diciembre 08, 2012

Experimento Edén: Anunnaki, Lu.Lus y Nefilim ( I ) Juan Schreiber


Los mitos ancestrales y textos sagrados originales de prácticamente todas las culturas coinciden en resaltar la ascendencia “celestial” de la Humanidad en general y, más acusadamente, de ciertas “élites” “escogidas” en su seno. Precisamente en ellos se basa toda la elaborada teología y superideología que enaltece a unos pueblos, etnias y estirpes o linajes “selectos y tocados por un poder superior” sobre los restantes “simples mortales terrenales”, no mezclados con los “dioses”. Y, como es de esperar, cada comunidad cree firmemente o es indoctrinada a pensar que “ellos” son los “predilectos” y todos los demás no, claro. Esta es la piedra angular justificadora del insaciable ímpetu avasallador y la estructura política y social de todos los viejos y modernos sistemas de dominación y opresión, de forma más o menos explícita o hipócrita, consciente o inconsciente, primaria o intelectualizada. 

Actualmente, desde las tribunas y cátedras del “saber oficial”, suele tratar de explicarse tan ancestral y arraigada pulsión de los individuos y grupos humanos como algo “natural e inevitable”, cual el “Lado Oscuro” o peaje a pagar por el valioso trofeo de la inteligencia y la imaginación creativas y procesadoras de sueños, símbolos y abstracciones, obtenido a lo largo de nuestra ardua evolución a partir de los homínidos...

Pero, muy bien oculta tras esta acomodaticia y fácil fachada justificadora, bien puede esconderse una Verdad mucho más fascinante y, a la par, profundamente perturbadora...

Lo que no sería de extrañar, pues sabemos que “la Realidad siempre supera a la Ficción”...

Intentaremos adentrarnos más allá de los velos y la bruma del olvido, el Tiempo, el disfraz, la fábula y las nuevas vendas del paradigma estrictamente mecanicista, atisbando con la trémula pero persistente antorcha de la razón y la intuición..., con rigor, pero manteniendo la mente abierta.

