A partir de la muerte de Lord Carnarvon, comienza la leyenda de la venganza del Faraón por haber alterado su tranquilidad al profanar su tumba. En la prensa local, hacía unos días que una novelista, Marie Corelli, había escrito: "Sobre los intrusos en una tumba sellada, cae el castigo más horrible".
Se habló mucho de una maldición existente en la tumba. Hay muchos autores que niegan que hubiese ninguna maldición escrita. Pero otros autores aseguran que Carter encontró en la antecámara un ostrakon de arcilla de los utilizados por los escribas egipcios para hacer sus anotaciones, de aspecto inofensivo que al principio fué catalogado, pero cuando Alan Gardiner descifró los jeroglíficos que tenía "fué tachado de la lista de objetos hallados". Por lo visto la descripción decía: "La muerte golpeará con su bieldo a aquel que turbe el reposo del Faraón".
Parece que no quisieron que trascendiese aquello para evitar a los supersticiosos, especialmente a los trabajadores, que emprendieran la huída. No fué fotografiada y se ha dado por perdida. Luego, en un amuleto hallado en la cámara principal, se encontró otra inscripción que decía: "Yo soy el que ahuyenta a los profanadores de tumbas con la llamada del desierto. Yo soy el que custodia la tumba de Tutankhamón".
A todo esto se unieron un par de circunstancias fortuitas que fueron vistas por los supersticiosos egipcios como mal augurio. El día anterior al descubrimiento de la tumba, Carter fué picado en una mano por un alacrán, picadura que le mortificó bastante durante la apertura de la tumba. Además, ese mismo día en la casa donde dormía Carter junto a las excavaciones, penetró una culebra y se comió a un canario al que tenía mucho cariño. Era todo aquello suficiente para que los egipcios empezasen a murmurar. Algunos llegaron a decir: "Esta gente encontrará oro y muerte".
Por si todo esto fuera poco, los trabajadores de la excavación vieron un halcón que sobrevolaba la tumba de Tutankhamón y se perdía después en dirección Oeste, "hacia el otro mundo" como creían los egipcios.
La prensa de entonces, que había tratado en primera plana el hallazgo de la tumba y del tesoro, tenía ya suficiente para escribir la historia de "la maldición del Faraón".
Las maldiciones han existido en Egipto. Es conocido el caso de la tumba de Ursu, "Jefe de los países auríferos de Amon" (dinastía XVIII, 1570-1320 a.C.) en la que se encontró un largo párrafo escrito, amenazando a todo el que penetrase en aquel recinto, dañase su tumba, sacara o violara su cadáver, con el castigo de Ra por el cual "no transmitirá sus propiedades a sus hijos, su corazón no estará satisfecho en vida, no recibirá agua en la necrópolis y su alma será destruída para siempre".
Lo cierto es que nadie es inmortal y que tanto los ladrones de tumbas como los egiptólogos, arqueólogos y personal del Servicio de Antigüedades, tenían que morir por ley de vida más tarde o más temprano.
Los excavadores habían hallado en ocasiones cadáveres esqueletizados o desecados en el interior de las tumbas que abrían, y que no tenían que ver con la momia allí enterrada. Consideraron que se trataba de ladrones de tumbas que al penetrar a robar con teas encendidas para alumbrarse, consumieron el oxígeno del recinto, asfixiándose, lo que es algo completamente natural. Robert Phillips que investigó estos casos, demostró que algunos habían encendido hogueras para iluminarse o llevado teas encendidas y que efectivamente habían muerto asfixiados.
Hubo quienes creyeron que de una forma inexplicable, en las tumbas se almacenaba "energía psíquica concentrada". Eran los que estaban influenciados por las ideas espiritistas de la época.
Hay una vieja costumbre referente a maldiciones que no es exclusiva de Egipto, que consiste en grabar el nombre de la persona a la que se desea maldecir, en una olla de barro y romper la olla después.
Engelbach, Inspector de la Administración de Antigüedades de Egipto, a quien conoció bien Carter, descubrió una tumba cerca de la pirámide de Medun y en ella una tablilla con esta maldición : "El espíritu del muerto retorcerá el cuello al ladrón de tumbas como a un pato". Y junto a la tumba encontró en el suelo, un cadáver sin embalsamar, esqueletizado, pero con ropas y restos de piel desecada. Era al parecer un profanador que al tratar de robar los objetos valiosos que llevaba la momia, le cayó una piedra desprendida del techo. ¿Casualidad o trampa ingeniosamente colocada?
Otra teoría es que los sacerdotes del Antiguo Egipto conocían venenos letales como el Haemanthus toxicarius, o cebolla tóxica, que tenía un efecto paralizante sobre la médula espinal, el cerebro y las vías respiratorias. También creaban otras sustancias con los venenos de escorpiones y serpientes capaces de conservar sus efectos durante años y de provocar parálisis del sistema nervioso. Pero los análisis del comandante Robert Philips, oficial médico y delegado naval para las investigaciones científicas de El Cairo en el tiempo del descubrimiento demostraron que no había veneno alguno en la tumba.
Los saqueos de las tumbas egipcias eran cosa que venía de muy antiguo. Constituían un verdadero deporte nacional del que vivía mucha gente, organizada en verdaderos clanes. Se ha calculado que durante los milenios que duró la civilización egipcia antes de Cristo, fueron enterrados en aquel país más de 200.000.000 de personas, todas con ajuar funerario en consonancia con el estatus que tenían en la sociedad. Ello permite hacerse una idea de los tesoros que aún pueden permanecer enterrados allí.
Loa ajuares más ricos fueron enterrados junto a los Faraones y personajes de la nobleza. Se supone que hubo en Egipto más de 300 Faraones y que sólo ha sido hallada la quinta parte de sus tumbas. Esto permite sospechar que todavía Egipto nos tiene reservadas muchas sorpresas.
Carter calculaba que de la tumba de Tutankhamón que fué saqueada en tiempos remotos, los ladrones se llevaron el 60 % de los objetos que contenía, quizás los de menor tamaño, pero más valiosos y eso que lo que encontró Carter fué fabuloso. ¿Y qué tesoros pudieron existir en las tumbas de faraones más poderosos si en la tumba de uno casi desconocido se encontró aquella fortuna?
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