noviembre 06, 2012

ARMAS NUCLEARES EN LA ANTIGÜEDAD....


El miedo que las profecías del Armagedón se hagan realidad subyace en el desencadenamiento de ‘armas de destrucción masiva’ en el Oriente Medio.
El hecho triste es que un conflicto creciente—entre dioses, no hombres—condujo al empleo de armas nucleares, justo ahí, hace cuatro mil años. Y si alguna vez hubo un hecho lamentable y con las consecuencias más inesperadas, fue aquel.

Que las bombas nucleares han sido empleadas en la Tierra por primera vez no en 1945 d.C. sino en 2024 a.C. es un hecho, no ficción. El funesto suceso está descrito en una variedad de textos antiguos de donde el Qué y Cómo, el Por qué y Quienes puede ser interpretado, reconstruido y puesto en contexto. Esas fuentes antiguas incluyen la Biblia hebrea, porque el primer patriarca hebreo, Abraham, fue testigo de la terrible calamidad.

El fracaso de la Guerra de los Reyes para subyugar las ‘tierras rebeldes’ por supuesto desalentó a los enlilitas y envalentonó a los mardukitas, pero los sucesos hicieron más que eso. Por instrucciones de Enlil, Ninurta se ocupó de fundar una estación espacial alternativa al otro lado del mundo—lo que hoy es Perú en Sudamérica. Los textos indican que el mismo Enlil estuvo ausente de Súmer por largos períodos. Estos traslados divinos causaron que los dos últimos reyes de Súmer, Shu-Sin y Ibbi-Sin, se cambiaran de bando y comenzaran a rendir tributo a Enki en su centro sumerio, Eridu. Las divinidades ausentes también perdieron control sobre la ‘Legión Extranjera’ de elamitas. Dioses y hombres progresaron en su disgusto con todo eso.

Especialmente furioso estaba Marduk, a quién le contaban de saqueos, destrucciones, y desacraciones en si querida Babilonia.

Como se recordará, que la última vez que estuvo allí fue persuadido por su medio-hermano Nergal a mantenerse pacífico hasta que el Tiempo Celestial llegara a la Era del Carnero. Así lo hizo, habiendo recibido de Nergal la solemne palabra que nada sería disturbado o desacrado en Babilonia, pero ocurría lo contrario. Marduk estaba airado por el reporte de la desacración de su templo allá por los indignos elamitas:
“El templo de Babilonia lo han convertido en guarida de manada de perros; cuervos volando, fuertes gritos, las fecas dejadas caer.”
Desde Harán él gritó a los grandes dioses:
"¡Hasta cuándo?"
No había llegado aun su tiempo, preguntó en su autobiografía profética:
O grandes dioses, conozcan mis secretos
mientras ciño mi faja, mis memorias recuerdo.
Soy el divino Marduk, un gran dios.
Por mis pecados fui expulsado,
he ido a las montañas.
En muchas tierras he sido un vagabundo.
Desde donde el sol se eleva hasta donde se pone fui.
De las tierras altas de Hatti vengo.
Allí le pregunté a un oráculo;
allá pregunté: “¿Hasta cuándo?”
“Veinticuatro años anide en medio de Harán,” continúa Marduk; “¡Mis días se han completado!”
Ha llegado el momento, dijo, de establecer su rumbo a mi ciudad (Babilonia), “mi templo será reconstruido, para establecer mi morada eterna.”

Derrochando visión habla de ver su templo E.SAG.ILA (‘Templo cuya cabeza es muy elevada.’) levantándose como una montaña en una plataforma en Babilonia, llamada ‘La casa de mi pacto.’ Visualizó a Babilonia como establecida y de reconocido prestigio, para siempre, con un rey de su elección instalado ahí, una ciudad llena de alegría, una ciudad bendecida por Anu.

Los tiempos mesiánicos, predijo Marduk,
“echarán fuera la maldad y la mala suerte, y le traerán amor maternal a la humanidad.”
El año 2024 a.C. en el cual completó una estadía de veinticuatro años en Harán señaló setenta y dos años desde que Marduk accediera a irse de Babilonia y esperar el anunciado tiempo celeste.

El llamamiento ¿Hasta cuándo? A los Grandes Dioses no fue algo vano, porque el liderato de los Anunnakis estaba constantemente en consulta, de manera informal y también en consejos formales.

