octubre 22, 2012

LA GUERRA DE LOS DIOSES Y LOS HOMBRES..EL ENFRENTAMIENTO ENTRE HORUS Y SET.(1)



¿Acaso no fue más que un triste comentario en la historia de la guerra lo que los mesiánicos esenios auguraron respecto a una Guerra Final de los Hombres en la que la Compañía de los Dioses se uniría a la Congregación de los Mortales, y los «gritos de guerra de dioses y hombres» se mezclarían en el campo de batalla? 


En absoluto. Lo que La Guerra de los Hijos de la Luz contra los Hijos de las Tinieblas auguraba era, simplemente, que las acciones guerreras de los hombres terminarían del mismo modo en el cual habían comenzado: con dioses y hombres luchando hombro con hombro. 

Por increíble que pueda parecer, existe un documento que relata la primera guerra en la cual los dioses se involucraron con hombres mortales. Es una inscripción que hay en las paredes del gran templo de Edfú, una antigua ciudad sagrada egipcia que estuvo dedicada al ' dios Horus. Según sostienen las leyendas egipcias, fue allí donde este dios estableció una fundición de «hierro divino» y donde, en un recinto especial, Horus conservaba el gran Disco Alado que podía cruzar los cielos. «Cuando las puertas de la fundición se abren», decía un texto egipcio, «el Disco se eleva».

La inscripción (Fig. 6), notable por su precisión geográfica, comienza con una fecha exacta -una fecha que no pertenece a los asuntos de los hombres, sino de los dioses. Tiene que ver con acontecimientos que tuvieron lugar mucho antes que los faraones, cuando los mismos dioses reinaban en Egipto:

En el año 363, Su Majestad, Ra, el Santo, el Halcón del Horizonte, el Inmortal Que Vive Para Siempre, estaba en la tierra de Khenn. Estaba acompañado por sus guerreros, pues los enemigos habían conspirado contra su señor en la región que recibió el nombre de Ua-Ua desde aquel día. 


Ra fue allí en su barco, sus compañeros con él. Desembarcó en la zona del Lugar del Trono de Horus, en la parte occidental de esta zona, al este de la Casa de Khennu, la que recibió el nombre de Khennu Real desde entonces.
Horus, el Medidor Alado, llegó al barco de Ra. Le dijo a su antepasado:
«Oh Halcón del Horizonte, he visto al enemigo conspirar contra tu Señorío, para arrebatarte la Corona Luminosa».
Fig. 6
Con unas cuantas palabras, el antiguo escriba se las ingenió para dibujar el fondo, así como para situar el escenario de la inusual guerra que estaba a punto de comenzar. En un momento se nos informa que la pugna vino a consecuencia de una conspiración de ciertos «enemigos» de los dioses Ra y Horus, que pretendían arrebatarle la «Corona Luminosa del Señorío». Es obvio que esto sólo podía pretenderlo otro u otros dioses. Con el fin de anticiparse a la conspiración, Ra, «acompañado por sus guerreros», fue en su barco hasta una zona en donde Horus había establecido su cuartel general. 


El «barco» de Ra, que nos resulta conocido de otros muchos textos, era un Barco Celeste en el cual el dios podía remontarse hasta los cielos más lejanos. En este caso, Ra lo utilizó para desembarcar lejos de las aguas, «en la parte occidental» de la región de Ua-Ua. Allí aterrizó, al este del Lugar del Trono de Horus. Y Horus salió a recibir a su antepasado y a informarle de que el «enemigo» estaba reuniendo sus fuerzas.

Entonces, Ra, el Santo, el Halcón del Horizonte, le dijo a Horus, el Medidor Alado:
«Noble vastago de Ra, mi descendiente: Ve rápido, y derriba al enemigo al que has visto».
Con estas instrucciones, Horus despegó en el Disco Alado en busca del enemigo en los cielos:
Y así, Horus, el Medidor Divino, se elevó hacia el horizonte en el Disco Alado de Ra; de ahí que se le haya llamado desde aquel día «Gran Dios, Señor de los Cielos». 


