octubre 10, 2012

ANDREAS FABER-KAISER..LA TUMBA DE JESÚS EN CACHEMIRA.....?

Aunque es cierto que los autores del Nuevo Testamento emplean la palabra «muerte» al referirse a Jesús, una investigación seria y completa de la historia de la crucifixión, y la consideración equilibrada de los diferentes textos y versiones, nos conduce a la conclusión definitiva, que Jesús, de acuerdo con el Nuevo Testamento, no murió en la cruz. Lo que los autores evangélicos querían significar respecto de la muerte de Jesús, no era una muerte real, una muerte en el sentido clínico. Querían significar que se encontraba en un estado de inconsciencia que fue tomado por muerte por el centurión romano. Es evidente según el N. T. que el Centurión se encontraba en un estado de confusión a causa de la tormenta, la oscuridad y el terremoto q u e acontecieron en aquel instante (Mat. 27, 54). Por otro lado, Pilatos, el Gobernador de la provincia, quizás menos afectado por el fenómeno natural, gracias a los fuertes muros de su palacio, se encontraba en mejor disposición mental. Cuando fue informado de la supuesta muerte de Jesús se mostró dubitativo y evidenció su sorpresa exclamando: ¿Tan pronto ha muerto? Ello nos dice que incluso en el mismo momento de la crucifixión surgió la duda en la mente de quienes estaban familiarizados con ella. Sabía por experiencia el largo tiempo que necesitaba una persona saludable para morir en la cruz. El Evangelio de Juan, del que contrariamente a la opinión habitual, puede decirse que es el Evangelio más antiguo, hace una afirmación muy importante, cuando dice: «Entonces llegaron los soldados y rompieron las piernas del primero y el segundo que estaban crucificados junto a él. Pero cuando llegaron a Jesús y observaron que ya estaba muerto, no rompieron sus piernas. Pero un soldado con una lanza atravesó su costado y entonces brotaron sangre y agua» (Juan 19, 32-34). Dice San cuan aquí que los soldados romanos rompieron las piernas de los dos ladrones que se encontraban crucificados junto a Jesús, pero que a él no le rompieron las piernas porque pensaban que ya se encontraba muerto. «Pero uno de los soldados atravesó su costado y de él brotó sangre y agua. Debemos considerar qué quiere significar la palabra pero en éste contexto. ¿Está contradiciéndolo negando? Obviamente el autor evangélico nos está indicando que la conclusión de los soldados romanos de que «Jesús estaba muerto» era equivocada. El se encontraba completamente vivo. Su corazón se encontraba bombeando sangre. De encontrarse muerto su corazón se hubiera detenido y no brotaría sangre de su cuerpo. Es esta, una parte del N. T. de gran evidencia a favor de que Jesús, cuando se suponía que había muerto en la cruz, se encontraba en realidad vivo. No debería extrañar en absoluto que se salvara de la muerte ignominiosa de la cruz, porque la muerte en la cruz, según la Biblia, es una muerte maldita. Ambos, El Nuevo y El Antiguo Testamento coinciden en señalar que todo el que muere en la cruz es maldito (Deut. 21, 23. Gala. 3, 13). ¿Cómo podría Dios permitir que su amado Jesús muriera en la cruz? Una persona maldita es aquella que se encuentra totalmente privada de la Gracia y Amor Divinos. Aquella que rompe todos sus vínculos con Dios y se convierte en su enemigo. ¿Cómo podría ser Jesús llamado maldito cuando era el hijo amado de Dios? El alto rango que Jesús mantenía en la Presencia de Dios Todopoderoso es irreconciliable con la idea de que muriera como un maldito. Una de ambas premisas ha de ser rechazada y cada cual es libre de elegir cual. Mi amor hacia Jesús, un gran Profeta, mi sentido de gratitud hacia una de las mayores, figuras de la historia del mundo, junto con las pruebas contenidas en las Escrituras, me obligan a creer que sobrevivió a la cruz, Y esto es exactamente lo que debió haber ocurrido si tenemos presentes las fervientes plegarias y profundas súplicas de Jesús que los evangelios nos describen tan minuciosamente. Jesús rezó a Dios toda la noche, postrado y con lágrimas para que fuera salvado, y tales plegarias, ofrecidas con tanta humildad, no pueden ser desoídas. Las súplicas agonizantes de un elegido de Dios, realizadas como última invocación, nunca pueden ser desatendidas. A lo largo de todo su ministerio, Jesús había insistido a sus discípulos sobre la importancia y eficacia de las plegarias. ¿Cómo podían, pues ser rechazadas sus propias plegarias poderosas del jardín de Getsemaní ofrecidas en presencia de sus discípulos? El rechazo de tales fervientes plegarias del propio Jesucristo, hubiera acabado con la fe de sus discípulos. Ciertamente que el Santo Padre aceptó las plegarias de su humilde y amado siervo y le salvó de la muerte maldita. Esto es lo que dice el Nuevo Testamento. «En los días de su agonía Jesús ofreció plegarias y súplicas, con gritos y lágrimas a Quien podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su gran temor» (Hebreos). Los evangelios, de hecho, nos hablan de la supervivencia de Jesús de la cruz en términos claros. Los autores del N. T. describen la aparición de Jesús a sus discípulos, de como les mostró sus manos y pies, de como compartió su comida con ellos y de su viaje de Jerusalén a Galilea. Lucas dice: «Mientras ellos aún hablaban de estas cosas, Jesús se puso en medio de ellos pero estaban espantados y atemorizados y pensaban que veían un espíritu. Y les dijo: ¿Por qué estáis turbados y vienen a vuestro corazón estos pensamientos? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy, palpad y ved porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo». « Y como todavía ellos, de gozo, no lo creían y estaban maravillados, les dijo: ¿Tenéis aquí algo que comer? Entonces le dieron un pez asado y un panal de miel» (Lucas 24, 36-43)...........

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