Alarmando por la empeorante situación, Enlil retornó a Súmer con rapidez, y recibió un shock al ser enterado que las cosas en Nippur misma estaban siendo peores. Ninurta fue convocado para explicar la mala conducta de los elamitas, pero Ninurta culpó de todo a Marduk y Nabu. Nabu fue convocado, y ‘Delante los dioses el padre y el hijo vinieron.'

Su principal acusador fue Utu/Shamash, quién, describiendo la nefasta situación, dijo: “todo esto Nabu ha causado que suceda.” Hablando por su padre, Nabu culpo a Ninurta, y revivió las Viejas acusaciones contra Nergal en referencia a la desaparición de los instrumentos de monitoreo prediluviales y la incapacidad para prevenir los sacrilegios en Babilonia; se enzarzó en un ruidoso combate verbal con Nergal, y ‘mostrando irrespeto… a Enlil malamente habló’:
‘No hay justicia, la destrucción fue concebida, Enlil contra Babilonia causó que la maldad sea planeada.’
Era una acusación-no-escuchada contra el Señor del Comando.

Enki habló entonces, pero fue en defensa de su hijo, no de Enlil. ¿De qué están Marduk y Nabu realmente acusados? Preguntó. Su molestia estaba principalmente enfocada en su hijo Nergal: “¿Por qué continúas la oposición?” le preguntó. Los dos discutieron tanto que al final Enki le gritó a Nergal que saliera de su presencia.

El concilio de los dioses se disolvió en desorden. Pero todos estos debates, acusaciones, y contraacusaciones estaban teniendo lugar a pesar del sabido y progresivo hecho—lo que Marduk se refería como el Oráculo Celestial; con el paso del tiempo—con el crucial cambio del reloj precesional de un grado—la Era del Toro, el signo zodiacal de Enlil, estaba llegando al final, y la Era del Carnero, la Era de Marduk, estaba clareando en los cielos.

Ninurta pudo verlo venir en su templo de Eninnu en Lagash (construido por Gudea); Ningishzidda/Toth podía confirmarlo en todos los círculos de piedra que había erigido por doquier en la Tierra; y la gente lo sabía, también.

Fue entonces que Nergal—vilipendiado por Marduk y Nabu, expulsado por su padre Enki—“consultando consigo mismo,” tramó la idea de recurrir a las ‘Armas Impresionantes.’

No sabía donde estaban escondidas, pero sabía que existían en la Tierra, guardadas en un lugar secreto bajo tierra (de acuerdo a un texto catalogado como CT-xvi, líneas 44-46, algún sitio en África, en el dominio de su hermano Gibil):
Esas siete, en las montañas que acataron
en una cavidad en la tierra yacen.
Basados en nuestro actual nivel tecnológico, pueden ser descritas como siete aparatos nucleares:
“Vestidos con terror, con un resplandor volaron raudos.”
Fueron traídas sin intenciones desde Nibiru y habían sido escondidas lejos en un lugar seguro hacía mucho tiempo; Enki sabía donde, pero también Enlil. Un Consejo de Guerra de los dioses, desautorizando a Enki, votó a favor de la sugerencia de Nergal de proporcionar a Marduk un golpe de castigo.
 
Había constante comunicación con Anu:
“Anu a Tierra las palabras ha hablado, la Tierra a Anu las palabras pronunció.”
Él dejó en claro que su aprobación para el paso sin precedentes estaba limitado a privar a Marduk del puerto espacial, pero que ni dioses u hombres debían resultar dañados:
“Anu, señor de señores, tuvo piedad de la Tierra,” señalan los antiguos registros.
Nergal y Ninurta fueron escogidos para realizar la misión, y se les dejó absolutamente en claro las limitaciones y condiciones del escenario.

Pero eso no fue lo que ocurrió: La “Ley de Consecuencias Imprevistas” se probó a si misma a escala catastrófica.

En las secuelas de la calamidad que resultaron en la muerte de incontable gente y la desolación de Súmer, Nergal le dictó a un escriba confiable su propia versión de los hechos, tratando de exonerarse. El extenso texto es conocido como Erra Epos, por referirse a Nergal con el epíteto Erra (‘El Aniquilador’) y a Ninurta como Ishum (‘El Abrasador’). Podemos tener la historia completa al añadir a este texto información de algunas otras fuentes sumerias, acadias, y bíblicas.

