octubre 23, 2012

LAS GUERRAS DE LA PIRÁMIDE...(1)



«En el año 363, Su Majestad Ra, el santo, el Halcón del Horizonte, el Inmortal que vive para siempre, estaba en el país de Khenn. Estaba acompañado por sus guerreros, pues los enemigos habían conspirado contra su señor... Horus, el Medidor Alado, llegó a la barca de Ra.

Él le dijo a su antepasado:
'Oh, Halcón del Horizonte, he visto al enemigo conspirando contra tu Señorío, para arrebatarte la Corona Luminosa'...
Entonces, Ra, el santo, el Halcón del Horizonte, le dijo a Horus, el Medidor Alado: 'Noble vastago de Ra, mi descendiente: Ve rápido, derriba al enemigo al que has visto'».
Así comienza un relato inscrito en las paredes del templo de la antigua ciudad egipcia de Edfú.

Creemos que es la historia de lo que sólo pudo denominarse la Primera Guerra de la Pirámide, una guerra que tuvo sus raíces en la interminable lucha por el control de la Tierra y de sus instalaciones espaciales, y en los tejemanejes de los Grandes Anunnaki, especialmente de Enki/Ptah y de su hijo Ra/Marduk. 


Según Manetón, Ptah entregó el dominio de Egipto después de reinar 9.000 años; pero el reinado de Ra se interrumpió tras sólo 1.000 años -debido al Diluvio, según nuestras conclusiones. Después, durante 700 años, vino el reinado de Shu, que ayudó a Ra a «controlar los cielos de la Tierra», y los 500 años de remado de Geb («El Que Amontona la Tierra»). Fue en aquella época, hacia el 10000 a.C, cuando se construyeron las instalaciones espaciales, el espaciopuerto del Sinaí y las pirámides de Gizeh. 

Aunque se supone que la península del Sinaí, donde se construyo el espaciopuerto, y las pirámides de Gizeh se mantuvieron neutrales bajo la égida de Ninharsag, resulta dudoso que los constructores de estas instalaciones -Enki y sus descendientes- tuvieran realmente la intención de renunciar a su control. Existe un texto sumerio, que comienza con una descripción idílica, al que los expertos han llamado el «Mito del Paraíso».


Su título original fue Enki y Ninharsag, y consiste, de hecho, en una historia acerca de las relaciones amorosas, por motivaciones políticas, mantenidas entre ambos; el relato del pacto al que llegaron Enki y su hermanastra Ninharsag acerca del control de Egipto y de la península del Sinaí -de las pirámides y del espaciopuerto. 


La acción de la historia se sitúa después de la división de la Tierra entre los anunnaki, cuando se le concedió Tilmun (la península del Sinaí) a Ninharsag y Egipto al clan de Enki.


Según el texto sumerio, Enki cruzó los lagos pantanosos que separaban Egipto de la península del Sinaí y fue hasta la solitaria Ninharsag para entregarse a una orgía de amor:
A la que estaba sola, 

a la Dama de la Vida, señora del país, 
Enki fue hasta la sabia Dama de la Vida. 

Hizo que su falo regara los diques; 
hizo que su falo sumergiera los juncos... 

Derramó su semen dentro de la gran dama de los anunnaki, 
derramó su semen en el vientre de Ninharsag; 
ella recogió el semen en su útero, el semen de Enki.
Lo que Enki buscaba en realidad era tener un hijo con su hermanastra, pero el vástago fue una niña. Entonces, Enki le hizo el amor a ésta tan pronto se hizo «joven y hermosa», y más tarde a su nieta. Como consecuencia de estas actividades sexuales, nacieron un total de ocho dioses, seis hembras y dos varones.

Enfurecida por el incesto, Ninharsag utilizó sus conocimientos médicos para hacer enfermar a Enki. Los anunnaki que estaban con él rogaron por su vida, pero Ninharsag estaba decidida:
«¡No lo miraré con el 'Ojo de la Vida' hasta que haya muerto!».
Satisfecho, al ver que al fin Enki había sido detenido, Ninurta, que había ido a Tilmun para una inspección, volvió a Mesopotamia para dar cuenta de los acontecimientos en una reunión a la que asistieron Enlil, Nanna/Sin, Utu/Shamash e Inanna/Ishtar. No dándose por satisfecho, Enlil le ordenó a Ninurta que volviera a Tilmun y que trajera a Ninharsag con él.