Desde el cielo, volando en el Disco Alado, Horus divisó a las fuerzas enemigas y desencadenó sobre ellos una «tormenta» que no podía ser vista ni oída, y que, no obstante, traía una muerte instantánea: 

En las alturas de los cielos, desde el Disco Alado, vio a los enemigos, y cayó sobre ellos por detrás. De la parte de delante soltó contra ellos una Tormenta que no podían ver con sus ojos, ni oír con sus oídos. 

Aquello les llevó la muerte a todos en un instante; ningún ser quedó con vida a su paso.
Después, Horus volvió al barco de Ra con el Disco Alado, «que brillaba con muchos colores», y escuchó a Toth, dios de las artes mágicas, haciendo oficial su victoria:
Entonces, Horus, el Medidor Divino, reapareció en el Disco Alado, que brillaba con muchos colores; y volvió al barco de Ra, el Halcón del Horizonte. 


Y Toth dijo: «¡Oh, Señor de los dioses! El Medidor Divino ha vuelto en el gran Disco Alado, brillando con muchos colores»... 

De ahí que sea llamado desde aquel día «El Medidor Divino». Y en honor a Horus, el Medidor Divino, le pusieron a la ciudad de Hut el nombre de «Behutet».
Fue en el Alto Egipto donde tuvo lugar esta primera batalla, la que mantuvo Horus con «los enemigos». Heinrich Brugsch, que fue el primero en publicar el texto de esta inscripción ya en 1870 (Die Sage von der geflügten Sonnenscheibé), sugirió que la «Tierra de Khenn» era Nubia, y que Horus había divisado a los enemigos en Syene (el Asuán de hoy).

Estudios más recientes, como Egypt in Nubia, de Walter B. Emery, coinciden en que Ta-Khenn era Nubia y que Ua-Ua era el nombre de su mitad norte, la región que se extiende entre las primeras y las segundas cataratas del Nilo. (A la parte sur de Nubia se le llamaba Kus.) Estas identificaciones parecen válidas, dado que la ciudad de Behutet, que se le concedió a Horus como premio por su primera victoria, no era otra que la ciudad de Edfú, que estuvo consagrada a Horus desde entonces. 


Las leyendas sostienen que fue en Edfú donde Horus estableció una fundición de metal divino, en donde se forjaban las singulares armas de «hierro divino». También era allí donde Horus entrenaba a un ejército de mesniu -«Gente de Metal». Se les representó en las paredes del templo de Edfú con el aspecto de hombres de cabeza rapada, con una túnica corta y un grueso collar, con armas en ambas manos. Por otra parte, entre los jeroglíficos de «hierro divino» y «gente de metal» había un arma con forma de arpón que no se ha podido identificar. 

Según las leyendas egipcias, los mesniu fueron los primeros hombres en ser armados por los dioses con armas hechas de metal. Y, como pronto veremos en el relato, también fueron los primeros en ser enrolados por un dios para luchar en las guerras de los dioses. 

Al estar ya bien controlada la región que se extiende entre Asuán y Edfú, y con guerreros bien armados y entrenados, los dioses se dispusieron a avanzar hacia el norte, hacia el corazón de Egipto. Parece que las primeras victorias fortalecieron también la alianza de los dioses, pues se nos dice que la diosa asiáticaIshtar (el texto egipcio la llama por su nombre cananeo, Ashtoreth) se unió al grupo.


Desde el cielo, Horus llamó a Ra para que explorara la tierra bajo ellos:
Y Horus dijo: «¡Avanza, Oh Ra! ¡Busca a los enemigos que hay abajo, en la tierra!» 


Entonces, Ra, el Santo, se adelantó; y Ashtoreth fue con él. Y buscaron a los enemigos en tierra; pero se habían escondido todos.
Dado que los enemigos en tierra se habían ocultado a la vista, Ra tuvo una idea:
«Y Ra dijo a los dioses que le acompañaban: 'Llevemos nuestra nave hacia el agua, pues el enemigo se encuentra en la tierra'. Y a aquellas aguas se les llamó desde entonces 'Las Aguas Recorridas'». Mientras que Ra podía hacer uso de las capacidades anfibias de su vehículo, Horus tuvo que hacerse con una nave acuática. De modo que le dieron un barco, «y lo llamaron Mak-A (Gran Protector) hasta el día de hoy».
Fue entonces cuanto tuvo lugar la primera batalla en la que se vieron involucrados mortales:
Pero los enemigos también iban por el agua, haciéndose pasar por cocodrilos e hipopótamos, y se pusieron a golpear el barco de Ra, el Halcón del Horizonte... 