Así encontramos que apenas se tomó la decisión Nergal se apuró en ir al dominio africano de Gibil para buscar y recuperar las armas, sin esperar por Ninurta.

Para su consternación Ninurta supo que Nergal estaba haciendo caso omiso de los límites del objetivo, e iba a emplear las armas sin discriminación alguna para ajustar cuentas personales:
“Aniquilaré al hijo, y dejaré que el padre lo entierre; entonces matará al padre, y no dejaré que alguien lo sepulte,” había alardeado Nergal.
Mientras discutían, supieron que Nabu no se estaba quedando quieto:
“De su templo de donde vigila las ciudades acomodó sus pasos, hacia el Gran Mar dirigió su curso; se había enterado que en el Gran Mar se había instalado un trono que era el de él.”
¡Nabu no sólo estaba convirtiendo las ciudades del oeste, sino haciéndose del poder en las islas del Mediterráneo, y poniéndose a si mismo como su regente!
Nergal/Erra arguyó entonces que destruir el puerto espacial no era suficiente; ¡Nabu, y las ciudades que se le habían reunido, también necesitaban ser castigadas, destruidas!

Ahora, con dos objetivos, el equipo Nergal-Ninurta vio otro problema: ¿El revuelo del puerto espacial no sonaría la alarma para Nabu y sus ciudades del pecado para escapar?

Volviendo a estudiar sus blancos, encontraron la solución separándose: Ninurta atacaría el puerto espacial; Nergal atacaría las vecinas ‘ciudades del pecado,’ Pero mientras todo esto se acordaba, Ninurta tenia segundos pensamientos; insistía que no sólo los Anunnaki que trabajaban en las instalaciones espaciales debían ser advertidos, sino también ciertas personas debían ser avisados:
“Valiente Erra,” le dijo a Nergal, "¿vas a destruir al correcto junto a los incorrectos? ¿Destruirás aquellos que no han pecado con aquellos que sí lo han hecho?"
Nergal/Erra, dicen los antiguos relatos, fue persuadido:
“Las palabras de Ishum fueron para Erra como aceite fino”
Y así, una mañana, ambos, compartiendo los siete explosivos nucleares entre ellos, partieron en su Misión definitiva:
Entonces el héroe Erra fue adelante,
recordando las palabras de Ishum.
También Ishum fue adelante
de acuerdo con la palabra dada,
el corazón apretado.
Los textos disponibles incluso nos cuentan quién se dirigió a cuál blanco:
“Ishum al Más Supremo Monte dirigió su rumbo” (por le Epopeya de Gilgamesh ahora sabemos que el puerto espacial estaba al lado de esta montaña).

“Ishum levantó su mano: el Monte fue hecho trizas… Lo que servía para despegar hacia Anu fue marchitado, su cara fue llevada lejos, su sitio desolado.”
Con una explosión nuclear, el puerto espacial y sus instalaciones fueron obliterados por la mano de Ninurta.

Los relatos antiguos después describen lo que Nergal hizo:
“Emulando a Ishum, Erra siguió el Camino del Rey, con las ciudades acabó, a la desolación las llevó”
Sus objetivos fueron las ‘ciudades del pecado’ cuyos reyes habían formado la alianza contra los Reyes del Este, en la planicie al sur del Mar Muerto.
Y así fue que el año 2024 a.C. fueron desatadas armas nucleares en la Península de Sinaí y en la Llanura del Mar Muerto; y el puerto espacial y las cinco ciudades ya no existieron más.

Sorprendentemente, aun sin saber si Abraham y su misión en Canaán se comprende de la manera que la explicamos, es en este hecho apocalíptico que la Biblia y los textos mesopotámicos convergen.

Sabemos por los relatos mesopotámicos que relatan los hechos que, como fue requerido, los anunakis del puerto espacial fueron advertidos:
“Los dos [Nergal y Ninurta], incitados a cometer la maldad, hicieron que la guardia se apartara; los dioses del lugar lo abandonaron—sus protectores subieron a las alturas del cielo.”
Pero mientras los textos mesopotámicos reiteran que “los dos hicieron huir a los dioses, los hicieron huir del fuego abrasador,” son ambiguos en cuanto a señalar si la noticia de advertencia se extendió además a la gente de las ciudades condenadas. Es aquí donde la Biblia aporta detalles perdidos: leemos en el Génesis que ambos, Abraham y si sobrino Lot fueron ciertamente avisados—pero no los demás residentes de las ‘ciudades de pecado.'

