pertenecientes al Libro de los Muertos, de los cuales el más renombrado es el nº 125, el Papiro de Ani donde se redacta la “Fórmula para entrar en la sala de las dos Maat”, sitio donde el alma del muerto se presenta ante el tribunal de Osiris para que su corazón sea pesado.Maat era la diosa que gobernaba las leyes físicas, el orden del universo y la verdad, ella disponía de una pluma de avestruz la cual disponía en uno de los platillos de la balanza donde se pesaba el corazón del difunto, si éste era más ligero que la pluma se le concedería la vida eterna en los campos de Aaru.Es uno de los capítulos más extensos y complejos, destaca las “Confesiones negativas” que el muerto declaraba ante los dioses para justificar sus acciones en vida, detalle que marca fehacientemente la importancia que la moral tenía para el pueblo egipcio.
Un fragmento del Libro, capítulo 125 del Imperio Nuevo, del siglo XIII antes de Cristo, dice así: “Traigo en mi corazón la verdad y la justicia, pues he arrancado de él todo mal. No he hecho sufrir a los hombres. No he tratado con los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con abuso. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al necesitado de lo necesario para su subsistencia. No he hecho llorar. No he matado ni mandado matar. No he tratado e aumentar mis propiedades por medios ilícitos, ni de apropiarme de campos de otro. No ha manipulado las pesas de la balanza. No he mentido. No he difamado. No he escuchado tras las puertas. No he cometido jamás adulterio. He sido siempre casto en la soledad. No he cometido con otros hombres pecados contra la naturaleza. No he faltado jamás al respeto debido a los dioses”. Sorprende y asombra comprobar, en este texto del Egipto milenario, la lucidez con que se expresa el conocimiento del bien y del mal, que consiste en que, sin referirse a ninguna ley escrita, el corazón de los egipcios sabía distinguirlos claramente en sus acciones........
Un fragmento del Libro, capítulo 125 del Imperio Nuevo, del siglo XIII antes de Cristo, dice así: “Traigo en mi corazón la verdad y la justicia, pues he arrancado de él todo mal. No he hecho sufrir a los hombres. No he tratado con los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con abuso. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al necesitado de lo necesario para su subsistencia. No he hecho llorar. No he matado ni mandado matar. No he tratado e aumentar mis propiedades por medios ilícitos, ni de apropiarme de campos de otro. No ha manipulado las pesas de la balanza. No he mentido. No he difamado. No he escuchado tras las puertas. No he cometido jamás adulterio. He sido siempre casto en la soledad. No he cometido con otros hombres pecados contra la naturaleza. No he faltado jamás al respeto debido a los dioses”. Sorprende y asombra comprobar, en este texto del Egipto milenario, la lucidez con que se expresa el conocimiento del bien y del mal, que consiste en que, sin referirse a ninguna ley escrita, el corazón de los egipcios sabía distinguirlos claramente en sus acciones........
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