Entonces, apareció Horus, el Medidor Divino, junto con sus ayudantes, aquellos que le servían como guerreros, cada uno llamado por nombre, con el Hierro Divino y una cadena en las manos, y repelieron a los cocodrilos y los hipopótamos. 

Y cazaron a 651 enemigos en aquel lugar; fueron muertos a la vista de la ciudad. 

Y Ra, el Halcón del Horizonte, le dijo a Horus, el Medidor Divino: «Que este sitio se conozca como el lugar donde llevaste a cabo tu victoria en las tierras del sur».
Tras vencer a sus enemigos desde los cielos, sobre la tierra y en las aguas, la victoria de Horus parecía completa; y Toth pidió que se celebrara:
Entonces dijo Toth a los otros dioses: «¡Oh Dioses del Cielo, alegrad vuestros corazones! ¡Oh Dioses de la Tierra, alegrad vuestros corazones! El joven Horus ha traído la paz, después de realizar extraordinarias hazañas en esta campaña».
A partir de entonces se adoptó el Disco Alado como emblema del Horus victorioso:
Desde aquel día existen los emblemas metálicos de Horus. Fue Horus el que se forjó como emblema el Disco Alado, situándolo en la parte delantera del barco de Ra. Y junto a él puso a la diosa del norte y a la diosa del sur, representadas como dos serpientes. 


Y Horus, de pie detrás del emblema, sobre el barco de Ra, con el Hierro Divino y la cadena en la mano.
A pesar de las palabras de Toth acerca de Horus como portador de la paz, ésta aún no estaba a mano. Mientras el grupo de dioses seguía su avance hacia el norte,
«vislumbraron dos brillos en la llanura que hay al sudeste de Tebas. Y Ra le dijo a Toth: 'Es el enemigo; que los mate Horus...'. Y Horus hizo una gran masacre entre ellos».
Una vez más, con la ayuda del ejército de hombres que había entrenado y armado, Horus logró la victoria; y Toth siguió poniendo nombre a los lugares en honor a las victoriosas batallas. 


Mientras que con la primera batalla aérea se abrió paso a través de las defensas que separaban a Egipto de Nubia en Syene (Asuán), con las batallas que siguieron en tierra y en el agua, Horus se aseguró la curva del Nilo, desde Tebas a Dendera. Grandes templos y emplazamientos reales proliferarían en tiempos futuros. Ahora, el camino al corazón de Egipto estaba abierto. 

Durante varios días, los dioses avanzaron hacia el norte -Horus vigilando desde los cielos en el Disco Alado, Ra y sus compañeros bajando el Nilo, y la Gente de Metal guardando los flancos por tierra. A continuación, hubo una serie de breves pero fieros enfrentamientos; los nombres de los lugares, bien establecidos en la antigua geografía egipcia, indican que la ofensiva de los dioses llegó a la región de los lagos que, en la antigüedad, se extendía desde el Mar Rojo hasta el Mediterráneo (alguno de los cuales aún existe):

Después, los enemigos se distanciaron de él, hacia el norte. Se situaron en la región del agua, de cara al mar que hay detrás del Mediterráneo; y sus corazones estaban atenazados por el miedo que le tenían. 


Pero Horus, el Medidor Alado, los acosaba desde el barco de Ra, con el Hierro Divino en la mano. 