El documento bíblico, aparte de arrojar luz sobre los ‘trastornantes’ aspectos de los hechos, contiene detalles que derraman sorprendentes luces sobre los dioses en general y sobre sus relaciones con Abraham en particular. La historia comienza en el capítulo 18 del Génesis cuando Abraham, ahora de 98 años, sentado a la entrada de su tienda de un caliente mediodía, ‘levantó sus ojos’ y de pronto en una visión repentina ‘tres hombres estaban de pie frente a él.’

Aunque son descritos como Anashin, ‘hombres,’ había algo diferente o inusual en ellos, por el apuro en salir a recibirlos y postrarse ante ellos, y—refiriéndose a si mismo como su sirviente—se les lavaron los pies y se les ofreció alimento. Como se desprende, los tres eran seres divinos.

Cuando se iban, su líder—ahora identificado como el Señor Dios—decide revelarle a Abraham la misión del trío: determinar si Sodoma y Gomorra son en realidad ciudades de pecado que justifique su destrucción.

Mientras dos de los tres continúan hacia Sodoma, Abraham se acerca y reprocha (!) a Dios con palabras idénticas a las del texto mesopotámico:
¿Habrás de destruir al honesto junto con el deshonesto?
(Génesis 18: 23)
Lo que sigue fue una increíble sesión de regateo entre Hombre y Dios.
“¿Aunque hayan cincuenta personas rectas en la ciudad—la destruirás, y no salvarás la ciudad en consideración a los cincuenta justos en ella?”
Abraham le preguntó a Dios. Dicho esto, bueno, la ciudad se salvaría si se hallan en ella cincuenta justos, dijo Abraham, ¿y qué hay de cuarenta? ¿Con que sean sólo treinta?

Y así fue hasta llegar a diez…
“Y Yahweh se fue apenas terminaron de conversar y Abraham volvió a su sitio.”
Los otros dos seres divinos—la continuación del relato en el capítulo 19 los llama Mal’achim, que significa literalmente ‘emisarios’, pero que comúnmente se traduce por ‘ángeles’—llegaron a Sodoma al atardecer. Ahí los acontecimientos corroboraron la maldad de la gente, y al amanecer ambos urgieron a Lot el sobrino de Abraham a escapar con familia, ‘porque Yahveh va a destruir la ciudad.’

La insistente familia pidió más tiempo, y uno de los ‘ángeles’ estuvo de acuerdo en diferir la explosión lo suficiente para que Lot y su familia alcanzara a estar a salvo en la montaña.
“Y Abraham se levantó temprano en la mañana… y miró hacia Sodoma y Gomorra y hacia la tierra de la llanura, miró, y he aquí que subía una humareda de la tierra cual la de una fogata.”
Abraham tenía 98 años; habiendo nacido en 2123 a.C., la fecha tenía que ser 2024 a.C.

La convergencia de los texto mesopotámicos con la narración bíblica del Génesis relativa a la destrucción de Sodoma y Gomorra es una de las corroboraciones más significantes de la veracidad bíblica en general y del estatus de Abraham en particular—aunque uno de los más rechazados por los teólogos y otros académicos, porque su reporte de los hechos del día anterior, los tres seres divinos (‘Ángeles’ que parecían hombres), visitaron a Abraham—tiene mucho sabor al cuento de los ‘Antiguos Astronautas.’

Aquellos que cuestionan la Biblia o tratan a los relatos mesopotámicos como sólo mitos han buscado explicar la destrucción de Sodoma y Gomorra como una calamidad natural, aunque la versión bíblica confirma dos veces que la destrucción por ‘fuego y azufre’ no fue una calamidad natural sino un suceso premeditado, posponible e incluso cancelable: una vez cuando Abraham regatea con El Señor para salvar las ciudades para así no destruir al justo con el malvado, y de nuevo cuando su sobrino Lot consigue una postergación de la conmoción.

Las fotografías de la Península de Sinaí desde el espacio (Fig. 34) aún muestran la inmensa cavidad y la rotura de la superficie donde tuvo lugar la explosión nuclear. Hasta hoy, el área misma está sembrada de rocas aplastadas, quemadas y ennegrecidas (Fig. 35); contienen un inusual contenido del isótopo uranio-235, indicando según opiniones expertas la exposición a un súbito calor inmenso de origen nuclear.