Pero, mientras tanto, Ninharsag se sintió culpable por lo que le había hecho a su hermano y cambió de opinión.
«Ninharsag sentó a Enki junto a su vulva y le dijo: 'Hermano mío ¿qué te duele?'».
Tras ser curado por ella, Enki le propuso como partir juntos los señoríos de Egipto y del Sinaí, asignando tareas, cónyuges y territorios a los ocho dioses jóvenes:
¡Que Abu sea quien domine las plantas; 

que Nintulla sea el señor de Magan; 
que Ninsutu se case con Ninazu; 
que Ninskashi sea la que satisfaga a los sedientos; 
que Nazi se case con Nindara; 
que Azimua se case con Ningishzida;

que Nintu sea la reina de los meses; 

que Enshag sea el señor de Tilmun!
Los textos teológicos egipcios de Menfis sostienen también que «vinieron a ser» ocho dioses del corazón, la lengua, los dientes, los labios y otras partes del cuerpo de Ptah. También en este texto, al igual que en el mesopotámico, Ptah asigna a estos dioses moradas y territorios:
«Después de formar a los dioses, hizo ciudades, estableció regiones, puso a los dioses en sus moradas sagradas; construyó sus santuarios y estableció sus ofrendas».
Y todo esto lo hizo «para dar regocijo al corazón de la Señora de la Vida». 


Si, como parece, estos relatos tuvieran una base real, las rivalidades que se engendraran con tan confusos parentescos no podrían mas que agravarse con los tejemanejes sexuales que se le atribuyen también a Ra. El más significativo de éstos fue el que aseguraba que Osiris era realmente hijo de Ra y no de Geb, concebido cuando Ra se había unido en un ardid con su propia bisnieta. Y esto, como ya dijimos, se encuentra en el centro del conflicto entre Osiris y Set. 

¿Por qué tenía que codiciar Set el Bajo Egipto, que se le había concedido a Osiris, cuando a él se le había asignado el Alto Egipto? Las explicaciones de los egiptólogos se basan en la geografía, en la fertilidad de la tierra, etc. Pero, como hemos demostrado, había un factor más; un factor que, desde el punto de vista de los dioses, era más importante que el número de cosechas que podía dar una región: la Gran Pirámide y sus compañeras de Gizeh.


Aquél que las controlara, compartiría el control de las actividades espaciales, de las idas y venidas de los dioses, del vital enlace de suministros desde y hacia el Duodécimo Planeta. 


Set tuvo éxito en sus ambiciones durante un tiempo, tras superar a Osiris. Pero «en el año 363» después de la desaparición de Osiris, el joven Horus se convirtió en el vengador de su padre y lanzó una ofensiva contra Set -la Primera Guerra de la Pirámide. Como hemos visto, también fue la primera guerra en la cual los dioses involucraron a los hombres en sus pugnas. 

Apoyado por otros dioses reinantes en África, el vengador Horus comenzó las hostilidades en el Alto Egipto. Ayudándose del Disco Alado que Toth había diseñado para él, Horus siguió avanzando hacia el norte, hacia las pirámides.


La principal batalla tuvo lugar en la «región del agua», en la cadena de lagos que separaba Egipto de la península del Sinaí, en donde resultaron muertos numerosos seguidores de Set. Tras fracasar los esfuerzos que otros dioses hicieron por restablecer la paz, Set y Horus se enfrentaron en un combate personal en el Sinaí. En el transcurso de la batalla, Set se ocultó en unos «túneles secretos», en alguna parte de la península; pero, en otra batalla, perdió los testículos. De manera que el Consejo de los Dioses le dio la totalidad de Egipto «como patrimonio... a Horus». 


¿Y qué fue de Set, uno de los ocho dioses descendientes de Ptah? 

Fue desterrado de Egipto y estableció su morada en tierras asiáticas, al este, en un lugar que le permitía «hablar claro desde el cielo». ¿Sería él el dios al que llaman Enshag en el relato sumerio de Enki y Ninharsag, aquél al cual los amantes asignaron Tilmun (la península del Sinaí)?