Según múltiples restos arqueológicos antiquísimos y dichos libros e iconografías primordiales, las diversas razas humanas proceden de los “Elhoim”, también denominados por otras fuentes “Anunnaki”, “Zalmoxitas”, “Dioses-Serpentinos”, “Dioses-Dragones”, “Divinas Sierpes” y muchos otros nombres, ligados a cada diferente tradición religioso-cultural. Hablamos de relatos orales, escritos, ideográficos, jeroglíficos o visuales, grabados en tablillas, piedras, estolas, frisos, paredes cavernarias o templos majestuosos de hasta 15000 años atrás – (no, no es un error, consulten si desean comprobarlo los conmocionadores hallazgos de los yacimientos arqueológicos de Gobleki Tepe, en el kurdistán turco, y otros de análoga índole) –. Y mucho más, si incluimos el arte rupestre del Paleolítico, repartidos por muy variados y lejanos puntos de todas las regiones del planeta, pero muy concentrados en torno al legendario enclave del supuesto “primer contacto” con los “Seres de los Cielos”, algún lugar indeterminado entre el sureste de las presentes fronteras turcas, en plena Meseta de Anatolia, cerca de la asimismo mítica y misteriosa ciudad de Sanliurfa, la antigua Ur de donde procedía Abraham, hasta Oriente Medio, en el equivalente a Israel, Egipto e Irak (la histórica sede de Babilonia y Sumeria), así como la Meseta de Irán. Todos ellos proclaman sin ambages, por más que se halle mixtificado, seguramente exagerado y poetizado por el lenguaje mágico-religioso alegórico, épico y simbolista, que determinadas “líneas de sangre” o “linajes predilectos” de los “dioses” – a los que llamaremos “Nefilim” (del término hebreo original, el cual se traduce por “descendidos o caídos de los Cielos”), son el producto de la unión carnal o mestizaje entre unos enigmáticos y poderosos “ángeles o enviados al servicio de los dioses”, y las “hijas de los hombres, a las cuales vieron hermosas, tomando de entre ellas a las que gustaron” (en la versión bíblica del Antiguo Testamento: Génesis 6, 2-3). Los misteriosos “amantes celestiales” son denominados “Igigi” en Sumer, “Vigilantes u Observadores” en los documentos judíos, “Grigori” o “Guardianes” entre los griegos, pero casi siempre predominantemente masculinos. Aunque en algunos de los documentos de las tradiciones sumerias, faraónicas y del Extremo Oriente, tanto chinas, hindúes como japonesas, al igual que en los de las grandes civilizaciones precolombinas ya extintas o completamente decadentes al llegar las tropas españolas al Nuevo Continente, también aparecen potentes “diosas fecundadoras del más elevado rango” –. Por otro lado, todos ellos, pese a sus fuertes variaciones culturales, vuelven a ponerse de acuerdo en otro punto esencial: Los hipotéticos “visitantes” eran extraordinariamente altos, muy fuertes – como “entre veinte y treinta o más hombres” – , dotados de ciertos poderes psíquicos – o “mágico-divinos/infernales”, en función del punto de vista de sus autores primitivos – y “descendieron de los Cielos o las Estrellas”. Además, poseían armas destructoras de increíble alcance y potencia y vehículos voladores. Asimismo, frecuentemente son representados o descritos desarrollando extrañas y sofisticadas “operaciones médicas” o “manipulaciones biológicas” (“Vasos de Vida”, etc...), sobre determinados humanos escogidos... Lo que hoy nosotros llamaríamos “ingeniería genética” o algo semejante, lo que explica que pudiesen fertilizar a otra especie completamente diferente engendrando híbridos viables adecuados a su desconocido interés y necesidades... Por último, destaca otro factor común: Estos seres – sin duda estimados, adorados, obedecidos y venerados como “dioses creadores/generadores” o temidos cual “demonios destructivos, vengadores y justicieros” a causa de su impresionante tecnología y superior psiquismo por unos pueblos nativos infinitamente más atrasados, toscos y primarios – son siempre de naturaleza vagamente reptiliana o anfibia, aunque “emplumados” y lactantes. O sea, a la luz de los conocimientos científicos evolutivos modernos, el razonable resultado de un prolongado y exitoso progreso biogenético de cientos de millones de años a partir de algunos tipos de dinosaurios bípedos cazadores en manadas y provistos de un primer atisbo de lenguaje sónico e infrasónico, como los velociraptors o algo similar. Un curso más que aceptable si uno o dos grandes impactos meteóricos no lo hubieran impedido en nuestra propia Tierra a finales del Cretácico. Una vez engendradas las estirpes de “los selectos o híbridos”, los divinizados “extraños” les consagraron como los líderes religiosos, militares y políticos de las comunidades humanas, transfiriéndoles una limitada y ritualizada parte de su Legado, en verdad conocimientos psíquicos, sociológicos y científico-tecnológicos disfrazados de más o menos elaborados métodos, técnicas, rituales y ceremoniales religiosos y “esotérico-iniciáticos”..., y encargándoles gobernar a los demás “terrenales” no “bendecidos por la sangre y la sabiduría de los dioses” en Su Nombre. Tras milenios de maniobras, intervenciones directas revestidas de “prodigios” o “milagros”, unas veces pacíficos, didácticos y constructivos y otras castigadores, violentos y aniquiladores, provocando inclusive colosales cataclismos – en particular un Gran Diluvio que casi aniquila a toda la incipiente Humanidad y sus propios “mestizos predilectos”, recogido de un modo u otro en todas las crónicas mitológicas del remoto pasado – así como bastantes y en ocasiones salvajes intrigas, luchas, alianzas, traiciones, batallas y sangrientas guerras entre ellos, en las que arrastran a las diversas tribus y reinos erigidos bajo su inspiración “sobrenatural”, se retiran, desaparecen de la primera plana del escenario terrestre, al menos en apariencia... Y, desde entonces, las estirpes Nefilim se propagan, desde las regiones antes indicadas – sede y anfiteatro de las primeras grandes Civilizaciones – emigran hacia el Norte y el Oeste y, desde el Oriente de Europa, a toda Asia, Norteamérica, Centroamérica y Sudamérica.

Estos supuestos hechos habrían acontecido en un periodo aproximado entre 15000 y 6000 años antes de nuestra Era.

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