La destrucción de las ciudades en el llano del Mar Muerto hizo colapsar la costa sur de l mar, derivando en una inundación del alguna vez fértil área y su apariencia, hasta hoy, es un apéndice separado del mar por una barrera llamada “El-Lissan” (‘La Lengua’) (Fig. 36).
Figura 34
 

Figura 35
 

Figura 36

Los intentos arqueológicos israelitas para explorar ahí el lecho marino han revelado la existencia de enigmáticas ruinas submarinas, pero el Reino Hasemita de Jordán, en cuya mitad del Mar Muerto están las ruinas, puso un alto a investigaciones más profundas. Interesantemente, los relevantes textos mesopotámicos confirman el cambio topográfico e incluso sugieren que el mar se convirtió en Mar Muerto como resultado del bombardeo nuclear:
Erra, dicen, ‘cavó el mar, dividió su totalidad; lo que vivía ahí, aun los cocodrilos, lo hizo marchitarse.’
Los dos, a medida que se vio, hicieron más que destruir el puerto espacial y las ciudades de pecado: como resultado de las explosiones nucleares,
Una tormenta, el Viento Maldito,
se levantó en los cielos.
Y comenzó la cadena de consecuencias imprevistas.

Los documentos históricos muestran que la civilización sumeria colapsó en el sexto año del reinado en Ur de Ibbi-Sin—en 2024 a.C. Fue, como recordará el lector, el mismo año en que Abraham tenía 98 años… Los académicos supusieron primero que la capital de Súmer, Ur, fue irrumpida por ‘invasores bárbaros’; pero no ha sido hallada evidencia de tal destrucción masiva.

Un texto titulado ‘Una Lamentación Por la Destrucción de Ur - A Lamentation Over the Destruction of Ur’ fue después descubierto; confundió a los académicos, porque no se lamentaba de la destrucción física de Ur sino de su ‘abandono’: los dioses que ahí habían morado la abandonaron, la gente que oraba ahí se fue, sus establos estaban vacíos; los templos, las casas, los rediles permanecían intactos de pie, pero vacíos.

Se descubrieron después otros textos de lamentos. Se dolían no sólo por Ur, sino por todo Súmer. De nuevo hablaban de ‘abandono’: no sólo los dioses de Ur, Mammar, y Ningal abandonaron Ur; Enlil, ‘el toro salvaje’, abandonó su amado templo en Nippur; su esposa Ninlil también se fue.

Ninmah abandonó su ciudad Kesh; Inanna, ‘la reina de Erech,’ abandonó Erech; Ninurta dejó su templo Enninu; su esposa Bau también se fue de Lagash. Una ciudad sumeria tras otra están listadas como ‘abandonadas’, sin sus dioses, gente, o animales. Los académicos quedaron ahora confusos por alguna ‘catástrofe grave,’ una misteriosa calamidad que afectó a todo Súmer. ¿Qué pudo ser?

La respuesta a tal enigma estaba clara en aquellos relatos:
Lo que el viento se llevó.
No, no es un juego de palabras con el título de un afamado libro/film. Ese fue el refrán de los Textos de Lamentaciones: Enlil ha abandonado su templo, el se ‘fue con el viento,’ Ninlil de su templo ‘se fue con el viento’; Nannar ha abandonado Ur—sus rediles se los llevó el viento’; y así con todos.

Los académicos han supuesto que esta repetición de las palabras era una estratagema literaria, un refrán que los lamentadores repitieron para destacar su dolor. Pero no era un ardid literario—era la verdad literal: Súmer y sus ciudades fueron literalmente vaciadas como resultado de un viento.

Un ‘Viento Maldito’, señala el lamento (y también otros textos), vino soplando y causó ‘una calamidad, una desconocida para los hombres, sucedió a la tierra.’ Era un Viento Maldito que ‘causó la desolación de las ciudades, causó la desolación de las tiendas, el vacío de los rediles.’