Si así fuera, sería él el dios egipcio (camita) que extendió sus dominios a la tierra de Sem que, más tarde, se conocería como Canaán. 


Los relatos bíblicos se podrían comprender, así pues, a partir del resultado de la Primera Guerra de la Pirámide. Y también en esto habría que encontrar las causas de la Segunda Guerra de la Pirámide

Después del Diluvio, además del espaciopuerto y de las instalaciones de orientación y guía, también se hizo necesario reubicar un nuevo Centro de Control de Misiones, similar al que había existido en Nippur. Hemos demostrado (en Escalera al Cielo) que la necesidad de equidistancia desde este centro al resto de instalaciones espaciales obligó a ubicarlo sobre el Monte Moria («El Monte de la Dirección»), el centro de la futura ciudad de Jerusalén. 

Este lugar, tanto en los textos mesopotámicos como en los bíblicos, se encontraba ubicado en las tierras de Sem -un dominio de los enlilitas. Sin embargo, terminó siendo ocupado ilegalmente por el linaje de Enki, los dioses camitas, y por los descendientes del camita Canaán. 

El Antiguo Testamento se refiere al país del cual Jerusalén se convertiría con el tiempo en su capital como Canaán, que fue el nombre del cuarto hijo, el hijo más joven, de Cam. También escogió a Canaán para descargar sus iras, relegando a sus descendientes a ser siervos de los descendientes de Sem. La improbable excusa para este trato fue que Cam -no su hijo Canaán- había visto accidentalmente los genitales de su padre Noé; de ahí que el Señor hubiera maldecido a Canaán:

«Maldito sea Canaán; sirviente de sirvientes será entre sus hermanos... Bendito sea Yahveh, el dios de Sem; que Canaán sea sirviente entre ellos».
El relato del Génesis deja muchos aspectos sin explicar. ¿Por qué se maldijo a Canaán, si fue su padre el accidental trasgresor? ¿Por qué se le castigó a ser esclavo de Sem y del dios de Sem? ¿Y cómo se involucraron los dioses en el crimen y en su castigo? Si se lee la información suplementaria que aparece en elexbíblico Libro de los Jubileos, queda claro que la verdadera ofensa fue la ocupación ilegal del territorio de Sem. 


Tras la dispersión de la humanidad y la asignación de territorios a los distintos clanes, el Libro de los Jubileos dice:

«Cam y sus hijos fueron a la tierra que él iba a ocupar, [la tierra] que se procuró como parte en el país del sur».
Pero entonces, en el viaje que les llevaba desde donde se había salvado Noé hasta su lugar asignado en África,
«Canaán vio la tierra del Líbano [bajando] hasta el río de Egipto, que era muy buena».
Y así cambió de opinión:
«Él no fue hasta la tierra de su herencia al oeste del mar [oeste del Mar Rojo]; [en lugar de esto] vivió en la tierra del Líbano, al este y al oeste del Jordán».
Tanto su padre como sus hermanos intentaron disuadir a Canaán de aquél acto ilegal:
«Y Cam, su padre, y Kus y Misrayim, sus hermanos, le dijeron: 'Te has asentado en una tierra que no es tuya, y que no nos ha tocado en suertes; no lo hagas pues, si lo haces, tú y tus hijos caeréis en la tierra y seréis malditos por sedición; pues por sedición te has asentado, y por sedición caerán tus hijos, y se te desarraigará para siempre. No habites en la morada de Sem, pues a Sem y a sus hijos les correspondió en suertes'».
Le indicaron que, si ocupaba ilegalmente el territorio asignado a Sem,
«Maldito eres y maldito serás más allá de los hijos de Noé, por la maldición que nos ata por juramento en la presencia del Santo Juez y en la presencia de Noé, nuestro padre...». 


«Pero Canaán no les escuchó, y vivió en la tierra del Líbano desde Hamat hasta las puertas de Egipto, él y sus hijos hasta el día de hoy. Por esta razón es que el país se llamó Canaán».
Por detrás del relato bíblico y pseudoepigráfico de una usurpación territorial a cargo de un descendiente de Cam debe existir un relato de usurpación similar a cargo de un descendiente del Dios de Egipto. No debemos olvidar que la división de tierras y territorios no se hizo entre pueblos, sino entre dioses; los dioses, no los pueblos, eran los dueños.