Y todos sus Ayudantes, con armas de hierro forjado, se organizaron a su alrededor.
Pero el intento de rodear y atrapar a los enemigos no dio resultado:
«Durante cuatro días y cuatro noches, recorrieron las aguas persiguiéndoles, sin llegar a ver ni uno de ellos».
Después, Ra le aconsejó que subiera de nuevo al Disco Alado, y entonces Horus pudo ver a los enemigos huyendo;
«les arrojó su Lanza Divina y los mató, haciendo gran aniquilación entre ellos. Trajo también a 142 enemigos prisioneros en la parte delantera del barco de Ra», que fueron rápidamente ejecutados.
La inscripción del templo de Edfú cambia después a un panel diferente, dado que ahí comenzaba un nuevo capítulo de aquella Guerra de los Dioses. Los enemigos que habían logrado escapar,
«se dirigieron por el Lago del Norte hacia el Mediterráneo, al cual pretendían llegar navegando por la región del agua. Pero el dios hirió sus corazones [con el miedo], y cuando llegaron a la mitad de las aguas en su huida, se dirigieron desde el lago occidental a las aguas que conectan con los lagos de la región de Mer, con el fin de reunirse allí con los enemigos que había en la Tierra de Set».
Estos versículos no sólo nos proporcionan información geográfica, sino que también identifican por primera vez a «los enemigos». El conflicto se había desplazado a la cadena de lagos que, en la antigüedad, mucho más que en nuestros días, separaba físicamente a Egipto de la península del Sinaí.

Al este, más allá de esta barrera de agua, se hallaban los dominios de Set, adversario de antiguo que había dado muerte a Osiris, padre de Horus. Ahora sabemos que era Set el enemigo contra el cual habían lanzado su ofensiva las fuerzas de Horus desde el sur. Y, ahora, Horus llegaba a la frontera que separaba a Egipto de la Tierra de Set. 


En ese momento se dio una tregua en la lucha, durante la cual Horus llevó a primera línea a su Gente de Metal armada, y Ra pudo llegar al escenario en su barco. También los enemigos se reagruparon y cruzaron las aguas en retirada, a lo que siguió una importante batalla. Esta vez, fueron capturados y ejecutados 381 enemigos (en ningún momento, se dan en el texto cifras de bajas en el bando de Horus); y Horus, al calor de la batalla, en su persecución, cruzó las aguas y entró en el territorio de Set. 

Fue por este motivo, según la inscripción del gran templo de Edfú, que Set, enfurecido, se enfrentó a Horus en una serie de batallas -por tierra y por aire- en una lucha de dios a dios. De esta lucha se han encontrado varias versiones, como veremos.


Lo que resulta interesante aquí es el hecho que remarcara E. A. Wallis Budge en The Gods of the Egyptians: que la primera vez que se implicó a los hombres en las Guerras de los Diosesfue el ejército humano con el Hierro Divino el que trajo la victoria a Horus:
«Está bastante claro que él atribuyó su victoria principalmente a la superioridad de las armas con las que él y sus hombres iban armados, y al material del cual estaban hechas».
Así, según los escritos egipcios, el hombre aprendió a levantar la espada contra el hombre. 


Cuando terminaron los combates, Ra expresó su satisfacción por las hazañas de «estas Gentes de Metal de Horus», y decretó, que a partir de entonces, «morarán en los santuarios» y se les servirá con libaciones y ofrendas «como recompensa, porque han dado muerte a los enemigos del dios Horus».


Se les acomodó en Edfú, la capital de Horus en el Alto Egipto, y en This (Tanis en griego, la bíblica Zo'an), capital del dios en el Bajo Egipto. Con el tiempo, sobrepasarían su papel exclusivamente militar y lograrían el título de Shamsu-Hor («Asistentes de Horus»), sirviéndole como ayudantes y emisarios humanos. 


Se ha descubierto que la inscripción de las paredes del templo de Edfú era una copia de un texto conocido por los escribas egipcios de fuentes más antiguas; pero nadie sabe cuándo y quiénes compusieron el texto original. Los expertos que han estudiado la inscripción han llegado a la conclusión de que la precisión geográfica y otros datos del texto indican (en palabras de E. A. Wallis Budge),

«que no estamos tratando aquí acontecimientos completamente mitológicos; y es bastante probable que la victoriosa ofensiva que se le atribuye a Hor-Behutet (Horus de Edfú) se basé en las hazañas de algún invasor victorioso que se estableció en Edfú en épocas muy antiguas».
Al igual que ocurre con todos los textos históricos egipcios, también éste comienza con una fecha: «En el año 363». Estas fechas indican siempre el año del reinado del faraón al cual pertenece el acontecimiento: cada faraón tenía su primer año, su segundo año, etc. Sin embargo, el texto en cuestión no trata de asuntos de reyes, sino de asuntos divinos, de una guerra entre dioses. Así pues, el texto relata acontecimientos que habían sucedido en el «año 363» del reinado de determinados dioses, y nos lleva a tiempos muy antiguos cuando los dioses, y no los hombres, gobernaban Egipto. 


