septiembre 29, 2012

ABDUCCION EXTRATERRESTRE DE ENOCH.......






Enoch, un hombre fiel a la ley del Señor, es encargado por los culpables de interceder en su favor cerca de Dios. Para presentar su informe. Enoch es invitado entonces a un gran viaje. Es trasladado a alguna parte donde se le muestra toda la mecánica celeste, los motores que hacen girar la inmensa máquina del Universo. Constituyendo la segunda parte, el Libro de las Parábolas relata sus viajes (o sus visiones, como ustedes prefieran). Enoch cuenta lo que ha visto de la morada de Dios y vuelve a hablar de los secretos de la mecánica celeste. Percibiendo el futuro, describe incluso cómo un día unos carros traerán a los judíos de su dispersión. Algunos pasajes evocan ingenios voladores, que producen un ruido formidable, otros silenciosos.
Hay motivos sin duda para sentir una gran inquietud, sobre todo si nos refrescamos la memoria y recordamos que se trata de una época en que no se conocía ningún motor.
Dice Enoch: "Vi otro ejército de carros en los que estaban montados hombres. Y ellos iban sobre los vientos, de oriente y de occidente en dirección al mediodía. Se oía el rodar de sus carros y cuando ese tumulto se produjo, los santos cayeron en la cuenta del cielo, la columna de la Tierra fue estremecida por su base y se oyó de un extremo al otro del cielo durante un día." (Enoch, Libro XII, 1 y 2).
En la tercera parte, Enoch expone de una manera más metódica las leyes de los astros que le ha revelado el ángel Uriel: ley del Sol y ley de la Luna, ley de los doce Vientos. Todos los fenómenos son vistos por Enoch como si los estuviera sobrevolando. Describe, la Tierra, las montañas y los ríos como si estuviera situado encima de ellos. Es uno de los misterios mayores de este relato.
No hay que exagerar, sin embargo, la importancia de los conocimientos aquí enunciados. Si bien el punto de vista del observador, en situación elevada, es original, y si los ingenios de transportes son fantásticos, habrá que convenir que las matemáticas y la astronomía del autor son débiles.
Encontramos nuevamente todas las leyendas de la época y, en algunos aspectos, parece incluso que Enoch ignora o mezcla los conocimientos de su época. Por ejemplo, atribuye a los años lunares unas veces 354 y otras 364 días. Para los años solares, que les da 364 días y por otra parte olvida los días interpuestos.
¿Cómo apreciar actualmente el conjunto del relato? Nos guardaremos bien de hacerlo aquí, tanto más cuando algunos se han dedicado ya a esta tarea.
Un ejemplo es el del investigador Robert Charroux, siempre al acecho de lo extraordinario; ve en el relato, por supuesto, un testimonio sobre la llegada a la Tierra de unos extraterrestres en una época remota. Estos seres, bastante semejantes a la especie humana, ya que pudieron acoplarse con las mujeres, viajaban por el espacio interestelar. De pasada, enseñaron a los hombres algunos elementos de tecnología, como el arte de los metales. Otros conocimientos, astronómicos especialmente, no pudieron ser transmitidos, ya que los hombres no sabían bastantes matemáticas para comprenderlos.
El Libro de Enoch los menciona, pero, solamente desde un punto de vista poético. Aun cuando no se coincida con la tesis de Robert Charroux, el Libro de Enoch no pierde su interés. Descubre un monumento histórico de primera importancia sobre la "ciencia judía", mostrando cómo el pensamiento de esa época trató de mezclar unas hipótesis sobre el mundo físico tomadas de la Biblia con la cosmología babilónica. Es, al mismo tiempo, un texto poético indiscutible. Aun cuando ha sido considerado apócrifo, y por lo tanto, ha sido amordazado por los teólogos, eso no debe ser visto en todo caso como referido al relato de los "extraterrestres", absolutamente canónico, que nos aporta a este respecto una descripción quizá más extraña.


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