Hubo desolación, pero no destrucción; vacío, pero no ruinas: las ciudades estaban ahí, las casas estaban ahí, las tiendas y los rediles estaban ahí—pero nada vivo quedaba; aun,
‘los ríos de Súmer fluyen con agua que es amarga, los una vez campos cultivados llenos de maleza, en las praderas las plantas se han marchitado.’
Toda la vida se ha ido. Fue una calamidad que jamás había sucedido antes—
Sobre la Tierra Súmer cayó una calamidad,
una desconocida a los hombres.
Una que jamás había sido vista,
una que no pudo ser resistida.
Impulsada por el Viento Maldito, había una muerte de la cual no había escape: era una muerte,
‘que deambula las calles, es dejada suelta en el camino… El más alto muro, la más gruesa muralla, atraviesa como un aluvión; no hay puerta que lo deje afuera, ni un cerrojo lo puede hacer retroceder.’
Aquellos que se escondieron tras las puertas cayeron dentro; aquellos que subieron a los tejados murieron en los techos.

Era una muerte invisible:
‘Se para delante de un hombre, aunque nadie puede verla; cuando entra a una casa, su apariencia es desconocida.

‘Era una muerte horripilante: Tos y flema debilitaban el pecho, la boca se llenaba de baba, estupefacción y aturdimiento les acometió… un estupor aplastante… dolor de cabeza.’
Cuando el Viento Maldito agarraba a sus víctimas, ‘sus bocas se empapaban con sangre.’ Los muertos y los fallecientes estaban por doquier.

Los relatos aclaran que el Viento Maldito, ‘llevando la oscuridad de ciudad en ciudad’ no fue una calamidad natural; resultó de una decisión deliberada de los grandes dioses. Fue causada por ‘una gran tormenta ordenada por Anu, una [decisión] desde el corazón de Enlil.’

Y fue el resultado de un solo hecho, un evento que ocurrió lejos al oeste:
‘Del medio de las montañas vendrá, desde la Llanura de No-Piedad vino… Como amargo veneno de los dioses, desde el oeste ha venido.’
Que la causa del Viento Maldito fue la ‘conmoción’ nuclear atrás y cerca de la Península de Sinaí se hizo claro al reafirmar los textos que los dioses conocían su fuente y causa—un estallido, una explosión:
Un estallido maléfico anunció su torva tormenta.
Un estallido maléfico fue su predecesor.
Poderosa descendencia, valientes hijos,
fueron los heraldos de la pestilencia.
Los autores de los textos de lamentos, los dioses mismos, nos dejan un vívido registro de lo que tuvo lugar. Tan pronto como las descomunales armas fueron detonadas desde los cielos por Ninurta y Nergal, 'desplegaron impresionantes rayos, abrasándolo todo como fuego.’

La tormenta resultante,
‘en un estallido de relámpago fue creada.’ Una ‘densa nube que trae muerte’—un hongo nuclear—levantaron al cielo, seguido por fuertes ráfagas de viento… una tempestad que abrasa los cielos.’
Fue un día para no ser olvidado:
En ese día,
cuando el cielo fue roto
y la Tierra fue golpeada,
su cara doblegada por el residuo—
cuando los cielos fueron oscurecidos—
en ese día nació el Viento Maldito
Los varios textos siguen atribuyendo el venenoso residuo a la explosión en el ‘lugar donde los dioses ascienden y descienden’—a la obliteración del puerto espacial, más que a la destrucción de las ‘ciudades de pecado.’

Fue ahí, ‘en medio de las montañas,’ que la nube del hongo atómico se elevó en un brillante relámpago—y fue desde ahí que los vientos prevalecientes, viniendo del Mar Mediterráneo, llevaron la venenosa nube nuclear hacia el este, hacia Súmer, y ahí causó no destrucción sino un silencioso aniquilamiento, trayendo la muerte por aire nuclear a todos los vivientes.

Desde todos los textos relevantes resulta evidente que, con la posible excepción de Enki, que había protestado y advertido contra el empleo de las Armas Imponentes, ninguno de los dioses involucrados esperaban el eventual desenlace. La mayoría de ellos eran nacidos en la Tierra, y para ellos los relatos de guerras nucleares en Nibiru eran Cuentos de los Mayores.

¿Acaso Anu, quién debió saberlo mejor que nadie, pensó que las armas, escondidas hacía tanto tiempo, funcionarían mal o no funcionarían? ¿Asumieron Enlil y Ninurta (que había venido desde Nibiru) que los vientos, si los había, soplarían la nube nuclear hacia el desolado desierto que ahora es Arabia?