Y las tradiciones egipcias no dejan lugar a dudas de que tal época existió. Al historiador griego Herodoto (siglo V a.C), en su extensa visita a Egipto, le dieron detalles los sacerdotes acerca de los reinados y las dinastías faraónicas. Herodoto comentó que «los sacerdotes decían que fue Mén el primer rey de Egipto, y que fue él el que levanto el dique que protege Menfis de las inundaciones del Nilo», el que desvió el río y construyó Menfis en la tierra así ganada.

«Además de estas obras, los sacerdotes decían que fue él también el que construyó el templo de Vulcano que se levanta en la ciudad, un enorme edificio, muy digno de mención». 


«Después me leyeron un papiro en donde figuraban los nombres de los 330 monarcas que le sucedieron en el trono. Entre estos, había 18 reyes etíopes, y una reina nativa; el resto fueron reyes y egipcios».
Más tarde, los sacerdotes le enseñaron a Herodoto largas hileras de estatuas que representaban a los sucesivos faraones, y le contaron algunos detalles relativos a algunos de estos reyes y sus pretensiones de ascendencia divina. «Los seres representados por estas imágenes estaban, ciertamente, muy lejos de ser dioses», comentó Herodoto; «sin embargo», continuó:
En tiempos anteriores a ellos, las cosas eran diferentes. Por aquel entonces, Egipto estaba gobernado por los dioses, que vivían sobre la Tierra con los hombres, habiendo siempre uno de ellos que tenía la supremacía sobre los demás. 


El último de éstos fue Horus, el hijo de Osiris, al cual los griegos llamaron Apolo. Horus se casó con Tifón, y fue el último dios-rey en gobernar Egipto.
En su libro Contra Apión, el historiador judío del siglo I, Flavio Josefo, citó, entre sus fuentes sobre la historia de Egipto, los escritos de un sacerdote egipcio llamado Manetón. Estos escritos nunca se encontraron, pero cualquier duda respecto a la existencia de tal historiador se disipó cuando se descubrió que sus escritos formaron la base de varias obras de historiadores griegos posteriores.

En la actualidad, se acepta como cierto que Manetón (su nombre jeroglífico significa «Don de Toth»), sumo sacerdote y un gran erudito, compiló la historia de Egipto en varios volúmenes por mandato del rey Tolomeo Filadelfo hacia el 270 a.C. El manuscrito original se depositó en la gran biblioteca de Alejandría, donde pereció, junto con muchos más documentos de un valor incalculable, cuando los conquistadores musulmanes prendieron fuego al edificio en el 642 d.C. 


Manetón fue el primer historiador conocido por haber dividido la lista de soberanos egipcios en dinastías, una práctica que se mantiene en la actualidad. Su Lista de los Reyes -nombre, duración del reinado, orden de sucesión y algunos datos más- se conservó principalmente gracias a los escritos de Julio Africano y deEusebio de Cesárea (en los siglos III y IV d.C).


Éstas, y otras versiones basadas en la de Manetón, coinciden en afirmar que éste anotó como primer soberano de la primera dinastía de faraones al rey Mén(Menes en griego), el mismo del que habló Herodoto, basándose en sus propias investigaciones en Egipto. 


Pero todo esto se ha venido confirmando con los descubrimientos modernos, tal como el de la Tablilla de Abidos (Fig. 7), en la cual el faraón Seti I, acompañado por su hijo, Ramsés II, hace una relación de los nombres de 75 de sus predecesores. El primero en ser nombrado es Mena.

Fig.7

Si Herodoto estaba en lo cierto en lo referente a las dinastías de faraones egipcios, ¿estaría también en lo cierto con respecto a los «tiempos precedentes», cuando «Egipto tenía por soberanos a los dioses»? 
por Zecharia Sitchin
.bibliotecapleyades.net

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