septiembre 11, 2012

Eran nuestros “Dioses” extraterrestres? (3)



Si Yahveh hizo caminar a Moisés con sus seguidores por el desierto durante cuarenta años, el dios de los aztecas obligó a éstos a una caminata de casi 3.000 km, antes de que hallasen en una pequeña isla en medio del lago Texcoco, al águila de su profecía devorando a una serpiente. Era el símbolo que les indicaba que aquella era su tierra de promisión.
Los paralelismos entre el éxodo del pueblo de Israel y el éxodo del pueblo azteca comienzan con la personalidad misma de los dos protagonistas, Yahveh y Huitzilopochtli. Ambos querían ser considerados como protectores e incluso como padres, pero eran tremendamente exigentes, implacables en sus frecuentes castigos, y muy irritables. Ambos les indicaron a sus pueblos elegidos que abandonasen la tierra que habitaban. Ambos acompañaron personalmente a sus protegidos a lo largo de todo el peregrinaje. Yahveh lo hizo como ya vimos en forma du una curiosa nube o coluna de fuego y de humo que les procuraba luz de noche y sombra de día, o les señalaba el camino que debían tomar. Huitzilopochtli, a su vez, acompañaba a los aztecas en forma de un gran pájaro. La tradición afirma que fue un águila o una grulla blanca, que les iba indicando la dirección en la cual debían caminar desde las tierras de Arizona y de Utah hasta el emplazamiento de la actual capital de México.
Pero lo más curioso es que los dos pueblos – israelitas y aztecas – transportaban una especie de caja sagrada que para ellos tenía una gran importancia y que servía para comunicarse directamente con la divinidad. Los israelitas llevaban la famosa Arca de la Alianza, y los aztecas llevaban un cofre, tal y como nos lo cuenta fray Diego Durán, historiador contemporáneo de la conquista: “Cuando llegaban a un lugar para quedarse en él durante algún tiempo, lo primero que hacían era construir un templo que servía para alojar el cofre en que llevaban a su dios.”
Los Escudos Volantes de los Indios Hopi
Si Carlomagno fue ayudado por unos escudos volantes y los aztecas – procedentes de Arizona – contaron con el apoyo de una inteligencia que dominaba el vuelo, ambas circunstancias se repiten en la historia de los indios hopi – establecidos en la actual Arizona. Según explica su jefe White Bear, contaban sus antepasados que sus abuelos habitaban unas tierras situadas al Oeste, o sea en algún punto del océano Pacífico. Al hundirse estas tierras, unos seres descendidos de las alturas – los katchinas – les ayudaron a trasladarse al continente americano, en parte sirviéndose de ‘escudos volantes’. Estos seres sabían además tallar grandes bloques de piedra, dominaban el transporte aéreo de estos bloques, y eran diestros en la construcción de instalaciones subterráneas. Algo muy parecido a lo que nos narran según vimos los antiguos textos sánscritos.
Ovnis Durante la conquista da America
Alguna inteligencia seguía sobrevolando a los humanos en tierras americanas siglos más tarde. Así, Bernal Díaz del Castillo, cronista de Hernán Cortés, escribe en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva Spaña: “Dijeron los indios mexicanos que vieron una señal en el cielo que era como verde y colorada y redonda como rueda de carreta y que junto a la señal venía otra raya y camino de hacia donde sale el Sol y se venía a jnutar con la raya colorada”. Y, un poco más adelante: “Lo que yo vi y todos cuantos quisieron ver, en el año 27″ – 1527 – “estaba una señal del cielo de noche a manera de espada larga, como entre la provincia de Pánuco y la ciudad de Tezcuco, y no se mudaba del cielo, a una parte ni a otra, en más de veinte días.”
Son, una vez más, solamente dos pinceladas de los muchos objetos volantes no identificados que – en este caso – refieren las crónicas de la conquista de América.
¿Vienem de Sirio?
Cuentan los dogones, que habitan en las tierras de la acual república africana de Mali, que desde siempre, el elemento para ellos más importante del firmamento es una estrella pequeña que gira alrededor de la gran estrella Sirio, el brillante astro que luce en la constelación del Can Mayor. Por los estudios realizados de sus tradiciones, podemos afirmar que poseen este conocimiento por lo menos desde el siglo 12. Cuando en cambio la moderna astronomía no descubrió Sirio B – que orbita alrededor de Sirio A y es invisible al simple ojo humano – hasta mediados de siglo pasado. Los dogones conocían por lo menos siete siglos antes la existencia de Sirio B, siendo conscientes además de que es invisible. Pero además, el dibujo ritual que ellos trazan para mostrar la órbita en que Sirio B gira alrededor de Sirio A, es abolutamente idéntico al dibujo que ofrece el moderno diagrama astronómivo de la órbita de Sirio B alrededor de Sirio A.
Los dogones saben además que Sirio B es un cuerpo extraordinariamente pequeño. Y también aquí la astronomía oficial confirma que Sirio B es una “enana blanca”, una estrella pequeña. También dicen los dogones que Sirio B es la estrella más pesada que existe. Y una vez más la ciencia confirma: Sirio B – a la que ellos llaman Po Tolo – es, en cuanto enana blanca, una estrella extraordinariamente densa, o sea, extraordinariamente pesada. Pero además, y de acuerdo con la mitología de los dogones, Po Tolo da una vuelta alrededor de Sirio A cada cincuenta años. Y confirma también aquí la moderna astronomía que Sirio B da una vuelta alrededor de Sirio A exactamente cada cincuenta años. Más asombroso aún: durante sus festividades rituales, los dogones rinden honores al hecho de que Po Tolo gire sobre sí mismo. ¿De donde podían saber – no los dogones, sino nadie – desde hace ocho siglos que las estrellas giran sobre su propio eje?
Cuando se les plantea a ellos esta pregunta, afirmam que “…un día llegaran unos seres procedentes del sistema de Sirio, con la finalidad de instaurar la sociedade en la tierra.”. De ellos proceden sus conocimientos. Estos seres desconocidos – a los que ellos llaman ‘nommos’ – descendieron a la Tierra en un arca que, antes de aterrizar, giraba o volteaba en el aire. El aterrizaje aconteció en el Nordeste del país de los dogones y produjo un ruido importante al descender el arca. Los dogones describen el aterrizaje de forma muy gráfica: “El arca se posó en la tierra seca del Zorro y desplazó polvo, levantado por el remolino que causó. La violencia del impacto dejó el suelo rugoso. El arca era como una llama que se apagó al tocar la tierra.” Era roja como el fuego y se volvió blanca cuando aterrizó.
Por Andreas Faber Kaiser

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