No hay una respuesta satisfactoria; los relatos solo establecen que ‘los grandes dioses palidecieron ante la inmensidad de la tormenta.’ Pero es claro que tan pronto como se comprendió la dirección de los vientos y la intensidad del veneno nuclear, fue sonada una alarma para aquellos que estaban en el camino del viento—tanto dioses como gente—que corrieran por sus vidas.

El pánico, miedo, y la confusión que sobrecogió a Súmer y sus ciudades cuando se dio el alerta están vívidamente descritos en una serie de textos de lamentaciones, como:
  • la Lamentación de Ur
  • la Lamentación por la Desolación de Ur y Súmer
  • La Lamentación de Nippur
  • La Lamentación de Uruk,
...y otros.

En cuanto a los dioses, parece que fue por mucho un ‘cada uno por su cuenta’; empleando su variedad de naves, su fueron por aire y agua para salir fuera del camino del viento. En cuanto a la gente, los dioses dieron la alarma antes de irse.

Como se describe en Las Lamentaciones de Uruk,
‘¡Levántense! ¡Huyan! ¡Escóndanse en la estepa!' La gente fue avisada en la mitad de la noche.

‘Cogidos de terror, los leales ciudadanos de Uruk’ corrieron por sus vidas, pero igual fueron alcanzados por el Viento Maldito.
Sin embargo, el cuadro no fue idéntico en todas partes. En Ur, la capital, Nannar/Sin fue tan incrédulo que rehusó creer que el destino de Ur estaba sellado.

Su extenso y emocional pedido a su padre Enlil para impedir la calamidad está registrado en la Lamentación de Ur (compuesta por Ningal, esposa de Nannar); así como la rotunda admisión de lo inevitable por Enlil:
A Ur se le concedió el reinado—
no le fue concedido un reino eterno…
Mal dispuesto para aceptar lo inevitable y demasiado devoto a la gente de Ur para abandonarlos, Nannar y Ningal decidieron quedarse ahí. Era de día cuando se aproximó a Ur el Viento Maldito,
‘de ese día aun tiemblo,’ escribió Ningal, ‘pero ese día del olor terrible nosotros no huimos.’
Cuando llegó el juicio final,
‘un amargo lamento se levantó desde Ur, pero de su repugnancia no huimos.’
La pareja divina pasó la noche de pesadilla en la ‘casa termita,’ una sala subterránea en lo profundo del zigurat.

Por la mañana, cuando el viento venenoso ‘fue sacado fuera de la ciudad,’ Ningal se dio cuenta que Nannar estaba enfermo. Lo vistió a toda prisa y llevó al dios fuera y lejos de Ur, la ciudad que amaban.

Al menos otra deidad fue también dañado por el Viento Maldito; fue Bau, la esposa de Ninurta, quién estaba sola en Lagash (porque su esposo estaba ocupado destruyendo el puerto espacial).

Amada por la gente, que la llamaba ‘Madre Bau,’ estaba entrenada como medico de sanación, y eso la forzó a quedarse.

Las lamentaciones registran que,
‘En ese día, la tormenta alcanzó a la Dama Bau; como si fuera una mortal, la tormenta la alcanzó.’
No está claro cuán fuerte fue ella golpeada, pero posteriores registros de Súmer sugieren que no sobrevivió mucho después de aquello. Eridu, la ciudad de Enki, tendida lejos hacia el sur, estuvo aparentemente a la orilla de la pasada del Viento Maldito.

Aprendemos del Lamento de Eridu que Ninki, la esposa de Enki, voló lejos de la ciudad a un cielo seguro en el Abzu Africano de Enki:
‘Ninki, la Gran Dama, volando como pájaro, dejó su ciudad.’
Pero Enki mismo partió de la ciudad apenas a tiempo para eludir la pasada del Viento Maldito:
‘El Señor de Eridu se mantuvo fuera de su ciudad… por el destino de la ciudad el vertió lágrimas amargas.’
Muchos de los ciudadanos de Eridu le siguieron, acampando en los campos a una distancia segura mientras miraban—durante un día y medio—‘la tormenta puso sus manos en Eridu.’ Sorprendentemente, la menos afectada de los centros mayores de todas las tierras fue Babilonia, porque estaba más allá del extremo norte del borde de la tormenta.

Apenas sonó el alerta, Marduk contacto a su padre para pedir consejo: ¿qué van a hacer las personas de Babilonia?, preguntó. Aquellos que pueden escapar deberían ir al norte, le dijo Enki; y de la forma como los dos ‘ángeles’ que avisaron a Lot y su familia de no mirar hacia atrás cuando huyeran de Sodoma, igual Enki instruyó a Marduk que dijera a sus seguidores ‘no darse vuelta ni mirar hacia atrás.’