Un pueblo sólo podía asentarse en un territorio asignado a su dios y sólo podía ocupar el territorio de otro si su dios había extendido sus dominios hasta aquel territorio, por acuerdo o por la fuerza. La ocupación ilegal de una región entre el espaciopuerto del Sinaí y el lugar de aterrizaje de Baalbek por parte de un descendiente de Cam sólo pudo suceder por haber sido usurpada por un descendiente de las deidades camitas, por un dios joven de Egipto. 


Y ésta, como hemos visto, fue en realidad la consecuencia de la Primera Guerra de la Pirámide

La entrada ilegal de Set en Canaán significaba que todos los lugares relacionados con el espacio -Gizeh, la península del Sinaí, Jerusalén- estaban bajo el control de los dioses Enki. Eran instalaciones a las cuales no podían acceder los enlilitas. Y así, poco después -300 años más tarde, según creemos-, éstos lanzaron una ofensiva con el fin de desalojar a los ocupantes ilegales de las vitales instalaciones espaciales. En varios textos se habla de la Segunda Guerra de la Pirámide, algunos de ellos escritos en el original sumerio, otros en versiones acadias y asirías.


Los expertos se refieren a estos textos con el nombre de los «Mitos de Kur» -«mitos» de las Tierras Montañosas; y son en realidad interpretaciones poéticas de las crónicas de la guerra por el control de las montañas relacionadas con las misiones espaciales -Monte Moria; el Harsag (Monte Santa Catalina) en el Sinaí; y el monte artificial, el Ekur (la Gran Pirámide) en Egipto. 


En estos textos queda claro que las fuerzas enlilitas fueron lideradas por Ninurta, el principal guerrero de «Enlil», y que los primeros encuentros tuvieron lugar en la península del Sinaí. Los dioses camitas fueron batidos, pero se retiraron para continuar la guerra desde las tierras montañosas de África. Ninurta aceptó el reto y, en la segunda fase de la guerra, llevó los combates hasta las fortalezas de sus enemigos; esta fase supuso unas feroces y despiadadas batallas. Más tarde, en su fase final, se combatió junto a la Gran Pirámide, la última e inexpugnable fortaleza de los oponentes de Ninurta; allí fueron sitiados los dioses camitas, hasta que se quedaron sin comida y sin agua. 

Esta guerra, a la que llamamos Segunda Guerra de la Pirámide, se conmemoró ampliamente en los registros sumerios, tanto en las crónicas escritas como en las representaciones gráficas. 

En los himnos a Ninurta hay numerosas referencias a sus hazañas y acciones heroicas en esta guerra. Gran parte del salmo «Como Anu Estás Hecho» se dedica a la memoria de la lucha y la victoria final. Pero la principal y la más directa de las crónicas de la guerra es el texto épico Lugal-e Ud Melam-bi, mejor cotejado y revisado por Samuel Geller en Altorientalische Texte und Untersuchungen.


Como todos los textos mesopotámicos, se titula así por el versículo con el que comienza:
Rey, la gloria de tu día es señorial; 

Ninurta, el Primero, poseedor de los Poderes Divinos, 
que en mitad de las Tierras Montañosas se adelantó. 
Como una inundación que no puede ser detenida, 
la tierra del enemigo ataste con fuerza como con una faja. 

El Primero, que en la batalla entra vehementemente; 
héroe, que el Arma Brillante Divina lleva en la mano; 
Señor: las Tierras Montañosas subyugaste como a tu criatura. 

Ninurta, hijo real, a quien su padre dio poder; 
héroe: por temor a ti, la ciudad se ha rendido... 
Oh poderoso-
a la Gran Serpiente, el dios heroico, 
arrojaste de todas las montañas.
Al ensalzar así a Ninurta, sus hazañas y su Arma Brillante, el poema da cuenta también de la ubicación del conflicto («las Tierras Montañosas») y de su principal enemigo: «La Gran Serpiente», líder de las deidades egipcias. El poema sumerio identifica a este adversario varias veces como Azag (Asag) y en una ocasión se refiere a él como Ashar, ambos epítetos bien conocidos de Marduk, concretando así a los dos hijos principales de Enlil y Enki -Ninurta y Marduk- como los líderes de los ejércitos enfrentados en la Segunda Guerra de la Pirámide. 

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