Si el escape no era posible, la gente debería buscar refugio bajo tierra:
'Ponlos en una sala bajo tierra, en oscuridad,’ fue el consejo de Enki.
Siguiendo esta advertencia, y debido a la dirección del viento, Babilonia y su gente resultaron ilesos.

Cuando pasó y se fue el Viento Maldito (sus remanentes, aprendimos, alcanzaron los Montes Zagros lejos al este), dejó a Súmer desolada y postrada.
‘La tormenta desoló las ciudades, desoló las casas.’
Los muertos, yaciendo donde cayeron, permanecieron sin enterrar:
‘La gente muerta, su grasa como puesta al sol, de ellos mismos salía."
En las tierras de pastoreo,
"comenzó a escasear el ganado mayor y el menor, todas las criaturas vivientes se acabaron."
Los corrales se los llevó el Viento. Los campos cultivados se atrofiaron,
‘En los bancos del Tigris y del Éufrates sólo hierbajos asquerosos, y en los pantanos los juncos se pudrieron en fetidez.'

'Nadie se atrevía a ir por las carreteras, nadie busca los caminos.’

‘¡Oh Templo de Nannar en Ur, amarga es tu desolación!, gimieron los poemas de lamentaciones; ‘Oh Ningal cuya tierra ha perecido, que se haga tu corazón como agua.’
La ciudad se convirtió en una ciudad extraña,
¿Cómo puede uno existir así?
La casa ha venido a ser una casa de lágrimas,
hace a mi corazón como agua.
Ur y sus templos han sido
llevados por el Viento.
Después de dos mil años, la civilización sumeria estaba ida con el viento.

En años recientes arqueólogos se han unido a geólogos, climatólogos, y otros expertos en ciencias de la tierra para realizar esfuerzos multidisciplinarios y abordar el enigma del abrupto colapso de Súmer y Acadia a finales del tercer milenio a.C.

Una de las variables de estudio fue la de un grupo de siete científicos de diferentes disciplinas titulado ‘El Cambio Climático y el Colapso del Impero Acadio: Evidencia del Fondo del Mar - Climate Change and the Collapse of the Akkadian Empire: Evidence from the Deep Sea’ publicado en el número de Abril del 2000 de la revista Geology.

Su investigación empleó análisis químicos y radiológicos de viejas capas de tierra de ese período obtenidas de variados sitios en el Oriente Cercano, pero principalmente del fondo del Golfo de Omán; su conclusión fue que un inusual cambio de clima en las áreas adjuntas al Mar Muerto levantó tormentas de polvo y que dicho polvo—un inusual ‘polvo de mineral atmosférico’—fue transportado por los vientos imperantes sobre el sur de Mesopotamia atravesando el Golfo Pérsico. (Fig.37)—¡el mismo patrón que el Viento Maldito de Súmer!
Figura 37

La data de carbono de la inusual ‘lluvia de polvo’ lleva a la conclusión que fue debido a un ‘evento dramático inusual que ocurrió cerca de 4025 años antes del presente.’

Eso, en otras palabras, significa ‘cerca de del 2025 a.C.—¡el mismo 2024 señalado por nosotros!

Interesantemente, los científicos involucraron en ese estudio observaciones en registro que ‘el nivel del Mar Muerto cayó abruptamente 100 metros en ese tiempo.’

Dejan el punto sin explicar—pero obviamente la brecha de la barrera sur del Mar Muerto y la inundación de la Llanura, como la hemos descrito, explica lo que ocurrió.

La revista científica Science dedicó su edición del 27 de Abril del 2001 al paleoclima alrededor del mundo. En una sección que trata de los hechos en Mesopotamia, se refiere a evidencia de Irak, Kuwait, y Siria que los ‘generalizados abandonos de la llanura entre el Tigris y el Éufrates se debió a tormentas de polvo que ‘comenzaron 4025 años desde ahora.

El estudio deja sin explicar la causa del abrupto ‘cambio de clima,’ pero adopta la misma fecha para él: 4025 años antes del 2001 d.C.

El año fatídico, confirma la ciencia, fue 
2024 a.C. 

 .bibliotecapleyades.net/sitchin

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